redaccion@revistalevadura.mx
FacebookTwitterYouTube
LevaduraLevadura
Levadura
Revista de crítica cultural
  • Inicio
    • Editorial
    • Directorio
    • Colaboraciones
  • Cultura
    • Ensayo
    • Artículos
    • Entrevistas
    • Cine
    • Música
    • Teatro y Artes Vivas
    • Arte
    • Televisión
  • Política
  • Creaciones
    • Narrativa
    • Poesía
    • Dramaturgia
    • Reseñas
    • Del lector
  • Columnas
  • Levadura Tv
  • Suplementos
    • Derechos Humanos
    • Memoria
    • Ecología
    • Feminismos
    • Mariposario
    • Fotogalerías
    • Colectivos
Menu back  

Eduardo Pavlovsky, in memoriam

abril 19, 2016Deja un comentarioTeatro y Artes VivasBy Jorge Dubatti
23 Jorge Dubatti (DIARIOPOPULAR.COM.AR)

DIARIOPOPULAR.COM.AR

En diciembre de 2015, en el Centro Cultural Néstor Kirchner, se entregaron los Premios Nacionales de Texto Dramático 2011-2014, que otorga el Ministerio de Cultura de la Nación. El primer premio fue, póstumo, para Asuntos pendientes, de Eduardo “Tato” Pavlovsky. Fallecido el 4 de octubre anterior, el autor de Potestad está plenamente presente en su enorme legado a la cultura argentina. ¿De cuántas formas pensar ese legado? Destacadas figuras de la escena argentina reflexionan sobre la relevancia en el teatro, la cultura y la política del gran dramaturgo y actor de El señor Galíndez y Rojos globos rojos.

 

El actor y director Pompeyo Audivert afirma: “Tato referente absoluto, fuerza animal poética y política, territorial y desterritorial, punto de encaje singularísimo de multiplicidades humanas e inhumanas. Tato actor, dramaturgo, ensayista, psicoanalista, Tato ético, político, boxeador, niño, cuerpo habitación y cuerpo deshabitado, máquina de devenir. Y Tato también hoy como ayer: faro de tinieblas en esta intemperie acéfala en la que estamos nuevamente solos y juntos, como en una obra suya, que alumbra por contraste, donde la identidad patética y siniestra del mundo histórico es revelada poéticamente como la contracara de esos buenos modales de estilo suntuoso con los que el poder se viste para abducirnos. Compañero Eduardo ‘Tato’ Pavlovsky, ¡Presente!”.

 

Para Bernardo Cappa, director y dramaturgo, “Tato es un cuerpo ya para siempre. Tato ofreció su cuerpo al horror y se hizo santo. Es nuestro santo. Se lanzó a las llamas del horror y salió iluminado, le robó al fuego del horror la luz. Tato está iluminando cada gesto de cada actor, su fantasma es infinito. Los cuerpitos alcahuetes, mezquinos, esos cuerpitos que se esconden para hacernos doler de tristeza, de hambre, de crimen, de vergüenza, esos cuerpitos que no tienen alma, le temen, le temen a su cuerpo que es todos los cuerpos alegres apasionados, de alegría inteligente, atorranta porque está afuera del significado, y ahí estos cuerpitos que usan la razón de un mercado eternamente sediento no saben qué hacer, porque humanizó el horror, se los comió, los mostró humanos, hizo del miedo poesía y después se murió de viejo. Tato nos enseñó la vida y estos boludos que bailan como muñequitos de madera se creen que son eternos, no lo son, Tato se metió en la muerte para que nos demos cuenta de que estamos vivos y contra esa fugacidad de intensidad eterna, contra eso, no tienen misiles, manga de boludos, manga de hijos de puta, nos estamos riendo de ustedes en medio del diluvio del llanto”.

