Tal cual lo han notado y vivido los pueblos, los rebeldes, los marginales, indeseables e incómodos, el mundo que hemos construido duele. Y algo ha brotado en determinados momentos que nos impulsa a perturbarlo e intervenirlo, el creernos capaces de construir veredas nuevas y no andar por caminos regulados y conocidos.
La literatura nace de la necesidad (a veces necedad) de la memoria. Esa querencia intrínseca por imprimir huellas de lo efímero, lo maravilloso y terrible de la vida para aquellos que conviven con nosotros y para aquellos que vendrán después, volcado a palabras dichas y escritas. La literatura como campo intelectual y artístico ha edificado estructuras de poder dominantes y exclusivistas, pero asimismo se ha vuelto un monstruo, “un monstruo que hace aparecer la diferencia”[1] debido a su capacidad de desdoblar, provocar y tomar el cielo por asalto.
El crear realidades a través de la ficción combate la idea de una sola y única realidad con mayúscula. La literatura no es mero entretenimiento y negocio, es también la posibilidad de germinar pensamiento crítico. ¿Cómo? El contacto con otra vida y otros mundos propicia el observar e interpretar realidades de diferentes maneras, es decir, perspectivas distintas de conocer, indistintamente de la experiencia de quien lee/escucha, pues engloba a la vez una singularidad que se comunica y una colectividad expresada a través de ella. Esto involucra dinamismo mental e imaginación, fuertes elementos para la configuración de un pensamiento que vaya más allá de lo evidente, que profundice, sea divergente, abierto e invente nuevas fugas ante los paradigmas históricos y sociales.
Dentro de la diversidad de literaturas existentes, la literatura infantil es un campo que contiene múltiples aristas, desde libros con intentes de condicionar a los infantes a lo que se espera que sean y hagan, hasta el más absurdo sinsentido provocador de carcajadas.
Recientemente me integré a un proyecto llamado Troposcopio en el que participamos cuatro mujeres, consiste en la elaboración y distribución de un fanzine dedicado a ese mundo vedado por el orden Adulto: la infancia. Los fanzines son publicaciones no profesionales que circulan sin condicionamientos editoriales institucionales, fuera de las dinámicas comerciales masivas.
Troscopio nace con la idea de hacer una publicación a partir de nuestros estudios e intereses de manera independiente, sin estar sujetas a las estipulaciones de ninguna institución, empresa u organismo más que el que generamos nosotras mismas; de este modo desarrollamos la creación del fanzine de manera autónoma y horizontal, usando recursos propios.
La propuesta: brindar una alternativa de ocio, diversión, conocimiento e imaginación frente al Imperio de las pantallas. Nos enfrentamos a la dificultad de la escasa o nula lectura infantil debido al contexto social en el cual se imposibilita la cercanía e interés a los libros más allá del uso escolar, ya que muchas veces las maestras, maestros y familiares no tienen interés ni tiempo para la lectura dentro de su enseñanza y convivencia, la experiencia de los/as niños/as en la escuela se asemeja mucho a una cárcel y los libros son un estorbo significando a menudo aburrimiento y miedo.
De modo que el fanzine pretender combatir ese vacío. El reto de cuestionar las lógicas citadinas que vivimos: la aceleración, la entrega extenuante al trabajo o la escuela, la lógica de lo “serio”, lo útil, lo productivo, el flash del consumo televisivo. Leer literatura implica detenerse, concentrarse, meditar, dejarse atravesar por ese otro mundo construido entre quien lanza la obra y quien la interpreta, es incluso un escape necesario para el mundo gris que se avecina sobre nuestras mentes y cuerpos. Un escape no para huir u olvidar las violencias cotidianas ni las coyunturas que de cuando en cuando nos conmueven, sino un escape de la saturación de información, la insensibilidad, la opresión, una fuga que sea un regreso a nosotros mismos como seres libres, capaces de comunicarnos y enlazarnos unos con otros. El asunto de la lectura es que inevitablemente te pone a pensar y jugar con la imaginación.
A nivel macro, mediante el fanzine buscamos la creación de alternativas, trabajando directamente en aquella esfera de la vida que se relaciona con la educación; observamos por un lado cómo la institución escolar funciona principalmente como sistema de adoctrinamiento, donde se instalan relaciones de poder para aprender a dominar y obedecer, agachar la cabeza y aceptar todo como está. A nivel nacional y mundial, una severa crisis de los derechos humanos y el respeto a la vida, lo que nos lleva a la violencia como vivencia diaria: intrafamiliar, callejera, económica, laboral, cultural, de género, estructural. De ahí que volteemos al campo de lo educativo y la formación de la subjetividad: quizá algunos niños decidan hacer y ser otra cosa, algo que apueste a la vida, al cuidado de sí y de la comunidad. Si bien no pudiéramos decir que la literatura en sí implica la formación de una ética de respeto, si podemos afirmar que es una herramienta para la generación de pensamiento crítico y dinámico, el cual deriva al movimiento de las ideas y la sospecha sobre las inercias cotidianas. Hacer un ejercicio de interrupción mediante el juego, la utopía, la poesía, la risa.
