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Ser lo que no se es / Una no-definición de pornología

abril 19, 2016Deja un comentarioPornologíaBy Francisco Lugo Kampe

Llegue a estudiar psicoanálisis a Paris VIII pero la antropología me arrastró a sus selvas del mismo modo, como un tiempo atrás, la locura me había llevado al psicoanálisis. Coincidí con un grupo de antropólogos latinoamericanos, la mayoría chilenos, que compartían conmigo su curiosidad sobre los márgenes del pensamiento occidental, la escritura y el poder. Como mis referentes académicos eran principalmente las psicologías, fueron ellos, durante mucho tiempo mis tutores en antropología.

 

De este grupo de antropólogos escuché por primera vez hablar de pornología. Estaban armando un volumen del proyecto editorial Los anales de desclasificación que tendría como tema: El animal pornográfico. En este volumen se tenía como objetivo mostrar la conjunción entre una función económica y moral del cuerpo y el desarrollo de un espacio tecnológico asociado a la imagen como producción y distribución. En un principio no entendía la relación que había entre la labor de desclasificación de documentos y la pornografía, hasta que entendí que esta última se configuraba como una función.

 

La noción de pornología proviene del vocablo porne (πόρνη) que tiene su vertiente en el vocablo proto-indoeuropeo per, que significa “para tráfico en” o “para vender”. Tradicionalmente el vocablo porne había sido equiparado con prostituta que procede del latín pro statuere y significa situar delante y de pie un cuerpo, es decir: exponerlo. De aquí el parentesco de este término con lo obsceno, con aquello que debiendo estar oculto aparece en el primer plano de una escena. La pornología como función desclasificadora se presentaba por lo tanto como una herramienta de gran valor enunciativo. Después de todo se trataba de hacer visibles discursos que estaban ocultos por ejercicios del poder en una administración gubernamental. Yo en ese entonces trabajaba el mito de Juan Oso, un mitologema muy extendido en Europa y en América Latina. Se trataba de un análisis estructural del mito en el cual había yo encontrado que el elemento que hace referencia al producto del apareamiento de una mujer con una bestia funcionaba como recurso imaginario para dotar de sentido a los sincretismos y mestizajes en el noreste de México. Esta interpretación era el modelo invertido de la chingada de Octavio Paz, esta vez se trataba de violaciones y raptos que comunidades llamadas genéricamente chichimecas emprendían contra asentamientos hispánicos en el noreste mexicano.[i]

 

Aunque el análisis de este mito era un ejercicio pornológico muy limitado me atreví a participar en la primeras Jornadas Internacionales de Pornología en la Universidad de Valparaíso que los compañeros chilenos emprendieron hacia el 21 de julio de 2005. El evento se organizó en conjunto por la carrera de Sociología de la Universidad de Valparaíso y el Laboratorio de Desclasificación Comparada, la serie de ponencias tenían como título: “Imágenes, políticas y clasificaciones del cuerpo: De la antropología a la pornografía”.[ii] Se trató de una exploración transhistórica y multidisciplinaria de las problemáticas referidas al cuerpo, las políticas que se le asocian y los modos de producción de imágenes que lo determinan. Referidos a las formas de producción de imágenes del cuerpo, a los mecanismos de disciplinamiento y marcación que lo afectan, a sus clasificaciones etnológicas, jurídicas o nacionalistas, a la pornografía como perspectiva analítica de fenómenos más generales, así como a los límites monstruosos o bestiales de lo humano.

 

Fue en este evento en donde comprendí que era posible reunir una serie de perspectivas que tuvieran esta dimensión enunciativa, que colocaran en primer plano los mecanismos que actúan sobre un cuerpo para domesticarlo y reducirlo a objeto de mercado, sometiendolo a mecanismos escenográficos que hacen que la exposición del cuerpo sea fundamental para sostener dominios y fortalecer los mecanismos de explotación. La pornología, expresión originalmente esbozada por Gilles Deleuze en su trabajo sobre S. Masoch, me parecía era la perspectiva adecuada para el modo de explotación contemporáneo organizadas bajo el régimen de sociedades de espectáculo.