 

El director Enrique Dacal recuerda: “Al enterarme de la muerte de Pavlovsky, tuve necesidad de dialogar con mi angustia escribiendo unas líneas que ahora reproduzco, de memoria y más o menos así: ‘No fui demasiado amigo del Tato Pavlovsky…, me lo perdí y, sin embargo, siento que lo extraño como a un hermano mayor que me ha dejado…’. Empecé a hacer teatro en 1969, en el Teatro de la Fábula. Allí estaba Tato, muchacho grande que compartía el grupo Yenesí con Julio Tahier. Tenía una ‘jeta’ imposible de dejar de mirar y de recordar. Recuerdo que, desde mi condición de niño insolente y soberbio que creía que estaba haciendo teatro, lo veía a ese grandote en el escenario como el ideal de lo que yo quería hacer ‘cuando realmente me sintiese actor’… Y ahora, ya tirando para jovato también, reconozco que cada vez que subí a un escenario, cada vez que me tocó actuar o dirigir, me la pasé queriendo hacer sus mismos gestos, queriendo manejar esos sus tiempos y ese su vocabulario… Creo que traté de robarme algo de su talento… Se me ocurrió sincerar esta sensación. Es para mí una manera de bancarme la tristeza…, la vida que pasa… Yo quería ser como él. Quiero ser como él. El Tato Pavlovsky, aunque el quizás nunca lo supo, fue mi compañero de ruta, el líder ético y estético que quise seguir, pretendiendo escribir algunos renglones de alguna página teatral…, a lo mejor.”

 

La dramaturga y teórica cubana Nara Mansur nos escribe: “Sí, es posible crecer y cambiar si hacemos psicodrama, aunque sea en La Habana, donde se organizan grupos de psicodrama desde que era muy joven, de psicoterapia grupal adonde asistimos cualquiera de nosotros y somos cualquiera, una voz, una mueca, un llanto, un deseo. Sí, es posible leer lo que escribe un artista como él y que nos haga querer estudiar más y confirmar que el arte es autoconocimiento, riesgo, sentido de pertenencia a cosas innombrables a veces. Sí, es posible pensar en la alegría como un compromiso y en la que no nos fue dada para cumplir nuestro sueño (‘Ser cultos para ser tristes’, ironizando a Martí que escribió ‘Ser cultos para ser libres’). Estudiamos a Pavlovsky en Cuba en las clases de teatro latinoamericano, leímos sus obras, lo vimos actuar, lo vimos envejecer y siempre fue y es una presencia y una fe que nos acompaña: ¿qué hacer?, ¿qué ser?, ¿qué cara, qué gesto?, ¿qué lengua para chupar? En la necesidad de los otros, por los otros, por el amor, en la idea de quién soy yo en el amor, en lo más subversivos que nos permitimos ser. Y en la mosca que a veces nos zumba y dejamos hacer lo que se le cante, porque quizá está a punto de morir”.

 

El dramaturgo Alejandro Finzi recuerda desde Neuquén: “Conocí a Pavlovsky como espectador y como lector. Un puñado de espectáculos; un puñado de obras. Escritura partera de personajes de las orillas, de los arrabales de la existencia, de los extremos y las desgracias. Pero, maravillosamente, personajes de una porfía neta, enamorados de la vida. Sus criaturas me mostraron ese oficio prodigioso por el cual la tarea del teatro no consiste en cerrar heridas sino en abrirlas. Sus criaturas me muestran que con esa mentira de la escena construimos ese cachito de verdad que podemos poseer o vislumbrar. Una verdad que no se impone, sino que construimos entre todos, como cuadrilla que abre un camino en medio de la tormenta”.

 

Christian Forteza dirigió varias de las obras de Pavlovsky, dice: “La ausencia de Tato se va a sentir en diferentes ámbitos, en el terapéutico, en el intelectual, el político y por supuesto, en el artístico. Un hombre múltiple, como a él le gustaba, multiplicar… multiplicar… devenir. Mi experiencia con sus textos me marcó y me impregnó de una forma de dirigir distinta, a veces muy difícil de transmitir a los actores. Entendí que su teatro no era de representación, ilustrativo de la palabra, sino un teatro de estados, de intensidades. En su dramaturgia, con influencia beckettiana, con humor y con aspectos existencialistas, la palabra se inscribe y a la vez atraviesa todo el cuerpo del actor, y la actuación puede cobrar nuevos sentidos latentes”.

