Desde siempre la oposición entre civilización y barbarie recorre la historia de Argentina y ha sido motivo de una multiplicidad de hechos políticos, sociales, culturales y geográficos. Domingo F. Sarmiento (1811 – 1888) escritor, periodista, militar, “padre del aula” y Presidente de la Nación, en su novela “Facundo” sienta las bases de este conflicto y expresa claramente que por “civilización” se entiende la cultura letrada, urbana, científica, eurocentrista en lo sociocultural y filonorteamericana en lo político y educativo. Sustentada en la supremacía de la raza blanca.
“Barbarie” es su opuesto, lo rural, las creencias animistas, las culturas y pueblos originarios, el desapego a la productividad capitalista, los gauchos y los indios cuya única utilidad para Sarmiento eran la de regar la pampa con su sangre. Ni siquiera “civilizarlos”, simplemente exterminarlos y reemplazarlos por la inmigración europea. A lo largo de la historia esta confrontación se mantiene bajo distintos formatos y expresiones verbales, por ejemplo todo lo que no es o está en la ciudad de Buenos Aires pertenece al “interior”, término que rejunta e iguala al habitante de Tierra del Fuego con quien vive en la Puna en un extremo u otro de este país. Además por oposición, daría la impresión que Buenos Aires es el exterior, algo así como el escaparate o rostro visible del país, mientras que las provincias deambulan en la penumbra del “interior” condenadas a una siesta eterna.
Cuando las elites porteñas se referían a los pobladores del “interior” los llamaban “cabecitas negras”. Durante la industrialización de mitad del siglo pasado, millones de habitantes rurales migraron hacia los centros urbanos, el “Aluvión Zoológico” fue el mote con que las clases acomodadas argentinas definieron ese acontecimiento social. Una grieta atraviesa esta sociedad desde sus inicios como república hasta nuestros días. Tal vez uno de los episodios más significativos de esta contienda fue la realización de la Zanja Nacional o Zanja de Alsina, “…una frontera entre civilización y barbarie…” según Alfredo Ebelot (1839 – 1920) el ingeniero francés contratado por el entonces Ministro de Guerra Dr. Adolfo Alsina para su realización.
La Provincia de Buenos Aires (Argentina es una república federal compuesta por provincias), la más rica del país dadas sus extensas llanuras de gran fertilidad para las explotaciones agrícola-ganaderas, logró su poderío económico expulsando primero y luego aniquilando a los pueblos originarios que la ocupaban. Entre 1875 y 1877 se construyó un sistema defensivo de fosas y terraplenes con fortificaciones, en el oeste de la Provincia, sobre la nueva línea de frontera de los territorios bajo el control del gobierno federal, cuyas dos funciones principales eran la de evitar los malones indios en el interior de la misma y entorpecer el paso del ganado robado por los indígenas. Se la llamó la Zanja de Alsina en referencia a su impulsor.
Los pueblos mapuches, ranqueles y tehuelches eran los pobladores de estas tierras que venían resistiendo al “huinca” (hombre blanco) desde el dominio español, desarrollando una gran habilidad para realizar cargas de caballería, conocidas como invasiones o malones. De esta manera capturaban miles de cabezas de ganado tanto para su consumo como para comercializarlo en Chile. En lugar de una Muralla China, una zanja cavada a mano por cientos de “reclutas” (soldados reclutados a la fuerza) a lo largo de 400 kilómetros, se convirtió en la frontera entre los salvajes y el progreso.Con este sistema defensivo se ganaban para la civilización alrededor de 10.000 km2 que consolidarán hacia fines del S.XIX y principios del S.XX a la clase social más nefasta para nuestro país: la oligarquía prebendaría terrateniente.
Alfredo Ebelot relata anécdotas, analiza las costumbres de los “salvajes” y de los gauchos convertidos en soldados y hasta se detiene en consideraciones sobre la organización del estado nacional, la avidez por hacer veloces fortunas de la clase dirigente argentina y los entremeses de la política local. Detalla estos asuntos en sus crónicas que publicara a partir de 1876 en la Revue des Deux Mondes, publicación dirigida a la colonia francesa en el Río de la Plata. Nos revela una pequeña historia dentro de sus crónicas la cual he trabajado como parte de un texto teatral:
En pleno invierno alcanzamos las cercanías de La Colorada, una laguna conocida así por la cantidad de salvajes que fueron degollados en sus orillas. Final de la última etapa del foso y su terraplén. Los estudios topológicos nada habían revelado sobre la inestabilidad de estos suelos. El desmoronamiento de las paredes de la zanja era permanente. La ciencia no daba explicación a este fenómeno.
Una trampa mortal a la ingeniería y cuando la ciencia tropieza, el cerebro humano no descansa ansiando domesticar la angustia de lo inexplicable. Cálculos, hipótesis, ensayos de prueba y error, se desplegaron las más diversas estrategias de técnicas del apuntalamiento y la cohesión de los suelos. Todo en vano. Campo orégano a lo sobrenatural…
Un alma incauta, una mente primitiva atribuye a espíritus o fuerzas sobrenaturales estos acontecimientos. Muy a mi pesar no tengo explicación acabada de este fenómeno. Todo se movía no se hacía base, costaba mantener en pié al terraplén… Lecturas, indagaciones, nuevas tareas de mensura, hasta que al fin encontramos un caso similar en la historia de la ingeniería bélica, un poderoso antecedente.
Un solo caso… similar desmoronamiento, la Muralla del Castillo de Kruja (actualmente Albania), no lograba mantenerse… era la defensa del cristianismo en Europa,defensa ante el otomano que conquistaba los Balcanes. La ciencia no pudo aún hoy explicar la solución.La pared exterior del Castillo de Kruja se derrumbaba. Todos los ingenieros de la época no lograban dar con la solución.Solo los dioses antiguos que se ocupaban de estos casos, reclamaban sacrificio.
Cuentan las memorias de Castriota (héroe de la resistencia albanesa) que solo cuando lograron emparedar el cuerpo de un hijo del enemigo, el muro se sostuvo.Si de sacrificar se trata… ¿que?… ¿un gaucho? es impuro, mezcla. Los gobernantes de este país carecen de pureza de sangre aún los de larga prosapia.Traer un descendiente de los Incas era imposible.Alguien propuso la entrega de un prisionero del Paraguay de abolengo guaraní… Tampoco, el que no estaba muerto ya había sido entregado a las haciendas del Brasil.
No había que sacrificar en este desierto
Ya entregados a la imposibilidad de resolver este enigma, el azar, la pura casualidad puso ante mí la solución. En pago futuro a mis servicios, esta joven república me suministró un adelanto, no en metálico o en tierras. Dos niños de los que suelen rematarse en Buenos Aires me fueron entregados allí en la frontera. Un casalito. Una niña que aún hoy me acompaña y se ha convertido en una pequeña damita parisina y su hermano.
Una pequeña reliquia nos reveló su dinastía, eran nietos de Calfucurá, el Señor de Salinas Grandes. El niño conservaba un amuleto de barro cosido que a mi humilde entender databa al menos de tres siglos, una república moderna carece de milenios, no soy partidario de las supersticiones pero aún en las más prestigiosas dinastías europeas, los símbolos pasan de una generación a la otra.
Encontramos un príncipe mapuche, sostiene el terraplén…
¿Quiénes entonces eran los salvajes y quienes los civilizados? ¿De qué orilla de la zanja estaban unos y otros?
Hoy cuando las fronteras nos traen las peores pesadillas, cuando hombres inmensamente patéticos y poderosos hablan de muros y expulsiones, vuelvo a preguntarme exactamente lo mismo.