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Juventud extraviada del siglo XXI

diciembre 20, 2017Deja un comentarioCineBy José Pablo Acevedo

Tres amigos adolescentes vestidos con uniformes de futbol y balón en mano caminan por una colonia clasemediera de la Ciudad de México. Al llegar a la esquina de una de las cuadras, un teléfono público empieza a sonar. Rubén, Lucas y Mili, interpretados por Alejandro Guerrero, Fabrizio Santini y Paco Rueda, se acercan intrigados, pero no contestan.

 

Sopladora de hojas, ópera prima de Alejandro Iglesias Mendizábal, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, nos muestra un día en la vida de tres jóvenes de entre dieciocho y diecinueve años en un momento donde están a punto de saltar a la madurez. Atrapados mentalmente en una ideología adolescente de la vida, deciden irse al parque a echarse un toque en vez de irse a sus casas a prepararse para acudir al funeral de Martín Muñoz, un excompañero de ellos. Lucas, el más infantil de los tres, decide saltar sobre un montón de hojas cuando Rubén le apuesta diez pesos a que no lo hace. La historia comenzará a desenvolverse de una forma natural y llevará a sus protagonistas a lanzarse insultos que en un punto llegan a golpes, seguir con apuestas tontas que nunca terminan por pagarse y donde su valor sólo seguirá incrementando, pero sobre todo logrará visionar a tres chicos que inconscientemente saben que ésta es una etapa que no volverán a repetir.

 

A diferencia de Lucas que todo lo ve como un juego —como es un mal perdedor en un punto comienza una épica discusión de que el juego “piedra, papel o tijera” no tiene sentido porque de ninguna forma el papel puede detener a una piedra— Rubén es más reservado, es el apático del grupo. Viene de una familia que lo trata de impulsar a ser un adulto más, de llevarlo “por el buen camino” y que estudie y trabaje al mismo tiempo para ser responsable. Rubén quiere evitar ser como ellos, por eso ha decidido salirse de la universidad sin comentarles mientras ahorra el dinero. Su inseguridad disfrazada en exceso de confianza no permite que confíe plenamente en sus mejores amigos. En cambio Mili, que a simple vista es el más amigable y dulce de los tres, es el que guarda el secreto más oscuro. Sigilosamente se ha estado robando el correo de Georgina, vecina del complejo departamental donde habita, para impulsar una fantasía que fomenta al verla a través de la ventana de su departamento. Debido a unas cortinas que tapan la vista del cuarto de ella que sólo dejan ver sus piernas desde el piso donde él se encuentra, Rubén y Lucas la han bautizado como Muslitos. 

 

Tras haberse ido cada quien a sus respectivas casas, los tres amigos regresan al parque porque Lucas cree que al momento de lanzarse sobre las hojas perdió el llavero en forma de corazón que le regaló su novia Dany, que contiene las llaves del carro que ella le prestó. Pasita, como le dice de cariño, apodo que Rubén siempre aprovecha para burlarse de la relación sofocante que lleva su amigo, es para Lucas una espina de la que no se puede librar al no tener el valor de confrontarla. Es por esta falta de iniciativa que el resto de la tarde se la pasan pensando en cómo encontrar las llaves, siendo sus opciones una sopladora de hojas, un detector de metales, rastrillos o escobas, dándole vueltas al asunto mientras postergan lo inevitable. El sonido del teléfono público del principio se vuelve a repetir al final, creando una atmósfera de aprisionamiento, como si existieran en un bucle de tiempo del Twilight Zone o quedaran sujetos a este espacio público en vista de vecinos metiches y un vagabundo que cree estar buscando también unas llaves.    

 

El elemento buñueliano en la narrativa permitió a Mendizábal, coguionista de la película junto con Luis Montalvo, el director de fotografía de la misma, aventurarse a la fantasía que le fascina y que se muestra en sus pasados trabajos del CCC. Contrafábula de una niña disecada, su tesis de la institución, nos adentra a un mundo rococó que contrasta con la naturalidad de su largometraje. Esto se debe a que sus pasadas producciones partían de la imaginación, mientras que Sopladora de hojas nace de una anécdota donde Alejandro, Luis y Samuel Sosa, productor de la cinta, buscaron por horas en un parque las llaves que el mismo Alejandro perdió tras haberse lanzado a unas hojas mientras todavía eran estudiantes de cine. Se tiene la idea de que el ser ocioso es un aspecto negativo en las personas, pero a veces esta falta de ganas de hacer algo productivo resulta en momentos inimitables de la imaginación. 

 

Siguiendo a Temporada de patos como la visión que se tiene de una comedia mexicana versión chilanga citadina, Sopladora de hojas permite que sus personajes sean más que sólo una simple representación de lo que se ve en pantalla. Mili encarna a la clase media trabajadora que suele ser la más lastimada al querer mediar y mantener la paz y el equilibrio entre la clase alta y baja, siempre viviendo con la culpa de estar mejor que el de abajo y jamás siendo capaz de alcanzar la perfección y comodidad de arriba. Rubén es el nini que se repudia a sí mismo y a la clase entera a la que pertenece, así que busca negarse, huir o destruirla. Lucas representa la juventud utópica pero bien intencionada que busca cuestionar lo establecido. Otro personaje memorable, relevante en el país actual, es aquel de su compañero que estudió diseño gráfico, quien le receta a Mili crema vaginal para tratar una picadura de “cara de niño”. No sólo evidencia a una generación de profesionistas ineptos que no ejercerán en su rubro y proveerán un servicio menos que adecuado, sino también a una institución en decadencia al borde del quiebre como el IMSS.

 

También la vecina que irrumpe con su búsqueda es un personaje importante, ya que ejemplifica la fricción entre los mayores y los jóvenes. Ella asegura que lleva diez años juntando estas hojas aunque nadie se lo pide, y si bien no perjudica a la sociedad, sí es un obstáculo para la juventud (incluso al final termina siendo irrelevante). Quizás el más trascendental de estos personajes secundarios es el vagabundo desvergonzado, que aunque representa a lo que nadie quiere ver, logra ofrecerles un gran consejo: “lo que sea que estén buscando tienen que encontrarlo rápido, porque el otoño está por acabarse y estas hojas no van a estar aquí para siempre”. Los tres amigos se cuestionan cómo es que alguien termina así, quizás es cuando dejan de buscar o buscan incesantemente sin saber qué quieren encontrar.  

 

*Imagen de portada: cinepremier.com.mx 

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Alejandro Iglesiascine mexicanoJosé Pablo Acevedoreseña
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Sobre el autor

José Pablo Acevedo

Crítico de cine en sus ratos libres que no está pensando en historias qué convertir en cortometrajes. Ha escrito para Cinemauno y las extintas publicaciones El buen invierno y R for Release.

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