
Vamos al hospital y, en la casi inocencia que nos da la enfermedad, alguien nos mira, nos escucha, con sensibilidad de poeta. Es cierto que la poesía se encuentra en cualquier sitio, pero no siempre hay ahí un poeta para presenciarla y devolverla luego hecha expresión. Merari Lugo Ocaña es esa poeta y médico a la vez que puede darse el lujo de observar el mundo clínico con ambas miradas, con el bagaje de ambos conocimientos: el del cuerpo y sus procesos físicos relacionados con la enfermedad, y el de la construcción del verso y la imagen en la poesía contemporánea. Así lo confirma en el libro Signos vitales ―aún inédito―, con el que obtuvo el Premio Enriqueta Ochoa en 2016.
Hace unos días, el filósofo italiano Franco Berardi vino a la ciudad de Monterrey y nos recordó aquella idea de Víktor Shklovski, escrita un siglo atrás, acerca de que el arte existía “para percibir que la piedra es piedra”. Pienso en eso mientras preparo este texto pues es justo lo que los poemas de Merari Lugo revelan; que hemos de percibir quizás de nuevo, quizás de otro modo, lo que está frente a nosotros: “la minúscula mano” del prematuro en “la sala de los llantos”, en donde éste pasa no su última, sino “su única noche”; o bien, el “sonido de tambor pequeño” que se produce en la oclusión de una arteria en un cuadro de embolia.
Hubo un médico alemán y poeta que escribió un puñado de poemas (Morgue y otros poemas, 1912) con imágenes a partir de sus observaciones forenses en un hospital en el que hacía prácticas. Se llamaba Gottfried Benn y su poema “Sala de parturientas” comienza diciendo: “Las mujeres más pobres de Berlín…”. Un siglo después, Merari inicia su poema “Aborto incompleto” diciendo: “Llegan solas al piso de Obstetricia…” No podemos dejar de pensar que se trata de la mujer y su corporalidad, la de todas las mujeres de aquí y allá en el acto de parir o expulsar un cuerpo de su propio cuerpo. Pero, atención, aquí los poetas nos han hecho un agregado particular en cada caso: pobreza uno y soledad la otra; los lugares: Berlín o una fría sala de Obstetricia, respectivamente. Así, Merari actualiza estos acontecimientos y los trata en el verso con la firmeza del bisturí, pero no sin los cuidados necesarios, la delicada atención a los signos de la vida y los signos de la muerte.
Además de la selección de Signos vitales que presentamos a continuación, el lector puede apreciar la lectura de los poemas en audio, a cargo de la propia poeta.
*
Tú extiendes flujo de otro modo: hueles tu enfermedad en otros cuerpos.
Nadie vendrá con una luz sobre tus llagas.
Antonio Gamoneda
Prematurez
El líquido amniótico aún fresco
impregna la sala de los llantos.
La nulidad en sus pulmones
cuelga de un respirador.
La minúscula mano se aferra
a una simple cánula de plástico.
Esta muerte es la única noche
de un recién nacido pretérmino,
su madre cansada le acaricia el pecho
para que se hunda aún más.
Aborto incompleto
Sus amorosas pérdidas se ocultan bajo el velo
No se han detenido en las planchas de parir.
Myriam Moscona
Llegan solas al piso de Obstetricia
con la pubertad y el amnios resbalando entre las piernas.
Señora, entre al cubículo,
quítese toda la ropa,
póngase la bata con la abertura hacia atrás.
Y así, pájaro mecánico, canción de médico externo,
innumerables veces en un solo turno
la misma indicación:
Abra bien las piernas,
los pies en el pedal.
Va a sentir mis dedos helados,
le va a doler, no ponga resistencia.
No, madre, no puje,
la vamos a someter a un legrado.
Vístase y espere dentro de la sala.
No olvide firmar consentimiento.
La siguiente, grita un interno a la distancia
y ellas, algunas por dolor o por instinto,
permanecen un momento más en la camilla
para borrar con la bata las huellas de su sangre
y buscar a sus hijos derramados en el suelo.
Esclerosis Tuberosa
Nos instruyeron
para abrazar la premisa:
Todo sistema es fallido.
Mi hermano nació bajo el influjo
de un astro cromosoma 9
que no formaba constelación alguna:
es un defecto, señora, una mutación de novo,
ahora tiene un niño especial, un angelito.
Mi madre, que creía en proporciones áureas
pensaba que llenando su cabeza de verduras
y de palabras santas el estómago
callaría cualquier error de transcripción,
hasta que en una resonancia de cerebro
un astrocitoma supratentorial 4×5
lo arrojó al hospital.
Cuando lo volví a ver
tenía la cabeza rasurada
y una cicatriz marcaba el sitio de la sutura coronal.
Todavía estaba envuelto en el sedante
cuando levanté su cuerpo para llevarlo a casa;
estaba vivo, nos sentíamos felices
y la marca de su cabeza en la almohada
nos correspondía con un círculo perfecto.
Embolia
Bajo su cuerpo hueco
toda sonoridad se desprende:
Al percutir el hígado,
un pájaro canta en la punta de sus pies
El trombo ocluyendo la arteria
hace un sonido de tambor pequeño
Mi abuelo dijo que sí a la eutanasia
él merece la música suficiente.
Amalgama
En la sala de shock-trauma
escucho las células morir.
Un alcohólico grita su abstinencia,
su voz rebota en los pulmones de una niña.
Dos familiares disfóricos
reclaman la puntualidad de los servicios.
Las alarmas en terapia intensiva
son ignoradas hasta terminar el turno.
Treinta y dos recién nacidos lloran
en un concierto de cuerdas.
En el cuarto contiguo
una anciana respira con dificultad.
¿No era el ruido uno de los signos
evidentes de la vida?
En años pasados se comprobó la hipótesis:
hay plantas que se marchitan más rápido
ante ciertos sonidos.
*
Merari Lugo Ocaña (Hermosillo, Sonora, 1990). Poeta y Médico Cirujano Partero. Poemas suyos han aparecido en medios impresos y electrónicos, destacando las antologías Espasmo: Muestra de poetas de Monterrey nacidos entre 1986-1997 (UANL, 2016); Zaragoza arde la TV (UANL, 2016) y Los árboles arrancan su cuerpo de la sombra (Bitácora de vuelos, 2015). En 2016 mereció el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa por Signos Vitales, su primer poemario. Actualmente vive en Monterrey, donde cursa la Especialidad en Psiquiatría.
*Imagen de portada: Dino Valls.
Felicitaciones Merari, lloré con Esclerosis tuberosa, porque lo viví con su mamá. Un abrazo donde quiera que esté. Dlb.
Los viví… Cada uno, los hice míos!
Gracias nena.