Me dicen por estas malditas redes que te has muerto, carajo, que te llevó por fin la calaca golosa de tu sangre siempre nueva, de tus proyectos, de tus inventos día a día con el teatro, me dicen cosas raras que no entiendo, hace tanto que nos llegamos uno al otro despacito y anduvimos de parranda teatrera, de viajes insólitos, de complicidades donde todo mundo se hacía a un lado… Te ocupaste de mí. Yo huérfana en el teatro regiomontano que no me quería ni nunca me quiso y vos aceptaste llevar el estigma de quererme un poco. Y de ayudarme, porque cómo me ayudaste y qué miedo me dio invitarte a colaborar conmigo, tú un grande de aquí de este teatro malo y envidioso, y sin embargo hicimos migas, nos contamos la vida, nos solazamos en los amores semejantes, nos contamos todo, Sergio, cada amor y cada pérdida, cada sueño y cada derrota. Y ahora estoy sola ¿sabés? Porque de dónde saco yo para mi memoria diaria un compinche como vos. Ya sé, ya sé, te enojaste conmigo por un viaje que hice cuando eras coordinador de la Escuela y no te invité. Lo supe mucho después… ¡si supieras que no fue traición sino solidaridad! Pero bueno, recuerdo cuando llegaba de Argentina y Dardo me contaba la puesta que habías estrenado. Siempre estrenando teatro tú. Me acuerdo cuando te entrevisté para mi novela y me contaste de Antígona, el cartel y Rosama. Me acuerdo la última vez que te vi aquí en El Portón, y tu abrazo fuerte y rotundo como si estuviéramos reconciliándonos, como si quisieras asegurarme que sin vernos, sin las cenas y las comidas de aquellos tiempos seguíamos en el respeto y el amor de cada día.
Sergio García fue el más generoso de los colegas, nunca se violentó ni violentó esta difícil comunidad teatral. No soy quién para hacerle el más merecido de los homenajes, estuve con él una década y media apenas. Sin embargo me regaló su confianza, me compartió sus amigos y su familia, y nunca oí de él una sola palabra que lesionara a otro profesional de su estirpe. Rebusco en mi memoria algo que me recuerde un gesto hostil de su parte y no hallo ninguno. Creo que eso alcanza y sobra para extrañarlo mucho y por mucho tiempo. Ojalá las generaciones actuales hallen el modo de conectarse con su obra y su ética.
Foto de portada: Blogdelregio.com