Resumen
El presente trabajo no es un ensayo sistemático, sólo pretende detonar algunos aforismos como posibles tesis sobre la desaparición forzada. Esta violencia requiere una apertura múltiple que permita abrir lo posible a interrogar. Siendo el cuerpo, lo representable, la violencia y la vida las guías posibles para hilar las presentes tesis.
I
El cuerpo es la verdad, en su temblor se conjugan los verbos para proyectar sus tramitaciones afectivas. No hay verdad sino a través del cuerpo que resuena.
II
Resonar es temblar desde fuerzas externas, límites; es ser la frontera que re-estructura territorios. Es la fuerza soberana que escribe las líneas del adentro y el afuera. Estas fuerzas son tan íntimas que por eso ese signo del afuera haló un temblor soberano.
III
La materialidad del cuerpo se cubre de la materialidad simbólica signante que atraviesa los cuerpos encontrados al nacer palabras de luz. Sólo así es posible existir como vida. La vida da sus múltiples aperturas por los cuerpos que encontrados vuelven presente el pasado que se actualiza en cada instante. Así los instantes del tiempo discontinuo no tienen resonancias sino por la cercanía y la lejanía de los cuerpos que algo pueden decir.
IV
Cuando al cuerpo lo desaparecen las materialidades simbólicas lanzan ondas del reducto en nada consistente. Este resto es nuestra constitución que hace un corto-circuito a todo orden, sistema, axioma, postulado. Este resto es la vía regia al final último desde donde todo fundamento se traga a sí mismo.
V
Las consecuencias del acto necesitan el acto. Una acción negadora que se niega a sí misma para positivizar la inocencia de un lapso de vida enviado al olvido, como si el recuerdo que valiera fuera el de la Justicia, niega también espacios de tiempo de acción. Así, desaparecer personas es el acto que niega la misma existencia de quien comete tan atroz crimen. Luego, la impunidad es el nombre que se le da a la otra parte cómplice del acto, quien viene a dudar de la veracidad del acto, a poner en acto la duda.
VI
La octava tesis de Walter Benjamin empieza “La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de emergencia’ en que vivimos, es la regla[i]”. O como en otras lecturas resumen: el estado de excepción es la norma. Normados en la excepción. La excepción es otra cosa que la decisión o la indecisión, es abrir el acto sin claridad jurídica ni política; es donde se muestra una fuerza irreverente a todo estatuto; también podría ser el ropaje para una conceptualización.
Por lo tanto, la desaparición forzada es la excepción de nadie para devolver la ausencia de fundamento de cualquier postulado político: sin cuerpo resuena la vida como vínculo singular.
VII
Dicen que la desaparición forzada es “un vacío de sentido”, esto sólo muestra que no sabemos escuchar, que el oído fue duramente educado para discriminar tonos, volumen, fuerza. La desaparición forzada es un exceso de sentido que se teje desde el cuerpo de quienes buscan. Si pudiésemos escuchar desde otros horizontes.
VIII
El capitalismo pone la mercancía como el corte comunitario o vincular. Dice Jameson “sólo el capitalismo constituye una formación social (es decir, una multiplicidad organizada de personas) unida por la ausencia de comunidad, por la separación y por la individualidad[ii]”. Así entendido, pasar a valor de cambio como objeto en el umbral del nomos, de lo normado, del efecto de fuerzas, pone sobre el texto la desmitificación ética de la existencia para volvernos muerte en la mercancía del nomos primordial: la confrontación producto de fuerzas anulantes.
La primera fuerza anulante es la reificación como proceso mitológico al convertirnos en valor de cambio.
La segunda fuerza anulante es el narcisismo exacerbado por la ausencia de límites.
La tercera fuerza anulante es el proceso del falseamiento representativo de las instituciones de seguridad.
La cuarta fuerza anulante es la apariencia de universales carentes de crítica, llámese seguridad, bienestar, justicia o igualdad.