 

Sin embargo, después de esas jornadas había quienes consideraron que la noción no era importante, J. Vicente Cortés indicaba que, en la obra de Deleuze, el término no alcanzaba a ser un concepto, según las propias exigencias que estos mismos autores señalaban en su texto ¿Que es la filosofía? Vicente señalaba que el término era más bien una especie de taxonomía. Este vocablo aparecía en referencia en dos textos, uno de 1966, sobre Klossowski y el otro de 1967, sobre Sacher-Masoch y en ambas la idea era más bien clasificatoria y demarcatoria. Vicente consideraba que era importante un análisis exhaustivo del vocablo para hacer una buena reapropiación de él. Joaquín Bascope, rechazaba cualquier intento de definición del término, por otro lado Ernesto Montenegro colocaba sobre la mesa el papel del compromiso de desclasificación y los riesgos de clasificar la pornología adjudicándole una definición precisa. França Pavia insistía en la necesidad de un mínimo de puntualizaciones y en la necesidad de hacer una historiografía del término. En algún momento yo consideré que dejar el término sin clasificar, es ya en sí una clasificación, algo semejante a las tres XXX en el lomo de un cassete porno, el cual define con estas marcas su clase. Además señalé que indicar que la pornología no se clasifica es hacer de la pornología, en términos psicoanalíticos, un fetiche, es decir su denegación es su propia clasificación, semejante al bikini que esconde el horror a la castración señalándolo. En este caso la no clasificación operaba igual.

 

Al respecto Andrés Menard señalaba que la “No-clase” de la pornologia era justamente su riqueza. Señalaba que el carácter contingente de la definición de la clase pornográfica es justamente el marco de una empresa desclasificadora. De ahí que la pornología implique entre otras cosas un trabajo de discusión sobre la constitución de las clases, trabajo que metodológicamente se puede enfrentar según un principio análogo al de la teología negativa: definir la pornología por contraste con lo que no es. Esta indefinición substancial le viene de su pariente pornográfico, indicaba Menard, invitando a observar la interminable e inconducente discusión jurídica que a lo largo de las décadas había intentado dar una definición definitiva de lo pornográfico. “De ahí que una vía de discusión pornológica sea justamente el hacerle un espacio por diferenciación de sus disciplinas colindantes, pero respetando la falta de respeto que merece como contra-clase paria e indisciplinada e indisciplinable. Deleuze utiliza el término pornología para distinguir la obra de Masoch o de Sade de la simple pornografía, es decir de la pura serie de órdenes y descripciones. Como dice Belhaj Kacem en su definición de pornología en el Dictionnaire de la pornologie, esta no sería un pensamiento sobre la pornografía (lo que hacen los juristas en sus intentos de definición), sino el de una pornografía pensando. Nueva pertinencia para nuestra relación desclasificatoria con los documentos como algo más que la simple pornografía de un positivismo revisitado”. Agregó Menard que sería útil rescatar para estos fines las premisas del proyecto patafísico, en particular aquella donde el doctor Faustroll lo definía de la siguiente manera: la patafísica es a la metafísica lo que la metafísica es a la física. Digamos, señala, que la pornología es a la pornografía lo que la pornografía a la sexología: Mientras la sexología pretende la circunscripción del acto sexual al campo formalmente desmoralizado del objeto médico y por lo tanto medido por los criterios de la normalidad, la eficiencia y la funcionalidad, la pornología lo re-moraliza reincorporando en el cuerpo su potencia, si no patológica, al menos patética de objeto, máquina e instrumento de las pulsiones, de marcador de un espacio privilegiado para la pura indecencia. La pornología da un paso más allá ampliando la economía del escándalo fuera de toda moral y de todo cuerpo escatológicamente concebido, liberando la indecencia pornográfica de sus trabas corporales. En términos geométricos, indicaba Menard, se puede esquematizar lo anterior diciendo que si la sexología dibuja un campo sobre el plano de las disciplinas (dimensión 2) y la pornografía una secuencia lineal de imágenes y de límites morales (dimensión 1), la pornología insiste en una pura perspectiva, es un punto de vista (dimensión 0) que atraviesa series y campos como una mosca, una pulga o algo peor… un ojo, de la cual el compañero Fernández ya previó señalando que la pornología era una teología… Así cerraba Andrés Menard la exposición de lo que concebía por pornología. Era una mirada sin clase, sin forma por encima de las miradas clasificadoras. Jorge Pavez, en una charla señaló que le parecía que la preocupación por definir la pornología era ociosa y conservadora. En todo caso Nicolás Richard, quien había estado trabajando sobre el problema del corte y los territorios, cerró de manera contundente la discusión con el siguiente texto-imagen:

 

Sin título

No había nada más que discutir, se trata de una mirada particular sobre la domesticación, el dominio territorial, los cortes, las gramáticas sobre el cuerpo, el comercio, la violencia, la escritura, el control y la muerte, es el logos de la porne.

