redaccion@revistalevadura.mx
FacebookTwitterYouTube
LevaduraLevadura
Levadura
Revista de crítica cultural
  • Inicio
    • Editorial
    • Directorio
    • Colaboraciones
  • Cultura
    • Ensayo
    • Artículos
    • Entrevistas
    • Cine
    • Música
    • Teatro y Artes Vivas
    • Arte
    • Televisión
  • Política
  • Creaciones
    • Narrativa
    • Poesía
    • Dramaturgia
    • Reseñas
    • Del lector
  • Columnas
  • Levadura Tv
  • Suplementos
    • Derechos Humanos
    • Memoria
    • Ecología
    • Feminismos
    • Mariposario
    • Fotogalerías
    • Colectivos
Menu back  

Don Quijote en el Oriente

mayo 20, 20161 ComentarioTeatro y Artes VivasBy Adriana Malvido

13282709_10154134449880135_704212929_oLas palabras exactas siempre faltan cuando hay que dar parte de los cambios esenciales de la vida, escribe Sándor Márai. ¿Cómo explicarse, por ejemplo, que en el México de Ayotzinapa y las fosas comunes, el de los feminicidios y las desapariciones, el de los periodistas asesinados, el del cinismo, la corrupción, la impunidad y la injusticia, hay que viajar al infierno de una cárcel para encontrar esperanza?

 

Todo sucede en un escenario dentro del Reclusorio Oriente, donde 280 internos presentan el musical Un grito de libertad, versión libre de El Hombre de la Mancha, bajo la dirección de Arturo Morell, con la participación de 25 mujeres que, desde Santa Martha Acatitla, cada lunes se trasladan a esta otra cárcel, en el corazón de Iztapalapa, para convertirse en Dulcineas, Aldonzas, Antonias… y, junto a cientos de Quijotes, se permiten soñar lo imposible, desprenderse del estigma y pensar que pueden ser mejores, gracias al poder del teatro.

 

Antes de presenciar la puesta en escena de la obra, que coincidió con el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes en abril de este año, asistí a uno de los ensayos que tienen lugar todos los lunes en el auditorio del reclusorio desde hace nueve meses. No era la primera vez que visitaba una cárcel, pero sí la primera en vivir una experiencia así.

 

Diciembre de 2015: Hay de locos a locos. Y la locura quijotesca de Arturo Morell, largo y espigado como el Hombre la Mancha, me guía por los laberintos del Reclusorio Oriente hasta un auditorio donde 280 seres humanos están por escaparse hasta Sevilla.

 

Desde Santa Martha Acatitla llegan las mujeres que se unen en el escenario a los hombres convertidos en Quijote, Sancho Panza, el Ventero… Son las 11 de la mañana. La orquesta se prepara. Clarinetes, trompetas, teclados, guitarras, percusiones y un director, todos internos, entonan. Calientan las alas. En el proscenio, ejercicios de relajación, voz, concentración… y en una hora ya estamos en el Siglo de Oro español conducidos por Morell, un director convencido de que el teatro puede sembrarle flores a las piedras. Comienza el ensayo de El Hombre de la Mancha, que culminará hasta las 9 de la noche.

 

“¡Dulcinea, lo tienes, sácalo por favor!, hay que cavar cimientos más profundos” salta de su butaca Morell, una y cien veces a dar indicaciones para encender la pasión. Se dirige al lecho de muerte de Alonso Quijano y hace el papel femenino. Acto seguido, Marlene se desagarra en el escenario… Y ya nada los detiene. El Quijote —que canta como ángel—, confunde los molinos de viento con gigantes y junto con él, los internos ya están en otro lado, muy lejos y dentro de su personaje luego de 26 lunes consecutivos de ensayos. Al final, cuando todos cantan de la mano “El sueño imposible” descubro que Luis Cardoso (violinista) que también va de invitado, llora como yo. Igual que Bernardo Vega, el coreógrafo, José Luis Neri, maestro de danza aérea y Andrés Valadez, en la operación de audio. Son colaboradores voluntarios, como Sandra Erika Martínez, ex interna de Santa Martha que salió libre y decidió integrarse a la Fundación Voz de Libertad A.C., que preside Arturo Morell desde hace ocho años.

