Aquí sentada frente a la hoja en blanco parezco el Pereyra de Tabucchi y sus notas necrológicas. ¿Repito entonces lo que ya sabemos? Su carrera, su periodismo, sus libros, su feminismo. Quisiera irme por otros senderos donde su voz me acompañara, y su risa. O su mirada con los reverberos de su inteligencia.
Está bien, cumplo con el orden que se espera de textos como éste.
Rosaura Barahona nació en México, estudió su carrera de Letras en el TEC, tuvo por compañero a Roberto Escamilla, mucho más suave que ella pero igual de solidario y lúcido, con el cual engendró una bella familia. Fue periodista, escribió para diversos medios pero la tradición aquí era su columna de El Norte donde su franqueza nos indujo a seguirla en cada entrega. La provocación de su verbo convocó polémicas, entreveros, acuerdos y enojos.
Tengo aquí conmigo su libro Abecedario para niñas solitarias dedicado con los caracteres inclinados y firmes que le conocimos y fechado en el Otoño de 1994 tal cual. En su introducción nos cuenta que a causa de una amiga que partió a Canadá y extrañaba mucho Monterrey, decidió entretenerla con algunas narraciones breves y fáciles de leer. Otra vez tal cual. Aparece así su feminismo, su intención de hablar de las costumbres y tradiciones a las que se ven sujetas las mujeres, sometidas y dependientes en tantas culturas diversas. Y con la misma rotundez que fue su característica advierte que un abecedario no le alcanza para tanto sometimiento. Se contenta en darnos algunas pistas y radicar en el humor sobre todo, el mismo que ella ostentó cada día de su vida y sobre todo cuando ya no podía respirar y nos comunicó con total ausencia de autocompasión que por favor no la invitáramos a ninguna parte puesto que debía cargar con su aparato respiratorio cada vez.
Para serle fiel, para acompañar esa economía de grandes gestos o palabras en su honor, decido pues tomar algunos de los epígrafes que eligió para su libro de niñas solitarias y contentarme con su última risa o la primera que me brindó.
Si yo hubiera nacido vaca, estaría contenta. Tendría un alma apacible y cuadrúpeda y unos ojos soñolientos.
Guadalupe Dueñas
Porque río y cumplo y plancho
entre nosotras los mínimos
dobleces de mi caos,
me declaro hoy a favor del gozo y
de la gloria.
Rosario Ferré
Te hablo, pero ¿te alcanza mi palabra?
Alaide Foppa
He dado mis semillas a la estéril viña del cementerio.
Frida Varina Ramos
Naciste del cruce
de tu madre con la muerte,
ni siquiera en la infancia
habrás sido rosada.
Cecilia Vicuña
Ya no me soporto en las grietas de la espera
Ni el sopor del silencio.
Enriqueta Ochoa
Y para dar fin a estas citas de mujeres que tan amorosamente elige Rosaura para su obra, concluyo con la que me consuela a mí de su pérdida:
Vuelvo a la semilla
al cielo secreto de la vida
y de la muerte.
Nemir Matos…
Pero ahora lo firmas y afirmas tú, querida Rosaura.