
CHUMA MONTEMAYOR
El jueves fue al frente de Palacio de Gobierno. El sábado, se le dio la espalda. Fue uno de los tantos contrastes entre las manifestaciones ciudadanas organizadas en Nuevo León. La convocatoria fue otro. Mientras que el 5 de enero se estimó la asistencia de entre 19 y 20 mil personas, dos días después se hablaba de entre 3 y 5 mil. La primera incluyó una marcha con ciertos tintes beligerantes y desorganización que derivó en caos más daños al patrimonio inmueble de Nuevo León. En la segunda prevaleció un ambiente pacífico y las propuestas contra lo que para muchos es un escenario pleno de terrorismo fiscal federal, estatal y municipal.
Poco después de las 16:00 del sábado, el sol caldeaba un poco el viento frío que corría por la Explanada de los Héroes. Los convocantes, entre los que estaban colectivos, asociaciones civiles y ciudadanos procedentes de Monterrey y la zona metropolitana, se mantenían alertas ante la posibilidad de que reaparecieran reventadores. Al final si bien esto no ocurrió, la presencia de infiltrados –su filiación e intereses quedaron en especulación– fue una circunstancia real. Este sábado ahora sí perteneció por completo a una ciudadanía activa, participativa y pacífica.
Diversidad de voces, mismas exigencias
En las escalinatas que están en medio de las fuentes de la explanada se dispuso un austero equipo de sonido, y como fondo hubo mantas, pendones, algunos manifestantes y convocantes, más representantes de medios de comunicación. La dinámica, como se dispuso desde la invitación hecha en redes sociales, era de micrófono abierto, y cada tanto se sometía a votación la duración del mensaje de los participantes: unos con propuestas, otros con quejas, declaraciones de principios o catarsis pura. Pero en esencia, todos compartirían dolor e indignación ante las ya no tan nuevas disposiciones oficiales en torno a la liberación del precio de los combustibles, así como el alza de impuestos como el predial y la tenencia, más la cuestionable conducta de la clase política.
Como medida precautoria, en más de una ocasión se pidió a los asistentes destaparse el rostro, y uno de los primeros oradores aseguró que al hablar de políticos y partidos ya no importaba que fuesen de izquierda, derecha, independientes o seudoactivistas. Para la población, dijo mientras leía su intervención, todos representaban la misma decepción.
“Para aquellos que me criticaron en redes sociales y que hasta el día de hoy me dijeron que formaba parte del gobierno y televisoras. Yo soy Eleazar Rocha. Me dedico a estudiar y trabajar. Mi pasión es la música y disfruto dedicarme a cantar. Soy como cualquier persona normal que sale de fiesta, que gusta de caminar, bailar, comer. No me dedico a la política, y para ser la primera vez que tengo interacción con gente de ese medio creo que ya empecé bien: ya tengo enemigos”.
“Hoy decidí cambiar, hacer algo por mí, por nosotros, por ustedes y por mi país, y me puse a escribir este texto entre rabia, descontento, un nudo en la garganta que está a punto de hacerme llorar por sentirme burlado por el gobierno en todos los niveles”, expresó. “Vamos a seguir adelante y ellos lo saben”, advirtió el joven, que pidió al público no seguirle el juego a provocadores y sentarse en el piso como acto de resistencia pacífica.
Esa frase podría resumir el alma de esta concentración.
Silencio. No hay policía
Alrededor de las 16:49, con gritos de ¡Fuera Peña!, entre otras consignas, arribó por Zaragoza el contingente de la Asamblea Estudiantil, escoltado por unidades motorizadas de Seguridad y Vialidad de Monterrey, así como por vehículos de Fuerza Civil. Por un instante, los equipos de sonido se neutralizaron mutuamente. El contingente, acompañado por gente de todas las edades, se integró a la manifestación y a las participaciones al micrófono. A ellos se sumaría un grupo de integrantes de la CNTE.
Alrededor de las 17:18, de pronto, cuatro personas plantaron cara al Palacio, bajo cuyas columnas estaba un cerco de policías, más cerca de la puerta principal. A unos metros de la fachada, cada una mostró una pancarta. “Los regios no aprobamos el saqueo y la violencia”, “Bronco, ¿y Medina?, “¿Y los 43?” eran algunos de sus mensajes.
