Cuando se adjunta el adjetivo “independiente” a una editorial surgen malentendidos y debates alrededor del concepto. ¿Qué es una editorial independiente? ¿De qué es independiente? ¿Qué es lo que la determina? ¿Su línea editorial, su método de financiación, su compromiso político?
Son preguntas que producen una espiral de explicaciones, justificaciones y peticiones de principio. Y sin embargo, queda la duda: ¿cómo entender el fenómeno de la edición independiente en toda su heterogeneidad? ¿Qué explica la concepción unificada de “lo independiente”?
No viene por su línea editorial. Una “editorial independiente” no se determina por publicar uno u otro género de libros; ni siquiera por evitar incluir en su catálogo obras que puedan llegar a ser éxitos de venta. Tampoco necesariamente debe defender un credo político y, claro está, ese credo político (si lo hubiera), podría ser de cualquier índole.
Tampoco, por cierto, sus recursos deben ser autogestionados. Tanto la iniciativa privada como la pública pueden y han dispuesto cantidades importantes de dinero para apuntalar, casi a fondo perdido, diferentes proyectos editoriales que no dejan por ello de ser “independientes”.
Pero entonces, si ninguna de estas características contiene lo esencial de este adjetivo, ¿en dónde radica su diferencia?
Manuel Aguilar en sus memorias Una experiencia editorial, resume lo que, con algunas variantes, han determinado la tipología de la producción editorial al fijar dos grandes categorías de libros: “de utilidad práctica” y “de placer”. En esta división se funde un campo semántico análogo: no ficción / ficción, teórico / de consumo, hard / soft, de valor práctico / de valor simbólico, etcétera.
Para efectos prácticos, la teoría editorial que se sostiene hoy día, por ejemplo, en el libro del editor Fernando Esteves —Manual de supervivencia para editores del siglo XXI—, sigue partiendo del que todas las publicaciones deben ser una de los dos: consumo o manuales.
Es en este punto en donde veo qué es lo que distingue a las editoriales independientes: una tercera vía, diferente a las propuestas arriba.
Una vía que carece de nombre: que es exploración y reconocimiento, pero parte del abordaje del libro más allá de su condición de objeto de consumo. Es decir, clama al decir que lo esencial en el libro no es que se compra o se venda, sino otra cosa. Algo latente y secreto que al verbalizarse genera líneas editoriales inimaginables, potentes y enriquecedoras sin las que el mundo del libro correría el riesgo de parecer un baldío.
Esta tercera vía es una forma de resistencia. Hay que recordar que, sin importar que el dinero que financia un proyecto editorial sea privado, público o autogestionado, lo importante de la resistencia es la negación a aceptar los parámetros de la edición comercial. Es decir, que determina al libro a partir del momento clave de su consumo.
Esta resistencia es completamente inmaterial Y aunque es intrínseca (éticamente inherente) al concepto de una editorial independiente, no deja de ser una declaración política. Un modo práctico de reconocer que otras formas de relaciones, no sólo con las políticas administrativas del capitalismo, sino con los objetos mismos y la compra-venta, son posibles.
Así que la próxima vez que pregunten ¿independiente de qué? Pues de eso: de una concepción que ata al libro a su precio de producción y de consumo. Una editorial independiente es la que explora la tercera vía (negativa, como dirían los teólogos medievales, es decir, que carece de características y determinaciones) y es exploración, descubrimiento y posibilidades alentadoras.
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