redaccion@revistalevadura.mx
FacebookTwitterYouTube
LevaduraLevadura
Levadura
Revista de crítica cultural
  • Inicio
    • Editorial
    • Directorio
    • Colaboraciones
  • Cultura
    • Ensayo
    • Artículos
    • Entrevistas
    • Cine
    • Música
    • Teatro y Artes Vivas
    • Arte
    • Televisión
  • Política
  • Creaciones
    • Narrativa
    • Poesía
    • Dramaturgia
    • Reseñas
    • Del lector
  • Columnas
  • Levadura Tv
  • Suplementos
    • Derechos Humanos
    • Memoria
    • Ecología
    • Feminismos
    • Mariposario
    • Fotogalerías
    • Colectivos
Menu back  

Frente a la hidra capitalista: la propuesta zapatista

julio 20, 2016Deja un comentarioArtículos, PolíticaBy Lucía De Luna

lucíadelunaDesconozco el origen de esto que nos hace buscar la armonía con el mundo, que nos hace llorar de coraje ante las injusticias, pero es como el río que busca el mar, el lobo la luna, la montaña el silencio. El origen de esto que llamaré amor a falta de ingenio. La rabia que nace en los pechos no tiene miedo en su raíz, sino amor, lo contrario a quienes hace tanto daño. Es el amor lo que defiende a la tierra y a las personas (somos unidad al fin y al cabo). Nos da rabia porque a veces la tristeza toma esa forma, una rabia-tristeza al constatar que otras personas no aman la vida, que deciden destruirla, que se asumen superiores cuando sólo son una parte del todo, y no lo entendemos. No nos entra. Un cachito de humanidad tenemos todavía.

 

Durante mayo de 2015 las comunidades zapatistas organizaron el Seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” del que recopilaron sus exposiciones en tres libros, siendo el motivo de este texto el primer tomo, con el subtítulo “Participación de la Comisión Sexta del EZLN”. Es un libro muy extenso (cuando lo empiezas es emocionante: 416 páginas) y reúne específicamente la palabra zapatista. Es un laberinto de sorpresas: poesía, cuentos, palabras de mucho dolor, anécdotas, ciencia, historia, palabras de aliento, lágrimas, juegos, crudas verdades, celebración, reflexión y conocimiento.

 

Su palabra nos dice nuestro horizonte político es el mismo: capitalismo, proponiendo nuevas maneras de enfrentarlo, evitando los dogmas y las resignaciones que el mismo capitalismo crea y nos tiene con la cabeza gacha o con la mirada en el olvido.

 

Su lectura no se trata de entretenernos ni conmovernos ni convencernos, se trata de ser atravesados por sus experiencias y conclusiones, sus preguntas y críticas, de permitirnos ese riesgo.

 

Ya sabrán algunos los efectos colaterales que puede tener un libro en manos curiosas. Para los conocedores y allegados al zapatismo (aquellos que sienten cerca el corazón, abajo y a la izquierda, literalmente) es un libro que sintetiza muchas emociones y pensamientos del presente zapatista y no zapatista. Y para quienes lo desconozcan, es un excelente inicio, aunque es un zapatismo que ha pasado ya por más de 20 años de práctica reflexiva, valdría decir teoría práctica. El zapatismo que nos habla en este volumen es un zapatismo que se conoce muy bien a sí mismo y sigue indagándose con preguntas y más preguntas.

 

Se observan tres partes de un mismo tejido:

 

  • Palabras del SubGaleano (ex subMarcos) igual de divertido que siempre, igual de agudo y crítico
  • la Voz de las mujeres zapatistas civiles e indígenas, fuerte y provocadora
  • la voz del SubMoisés, el nuevo vocero del EZLN, quien cada vez ha tomado un papel más intenso desde el año pasado

 

El SubGaleano se adelanta a todas las críticas porque las comienza él mismo, hace mofa de los chairos, aquellos que idealizan al zapatismo, los que pretenden nombrar a las comunidades, reducirlas a conceptos.

 

El SubMoisés va directo a la historia zapatista, sus orígenes de lucha y sus actualidades de organización económica y política. Extraigo una idea muy particular: Qué significa resistencia y rebeldía (páginas 138 y 139). Resistir lo define como ponerse duro y fuerte para responder a todo (ataques, violencia). Rebeldía: ser bravos, bravas, para hacer acciones. Se pregunta cómo hacerle cuando son miles, cómo hacer con tanta rabia. La resistencia y rebeldía necesitan organización, según lo que afirma el SubMoisés.

