
El rostro es un reflejo de los que somos, de las heridas que nos va dejando el tiempo, de las máscaras que portamos para evitar que otros vean nuestro yo más profundo. Pero también, el rostro no es más que un vacío, un espacio para ser llenado por un modelo normalizado. El rostro así funge como frontera de nosotros con el otro. El otro mira nuestro rostro, mira la máscara que queremos que vea, mira el rostro que nos imponemos y que le imponemos a los demás.
Tiempo (Corea del Sur, 2006) de Kim Ki Duk habla de rostros heridos por la cirugía plástica, de rostros heridos por una sociedad consumista que sólo busca un modelo especifico de belleza, de rostros que se asumen como máscaras que ocultan las heridas más profundas de una mujer que busca destruir su ser a través de un rostro impuesto por ese modelo, por un concepto de belleza impuesto por la sociedad coreana.
Kim Ki Duk nos entrega otra historia de obsesión y amor desenfrenado. Seh-hee y Ji Woo han salido por 2 años, pero él decide dejarla. Ella consumida por los celos decide realizarse una cirugía para tener una nueva cara y volver a conquistarlo.
A través de un tono melodramático que poco a poco va cediendo paso a un relato obsesivo, el realizador de Piedad (Corea del Sur, 20012) nos va presentando a una mujer que va a decidir hacerse una cirugía estética para ser más bella para su pareja y que su novio no se aburra del mismo cuerpo. Seh-hee va recostruyendo su rostro, pero este rostro es otro, es una máscara que sólo le sirve de frontera con ella misma y con la realidad que la rodea.
Ella deja de reconocerse a sí misma, su nuevo rostro no la refleja, pero también ella ya no es capaz de reconocerse, su yo es previamente destruido, se va diluyendo en otra máscara. Una máscara que le impone el mundo de la moda.
Si bien muchos de los filmes de Kim Ki Duk hablan del dolor creado por los propios individuos, ese dolor siempre parte del contexto de una sociedad que va creando las condiciones para que se magnifique. Seh-hee ante su problema de personalidad se encuentra con una sociedad que impone un modelo de belleza y que la va llevando a alejarse de su propia esencia, a dejar de ser ella y solamente ser una fachada, un rostro como máscara, un rostro como muchos, un rostro que ya no es, un rostro como todas y todas, un rostro vacío, un rostro que sólo es una frontera más que nos separa de los otros.