El campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo o en su país es una contradicción andante.
Rodolfo Walsh
Operación Masacre cambió mi vida. Haciéndola descubrí, además de mis perplejidades íntimas, que existía un amenazante mundo exterior, dice el escritor argentino Rodolfo Walsh (1927-1977) al referirse a la obra que en nuestro continente inicia la novela periodística y testimonial.
Fui limpiabotas, lavacopas, limpiavidrios, comerciante de antigüedades y criptógrafo, repite siempre para parecerse al pueblo y que no se impresione por su halo de escritor.
Hay un fusilado que vive, cuenta que le dijeron una tarde y se volvió entonces el detective perenne de las impunidades de su patria. Y sería con la ayuda de su alma periodística, que lo llevó día tras día a arriesgar la vida, que publicó lo que no debía publicarse y mandó en pleno Terrorismo de Estado la famosa carta a la Junta Militar.
No aceptaría hoy incluir una cita de un bufón como Manucho (Manuel Mujica Láinez) en la contratapa de un libro, ni vacilaría en rechazar una beca en USA, etc, lanzó cualquier día frente a cualquier reportero.
Empiezo a asimilar lo básico del marxismo y mi nivel de conciencia es ahora bastante mayor, señala después del viaje con Piglia y otros intelectuales a un congreso en 1968 en Cuba.
Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance, a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote al terror. Haga circular la información. Escribió un año antes que lo mataran.
Y así un poco jugándose la vida en la letra escrita y la palabra lanzada al aire, después de Cuba y su participación en Prensa Latina, después del encuentro con Perón y el semanario CGT que funda por su expreso pedido, en 1969 comienza a militar en el Peronismo de Base. No entiendo nada, parece que declaró el dirigente de la CGT de los argentinos Raimundo Ongaro, ¿Escribe para los burgueses? Y Walsh se molestó. Porque sé que tiene razón, declaró después. Y se hace montonero.
Pero con Juan Gelman, Paco Urondo, Horacio Vertbizky, juntos digamos, por fin habían aprendido leyendo los pasquines porteños a hacer periodismo del bueno, del que no necesita palabras de más.
Victoria Walsh, su hija, nace en 1950. La primera compañera de Rodolfo Elina Tijerina, poeta y maestra para ciegos, y de quien no abandonó la amistad el resto de su vida, lo hace padre con Vicki, y dos años después con Patricia. Vicki era brillante, hace sus estudios de primaria y se aburre tanto que un buen día decide pasar de sexto grado a segundo año de secundaria y lo logra sin el menor esfuerzo.
Patricia confiesa ya adulta que de su padre ella y Vicki conocían todas las correrías. Le gustaban tanto las mujeres como para desaparecer en cualquier momento por horas o por días del hogar, fuera éste legítimo, ilegítimo, clandestino o público. De modo que primero Vicki, luego su hermana, se acostumbraron a ver a las sucesivas amantes y esposas con simpatía como fue el caso de Poupée Blanchard, su segunda esposa. Vicki comienza su adolescencia cuando Rodolfo establece relaciones con Pirí Lugones, la nieta del gran poeta argentino. Piri desaparece al borde de los 80 y seguramente antes de matarla, la habrán torturado con la herramienta que inventó su padre, el comisario Leopoldo Lugones llamado igual que su abuelo.
Vicki era respondona, furiosa, con un carácter que paralizaba a su familia. Si la desmesura que ostentaba a veces Rodolfo llevó a sus amigos a bautizarlo como el capitán Delirio, cosa que no le agradaba para nada, su hija llevó el mote de La Cabezona puesto por sus camaradas, y si le hubieran preguntado respondería al igual que su padre, que en realidad no lo era, sólo un ser humano que se animó quizás un poco más que los otros.
Querida Vicki.
La noticia de tu muerte me llegó hoy a las tres de la tarde. Estábamos en reunión… cuando empezaron a transmitir el comunicado. Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. Maquinalmente empecé a santiguarme como cuando era chico. No terminé ese gesto. El mundo estuvo parado ese segundo, escribe Walsh a su propia hija. Y concluye, Hoy en el tren un hombre decía: —Sufro mucho. Quisiera acostarme a dormir y despertarme dentro de un año. Hablaba por él, pero también por mí.
Vicki más radical que su padre, que en el momento de la decisión de entrar a la lucha armada dice no, llega a militar en Montoneros en los setenta. Rodolfo lo hace recién en el 73. Él mismo confiesa que no sabe la forma en que Vicki ingresa pero supone que tiene 22 años. Las decisiones de Vicki eran inamovibles y nada ni nadie hubieran podido hacerla cambiar de idea. Por la misma fecha y apoyada por su padre, trabaja en el diario La Opinión bajo la dirección de Jacobo Timerman. Allí ejerce como periodista y luego como delegada sindical para abandonar el periódico cuando percibió que el mismo Timerman (quien también fue desaparecido luego durante 70 días) denunciaba a sus propios trabajadores. O acaso el día que le rompió la puerta de su despacho a patadas porque no la recibió.
Ella y Rodolfo se veían cada 15 días. El padre seguía con preocupación la lucha de Vicki ahora en pareja con Emiliano Costa. Emiliano desaparece en el 75, Vicki estaba embarazada, se arregla para dar a luz en medio de los escondites, los cambios de domicilio, las carreras para despistar al enemigo. Cuando se encontraban padre e hija, ambos fingían, organizaban planes para el futuro, después que pase esto se decían, viviremos todos juntos y cosas así. Aunque ya sabían que nunca iba a ocurrir.
A las siete del 29, relata Walsh, la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amaneciendo, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto: “El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba, nos llamó la atención porque cada vez que tiraban una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía.”
He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo, por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo. A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego.
“De pronto —dice el soldado— hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. Pero recuerdo la última frase, en realidad no me deja dormir. —Ustedes no nos matan —dijo—, nosotros elegimos morir. Entonces ella y el hombre se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros” (Fragmento de la carta de Rodolfo Walsh a sus amigos el 29.12.1976).
Como nuestros muertos, como Mónica Morán, tenía 26 años, y la misma pasión por dar vuelta el orden y la ley y dejar de vivir mudos, sin la menor expresión propia.
Cuando llegado el segundo aniversario del golpe de Estado, el 24 de marzo de 1977 Rodolfo concluye por fin la carta abierta a la junta militar dividida en tres perfectas partes: 1. La descripción de las víctimas 2. Los derechos humanos conculcados y 3. Su definición ideológica teniendo en cuenta no un puñado de revolucionarios sino la totalidad del pueblo donde la política económica arrasaba con su humanidad, elige el mismo destino de su hija. Recobro mi identidad, soy Rodolfo Walsh, anotó. Al otro día, el 25 de marzo lo cazan en pleno Buenos Aires, medio muerto lo llevan a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) y lo desaparecen. Su último cuento, dicen, fue rescatado por un sobreviviente de ese mismo campo, pero no han sido encontradas sus huellas al igual que los de su dueño hasta el día de hoy.
A veces identidad y muerte van de la mano. A veces se necesita estallar de existencia plena, de furiosa identidad, de certeza allí al borde del quién soy, al borde de quién pudiera ser, en el momento de sellar nuestras vidas. Padre e hija lo hicieron. Las formas que conmueven, las formas que dan respuestas son aquellas que nos sacan del caos a través del acto estético. Como subraya Ricardo Piglia, respecto de la Carta Abierta a la Junta Militar: el estilo, no es sólo el contenido de la denuncia, es su estética. La carta ha trascendido por eso, y por eso permanece y por eso mismo es un documento literario imborrable en la Historia argentina.