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Apuntes sobre literatura juvenil

abril 19, 2016Deja un comentarioEnsayoBy Jorge Alberto Silva
16 Jorge Silva (JOTDOWN.ES)

JOTDOWN.ES

Cuando hablamos de literatura juvenil… ¿exactamente de qué estamos hablando? Normalmente, este ámbito literario se encuentra imbricado con su hermano menor (y solo menor por las edades a las que corresponde): la literatura infantil. Este artículo pretende recoger algunas concepciones de la literatura juvenil en cuanto a sus lindes, sus receptores, así como señalar algunos aspectos a tomar en cuenta para los creadores.

 

Clasificación de los destinatarios

En primer término, conviene situar la literatura juvenil en un cierto rango de edades. Esta clasificación puede pecar de arbitraria, pero es útil en tanto sirve como referencia. Bertha Hiriart en Escribir para niñas y niños clasifica la literatura infantil en cuatro grupos. A). Del nacimiento a los tres años; B). De los tres a los seis; C) de los siete a los once; y D.) De los doce a los quince. Julia Eccleshare realiza una subdivisión prácticamente igual para la organización de los 1001 títulos más representativos de la literatura infantil de acuerdo a su selección y a la del ilustrador Justin Blake.

 

Kiko Ruiz, por su parte, denomina lectores infantiles a aquellos cuyas edades oscilan entre los seis y los doce años. Y toma el último grupo de la clasificación anterior, a partir de los doce años, pero abarcando hasta los diecisiete o dieciocho, para situar ahí al lector “intermedio”, fase previa al lector adulto y el equivalente al lector juvenil. Esta es también la zona de riesgo en la que un ávido lector infantil puede desinteresarse y claudicar.

 

Eloy Martos propone una matización más que una clasificación en la que existen tres etapas: la literatura para niños, una literatura para adolescentes, y una concretamente para los jóvenes.

 

Definiciones

La visión de Óscar Sánchez Nombela sobre la LJ resulta un tanto pesimista:

 

Si hubiese que aventurar una posible definición habría que centrarse en toda creación artística que está condicionada y coartada por el destinatario al que va dirigida. Desde este punto de vista, el escritor renuncia a cualquier atisbo de libertad creativa porque va a adecuar todas las herramientas literarias a un receptor inmaduro como lector y como persona; es, en definitiva, un lector sin bagaje literario ni vital.

 

Minguez rescata una definición de la literatura infantil por Jordi Rublo en la que se caracteriza como “aquella rama de la literatura de imaginación que mejor se adapta a la capacidad de comprensión de la infancia y al mundo que de verdad le interesa”. Posteriormente define la LJ como “aquello que se considera habitualmente LJ, es decir, la rama de la literatura que tiene como lector modelo a la infancia y juventud”.

 

Por último, señalamos la consideración de Adela Kohan, quien sostiene que la literatura juvenil y la adulta se diferencian en los elementos narrativos, ya que, prácticamente, las temáticas son las mismas. En el tratamiento de estas temáticas es donde estriban las diferencias.

 

Resumiendo, y tomando un poco de aquí y de allá, podríamos proponer que la literatura juvenil tiene como receptores a los jóvenes entre los 12 y 18 años y está constituida por obras cuyo tratamiento temático es adecuado a la edad de sus lectores y a sus competencias lingüísticas. Idealmente, la LJ posee una calidad literaria que no se halla supeditada a fines didácticos. Insisto en que no me atrevería a afirmar categóricamente esta propuesta de definición, pero considero que nos permite fijar un terreno sobre el cual reflexionar.

 

Características

Julián Montesinos, en Necesidad y definición de la literatura juvenil enumera una serie de características que, a su criterio, reúne esta literatura. Esto desde una perspectiva literaria, pero considerando además su valor como instrumento educativo. En torno a algunos de estos rasgos, elaboro las siguientes reflexiones.

 

  1. Léxico adecuado a la competencia lectora de los alumnos. No todos en nuestra adolescencia fuimos seducidos por la cólera del Pélida Aquiles, más bien, ni nos enteramos bien a bien la razón por la que el aqueo estaba tan enojado. Y esto, en gran parte, por el acervo de vocabulario especializado que este tipo de lecturas demanda. Acercar textos clásicos a los jóvenes puede ser una pretensión demasiado arriesgada y, en gran parte de los casos, estéril. La LJ como literatura de transición puede fungir como el vehículo para la obtención de un léxico aceptable que permita a los jóvenes acceder a lecturas más exigentes. Para los creadores es importante adecuar el vocabulario al público joven, desde luego, sin pauperizarlo.

 

  1. Ha de ser una literatura experiencial. La LJ tiene el poder de “hablarle” a los jóvenes, de tender lazos y crear espejos en los que ellos se puedan reflejar. En este sentido, la LJ puede ser un factor de gran influencia en la formación del mundo interior de los lectores en tanto que puede llegar a suscitar una reflexión en torno a sí mismos y su lugar en el mundo.