 

En el 2007 retorné a México y me encontré con la guerra del narco. La situación exigía una posición analítica, pero curiosamente era muy poca la gente preocupada por entender esta devastación. Estábamos (y seguimos aún) frente a una crisis de Estado cuya naturaleza no tiene precedentes en la historia de México, sin embargo, todo indicaba que nos encontrábamos un paso atrás del tiempo de la mirada analítica, levantando espejitos desde nuestras trincheras disciplinarias. Pocos columnistas hacían reportajes y crónicas ricas en análisis, por lo general los medios masivos se abocaron a hacer del proceso destructivo por el que pasa el país un espectáculo gore y mercantil mientras que por otro lado la sociedad civil se sumió totalmente en el rol de espectadores cautivos. Me pareció que justo en ese clima social se hacía necesaria una mirada renovada, de modo que me dediqué a tratar de impulsar en Monterrey las segundas jornadas internacionales de pornología. Fue hasta finales del 2009 que en la Facultad de Psicología me dieron luz verde para que desarrollara ahí el evento. Este es un fragmento de la carta con la que invité a los colegas a participar en ese proyecto:

 

Atravesamos un escenario de cuerpos desmembrados, cuerpos en suplicio, cuerpos desaparecidos, cuerpos cautivos, cuerpos drogados, cuerpos prostituidos, y lo hacemos como si camináramos en penumbras en la casa del horror de la feria anual de nuestro pueblo. Es necesario colocar nuestro escenario y nuestra perspectiva en el marco global en el que está inscrita, necesitamos además dejar de ver espectacularmente, renunciar a este goce escoptofilico para situarnos en una mirada noética, es decir en la mirada del intelecto, del entendimiento, se trata de intentar ver inteligiblemente. México y particularmente el norte, ofrece un campo de análisis muy vasto, en la que una mirada tradicional, disciplinaria y local no es suficiente para entender el lugar, la economía y los movimientos del cuerpo reducido a capital. Es necesario explorar la inmanencia de este cuerpo, desarroparlo de su trascendencia moral y colocarlo sobre una plancha analítica, histórica, económica, política, social, antropológica y psíquica.

 

El objetivo fundamental es problematizar y analizar el papel del cuerpo, la subjetividad y el mercado en un estado en crisis. Se pretende realizar un análisis de la violencia como espectáculo, como mecanismos de disciplinamiento y marcaje, como clasificaciones jurídicas, nacionalistas, como gramática, como expresión de reacomodos de capital, como reestructuración psíquica, como hedonismo fundamentalista y como agente desublimador…

 

La convocatoria tuvo una excelente respuesta, lamentablemente el siguiente año, el 20 de abril, del 2010, un estudiante de la facultad, hijo del empresario hotelero y político panista Alfonso Laguarda, pagó a unos hombres pertenecientes a un grupo delictivo 6 mil pesos para que mataran a otro estudiante de la UNAM, Víctor Castro Santillán quien estaba de intercambio en la Facultad de Psicología. Después de este dramático evento las autoridades de la facultad, preocupadas por la imagen de inseguridad que proyectaba la institución, poco a poco fueron menguando su disposición a impulsar un congreso de esa naturaleza, hasta dejar el compromiso del evento en nada. Por si eso fuera poco, el año siguiente, en abril once, Gabriela Pineda Aguilar, una estudiante de esta facultad terminó sus días atropellada por una patrulla durante un enfrentamiento armado afuera de la facultad. Ese evento cerró en definitiva las ya raquíticas posibilidades de impulsar ese evento en esta institución. Un año después el 23 de noviembre del 2012 seguí el mismo destino de una colega que había apoyado, por razones intelectuales y personales, este proyecto en la facultad: sufrí igual que ella la desaparición de mi hermano. Jamás me había sentido tan ciego, tan inútil, tan insuficiente. Pasé de observador a objeto de estudio y mis intereses académicos e intelectuales quedaron totalmente suspendidos para dar lugar a una larga búsqueda, actividades políticas y burocráticas que desafortunadamente han sido infructuosas. Han pasado poco más de tres años, apenas me levanto del marasmo, las convulsiones de este país siguen cayendo insistentes como baldes de agua sobre nuestros rostros enfermos y lagañosos pero desde toda mi ignorancia creo observar que hemos llegado al límite de nuestras epistemes para comprender cómo funciona la violencia que se ejerce sobre nosotros. La pornología, a mi juicio sigue siendo una vía por explorar, una línea de fuga en el sentido deleuzoguattariano, es decir una irrupción que aspira hacia nuevos espacios de libertad. De ahí la razón de una columna de esta naturaleza.