 

Durante el receso para comer, converso con Luis Miguel, uno de los cuatro internos que se alternan para hacer el papel del Quijote. Es actor, estudió en Bellas Artes, lo confirman su voz y su presencia escénica ya sea en el papel principal o en alguno secundario. En el reclusorio tiene el taller de teatro “Nueva generación” donde da clases, además organiza pastorelas cada año. De pronto me suelta: “Leo a Dante. Hay que pasar por el infierno para ver la luz”. Y una voz a su lado agrega: “No somos malos, tomamos decisiones equivocadas”. Raymundo, también Quijote, ya formó un grupo musical dentro del reclusorio y, emocionado, asegura que la experiencia teatral le ha cambiado la vida, que ahora ve los problemas de otra manera, que desea recuperar a su familia.

 

Sandra Erika, con trompeta en mano, me cuenta: “Estuve seis años, ocho meses y 28 días en Santa Martha. Ahora tengo 38 de edad y llevo tres años libre. Un día fue Arturo Morell a hacer un casting, a mí ya me habían sentenciado, llevaba un año en prisión y no había contactado a mi familia. Me reencontré con mi madre, que es maestra de educación artística, cuando estrenamos El Quijote aquella vez, en 2007. Esto ha sido fundamental, no sé que hubiera sido de mí sin la experiencia teatral”.

 

En Santa Martha Acatitla, Sandra había participado en musicales como Cats, Cabaret, Chicago, Qué plantón y Jesucristo Superestrella, pero hacer el Quijote fue definitivo: “me cambió la vida”. Ya libre, leyó en Facebook que se presentaría en el Palacio de Minería el documental Un grito de libertad, en el que se narra la experiencia de Morell y cientos de internos durante 12 años haciendo teatro penitenciario en diferentes estados como Morelos, Querétaro y Tlaxcala y en el que se documenta la historia de Voz de Libertad, a la que se han integrado ex internos, ahora en calidad de voluntarios.

 

Continúa Sandra: “Me presenté en Minería y le dije a Morell: ‘yo también cumplí un sueño imposible’ y así me integré a la fundación. Ahora estoy aquí, vengo al reclusorio a todos los ensayos, formo parte del equipo de producción y de la orquesta. Para mí es una manera de cerrar esta etapa de mi vida positivamente. Haciendo teatro en la cárcel aprendí mucho, me reencontré ¡es curativo! Y ahora quiero ayudar a que otros vivan lo mismo”.

 

Mientras comemos —un guisado, arroz, frijoles y agua de tamarindo— se acerca Raúl Flores Márquez y me obsequia su cuaderno de poemas. En realidad, dice, son cantares. Escrito a mano con tinta azul e impecable caligrafía, el cuerpo de textos se titula De la jaula al paraíso.

 

Leo fragmentos:

 

Pues tras las rejas/ a pesar de vivir en el apando, / la mente es una barca que sigue navegando.

 

(…) Pues si quieres matar un ave, / no le cortes la cabeza/ solo córtale las alas. / El no poder volar/ orilla a transmutar/ (…) Un nuevo laberinto, / un castillo en el que visten de beige todos los peones. / (…) Quizá el cuerpo no pueda los barrotes atravesar, / pero la mente si puede/ salir y regresar.

