adiós herrumbre
salve el grito
la puerta sobre sus goznes
la vida que viene y que se va
Leticia Herrera
Tengo ya tiempo de entender la poesía como compañera, palabras que nos acompañan en el sentido más entrañable. Ya se sabe que no necesariamente ayudan para ganar las grandes batallas amorosas, ni siquiera para evitar el sufrimiento que el tiempo trae con los años, pero los lectores de poesía no están solos, o al menos no tan solos, pues son capaces de vivir en muchas otras soledades y comulgar (coincidir) con otros destinos.
De jóvenes la poesía es un rebelarse, con “b” grande. Luego una cotidiana revelación, que aun así, con su “v” chica, nos mantiene despiertos y dispuestos al asombro.
En la trayectoria de Leticia Herrera (Monterrey 1960) encuentro algo de todo esto. La otrora rebeldía es ahora una revelación, lugar donde se quita el velo para encontrar la esencia de un destino. Cito:
pero los amargosos somos en realidad
la sal del mundo
“Palabras roncas” es un poemario que nos regala esa sabiduría ganada “a gritos y sombrerazos”, esto es, no sin el escándalo de sabernos atrapados y que la casa se nos cae encima. Es obvio que una de las causas de quedar roncos es precisamente ese echar de gritos, de pedir auxilio, o de pura desesperación. Leticia lo deja más claro desde la cita primera de Rodolfo Alonso:
Cuando se quiebre la lengua del amor,
nos quedará todavía esta palabra ronca.
Mi lectura del libro entrevé en sus dos apartados, ese impasse de relativa y desconcertante vuelta a la calma. Primero buscar “Dormir un rato” y algunos poemas adelante, ese impostergable compromiso con nosotros mismos: “Reconstrucción de la casa”. Iré por partes.
Buscar el descanso en el sueño, no ser molestados, tener tiempo para uno mismo y sus cavilaciones, reflexionar desde el dolor, desde el encerramiento afectivo:
en esta casa
el único libre es el gato
Poemas, que sin dejar ese lenguaje directo que les caracterizan, igual hacen uso de los recursos propios del oficio, el ritmo, las imágenes, y también la contradicción contundente de una paradoja. Transcribo a continuación un texto que se intitula precisamente así, Contundencia.
recuerdo tequilas y brindis
poemas en alta voz
abrazos redentores
también recuerdo la mirada
de la ausencia
y que entonces me fui
Temas que reinciden en estas páginas: la rutina, la nada, celebrar la nada es también tarea de los vividores, y esto lo digo en su sentido más noble, a los vividores se les podrá achacar muchas cosas, pero igual tienen esa difícil tarea de festejar por los demás, aun con el pecho tullido, como le pasa a la escritora.
Sólo en el exceso hay lugar para vivir es otra de esas huellas de sabiduría a las que referí al iniciar estos apuntes.
Leticia Herrera es del mismo vuelo que yo, y esto dicho no sólo por coincidir en una visión del mundo parecida, sino por la edad. Reconstruir una casa no es tarea fácil, algunos la dejan derrumbarse, otros la remodelan, la mayoría simplemente se muda, es más cómodo. En el segundo apartado del libro, la poeta hace uso de la palabra y del canto para esta tarea incómoda. Cito algunos versos:
toda casa se derrumba
cuando el silencio la sofoca
por eso canto y sacudo sábanas
taladro y martilleo
cuelgo de la pared
un pensamiento azul
corre el agua del grifo
y el gato pasa corriendo…
Antes de finalizar, no puedo evadir el comentario donde se contrasta el mismo título del libro y el último poema del mismo. Palabras roncas y trinos. Los que andamos en eso de reconstruir casas, sabemos que es cuento de nunca acabar. Intuyo entonces que la reconstrucción de la casa de la poeta seguirá adelante, pero precisamente en esos trinos es donde se deposita la confianza. Y claro, si hablo de trino hablo de canto, incluso de la palabra en sí, de la poesía misma:
y me atengo al canto de los pájaros
me sostiene su vértigo
el trino que desdice a la muerte
en la vida hay muchos cántaros rotos
pero la luz del canto
ah
cómo se acuna lo eterno
en sus corcheas
cómo contienen lo absoluto
sus silencios
Comentario al margen: la referencia editorial es de Bolivia, pero el libro puede encontrarse en la Casa Universitaria del Libro.
Palabras roncas, de Leticia Herrera. Editorial 3600 / Festival Internacional de Poesía de Bolivia 2016.