Farolas
en el verano los rostros se apilaron en pixeles que jugaban la visión
el desorden reinaba desenfocado
las pantallas encarnando
campos ultravioleta
la piel sin aura
un fin de semana, bajo las farolas de una cancha de fútbol
tendí mis pertenencias en el zacate
y me senté sobre una piedra de perfil a ti
―claro que sí, lo entiendo, yo soy de esta manera, no lo sé
y en el aire espeso las bocinas de los autos un boquete taladraron
ondas contra la piedra como olas azotaban mis escamas
había tan poco tiempo para cazar los signos vivos
que lo silvestre del parque encendió un círculo de fuego
y comenzó la quema
fumamos un cigarro tras otro sin querer mirar
la transparencia del nervio expuesto
el temblor de su gelatina acompasado
el control de las bestias confundía el olor
el derrumbe tenía su sonido envuelto en llamas más sutiles
anocheció sin que viéramos la luz
otras cosas fueron dichas cuando las fieras chillaban
el imán del solo
descentrándose
desdoblado
y habló la templanza en línea recta
pero el vuelo de insectos que agonizaba la noche
desplegó un manto de cruces
un tapiz de ceniza flotando un córtex
una cuadrícula que juro
no estaba ahí
nuestros cráneos bajo la luz asemejándose
el silencio las farolas la tierra hirviente
ángeles sobre el suelo los que no escapan
una procesión de caracoles salvajes
y nada de eso captó la cámara
el verano secreta pura languidez porque ¿quién conoce la piedad del sol
su corona de serpientes alteradas?