 

Dramaturgo y psicoanalista, Jorge Palant reflexiona: “Pavlovsky fue un hombre de teatro, que es algo más que decir que lo escribía o lo actuaba. Y además era teatral: el relato de la escapada por aquella terraza cuando había ido a buscarlo la patota parapolicial, más el final del episodio, con él en una comisaría denunciando y fingiendo que hablaba con quien no hablaba, dan sobrada cuenta de eso. Podría agregar que en esa teatralidad quedó incluida la agilidad que el deporte alguna vez le había conferido. Teatralidad entonces de un ex deportista cuyo teatro fue siempre ‘un cross a la mandíbula’. Así Telarañas, El señor Galíndez, Potestad, Paso de dos, pieza, esta última, de marcada creatividad formal. Como actor fue el mejor para actuar sus propias obras. El legado que nos deja es, a mi criterio, que no habría que andarse con vueltas cuando se quiere pegar fuerte. Tengo este recuerdo. A fines de los sesenta le digo que quiero leerle una obra mía, Las visitas. Después de hacerlo y escuchar sus comentarios, le pregunto cómo se las ingeniaba él para juntar el psicoanálisis (práctica rayana en el ascetismo en lo que hace a la vida personal del analista) con su ser teatral, como autor y actor, ya que eso podría haberle traído dificultades con la Asociación de Psicoanalistas a la que pertenecía. ‘Yo quiero ser Vittorio Gassman’, me contestó riendo.”

 

Manuel Santos Iñurrieta, director del grupo El Bachín, concluye: “Pavlovsky ha sido un gran autor y actor, un gran pensador del teatro, pero por sobre todas la cosas ha sido un ejemplo de coherencia estética y política. Él nos ha invitado siempre a pensar y emocionarnos con sus obras y escritos, como también a entrar en los conflictos humanos y sociales con la vocación de un peleador, de un boxeador que resiste y se resiste a caer en la lona sin antes haberlo dejado todo. Este acto como enseñanza es disruptivo, rebelde, y ciertamente revolucionario. Y apela a la dignidad de reconocernos tal cual somos, carentes e incompletos, pero convencidos que en el ‘ir’ a buscar las respuestas necesarias a través del arte y la vida re-fundaremos en los márgenes nuestras utopías.”

 

Desde comienzos de los sesenta, Eduardo “Tato” Pavlovsky (1933-2015) escribió algunos de los clásicos insoslayables de la dramaturgia nacional: La espera trágica, El Señor Galíndez, Potestad, Rojos globos rojos, Asuntos pendientes (publicada por la Editorial de la Universidad Nacional del Sur, EDIUNS). Los teatristas de la nueva generación valoran profundamente su obra, entre ellos el director y dramaturgo Mariano Tenconi Blanco, que piensa a Pavlovsky con estas palabras: “Todo lo hizo con un nivel de intensidad que es una auténtica inspiración. Hizo natación y fue campeón sudamericano, y desde este campeonato, no dejó nunca de ser el campeón de todo. Se recibió de médico a los 22 años pero se orientó a la psicoterapia y es una enorme referencia en la especialidad. Fue militante político y un grupo paramilitar quiso asesinarlo en 1978. Como autor y actor es una luz que nos iluminará siempre. Pero lo que yo quiero destacar, antes que su obra, es su vida: porque Pavlovsky borra ese límite. Todo en él fue obra. Pavlovsky se pliega sobre sí mismo y no sabemos qué es ficción y qué es realidad. Porque todo en Pavlovsky es político. Nombrarlo es político. Escribir su nombre. Pavlovsky. Lo hago y sé que tengo, entonces, una responsabilidad. Pavlovsky. Joven dramaturgo/a argentino/a, cuando pierdas el rumbo, escribí este nombre en un papel: Pavlovsky.”