 

(…) El estar en un penal/ no significa perder la libertad/ Sólo es caminar en otro mundo, / solo es vivir una nueva realidad. / El espíritu es libre/ una fábrica de sueños…

 

La tragedia se tuvo que manifestar/ para la zona de confort abandonar. / Chinches y chimichurris/ no dejan de pelear, / ahora un gallinero/ se ha convertido en mi hogar (…)/ Un kilómetro de angustias/ paralelas las distancias/(…)Chacales caminando sin esposas/ mentes criminales, paredones, víctimas de impulsos sin razones…

 

Cada paso es una enseñanza, / un nuevo lenguaje, / otra mirada. / Aquí es un nuevo encuentro, / un nuevo despertar, / entrada al salón de los espejos, / una gran universidad. / Quizá la flor que cae/ se tenga que secar. / Mas la raíz aguarda su tiempo, / su momento, su lugar. / La tierra sabe donde el verde encarnar. /

 

La luna aunque se esconda/ no deja de sonreír, / la vida aunque sea en sombras/ se tiene que vivir…

 

“¡Cómo me lo vas a dar si es el original —le digo sorprendida— mejor dame una copia!” Él se lleva el dedo índice a la sien y me responde: “Todo está aquí”. Toma la pluma y escribe: “Para Adriana, gracias…todo tiene un por qué y un para qué…La poesía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.

 

Cuando el ensayo termina, pienso en la locura de recibir el mejor regalo de Navidad posible, la esperanza, dentro de un reclusorio. Ahí donde tantos internos interpretan a otros internos de una cárcel en Sevilla. Ahí donde escuché a un Quijote: La mayor locura es ver la vida tal cual es y no tal cual debería de ser (…) La cordura es encontrar tesoros en donde los demás dicen que hay pura basura…La belleza está en la mirada…

 

Conocí a Arturo Morell durante un festival de cine en Miami, cuando él era cónsul cultural de México en aquella ciudad de Florida. No sabía entonces que estudió Derecho y arte dramático y que lleva años recorriendo América Latina con su conferencia “Cultura y Reinserción Social”. Que en 2005 organizó la espiral de libros más grande del mundo en el Zócalo de la ciudad de México y que los 10 mil 35 ejemplares regalados por la gente serían donados a los reclusorios. Ignoraba que aquel diplomático, director de las relaciones Iberoamericanas del Miami Book Fair International y titular del Koubek Center, había iniciado desde 2004 sus montajes teatrales en la cárcel de Atlacholoaya, Morelos; que los continuaría en la prisión de Tlaxcala y en el Centro de Readaptación Social de Querétaro en 2005 que un año después, llevaría la experiencia al Tutelar de Menores Infractores de San Fernando, para hacer teatro con adolescentes. También desconocía que el cónsul había llevado el Quijote al Reclusorio Preventivo Varonil Oriente de la ciudad de México en 2007.

 

Comenta: “A mí me encanta el trabajo diplomático, pero lo que más me llena, lo que más satisfacción me da, es el proyecto de Voz de Libertad. Yo soy abogado, estudié teatro y criminología y mi mayor preocupación son todos aquellos que quizá están encerrados injustamente… El sistema penitenciario es muy corrupto,¿quién es culpable y quién no?”.

 

Por la mañana, antes de asistir al ensayo, una vez que nos encontramos en la salida del Metro Iztapalapa, acompaño a Morell en su camioneta a una casa donde recoge un montón de ropa donada para reciclarse. Ya en manos de internos convertidos en sastres, aquellas viejas prendas se transformarán en vestuario teatral. Mientras conduce, en el trayecto que nos lleva al reclusorio, me dice: “El teatro es el pretexto para la reconstrucción de valores, ideales y sueños con los internos y para eso rescatamos juntos el espíritu del Quijote. Una de las intenciones es cambiar la energía negativa que genera la reclusión, en positiva. Y en ese sentido, la energía femenina es importantísima. Hacemos talleres de danza, canto, actuación, acrobacia… hay un efecto catártico, un llanto liberador. Todos pueden aplicar a cualquier papel y lo que sí exigimos es disciplina y respeto. Los invito a que trabajen no para una función, sino para el día a día, para ellos mismos. El teatro como herramienta para la elaboración de sus conflictos internos, para conectarlos con sus emociones”.