 

Hay al menos dos grandes teleologías que dotan sentido a nuestra existencia, una de ellas es la felicidad. Un telos, como señala Zizek, de una ideología conformista. Fue implantado por doctrinas utilitaristas y liberales de las cuales es necesario librarnos urgentemente, sobre todo en un contexto en el que justo esa categoría es el anzuelo y el cebo con que nuestros gobernantes manejan nuestras esperanzas y nostalgias. Ha llegado el momento de dejar de llorar por la infelicidad, por lo que fue y nunca será, de lamentarnos por nosotros y por el prójimo para poder entregarnos a un segundo telos que dote sentido a nuestra existencia, a eso que Aristóteles llamo la noética, es decir, la pasión por el entendimiento, el saber. Esta teleología es más difícil de domesticar y por ello está encriptada y clasificada para nosotros, sencillamente porque ahí se anida la vía de la transformación.

 

Que sirva esta primera exposición de este interés para inaugurar esta columna, esta nueva ruta.

 


 

 

[i] http://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/437/306 y http://www.revistas.unam.mx/index.php/antropologia/article/view/9973/pdf_463

 

[ii] Estas fueron las ponencias que ahí se presentaron: Primera mesa “El Animal Pornoscópico” moderada Antonio Rocamora. Ponencias: Cuerpo y deseo en el cine: una introducción al fenómeno pornográfico en la producción de la imagen cinética de Sebastián Lorenzo, Perversión del lenguaje y muerte. Acerca de pornoliteratura en Rodrigo Lira exponía Vicente Cortés, Fotografías de cuerpos indígenas: La mirada erótica el ponente fue Gastón Carreño, El cuerpo incomposible en Lezama Lima de Rodrigo Naranjo, Guerreros, cosmovisionistas y curanderos: algunos atavíos y desnudeces en el discurso mapuche contemporáneo ponente José Ancán, La segunda mesa se tituló: “Cuerpo; Masa de Inscripción” moderada por Fabien Le Bonniec. Ponencias: Sospecha / Delación: Autorregulación del disciplinamiento social exponía Daniel Egaña. Úteros y Doctrina de Seguridad Nacional: proyecciones históricas de Leonora Reyes. El cinturón de castidad: prótesis en las mentalidades de las mujeres latinoamericanas de Julia Antivilo. Correccional, el cuerpo de Guillermo Cifuentes. La tercera mesa se tituló: “Pornografía, clases y estratos” fue moderada por: Joaquín Bascopé las ponencias fueron: Pornografía genocida y Pastiche. A propósito de la novela Mapocho, Revisitando los mitos fundacionales de la nación de Jaime Donoso. Deseo y dominación colonial: pornografía etnológica y moralidad nacionalista de Jorge Pavez. Economías del cuerpo y economías del corpus: estratigrafía chaqueña de Nicolás Richard. Los códigos de la decencia en la construcción del individuo moderno: el cuerpo entre lo público, lo privado y lo íntimo de Alejandra Araya. Se presento además una muestra del documental “El culto al cuerpo” de Cristián Leighton. La cuarta mesa se denominó: Crítica de la razón Pornográfica moderó Jorge Moraga los temas fueron Pornografía: Una Obscenidad creciente. Una observación sociológica de Gonzalo Wieland. Al despertar, me amenazó que se me metería en el cuerpo: posibilidades para una lectura pornográfica de textos coloniales de monjas de Bernarda Urrejola. Pornografía y nombre propio de Andrés Menard. Cuerpo es obrar de Lawrence Maxwell. La última mesa fue El animal Pornográfico modero Miguel Lafferte las ponencias fueron: Juan Bestia: el mestizo de mi colaboración con Roberto Martínez González. Entre Canibalismo y Tiranía. El placer de los cuerpos inmorales de Ernesto Montenegro. Mujeres Malas. La bestialización como representación de la mujer criminal en la prensa a principios del siglo XX de Carla Rivera Aravena. Una ponencia de cuyo título no hay registro de Juan Pablo Sutherland y finalmente El ángel desnudo de Mariana Conde. Los coordinadores del encuentro fueron Jorge Pavéz y Andrés Menard.

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Sobre el autor

Francisco Lugo Kampe

Licenciado en psicología por la UANL con grado de maestría en antropología política y economía del desarrollo de la universidad de Vincennes-Saint-Denis Paris VIII, candidato a doctor de la École des Hautes Études en Sciences Sociales, en el departamento de Antropología de la Escritura. Actualmente es maestro en la facultad de psicología de la UANL.

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