Es en los vértices de estos encuentros que el cuerpo es menos que mercancía, sino sólo grasa para las tuercas de la gran maquinaria anulante del mercado ilegal.
IX
La ponzoña reactiva por lo extraño, ese gesto que expulsa lo otro, ese gesto que emerge por temor a la aniquilación de uno mismo -no conceptualizable: por eso el acto reactivo–, llamado también miedo. Ese gesto es la síntesis a priori moral que dirige relaciones. El saber es una producción reactiva ante el miedo a la muerte, en este sentido, y desde varios frentes, el síntoma de la desaparición forzada es la aporía fundamental por la reacción primigenia.
Ya sea por el combate a una planta que era considerada “nociva” no por normalidades científicas, sino por temor en la percepción fenoménica de sus efectos. En el peor de los casos, la regla que mide su nocividad, está en función de la productividad del obrero, viéndose menguada -o no- por aquellos productos naturales o sintéticos.
Quien desaparece puede ser el murmullo sostenido en sordina por el mismo límite marcado con el gesto-trazo del miedo a lo irracional del acto.
Bis.
Transversalmente la escritura es una reacción en sí misma en un campo de batalla para extender la impresión de atrocidades: entre la grilla de una escritura académica y la libertad de la prosa poética, escribir es también la resonancia del cuerpo queriendo significar lo irrepresentable.
X
Las violencias ahondan, como golpe constante, nos hunden el paso. Luego caminamos de bajada en el cráter. A veces ya no se distingue el horizonte, a veces caminar en el fondo por esta penumbra podría parecer la cotidiana espesura del vacío. Y sólo cuando sudemos, nuevamente, el ardor de las bombas, temblaremos lo que dejamos de hacer para que eso no suceda. Y para que no vuelva, hay que seguir andando, subiendo hacia nuestro afuera donde reconstruiremos todo.
XI
El resto es el todo. A los años del olvido del objeto, de la cosa, de su desnudez sagrada, las buscadoras llevan en su canto el manto del primer y último ropaje para nuestro ser. Por eso el resto, como trabajo que sobra en la ganancia de cualquier mercantilización, tiene latiendo la luz oscura como la parte sin la cual el espacio no adquiere profundidad: para que la vida resalte, sus sombras son nuestros necesarios imperdibles. Esto es, el relieve de la vida es el propio proceso en la muerte que nos cobija con sus rituales, sus duelos, sus monumentos, sus memorias, sus fantasmas. Estamos alcanzando la verdad del cuerpo sin vida para darnos vida en el ciclo, que cobijen los rituales, como si fuéramos caminando a su encuentro, del cuerpo, una vez encontrada la verdad vemos que el pasado y todos los momentos descolocados se entretejen y cubren desde nuestros pasos dados el manto sagrado del cierre. Lluvia que fertilice nuestra memoria será la verdad del cuerpo que habrá de reverdecernos nuestra digna vida por amor.
Así, el resto es el todo porque este no cierra sin el desliz, constante, del sobrante. Sobrante en la vida. Si eso es la desaparición forzada, sólo nos queda ir por él. Buscar la verdad es el cuerpo, desde el cuerpo. Irrepresentable, la memoria que se agolpa sin materia, la mediación es un error, la unión de lo inanimado es la vida representada en el sonido que escupe la tierra al caer las rodillas con el llanto. El llanto: nacimiento.
XII
Habiendo la nada en el fundamento de la formación política la desaparición forzada es el hoyo negro de toda la existencia.
Todo lo escrito que da lugar a la ficción de un acuerdo; todas las mediaciones; todos los orígenes; todas las palabras. Todo esto carece de consistencia. En el momento de escriturar un deber, un hacer, un enlace representativo, en ese momento hemos perdido algo. La fuerza que debió asentar una marca.