 

  1. Formación del pensamiento crítico y estético de los alumnos. El autor que propone estas características se enfoca en este punto en las tan gustadas “actividades de comprobación de lectura”. Él sostiene que estas actividades son pertinentes siempre y cuando no estén planteadas con un afán controlador, sino a manera genuina de compartir las experiencias de lectura de los jóvenes. Menciona Felipe Garrido en la introducción de la Historia y muestra de la literatura infantil mexicana que es posible que la riqueza artística de un texto puede coexistir con mensajes educativos y lecciones, pero solo cuando la primera se impone sobre lo didáctico: “considero que la imposición de una tarea didáctica al texto lo impulsa en dirección opuesta, inversamente proporcional”.

 

  1. Debe huir de la moralina. Y quien haya sido víctima de Carlos Cuahutémoc Sánchez me dará la razón. Un libro para jóvenes hecho por encargo, o peor aún, motu proprio, con el único afán de enseñarles los peligros de una vida licenciosa no cabe en una consideración seria. Sobre todo porque la literatura debe fungir como un espacio de libertad para los jóvenes lectores y el hecho de que se convierta en un vehículo de transmisión de ideas y concepciones dictadas por vaya a saber quién demerita gravemente su existencia.

 

Es importante que los escritores de literatura juvenil sean muy honestos a la hora de tratar ciertos temas que puedan ser considerados tabúes. No cabe la superficialidad ni la banalización. Rescato una cita de José Maria Merino: “Cargar la enseñanza de la literatura con elementos de formación moral y cívica es olvidar que buena parte de la historia de la literatura está constituida por textos subversivos de los valores de la época”.

 

  1. Es una literatura de transición. En el programa actual de la SEP para educación secundaria se contempla como un proyecto la lectura y análisis de obras del Renacimiento, lo cual me parece muy noble y bienintencionado, sobre todo si la intención es que los alumnos no vuelvan a tocar un libro en su vida. Retomando el asunto del léxico y además la propia complejidad temática y formal de los textos de esta época, se vuelve un tema que en muchas ocasiones no logra consolidarse. Previamente, en los primeros grados de secundaria, se supone que existe una exploración literaria de textos más accesibles como cuentos de ciencia ficción y novelas contemporáneas que prepararían al lector para enfrentar textos más complejos. Pero, como ya sabemos, en lo que respecta a la educación básica en México existen muchas suposiciones.

 

Montesinos propone a la literatura juvenil como una literatura de transición, una fase que permitirá al lector ir desarrollando sus competencias lectoras hasta acceder a textos más exigentes. En el caso de la educación, es conveniente que los maestros tengan un conocimiento aceptable de títulos de literatura juvenil a fin de que los puedan proponer a sus estudiantes y favorezcan este desarrollo de habilidades lectoras y, sobre todo, de un gusto literario. Existen escuelas con programas de lectura que, en muchas ocasiones, proponen cierta cantidad de textos para leerse a lo largo del año. El riesgo con esta práctica es limitar el abanico de posibilidades a unos cuantos títulos sin considerar los intereses de los propios alumnos. Estamos hablando de las famosas lecturas obligadas. Malo el cuento cuando además tienes que hacer un resumen y peor cuando el resumen es en letra cursiva…

 

De manera que esta “transición” de la que hablamos es también un “enamoramiento” cuando los textos a los que acceden los jóvenes lectores son los adecuados. Las lecturas prescritas, como una receta médica, para atender ese mal o esa inquietud de un lector joven en ciernes son un perfecto anzuelo para convertirlo en un adulto lector.

 

  1. No debe renunciar a la calidad literaria. Una de los reproches que podemos hacerle a buena parte de la literatura juvenil, aunque lo podemos enfocar más bien a la literatura netamente comercial, es esa facilidad para la mitosis, esa clonación al servicio de las modas, de la oferta y la demanda. Después de Crepúsculo surgió una oleada de títulos que son casi paráfrasis. Nos encontramos con textos vacíos, sin propuesta, plagados de lugares comunes, frases hechas y situaciones más que manoseadas.   En la literatura juvenil, la calidad literaria debe estar presente en todo momento en; es, cito a Montesinos, “rasgo fundamental a su esencia”. Sobre todo que haya una apuesta genuina por parte del autor a hablar del mundo en términos honestos

 

Michael Ende decía que si un libro era inteligente, lo será para las personas de cualquier edad. Dentro de la literatura que se ha caracterizado como juvenil, encontramos títulos sumamente valiosos, como la propia Historia interminable de Ende. También dentro de la literatura considerada adulta encontramos obras que los jóvenes pueden, y me atrevo a decir, deben leer. Quien haya conocido el Guardián entre el centeno o El señor de las moscas a sus tiernos 14 o 15 años habrá accedido a una literatura muy distinta a mucha de la que hoy puebla los anaqueles dedicados a los lectores jóvenes y que será olvidada tan pronto como esos jóvenes dejen de serlo.

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