 

En el apartado del SubGaleano encuentro la voz pícara, irónica, profundamente humorística, que llega sobre todo a escuchas urbanas, aquellos que conocen series televisivas, tuiter, filósofos, futbol, nombres de telescopios, Albert Einstein, digamos, la cultura popular y de masas; no es que el Sub piense nada más en los y las intelectuales o en la sociedad civil, pero sus referencias suelen concentrarse en este espectro lector. Y es por algo que nos hace eco, porque tiene la posibilidad de hacerlo, de tomar esos contenidos y mirarlos de otro modo, desde el método zapatista.

 

No obstante una de las zonas más contundentes del libro: la voz de las mujeres. Aunque son breves, son las palabras más crudas, duras y alarmantes de todo lo escrito, algo que destaco es que cada una de las intervenciones es el puente hacia la siguiente, así, hay un hilito directo del discurso de una compa con la otra. Me parece que lo que enuncian las compañeras pueda nombrarse como “feminismo zapatista” porque no encaja, porque se trata de un proceso fuera de los movimientos sociales urbanos y académicos. Los conceptos feministas tienen un uso y vinculación específica, y lo que nos dicen las zapatistas es otra cosa. Ciertamente se habla de liberación, de apalabrar las violaciones y desigualdades que han vivido y por las que luchan, y ellas son las únicas que pueden decirlo. Esta palabra de las mujeres nos habla de una lucha interna vivida dentro de las comunidades y la comandancia, la cual aún sigue su marcha: eso lo tienen bien claro, sus voces nos resuenan fuertemente porque las mujeres siguen siendo ese abajo-abajo-abajo, pero ya lo saben y ya lo sabemos, por eso para las nuevas generaciones fue, está siendo y será diferente. Incluyo un fragmento que me pareció muy revelador:

 

“Lo que pasa es que el zapatismo es bien cabrón, porque te hace que quieras ser mejor, pero sin dejar de ser lo que eres. No te dice que te vayas a vivir a una comunidad, ni que aprendas su lengua, ni que te tapes el rostro, ni que dejes tu familia, ni que abandones todo y te subas a la montaña con las insurgentas o donde quiera madres que estén. Te dice y te pregunta: “aquí estamos nosotras haciendo esto aquí, ¿qué estás haciendo tú allá? Y el zapatismo no anda con mamadas que gorda, que flaca, que alta, que chaparra, que prieta, que güera, que fresa, que reventada, que vieja, que joven, que sabia, que ignorante, que campesina, que ciudadana.

 

Y créeme que no hay amor más cabrón que éste, que te respeta, que te ama justo como eres pero te envenena porque al mismo tiempo te hace que quieras ser mejor persona, mejor mujer, no te exigen, no te lo dicen, vaya ni siquiera te lo insinúan y ahí está lo jodido, porque esas ganas nacen de ti misma y no hay nadie a quien reclamarle ni a quien darle cuentas sino al pinche espejo, y no podemos echarle la culpa a los pinches hombres o al pinche sistema o a las condiciones o a la chingada; es bien pero bien cabrón porque te avientan encima todo, o sea que te obliga a que te hagas responsable de ese amor, no te deja ni un pinche rincón dónde esconderte, pinche zapatismo…” (135)

 

El libro nos abre camino.

La necesidad urgente de reflexión siguiendo estos pasos: mirar afuera (zapatistas) para mirar adentro (nosotros mismos) para volver a mirar afuera (no allá, sino el lugar que habitas, Monterrey en este caso) sin cesar de mirar adentro.

 

Un principio fundamental que ya hemos repetido mucho: No hay teoría sin práctica ni práctica sin teoría. Pensar ya es hacer pero no basta la reflexión para aquietar el dolor y amor del alma, y asimismo el hacer requiere su ética, su espejeo, no hay de otra. El pensamiento crítico implica, sí, una pausa, un detenimiento ante la aceleración, para observar qué pisamos, qué somos, qué es lo que nos pasa todos los días, qué queremos ser y mediante una conciencia presente irnos transformando.