 

El joven director Sebastián Berenguer (que puso en escena versiones de La espera trágica, Tercero incluido, El Señor Galindez) escribe: “Qué persona maravillosa Pavlovsky. Su apellido podría ser el título de una obra. Sr. Pavlovsky. Nombre del hombre que es teatro. Su mirada de la realidad, la sensibilidad y el compromiso político-social de sus textos, y las inmejorables interpretaciones de sus personajes, lo convierten en el máximo referente del teatro político del siglo XX, y en uno de los grandes ‘inspiradores’ para los teatristas. Doy gracias por haberlo conocido, de ahora en adelante poner en escena sus textos será una manera de resucitarlo”.

(Visited 33 times, 1 visits today)
Compartir este artículo:
FacebookTwitterGoogle+
Sobre el autor

Jorge Dubatti

Pensador, investigador y teatrista. Doctor en el Área de Historia y Teoría de las Artes (UBA), profesor en la misma universidad de Historia del Teatro Universal y titular de la Cátedra Internacional de Historia del Teatro Argentino UNSM. En 2001 fundó y dirige la Escuela de Espectadores de Buenos Aires. Cuenta con más de 100 publicaciones y es responsable de la edición del teatro completo de Eduardo Pavlosky, Ricardo Bartís, Rafael Spregelburg, entre otros.

POST RELACIONADOS
Estudiar teatro en el extranjero en tiempos de pandemia: suerte, privilegio y trabajo duro… muy duro
diciembre 20, 2020
Encuentros
diciembre 19, 2020
Wajdi Mouawad: un ligero acercamiento a una gran voz francófona del teatro (Parte 1 de ?)
diciembre 19, 2020
Bethlem Teatro: La profesión de trabajar con y para jóvenes
diciembre 19, 2020
Reminiscencias oníricas de la décima musa
diciembre 19, 2020
El lugar donde habita la ternura: El Principito un viaje más
noviembre 19, 2020
Leave Comentario

Cancelar respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

clear formSubmit

Buscador
Entre números
  • LEVADURA se va
    enero 11, 2021
  • ¡Se va a caer/ se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer/ que va a vencer!
    diciembre 30, 2020
  • Maradona, en el alma del pueblo su eterna despedida
    noviembre 25, 2020
  • El “Apruebo” chileno desde los algoritmos de las redes sociales
    octubre 26, 2020
Entrevistas
  • Entrevista a Guillermo Fadanelli
    mayo 19, 2020
  • Ópera prima de David Zonana
    mayo 19, 2020
  • Narrativargenta: Los modos de leer como posicionamientos. Que dure la desmesura
    marzo 19, 2020
ARCHIVOS LEVADURA
Comentarios recientes
  • Artemisa López Carrillo en “Escucho las células morir”: poemas de Merari Lugo Ocaña 
  • Omar en Anton LaVey: El hambre de la mentira
  • 8 Poemas y una carta de Vita Sackville-West – Poiesis/ποίησις en Virginia y Vita
  • Erika Marissa Rodríguez Sánchez – Red Nacional de Investigación en los Estudios Socioculturales de las Emociones (RENISCE) en Migrar al Mesón Estrella: el gesto de la masculinidad hegemónica (primera parte)
  • Ana en LEVADURA se va

Subscríbete a nuestra lista de correo

Revista Cultural Independiente
redaccion@revistalevadura.mx
© 2017. Revista Levadura.
Todos los derechos reservados.
Quiénes somos
EDITORIAL
DIRECTORIO
COLABORACIONES
Síguenos

Find us on:

FacebookTwitterGoogle+YouTube

 Dream-Theme — truly premium WordPress themes
Footer

Levadura