Creo necesario escribir unas palabras sobre Yo, Daniel Blake de Ken Loach, pues en tiempos en los que, como decía en un texto anterior, el cine pareciera encaminarse a la aniquilación, se vuelve imperativo hablar de las películas que tratan la realidad, hablar sobre aquellas películas que, para parafrasear a Bresson, son películas necesarias. Hay obras que luchan desde la trinchera del cine posible y necesario. No necesitamos otra secuela más de Piratas del Caribe, no necesitamos una película más de Los Vengadores; requerimos, y aquí me gustaría hablarles a esos jóvenes futuros cineastas, obras que nos sirvan de espejo, que nos confronten con la realidad del día a día, películas que nos hablen de la gente, de las personas, del simple acto de ser empático con el otro.
Creo que es imperativo escribir sobre esta película de Ken Loach porque yo mismo dejé de mirar los trabajos de este director inglés —que si era demasiado inglés, demasiado político, no sé— del cual su trayectoria fílmica, que siempre ha hablado de temas estrictamente políticos, me era indiferente. Obras como Tierra y libertad (1995) y El viento que agita la cebada (2006), entre otras, me dejaban con una cierta sensación de añejamiento, de que estaba haciendo una y otra vez la misma película; producciones que fueron filmadas bajo la estética del realismo social británico, pero que no arriesgaban en un propuesta plástica o temática. ¿No será que ha hecho la misma película porque desde los tiempos de Margaret Thatcher las condiciones políticas y sociales no han cambiado y, al contrario, se han recrudecido?
Ahora las películas que creo necesarias son aquellos filmes que, si bien no son realismo social propiamente, sí son un reflejo de la realidad que nos agobia. Filmes pequeños, pero de grandes alcances. Pequeñas obras mosaico/espejo que nos reflejan la realidad.
Loach en Yo, Daniel Blake (Gran Bretaña, 2016) nos enfrenta a la historia de un carpintero que lucha contra un sistema burocratizado que le impide tener una vida digna. Loach nos presenta la situación en su natal Inglaterra, pero la situación que vive Daniel Blake le puede pasar a cualquier trabajador que vive en países capitalistas.
Mas lo que hace que esta película sea necesaria es que el director de Lluvia de piedras no solamente se interesa en hacer un filme que denuncie la situación de su país, y más que articular una diatriba contra el sistema de pensiones (que lo es), Loach nos entrega una historia humana y, como dice en una entrevista, toda historia humana es política, pues es el reflejo de la situación social en que viven sus personajes. El cine contemporáneo debe buscar en este tipo de historias. Historias que no solamente nos hablen de lo mal que va la sociedad, sino de la solidaridad humana; en buena parte de la historia vemos los gestos de solidaridad hacia la persona de Daniel Blake y cómo él mismo, a pesar de también estar en la pobreza, tiene gestos de solidaridad para con el otro.
Y esto es algo que quiero destacar de Yo, Daniel Blake. En ella no solamente se nos habla de la criminal manera en que los sistemas de pensión social ingleses tratan a sus pensionados, sino que lo que hace necesario al filme es la representación de esa solidaridad humana, de que aún en una sociedad tan gris y poco amigable, existe lugar para la lucha y la solidaridad, aún hay gente que puede poner el pie de lucha.
Eso y más es lo que nos propone Loach en su más reciente trabajo, un cine necesario que nos habla de las realidades de un mundo que pareciera no tener una solución, y en el que en el fondo del abismo, quizá lo único que nos salvará es ser empático con el otro.
*Imagen de portada: loquesomos.org