 

Aunque los y las zapatistas no cesan de señalar las infinitas y truculentas estrategias de la red de sistemas violencias que a todos nos afecta (sintámoslo o no), saben que la transformación no está en ese afuera y arriba abstracto, sino en ellos mismos viéndose, en nosotros aquí y allá. De ahí que no hayan desplegado ningún PLAN NACIONAL DE ACCIÓN, sino que estén una y otra vez organizándose entre elloas [es importante dejar esta palabra así, es un uso que loas zapatistas han propuesto]; pero el zapatismo no se ensimisma y se repliega, tiene la solidaridad y necesidad de comunicarse hacia su afuera, que es su adentro inevitable. Pero no nos pide comités ni firmas ni tatuajes. “Hay quien es zapatista y no lo sabe hasta que lo sabe” (130) afirmó el Maestro Galeano.

 

Saben que la lucha está aquí dentro, en las casas y cuerpos, en cómo comemos y cómo nos hablamos, y que está en el presente, no mañana, no en los 70s y sus decepciones, es ahora y con este tablero de juego. Siguen diciendo: hay que aterrizar. Hay que moverse. Y no se cansarán de decirlo. Aunque esto no significa que los movimientos de mayor amplitud no tengan sus propias repercusiones.

 

Monterrey a veces pareciera estar hecho a la medida para entender y vivir el capitalismo más crudo y despiadado, cuidado por su obediente aparato de control estatal, aquí en la dimensión mexicana donde la legalidad es ilegalidad y lo que es oficial está sustentado en mentiras y simulación, como no es excepción en la no autónoma Universidad de Nuevo León ni en los gobiernos municipales o estatales.

 

Monterrey es, sí, todo lo que nos duele y molesta y destruye, pero también es lo que queremos que sea. Creo que esa es una de las reflexiones que nos grita el zapatismo, desde que nació hasta ahora. Pero nos falta cambiar de orejas.

 

La realidad sí es esa cosa monstruosa y horrible que pesa y agujera corazones y vidas. Pero también es lo que construimos frente a ella.

 

Con esto de los zapatistas que no saben que lo son, pensé en una especie de radiografía de “bases de apoyo” regiomontanas. A ver si se entiende lo que quiero decir.

 

Bases de apoyo de indigentes, de malabaristas, de inmigrantes, de montañas carcomidas, de familiares con desaparecidos y desaparecidas, de comunidades LGBT, de personas que sienten las desapariciones hasta la médula, del graffiti, de los músicos callejeros, de la pastora, de los/las artistas que no entran en ninguna beca ni museo, de los/las maestras sin títulos ni salarios, de las personas que a pesar de todo siguen rascando y molestando a la bestia. Y ni siquiera lo saben y no hacen tanto guato como muchos movimientos sociales, lo hacen en silencio.

 

Esto me hace pensar en un concepto de Deleuze-Guattari: el “devenir revolucionario”, que según yo quiere decir que cada persona y cada comunidad tiene sus propias potencias para revolucionarse, cada quien en su ritmo y en sus modos, es decir que no hay una definición ABSOLUTA de lo que es revolucionario o no, sino que se trata de un sendero particular de cada quien en el que algo se transforma cada vez más, por eso es un devenir. Cada quien desde donde está puede ejercer su revolución. Por eso la lucha está descentralizada. Pero también por eso las infinitas luchas en algún momento tienen que verse y reconocerse y como dijo el SubMoi, organizarse. Porque esos lugares en los que estamos, en este devenir, van a cambiar también.

 

No sé, puedo pensar en la revolución homosexual o incluso la feminista, que suele estar lejos de espacios de lucha de la “Izquierda” pero que esparcen semillas y dejan tierra por todos lados a nivel familiar y cultural. Eso también, y no sólo la lucha de clases, ataca a la bestia capital (lo que se ataca es el arriba-abajo, en donde sea que éste funcione).

 

¿Por qué digo eso de las bases de apoyo regiomontanas?

Porque la ciudad se despedaza en las manos de algunas personas cada cierto tiempo y las manos no se quedan ahí inmóviles. Porque Monterrey no es homogéneo y tampoco es un desierto.

 

Cada cierto tiempo alguien deja la seguridad de una casa, la seguridad de un trabajo, la seguridad de una familia y de una vida decente, la seguridad del dinero y el refri lleno, la seguridad que es muerte en vida. Monterrey está repleto de esta gente. Inadvertidamente repleto de estas resistencias y rebeldías.