Al fundamento se le fija con sangre: es la única manera de marcar su origen. Sangre que penetra la tierra volviendo sombras espectros por deudas no asumidas. La deuda se transfigura en la misma mediación como el más en lo imposible, esto es: la deuda es un más en el intento de representar la existencia. Pero este más es ajeno a la necesidad: es la misma forma de la sangre derramada para solidificar el fundamento del existir.
Ahora bien, la sangre corresponde a vencidos olvidados, pero, la actualización del fundamento esta transversalizado por otras producciones que le impiden matar en ausencia del llamado a su nada fundamentada. ¿Qué hace para solidificar su tótem? La respuesta es endeudarse. Endeudado el fundamento tiene un más que es imposible de llenar. Es en ese intento de llenado que algo muestra la producción del más, es que la nada no se puede sumar y lo único que provoca es un más nada (+N).
Ese +N es lo que endeuda el fundamento sin mandarlo a la nada, es su desdoblamiento: de su firme y constante proceder, de sus prácticas institucionales que cortan fronteras para recorrer todo volviéndonos una esfera sin ventilación y con ruido y prisa constante; ese desdoblamiento es el espacio virtual del +N. Y lo único que es +N es el capital financiero.
Es ahí, en ese +N a donde son enviados toda la existencia para pagar esa deuda, no sólo del capitalismo por el mercado ilegal de las drogas, sino por el mismo reflejo en el fundamento endeudado. Este es el corto-circuito total a cualquier fundamento y su deuda: más seguridad más más nada 1)+S)+(+N que resulta sino un fundamento que se come a sí mismo llenando ese +N. Ahí, llevarse cuerpos, esa violencia de la desaparición forzada, es por mucho no sólo la sangre de los muertos, es llevarse al espacio succionado en +S + +N toda certeza material.
La desaparición forzada ha eliminado la frontera amigo-enemigo: desaparecer, sin embargo, trenzó el movimiento de las fuerzas que buscan, nuevamente, el fundamento inmanente del deseo para volver al desear. Por eso, la desaparición forzada es la muestra del vacío primordial a dónde y desde dónde el agujero busca sus bordes para rehacer vida. Por eso, que alguien, cualquier existencia deseante vinculada sea llevada a la no existencia es por el (+S) + (+N) que fundamenta su propia extinción.
Lo único que se suma a estas dos fórmulas es la vida, por eso, la aritmética del fundamento ha perdido toda referencia al infinito y sin embargo hizo de él la muerte del presente: en el infinito de la deuda sólo nos queda invertir los términos.
XIII
Si la verdad es el cuerpo que llama al encuentro para dar tierra a la idea dispersa, que nos inunda, que nos ensombrece los pasos hasta llegar al lugar del encuentro, si la desaparición forzada lo que genera es un exceso de no-idea sin referencia específica, es sólo hacerse espacio en la materia donde podremos marcar el signo de la vida como proceso continuo.
Por esto, aquí lo que se estima propicio es la responsabilidad de las atrocidades y no las culpas enduedadas por fundamentos olvidados, es otro tipo de deuda, es la deuda al por-venir. Es como cuando los familiares signan el espacio como la grieta visible que nada podrá cubrir, es esa grieta la muestra de la fuerza que le pone la máscara oficial a la razón de la política como institución: es más nada más seguridad, esto es, la inversión de los términos para terminar en el punto donde somos el más imposible de representar.
Por eso, cambiar la fuerza reactiva por una activa que llama a la responsabilidad por una deuda al por-venir es totalmente distinto al rencor nihilista de la reacción. La reacción ha sido ejecutada y mirada en su flecha que arroja el fuego a la muralla del vacío. Entonces, fuerzas activas que por deseo encuentran vida.
XIV
El espacio del más nada siendo “dominado” por el capitalismo está en disputa justo por la apertura que dejó al descubierto al resonar el hueco del fundamento de la vida que vale como vida, más bien, de la existencia por encima de la vida. ¿Cómo algo va a existir excluyendo la vida, excluyendo a quienes pueden dar existencia a lo demás? ¿Será que la exclusión de la vida es la vida sin fundamento, sin conciencia de sí misma, sin confrontación con un otro que le de sustento?