Poco a poco, el sol cedía su lugar al ocaso, y el frío arreciaba. Más gente llegaba. Casi al centro de la explanada, otra fuente de sonido competía con la generada por la concentración civil. Provenía de un grupo de jóvenes que hacían danza contemporánea y ritos prehispánicos, que estaban franqueados por vendedores de elotes, frituras y cigarros.
Frente a ellos, los participantes de las escalinatas invitaban a entre otras cosas, a exigir la organización de las rutas de transporte urbano y Metro, así como a celebrar reuniones cada tanto para generar colectivamente propuestas o iniciativas. Consolidar ese frente ciudadano cuyo germen parecía gestarse en ese momento y que demandaba quitar a la clase política todos sus beneficios. “Si nos organizamos, vamos a tener la sociedad que queremos, en armonía y en paz”, dijo otra de las personas que tomaron la palabra.
En la manifestación del 5 de enero, varias patrullas y elementos de policía rondaban el perímetro de la Macroplaza y un poco más allá. Esta vez no.
Performance de música y flores
La gente se mantenía tranquila. Los reclamos sobre la reforma educativa, el gasolinazo, la corrupción de los tres niveles de gobierno y el fracaso de las reformas estructurales, intercalados con frases como “¡Haz patria, denuncia a una rata!”, continuaban. En sus mensajes, algunos invitaron a leer más, a inculcar el patriotismo y el amor a nuestro país. “¡No dejen tirada basura, enseñen su cultura!”, convocaban. Como a las 17:57 se entonó el Himno Nacional.
Las luminarias fueron encendidas a las 18:22. En el techo de Palacio de Gobierno, en el extremo más próximo a la calle Zaragoza, se alcanzaban a ver las siluetas de dos personas. Mientras, algunos manifestantes llamaban a los demás a no pagar impuestos y difundir este mensaje entre sus familiares y amigos. Insistieron en exigir a las autoridades a echar atrás todos los acuerdos recientemente aprobados que afectan a la población, así como las reformas estructurales. A las 18:30 llegaron dos unidades de Fuerza Civil. Todo siguió tranquilo.
Como a las 18:50, algunos de los convocantes a la manifestación ciudadana se inquietaron un poco porque frente del palacio un grupo de personas se reunió ante la fachada. Mandaron averiguar si no eran reventadores y pidieron a la gente no moverse. “¡Son bailarines!”, gritaron algunos de entre el público.
Sin embargo, aunque la tribuna abierta seguía de ese lado, poco a poco la manifestación perdió fuerza, y cada vez más se pasaban a ver a los chicos y chicas que bailaban, cantaban y regalaban flores a los policías que resguardaban la puerta del Palacio de Gobierno, que estaba abierta. Cinco minutos después ya había dos grupos numerosos, uno a cada extremo de la explanada. Del lado de la primera manifestación, algunos comenzaron a recoger sus mantas.
Ese acto ciudadano tuvo una conclusión: reunirse de nuevo el próximo lunes ante el Congreso del Estado, para replicar las exigencias hechas esa tarde.
Para las 19:15 ya había una fiesta en pleno con jóvenes bailando conga y la batucada a full entre las columnas de la sede del Ejecutivo estatal. Los policías, inmóviles. Los invitaron a bailar. Nada. Uno de los chicos aprovechó para acercarse y decirles que iban en son de paz. Varios medios de comunicación registraron esos momentos. Otro enarbolaba una bandera blanca con leyendas escritas a mano e invitó a los asistentes a plasmar más mensajes en ella. Junto a las escaleras y con el viento cada vez más helado, otros más se recostaron en el suelo, luego aplaudieron y gritaron vivas.
“¿El lunes otra vez vamos a estar aquí?”. “¡A huevo!”, gritaron.
19:46. Las autoridades se dispusieron a cerrar el acceso al palacio. Lentamente, la gente se retiró de una explanada que de nuevo, mostró una limpia faz. La vida sigue. La misma vida que, al mismo tiempo y por extraño que parezca, en el fondo ya no será igual.