 

De hecho tenemos una relación directísima con el mundo zapatista, aquí se fundaron las Fuerzas de Liberación Nacional que terminarían involucrándose con los compas en la selva. Pero fuera de esta fundación, Monterrey es un sitio de lucha histórica, desmemoriada por los grupos ostentando el poder dominante, pero siempre, siempre quedan rescoldos de memoria, así como somos orgullosos trabajadores para el patrón o la empresa que nos malpaga, también somos rebeldes. Pero para que podamos hacer diferencias hay que conocer esta historia. Hay que ponerle nombre, hay que hacer memoria. Hay que creérnosla.

 

Crecimos bajo estas plataformas ya cimentadas de la violencia: simbólica, económica, cultural, sexual, física, psicológica, estructural, es decir que está por todos lados, naturalizada… sin embargo algo tenemos dentro o algo nos pasa que chocamos con algunas manifestaciones de estas miles de violencias, algo no encaja. La lucha y el mundo zapatista convocan a esa parte de nosotros inconforme, dolida, desencajada y no sólo ser conscientes de ella sino fortalecerla, nombrarla, tomarla como motor de vida, porque una y otra vez  lo dicen, queremos la vida, porque una y otra vez lo dicen queremos la vida de todos, incluso de quienes nos matan. Esto nos coloca como sujetos históricos, que conocen y se apropian de sus circunstancias. Además nos avienta a la colectividad, pues ¿por qué buscaríamos toda esa vida sin pensar en todo lo que excede a cada cuerpo y cada singularidad? No hay medias tintas en este punto. La vida como tal es un organismo colectivo que late a través de muchos latidos simultáneos. Y si abrimos los ojos a lo colectivo como indispensable y necesario, ya una de esas capas violentas se ha ido.

 

De modo que no sólo seríamos personas que pasan, gozan y sufren, sino personas que reconocen su camino y meten las manos, el corazón, todo de sí para reconstruirlo.

 

Propongo algo después de leer esta maravilla-pesadilla (lo digo porque el zapatismo siempre te voltea todo):

 

Olvidarnos de las fronteras y comenzar una construcción nueva más allá del norte y el sur, de que si somos mestizos, indígenas, urbanos, chairos, hippies, estudiantes, comunistas, intelectuales, hombres, mujeres, quimeras, todas esas etiquetas dejarlas afuera (que igual no fueron labradas por nuestras voluntades)… y comenzar a vernos como personas que compartimos este tiempo y esta geografía, simplemente como personas que existen aquí y ahora, en este presente donde se dieron las condiciones para encontrarnos y decir “ya basta”, “nunca más”, “vivos los queremos”, “ni una menos”. Desde ese sitio sin fronteras, es que nos toca espejearnos ¿Acaso nos hacen un favor los y las zapatistas al permitirnos entrar y conocer su increíble ejercicio de autonomía? No se trata nada más de eso, sino que también la sociedad civil, ese afuera, ha sido necesario para su fortaleza interna, aunque bien hubieran podido prescindir de nosotros los frustrados. Eso nomás lo digo porque no vivimos en caracoles ni decidimos cómo autogobernarnos y esto nos duele y desespera. También porque el terreno regio es espinoso. O eso quieren que sigamos creyendo. De ahí que tengamos a resistir también a nivel psicológico. Aquí y allá la lucha es distinta pero la hidra es la misma.

 

Otra cosa: No es necesario un gran vocabulario teórico para luchar sino tener claro cómo funcionan los poderes y de este análisis querer hacer algo. No se requiere teoría para tener el compromiso, sino fuese así, ¿cómo hubiesen nacido los movimientos sociales de liberación de la historia humana, aquellos que jamás leyeron teoría ni entraron al espectro escolarizado de las poblaciones?

 

¿De qué sirven tantas carreras de humanidades si toda la reflexión activa termina en tesis y círculos académicos reducidos y exclusivos? ¿a dónde van las acciones académicas si no es para seguir sosteniendo instituciones coloniales, eurocéntricas, verticales y en su mayoría corruptas? Hay que ponerse a pensar en esto. Pero claro, esto implica darse cuenta de los privilegios y de las vergüenzas de la complicidad.