La idea es transmitir la posibilidad de generar espacios de resistencia, sobre todo resistencia al consumo de lo que ya está establecido, lo que se supone que los/as niños/as deberían hacer. Dentro del fanzine existe un espacio específico para cuentos escritos-ilustrados por manos infantes, esto como ejercicio de reconocimiento de sus propias creaciones, sin tener que pasar por una calificación de un profesor ni aprobación de sus padres (los representantes de la autoridad), sino mostrar que cada historia y cada trazo contienen un valor en sí mismo, además de compartir el espacio de expresión con aquellos que “ya son artistas/creadores profesionales”. Es decir, un espacio en donde ellos y ellas tengan la potencia de construirse a sí mismos con todas sus habilidades e imaginaciones a través de un cuento o dibujo publicado. Un modo de decir “tienes un lugar, un nombre, eres valioso” sin que conlleve una estrella o un diez, que asimismo funcione como motivación para crear algo por fuera del orden de los deberes.
Ahora, ¿por qué enfocarnos en niños y niñas? Porque es uno de los lugares más bondadosos y fértiles que podemos labrar, un espacio donde sembrar semillas que tengan un desarrollo distinto a aquel que construyó el doloroso y destruido panorama actual. Los pequeños no contienen aún las estructuras que, conforme vamos creciendo, se vuelven cadenas: cómo debes decir las cosas y en qué sitios, cómo debes comportarte, cuáles protocolos tienes que seguir para ser aceptado. En los/as niños/as también están soluciones, ideas, propuestas, sentimientos que los Grandes vapuleamos y censuramos sin ser conscientes que lo que hacemos nosotros no está funcionando, y desde el orgullo y el ego nos creemos superiores y mejores que aquella pureza y lucidez de quien se enfrenta por vez primera a la vida.
Rescatamos la capacidad de organizarnos sin fines de lucro para brindar historias, ilustraciones y juegos a la comunidad imaginada y la directa. Construimos así una red que materializa una producción colectiva fomentando lazos entre nosotras mismas, entre colaboradores y entre quienes leen, sin tener que «llenarle el ojo» a ninguna persona. Hemos notado que es difícil encontrar personas dispuestas a colaborar si no reciben remuneración económica, incluso observan esto con sospecha, como si no se valorara su trabajo. Al contrario, pensamos que es posible llevar a cabo proyectos autosustentables sin la necesidad de involucrar dinámicas laborales. También hay quienes rechazan relacionarse con el tema de literatura infantil porque les resulta soso, banal y poco serio.
La literatura puede ser semillero de utopías y de memorias que de no aparecer en una obra no serían recuperadas ni registradas debido a la fuerza de la represión, la explícita e implícita. Cierta literatura, dependiendo totalmente de quién lea y lo que en esta persona genere, contiene el potencial de transformación y desvelamiento de aquello que se susurra y mueve por lo bajo, por lenguajes que se escapan al orden lógico y cuadrado, porque nombra lo inimaginable, porque pone en disputa diversas narrativas simultáneas y se acerca mucho al campo de lo mágico, es decir, lo que desborda lo racional y medible. La literatura, aunque mediada por un lenguaje de código lógico, es un resultado que se siente.
Además de esto, nos impulsa a hacer retroalimentación a la sociedad donde crecimos, un regreso a lo que vivimos siendo niñas, en agradecimiento a aquellas personas que nos guiaron por estos senderos. Crecí con un padre cuentacuentos y me vi empapada de cuentos antes de dormir, obras de teatro guiñol, títeres, talleres infantiles sobre literatura, diversas actividades navegantes de mundos imaginados, aventuras, sorpresas, palabras locas y dulces, trabalenguas, adivinanzas, poemas, caballos de papel. Luego de estos andares, sé que no fue inútil el viaje, pues creció en mí el amor hacia la imaginación, la creatividad, la memoria de quienes han pasado, el conocer cuál es nuestra historia y cómo nos inventamos, el eterno porqué. Agradezco esa magia y como tal me siento responsable éticamente de devolverla y replicarla.
Finalmente troposcopiar es un juego: experimentar libremente, sin obligaciones ni presiones de por medio sino pura voluntad, el reto de crear historias e imágenes que combatan las armaduras del mundo circundante y el que nosotras mismas tenemos dentro. De alguna manera depositamos en cada fanzine los sueños, las expectativas, deseos y locuras de lo que queremos vivir.
Creemos importante abrir brechas, mirar las cosas distintas constantemente. Proponer la lectura como encuentro entre lo que devino de la experiencia del autor y lo que actualizamos al leer: una síntesis de vida, conjuntada en una obra que no es absolutamente nada si no nos interpela. No como anestesia sino como rayo, espina, derrumbe, como brisa, calidez, caída, trascendencia.
Que no se entienda lo escrito como una concepción cerrada y absolutista sobre lo literario y todas sus variaciones y consecuencias. Nada es revolucionario en sí mismo. El movimiento y la intervención hacia lo que algunos apuntamos, se configura como una interrelación, una red de sucesos, caídas y nuevas construcciones en víspera de ser derrumbadas por una nueva concepción, la cual nos acerque a esa utopía imaginada: así vamos avanzando. Tomemos, pues, todas las herramientas y espacios posibles. No hay fórmulas, geografías ni calendarios, finalmente nuestra principal arma está en la ética, una ética que interprete nuevamente las realidades abstractas e inmediatas y sea capaz de devolver en práctica, eso que remolinea en la cabeza y chispea el corazón. Decisión, impulso, huella.
Nota: Troposcopio se compone por “tropo”, una figura retórica que conlleva un uso distinto de las palabras al que les “corresponde”, es decir, aplicar el sentido figurado. Nosotras lo entendemos como: juego de palabras; “scopio” significa instrumento para observar. Observar a través del juego.
[1] Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. Siglo XXI Editores: México, 2005. p. 157