Pero este espacio es un lugar límite, una brecha que muestra la imposibilidad del afuera y justo el punto desde donde todo parece resquebrajarse: lo más cercano al afuera, donde no hay posible escritura sino la del cuerpo que signa las siguientes menciones de un trauma que es psicopolítico: cuerpo-alma-deseo.
XV
El acto que se consolida como negación de sí mismo es el límite de la fuerza gravitacional hacia el vacío. Es como hacer y negar el hecho, pero en este hacer hacemos hacia el otro que deja de ser otro para ser sólo residuo de un mercado que oscurece el firmamento con sus postulados. Por eso, acercar a esta tesis la mención de Roudinesco[iii] sobre Lacan y Antígona, nos da un lugar como la borradura del crimen y “la desaparición de toda huella del cadáver” (comentando a Sade), esa “entre-dos-muertes” de Antígona, la de ella y la de su hermano imposibilitado por un Estado que niega su estar en el mundo del vínculo: otro acto que niega el acto.
Entonces es el acto que se niega a sí mismo como la total implosión de la existencia llevándose consigo lo que esté en su cercanía, a su mismo motivo de actuar. La desaparición forzada si bien es extensiva del Konzentrationslager Auschwitz es como si, una vez ocupándonos de la “cesura” del Holocausto, nos alcanzara por la espalda, por las sombras, por las esquinas, mientras los juicios prendían sus luces y nos indignábamos ante la cúspide de la modernidad -parafraseando a Bauman- y fragmentada. No habíamos dado cuenta que cada posible inexistencia nos habita y ahí, en ese acto de negar el acto encontramos un obrar puramente humano [pero de un hacer humano con límites se difuminan en las manos, somos verdugos de un astro que enfría la sangre y nos muestra el metal dorado en el frente como único motivo].
XVI
El acto que se borra a sí mismo sólo puede ser sostenido en el límite por otra fuerza que empuja desde las tinieblas la posibilidad de ver, de un ver que es acto del cual encarna una filosofía de la vida.
Este confín del acto que se niega a sí mismo, en esta estela cargada de incomprensión que se traga el entendimiento; en esa brecha de ilimitada fuerza gravitacional, nos decimos ser el aliento en el límite nuestro. Aquí, entonces el acto que se niega en su fundamento y por lo tanto en el ser de lo humano, nosotras sostenemos en nuestro cuerpo el imperceptible movimiento del límite (desde donde es-siendo posible mover la marca como ley grabada en piedra). Es, no ‘otro punto de vista’: es el punto ciego donde puede ser posible la vista-acto, es el punto donde nace la vista, desde la mayor ceguera por la fuerza del resentimiento que se traga el acto consigo mismo, ahí, una fuerza de vida da lugar a la luz que nos muestra sus destellos.
XVII
El último acto que nos queda, a toda la memoria de la vida como posibilidad vincular, es doblegarnos ante nuestros imposibles y salir, del corte, la posibilidad ética de existir. Y la fuerza de la vida es la única múltiple re-organizada que vuelve a escribir desde la materialidad del horizonte nuestro siguiente paso para seguir buscando vida.
[i] Benjamin, W. (1940) Tesis de filosofía de la historia. Pp, 5. Recurso en línea: http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Benjamin-TesisDeFilosofiaDeLaHistoria.pdf
[ii] Jameson, F. (2013) Representar el capital. Pp, 29. Fondo de Cultura Económica, Argentina.
[iii] Roudinesco, E. (2012) Lacan, frente y contra todo. Pp, 110. Fondo de Cultura Económica, Argentina.
*Imágenes: pixabay.com.
References
1. | ↑ | +S)+(+N |