 

Algo que me sigue asombrando del zapatismo es esa seriedad con que se toman el juego. Cómo celebran alegres  y tranquilos su libertad a través del baile. La seriedad con que se despojan de tantos protocolos políticos (aunque sin duda los tienen) como la ocasión que sacaron un comunicado el 21 de diciembre de 2012, aquel que pregunta ¿ESCUCHARON? mientras caminaban miles de zapatistas por Chiapas, subiéndose TODOS a un templete construido colectivamente y se quedan en silencio arriba del templete. Esto es una obra de arte en toda su extensión. Y de verdad que tanta pasión hasta asusta. Pero un susto en un buen sentido.

 

Escuchar su silencio contundente, su colectividad horizontalizada, la anulación de todo protagonismo individual: escuchar su acción diciendo somos miles y todos estamos arriba del templete.

 

Tener un bufón y una voz crítica y aguda como la del SubGaleano también es algo excepcional, ¿qué otra organización política de tanto impacto como el zapatismo podría aceptarlo como uno de sus puentes para afuera? Cualquier partido comunista se desmayaría de imaginarse un líder, aunque fuese efímero, como el Sub.

 

Creo que este tipo de acciones, como la escuelita donde nos permitieron conocer directamente sus comunidades, o el semillero o los festivales que organizan cada año, son particularidades del zapatismo muy reveladoras, que hablan de modos de hacer política completamente desconocidos para nosotros.

 

He llegado a otra conclusión. Los y las Zapatistas funcionan como los lentes, la plataforma, el punto de encuentro para todos los rebeldes fuera de los caracoles. ¿Por qué justo ellos y ellas? Porque desde acá nos enseñan a no escucharnos, a aplastarnos entre nosotros, a enemistarnos y dividirnos, a perder los cachitos de humanidad que tenemos. No podemos echar en balde que la palabra zapatista tiene en su esencia los pueblos originarios. Ancestrales. Es decir, su relación con la tierra es OTRA. Y no son los indígenas que el estado mexicano vende al extranjero, son los indígenas que en su misma manera de pensar, hablar, comer, ver el mundo se refieren a otra cosa que nosotros no conocemos porque nacimos acá. Y nuestra “lengua madre” es lengua colonial. No digo que esto sea necesariamente un problema, digo que esto tiene sus diferencias. Tampoco se trata de caer en su exotización, sino en entender que nuestras historias se atraviesan por distintas coordenadas a partir del proceso colonial.

 

El libro también nos empuja al derrumbe de varios mitos.

Nadie va a salvar a nadie, ningún individuo, ni grupo ni organización. No hay que ponernos todo el peso en la espalda porque solitos no se pueden mover estructuras que tienen siglos reactualizándose como la hidra capitalista, ni ponérselo a ellos tampoco. Estas soledades rebeldes hay que organizarlas, de la manera que sea, tropezándose, ensayando, pero dejando de roer los huesos del sistema, no dejándose. Hay que ser firmes como los compas, pero tampoco creernos las y los compas. La dignidad empieza también en nuestro reconocimiento, no en la imitación ni en la idolatría.

 

Pensé en la palabra “crítico”, del título del libro, y tratando de estirar la palabra, pensé en un tiempo muy crítico en Monterrey, que comenzó hace algunos años… algunos lo ubican en 2007, 2009-2010, pues nuestro proceso de explosión de la violencia, muchos lo consideran el “inicio” pero todo se estaba gestando y existía desde antes, y ahora nos trae hasta aquí. Fuera de las etiquetas norte y sur, finalmente nuestro espejo con los y las zapatistas, implica saber que hay una reacción suya frente al sistema, y al momento en que su organización se vuelve pública, nosotros también reaccionamos a su respuesta, y eso nos lleva a preguntarnos qué tanto nosotros respondemos y sostenemos este sistema de muerte. De modo que toca aprender de la fuerza de quienes resisten y construyen otra cosa, porque no se trata de caer en dogmatismos ni idealizaciones, que ellos mismos intentan evitar; aunque sabemos que aún persisten las plataformas para entender la política del siglo XX, las cuales tienden a prácticas condenatorias o enaltecedoras, que pretenden implementar programas ajenos e imponerlos. O sea que no sólo hay que criticar al sistema, hay que aprender a criticarnos nosotros mismos, y así comenzar un proceso propio y nuevo. Hacer espejo no significa ponernos en una lista de qué tan cerca estamos o no de la vanguardia revolucionaria, sino preguntarnos qué estamos haciendo. Abrir así la posibilidad de ser capaces de sentir el dolor de la vida.