 

Arturo Morell concibe su proyecto teatral como un movimiento de cohesión social, reinserción y prevención del delito. Abunda: “También me interesa la transformación espiritual, trabajamos con la convicción de que entre más grandes son los obstáculos, mayor es la oportunidad para la generación de luz”.

 

Regresé al reclusorio en marzo de 2016, cuando comenzaron las funciones al público. Vi en las butacas a funcionarios, estudiantes, internos, ex internos, abogados y familiares que pudieron abrazar a los suyos y redescubrirlos. Los visitantes atraviesan la primera puerta, dejan todo afuera —literal y metafóricamente— porque ahí ni bolsas, ni teléfonos, ni botas o sudaderas con gorra son permitidos. Tampoco el beige, el azul, el negro, el blanco o el amarillo en la ropa. Atraviesan, uno a uno, todos los filtros de seguridad y llevan en el antebrazo tres sellos de agua solo visibles con luz morada. Miran las espirales de púas, recorren pasillos y patios y reciben la bienvenida de los internos hasta que, por fin, llegan al auditorio. Y al entrar ya todo cambia, la frialdad, los barrotes y la opresión se quedan atrás y aquello es una burbuja de libertad compartida, gracias al arte.

 

Me sorprende que Luis Cardoso (el violinista que me acompañó la primera vez) ya forma parte del equipo de producción porque dijo “yo me sumo”, o que luego de 35 ensayos los actores y actrices lo dan todo en el escenario y se dan licencia para llorar, y al final decirle al público: “Gracias por venir, esperamos haber tocado sus corazones, nosotros ya no somos los mismos”. Mi hija María le pregunta a un interno si se pone nervioso antes de entrar al escenario. “Sí, es lo mismo que sentía minutos antes de robar”. Yo le pregunto al que esa tarde hace el papel de Quijote cómo es que memoriza todo su parlamento. Dice: “Dios me dio un don, me basta con leer una página para que se quede grabada en mi cabeza, pero eso no lo sabía, lo descubrí aquí”.

 

Abril de 2016: El lunes 25 es la función conmemorativa del mayor escritor en castellano de todos los tiempos. Y en el auditorio no cabe ya ni un alfiler. Los músicos, con corbata roja de moño y camisa blanca, impecables, tocan y mueven las fibras de Don Quijote, Sancho Panza, Aldonza, Dulcinea, Antonia, la Ventera, el capitán, el cura, los barberos, los acróbatas, la Inquisición, las arrieras y los moros y los caballeros de los espejos y el que hace telas y el que danza en cuerda y a quienes interpretan al caballo y al burro… Nadie falta, nadie sobra.

 

Percibo el espíritu del Quijote de Cervantes cuando la entrega, el sudor, la mirada, el canto, la danza y la respiración de los actores rompen la línea que los separa del auditorio para fundirse con 350 espectadores que, desde las butacas, se sacuden los prejuicios, se conmueven y lloran; al final se toman de la mano con los internos, cantan con ellos y ya no hay adentro o afuera, sólo un aquí y ahora en libertad. Los une la idea de que el sueño es posible y de que si bien el arte no cambia al mundo, sí puede sanar y transformar a mujeres y hombres que por unas horas imaginan que todo puede ser diferente.

 

Este Quijote es teatro, carnaval, danza aérea, intervención cultural, catarsis colectiva… pero, sobre todo, experiencia de vida. Asombroso que, una vez libres, algunos ex internos sean hoy voluntarios y participen en la producción. Sorprendentes Luis Cardoso y Bernardo Vega, asesor musical y coreógrafo de la obra, respectivamente, que conocieron el proyecto, se dejaron tocar y se sumaron, como muchos otros.

