El fallecimiento de Fidel Castro en noviembre de 2016 ha generado un renovado interés en México por conocer mejor la historia de Cuba. Aunque en extension territorial podría considerarse un país pequeño, Cuba ha sido clave para el desarrollo de la historia colonial y contemporánea de América Latina. Desde los albores del siglo XVI, la isla caribeña se convirtió en el enclave desde donde el Imperio español emprendió la conquista y colonización de gran parte del continente americano. Cuatro siglos y medio más tarde, Cuba también fue el sitio desde se expandió a toda América Latina la utopia de la revolución socialista.
No nos debe extrañar, entonces, que sea una region muy atractiva para la investigación histórica. De hecho, en español existe una larga lista de trabajos históricos relevantes como también los hay en inglés. Lamentablemente, mucha de esa historiografía escrita en inglés ha pasado desapercibida para el lector hispanoparlante. Por ello, a partir de este número de Levadura y en varios de los siguientes números, trataré de dar a conocer algunas obras históricas sobre Cuba escritas en esa lengua durante los últimos veinte años y que pudieran servirnos para conocer major la historia de esa nación caribeña.
Louis A. Pérez, On Becoming Cuban. Identity, Nationality, and Culture, Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1999. xiv, 579 pp.
Tras la guerra de Independencia cubana, José Martí aseveró: “¡Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” para expresar su miedo sobre la inminente expansión de Estados Unidos sobre Cuba tras la emancipación de ésta de España. Esta frase ha sido utilizada frecuentemente para describir la historia independiente de Cuba hasta antes de la Revolución de 1959. Tradicionalmente, este periodo ha sido descrito como en el que Cuba fue el patio trasero de Estados Unidos y objeto de toda clase de humillaciones, explotaciones e incluso utilizada como el burdel de los estadunidenses. De hecho, la historia oficial cubana —la surgida a partir de 1959— etiqueta este periodo de los albores republicanos de Cuba como “Neocolonia” debido a la amplia presencia americana. De igual forma, la historiografía marxista de los años sesenta y setenta se ha enfocado exclusivamente en los aspectos económicos de la presencia americana en la Cuba poscolonial. Aunque es imposible restarle importancia a la presencia económica y militar estadunidense en Cuba, limitarse a estudiar exclusivamente los aspectos políticos, militares y económicos implica correr el riesgo de no comprender la complejidad de las relaciones Cuba-Estados Unidos.
En este vasto y fascinante libro, Louis A. Pérez, profesor de la Universidad de Carolina del Norte (Chapel Hill), y sin duda uno de los mayores conocedores de la historia cubana, argumenta cómo el éxito de la hegemonía de Estados Unidos en Cuba fue más el resultado de una condición cultural derivada del sistema normativo estadunidense que el producto de una dominación político-militar. En contra de esta tradicional idea asumida y pocas veces cuestionada, la influencia estadunidense fue introducida en Cuba de maneras no coercitivas por los mismos cubanos. Cultura es un elemento clave para Pérez en su objetivo de demostrar la complejidad de las relaciones entre ambas naciones; una relación que impactó a ambas naciones y ambos territorios. Pérez describe una multitud de aspectos en las relaciones entre ambos países entre 1850 y 1950 mediante el análisis de diversos puntos de intercambio como: béisbol, religión, box, misionarios, educación, películas, música, baile, tecnología, consumo cultural, moda, turismo y arquitectura.
El análisis de estos múltiples puntos de contacto permitió a Pérez concluir que el encuentro con los Estados Unidos influyó en la manera en la que la nacionalidad y la identidad cubanas tomaron forma. Ambas, nacionalidad e identidad se identificaron a sí mismas con la modernidad y el progreso. La cultura material fue el medio apropiado para “ser moderno” o acceder a la modernidad. El vínculo entre nacionalidad y civilización y cultura material en Cuba condujo a una dependencia de los bienes y mercancías estadunidenses. Pérez demuestra que la identidad nacional en Cuba fue un artefacto cultural que constantemente se ajustaba a la realidad material. Lejos de ser fija y estática, la identidad nacional es abierta y en constante cambio.
Una contribución importante del autor es su análisis dialógico. La relación afectó ambas naciones y lejos de ser simples títeres de los americanos, los cubanos obtuvieron ciertas ventajas de este encuentro. Antes de la independencia, por ejemplo, los cubanos trajeron de Estados Unidos algunas ideas que les hicieron posible presentarse a sí mismos como diferentes de los colonizadores españoles. Desde ese momento, los cubanos comenzaron a identificarse con la modernidad y a diferenciarse del atraso y subdesarrollo españoles. De igual forma, los cubanos introdujeron el béisbol décadas antes de su independencia —y, al igual que al box— lo utilizaron para presentarse como modernos y a distanciarse del atraso de los colonizadores. El béisbol fue la propuesta cubana de modernidad en contraposición del atraso que representaban los toros, producto cultural por excelencia del colonizador. Además, el béisbol en Cuba fue rápidamente adoptado como el pasatiempo nacional pero su importación no implicó que se jugara exactamente igual a como se hacía en los Estados Unidos. En Cuba, el béisbol era un juego en el que blancos y negros podían jugar juntos en el mismo equipo. Incluso, muchos estadunidenses habrían de tener su primera experiencia de jugar con afroamericanos en Cuba mucho antes de que Jackie Robinson rompiera la “barrera de color” en 1947. El béisbol fue un ejemplo de cómo la presencia cubana influyó en los Estados Unidos pero no fue la única. La música y el baile cubanos fueron también importadas por los Estados Unidos.
Pérez realiza un excelente trabajo interrogando toda clase de fuentes: periódicos, anuncios, canciones, películas, novelas, manuscritos personales, documentos oficiales e información económica. Su método fue camaleónico: en ocasiones recurrió a herramientas de un crítico literario; en otras de crítico de cine, en otras de musicología y el resto simplemente de historiador, en los que “cultura” y el análisis dialógico jugaron un rol fundamental. Sin duda, On Becoming Cuban es una excelente contribución no solo para la historiografía cubana sino también para la historia cultural. Es un gran ejemplo de cómo la historia cultural puede iluminar aquellas áreas oscurecidas por la tradicional miopía de la historia económica y política. Esto no quiere decir que debamos limitarnos únicamente al análisis cultural. El libro de Louis A. Pérez es un incentivo a combinar métodos y disciplinas con el fin de repensar nuestro pasado.