 

Finalizo con algo que me provocó la lectura:

 

La estructura debe cambiar para poder mover las convivencias que actualmente vivimos; la estructura no es total, tiene sus grietas, llagas y huecos a lo largo de su historia e intencionalidades; la estructura no es sólida, corre por nuestras venas y hace operar motores inmensos y absurdos; si fuese tan fácil como la muerte de un mártir (o muchos), un mesías que limpie todo, si fuese tan sencillo como un cambio de chip, una explosión inmediata de conciencia… bueno, ya no existiría el sentido de la palabra “rebeldía”. No tenemos recetas ni manuales, pero podemos aprender de lo vivido, y no sólo pensar en ese abstracto y gigantesco mundo sino volvernos a lo micro, al adentro.

 

Los procesos son lentos y largos, de ahí la necesidad de permanecer, paciente y furiosamente firmes. Las nuevas generaciones (nosotros) pueden cambiar los motores, no se trata de hacerle parches a la enmendada realidad que se impone para conservar la asimetría, la estructura debe cambiar no para generar nuevas violencias frente a las antiguas, sino para inventar otras maneras de ser, otros mundos, las comodidades y conforts sí, se verán cuestionados. Toda esta vida que hemos llevado hasta ahora será (y es) cuestionada.

(Visited 65 times, 1 visits today)
Compartir este artículo:
FacebookTwitterGoogle+
Sobre el autor

Lucía De Luna

Viajera empedernida, aprendiz eterna, obsesionada con la recuperación de memoria. Radica en la ciudad de las ruinas y montañas, laboratorio de la vanguardia neoliberal nacional. Intereses y prácticas diversas: literatura, música, activismo político, feminismo, proyectos autogestivos de publicación independiente y encuadernación, terapias alternativas, cultura de paz, circo.

POST RELACIONADOS
“Ningún médico quiere una pandemia”: Perfil y testimonio de una contingencia sanitaria
diciembre 19, 2020
Liberalismo: desengaños y reversos
diciembre 19, 2020
El “Apruebo” chileno desde los algoritmos de las redes sociales
octubre 26, 2020
Los 5 Locos: crónica de lo indefinible
octubre 20, 2020
El porvenir de la utopía
octubre 19, 2020
Las balas que no se ven
octubre 19, 2020
Leave Comentario

Cancelar respuesta

Your email address will not be published. Required fields are marked *

You may use these HTML tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

clear formSubmit

Buscador
Entre números
  • LEVADURA se va
    enero 11, 2021
  • ¡Se va a caer/ se va a caer/ arriba el feminismo que va a vencer/ que va a vencer!
    diciembre 30, 2020
  • Maradona, en el alma del pueblo su eterna despedida
    noviembre 25, 2020
  • El “Apruebo” chileno desde los algoritmos de las redes sociales
    octubre 26, 2020
Entrevistas
  • Entrevista a Guillermo Fadanelli
    mayo 19, 2020
  • Ópera prima de David Zonana
    mayo 19, 2020
  • Narrativargenta: Los modos de leer como posicionamientos. Que dure la desmesura
    marzo 19, 2020
ARCHIVOS LEVADURA
Comentarios recientes
  • juan en Donald Trump: Entre pesos y contrapesos e ingobernabilidad
  • Alan reyes wey en Donald Trump: Entre pesos y contrapesos e ingobernabilidad
  • Juan en Bojack Horseman, el histérico más amado de Netflix
  • Juan en Bojack Horseman, el histérico más amado de Netflix
  • Makawi Staines Díaz en Por una rendija de la pared de tablas

Subscríbete a nuestra lista de correo

Revista Cultural Independiente
redaccion@revistalevadura.mx
© 2017. Revista Levadura.
Todos los derechos reservados.
Quiénes somos
EDITORIAL
DIRECTORIO
COLABORACIONES
Síguenos

Find us on:

FacebookTwitterGoogle+YouTube

 Dream-Theme — truly premium WordPress themes
Footer

Levadura