 

Más de 6 mil personas han visto la obra a lo largo de 18 funciones. Yo voy y vuelvo. Y reencuentro a quien se descubrió poeta, actriz, cantante o músico tras las rejas. Y al que perdonó o pidió perdón, al que se reconcilió consigo mismo, al que en el hacinamiento —en un reclusorio para 4 mil hay 14 mil internos—, recordó lo que significa dignidad, gracias al teatro.

 

Escribió Lucina Jiménez: “Este es el mejor homenaje que he visto a Cervantes”. Coincido y agrego: Gracias, Arturo Morell.

 

(Visited 79 times, 1 visits today)
Compartir este artículo:
FacebookTwitterGoogle+
Sobre el autor

Adriana Malvido

Se inició en el periodismo cultural en el mítico Unomásuno. En 1984 formó parte del grupo fundador del periódico La Jornada. De 1998 a 2001 fue colaboradora de la revista mensual Equis-Cultura y Sociedad. Del 200 al 2007 colaboró en la sección cultural del seminario Proceso. De 2007 a la fecha escribe la columna semanal "Cambio y fuera" para Milenio Diario.

POST RELACIONADOS
Estudiar teatro en el extranjero en tiempos de pandemia: suerte, privilegio y trabajo duro… muy duro
diciembre 20, 2020
Reminiscencias oníricas de la décima musa
diciembre 19, 2020
Encuentros
diciembre 19, 2020
Wajdi Mouawad: un ligero acercamiento a una gran voz francófona del teatro (Parte 1 de ?)
diciembre 19, 2020
Bethlem Teatro: La profesión de trabajar con y para jóvenes
diciembre 19, 2020
El lugar donde habita la ternura: El Principito un viaje más
noviembre 19, 2020
1 Comentario
  1. Responder
    junio 12, 2016 at 12:56 pm
    Ana Dominguez Martilotti

    Lloré de emoción…transmutar vidas, generar esperanza, descubrir el talento entre barrotes… Dejar que El Quijote despliegue su magia una vez mas… Aplausos! Que la poesía, la música y el arte llenen corazones y rompan cadenas, que el alma vuele mas allá de las circunstancias…quedo encantada, adelante! Esto es dejar huellas, esto es un ejemplo de amor…pasión y conviccion …confiando en los sueños viscerales que logran los verdaderos cambios sociales.

Leave Comentario

Cancelar respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

clear formSubmit

Buscador
Entre números
  • LEVADURA se va
    enero 11, 2021
  • ¡Se va a caer/ se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer/ que va a vencer!
    diciembre 30, 2020
  • Maradona, en el alma del pueblo su eterna despedida
    noviembre 25, 2020
  • El “Apruebo” chileno desde los algoritmos de las redes sociales
    octubre 26, 2020
Entrevistas
  • Entrevista a Guillermo Fadanelli
    mayo 19, 2020
  • Ópera prima de David Zonana
    mayo 19, 2020
  • Narrativargenta: Los modos de leer como posicionamientos. Que dure la desmesura
    marzo 19, 2020
ARCHIVOS LEVADURA
Comentarios recientes
  • proudhon bax en Anton LaVey: El hambre de la mentira
  • proudhon bax en ¡Se va a caer/ se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer/ que va a vencer!
  • Eve en Las cartas con Virginia
  • Sebastián en Mirar el tiempo. Una comparación entre “Arrival” y “Story of your life”
  • Encuentros - Levadura en Bethlem Teatro: La profesión de trabajar con y para jóvenes

Subscríbete a nuestra lista de correo

Revista Cultural Independiente
redaccion@revistalevadura.mx
© 2017. Revista Levadura.
Todos los derechos reservados.
Quiénes somos
EDITORIAL
DIRECTORIO
COLABORACIONES
Síguenos

Find us on:

FacebookTwitterGoogle+YouTube

 Dream-Theme — truly premium WordPress themes
Footer

Levadura