El esperado triunfo de Emmanuel Macron en Francia está revestido de múltiples significados y mensajes. El primer reto, ahora, será poner a la Unión Europea también “en marcha”. La consolidación de la integración en el viejo continente se constituye en un imperativo no solamente para el conjunto de los países de Europa, sino también para la posibilidad de que lleguemos a aproximarnos a la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible que la comunidad internacional se ha planteado alcanzar para el año 2030. Ni las utopías de la Integración Europea ni todas las que se tienen planteadas en el seno de Naciones Unidas para los próximos quince años, y que en buena parte debieron haberse cumplido el año 2015, podrán seguir transformándose impunemente en nuevas y mayores frustraciones.
La ausencia de un liderazgo capaz de equilibrar la preeminencia alemana en la Unión Europea, se ha traducido en déficits no solamente económicos, sino también sociales con consecuencias políticas, de repudio a los actores políticos tradicionales, como la que acaba de concretarse en Francia.
El tiempo apremia y las respuestas para acortar las crecientes y persistentes brechas en los niveles de desarrollo, en los más diversos ámbitos, tampoco podrán seguir esperándose indefinidamente. Este es el mensaje que quedó plasmado y que debería recogerse de las elecciones francesas. Esas brechas siguen existiendo no solamente en los diferentes países cuyos desplazados miembros demandan refugio en los países de mayor desarrollo, o simplemente un lugar en el cual concretar sus más elementales y legítimas aspiraciones, sino también en el conjunto de los miembros de todas las sociedades que ven multiplicarse las diferencias entre quienes tienen acceso a absolutamente todo lo imaginable y quienes desde el Internet o la TV se constituyen en cada vez más indignados testigos de esas diferencias.
La reafirmación de los principios y valores en los que se sustenta la vigencia de la actual Unión Europea, encontró en Francia la respuesta que se esperaba. El ex Ministro de Economía, del Gobierno del que decidió apartarse para plantear su propia opción, logró imponerse como presidente de Francia contra todo pronóstico y toda lógica de la política.
Los pronósticos ahora se debaten sobre las posibilidades que ese ex Ministro de Economía tendrá, desde el ejercicio de la presidencia de una de las dos economías más importantes de la Unión Europea, de promover la ejecución de las tareas que a partir de la crisis de 2008 quedaron pendientes y que en la hora actual requieren ser emprendidas en función de la consolidación del proceso europeo de integración.
En primera instancia, si bien el respaldo a la autoridad delegada en el Banco Central Europeo, respecto a la política monetaria mantiene su indispensable solidez, la armonización de políticas económicas de similar sensibilidad requiere ser emprendida impostergablemente, y en esta materia el flamante presidente de Francia se encuentra revestido de la autoridad técnica y política necesaria para incidir en la adopción de las decisiones comunitarias que se han venido postergando desde hace aproximadamente una década.
Se impone superar el déficit existente en todo cuanto se refiere a la armonización de las políticas fiscales de los países de la Unión Económica y Monetaria Europea, además de concretar el respaldo tanto en favor de la unión financiera como de los mercados de capitales. El desafío es ahora impostergable para que se pueda mantener todo lo avanzado hasta la fecha en el proceso de integración europeo; caso contrario, no solamente Francia, todos los países de la Unión Europea, sin excepción, tendrán que confrontar las consecuencias del paulatino debilitamiento de sus respectivas economías.
En este mismo ámbito, otro de los desafíos a los que deberá enfrentarse el nuevo presidente de Francia es el de lograr comprometer a los países acreedores de la región, en una política de incentivos que haga viable la posibilidad de compartir riesgos con los países miembros que requieren hacer frente a los problemas de endeudamiento que confrontan y que se deben superar en función de la consolidación de la Unión Monetaria Europea.
Las deficiencias en la forma en que la Unión Europea afrontó la crisis de 2008 y la reticencia a adoptar las determinaciones que se mantienen pendientes para la armonización de las políticas económicas, requieren ser superadas a partir de un nuevo y decidido liderazgo en los países de la Unión. El de Emmanuel Macron se constituye en un primer paso de suma importancia definido en esa dirección; corresponde esperar, ahora, hasta el próximo mes de septiembre, que en Alemania se ratifique el actual liderazgo de Ángela Merkel que, en su primer encuentro con Emmanuel Macron como presidente de Francia, sorprendió identificándose dispuesta a asumir, junto al nuevo líder francés, los desafíos que impone esta hora crucial que confronta el proceso de integración europeo.
Entre tanto, también en Francia, habrá que esperar que el respaldo otorgado a favor de Emmanuel Macron se vea claramente reflejado en la representación que llegue a concretar en las elecciones a efectuarse este mes de junio, para la nominación de los miembros del poder legislativo. Un respaldo de entre el 24 al 26 por ciento obligará al nuevo gobierno a concertar alianzas que le permitan afrontar la dura oposición anunciada tanto por parte del Frente Nacional, de extrema derecha, como por la izquierda radical. A favor de cada una de estas opciones se tiene estimado un respaldo del 22 por ciento del electorado, porcentaje que además coincide con la intención de votos que se anuncia también en favor del partido conservador. Emmanuel Macron optó precisamente por un miembro de esa ala moderada de la derecha francesa, para que lo acompañe en su gestión como Primer Ministro, Edouard Philippe. Con esta determinación, la campaña para la elección de los miembros de la Asamblea Nacional será dirigida por un miembro de Los Republicanos junto a los cuales, el movimiento “República en marcha” de Emmanuel Macron, esperaría obtener la mayoría legislativa que requiere para facilitar su gestión.
El poner a Francia y a la Unión Europea “en marcha” no parece tarea fácil. El flamante Presidente, entusiastamente proclamando en los más diversos ámbitos, se constituye en una promesa. Los resultados que logre obtener incidirán en el futuro de la integración europea y en la reafirmación de la plena vigencia de esa opción no solamente para Europa, sino también para los demás países de las diferentes regiones del planeta.
El cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible planteados para 2030 es una tarea en favor de la cual se requiere mantener el compromiso solidario de los países de mayor desarrollo, no solamente en cuanto se refiere a la acogida de los flujos migratorios sino, esencialmente, en función de la erradicación de los desequilibrios económicos, sociales y políticos que determinan la expansión de esos flujos. Para la consecución de este propósito, la integración de los diferentes bloques de países en Europa y el mundo se constituye en el camino a emprender. Emmanuel Macron representa la reafirmación de esos conceptos, debemos confiar en que sea capaz de poner a Francia y a la Unión Europea “en marcha” y que, a partir de ello, se pueda vislumbrar la construcción de una comunidad de países en la que se reduzcan significativamente los factores que determinan flujos migratorios forzados por adversas circunstancias.