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Primer acto. Una cita de Borges: “El humorismo es, lo sospecho, un género oral, un súbito favor de la conversación, no una cosa escrita.” Ésta proviene de una nota sobre Bernard Shaw, el más importante escritor humorista de hace cien años. Su biógrafo más célebre, Eric Bentley, parafraseaba las críticas a las comedias del autor irlandés de la siguiente manera: “Si fuera más articulado el extendido prejuicio contra el teatro shaviano, podría adoptar la forma de un silogismo: las comedias de problemas son un género inferior; las comedias de Shaw son comedias de problemas; por lo tanto, las comedias de Shaw son inferiores”. ¿De dónde procede esta percepción negativa de los “géneros hilarantes”? Echemos un vistazo a la historia. En su Poética, Aristóteles clasificó a la comedia como la imitación de los peores. Platón le propinó un ataque de tos a Aristófanes, el más importante comediante de Atenas, en El banquete (en el momento justo en que iba a exponer su teoría sobre los seres híbridos). Desde la antigüedad, la comedia estaba condenada y subordinada a su entorno inmediato. Sin embargo, podríamos preguntarnos: ¿hay algo más universal que la risa? Cada época de la humanidad, al menos en el ámbito literario, ha presentado manifestaciones, múltiples, diversas y contradictorias del humor.
Freud, en su célebre ensayo El chiste y su relación con el inconsciente, dice, por ejemplo, que el chiste es la conducta activa del sujeto, y es ese carácter el que distingue al chiste dentro de lo cómico; es decir, de nuevo tenemos la condición oral o presencial del humor. El chiste tiene que ser contado, puesto en el esquema de la comunicación, con un emisor (quien lo cuenta) y un receptor (quien lo escucha), además de ser canalizado en un mensaje que sea compatible y entendible para amas partes. Demasiados requisitos para obtener una sonrisa.
Segundo acto. Recientemente se cumplieron noventa años del nacimiento de Jorge Ibargüengoitia. No soy afecto a las efemérides, pero la fecha me hizo pensar en las condiciones actuales para el desarrollo de una literatura humorística (o en la cual se maneje el humor con cierto grado de maestría). La narrativa de Ibargüengoitia era, entre muchas cosas, un dispositivo crítico contra la atmósfera contenida, vigilada y autorregulada del México posrevolucionario y priista.
Ahora vivimos en una época inversa (no digo que la censura y el control oficiales hayan desaparecido, sino que se han transformado). El humor escrito ya no opera contra el oficialismo (eso lo hacen los memes), sino contra lo políticamente correcto (otra forma de control y autocontrol). ¿Es entonces la literatura humorística una forma de resistencia? ¿Manifestación de alguna pulsión inconsciente? ¿Licencia para decir lo que de otra manera no diríamos? ¿Se puede llevar a cabo en un momento, como el presente, en el que se nos dice hasta el cansancio que somos o aparentemos ser libres y con menos prejuicios?
Tercer acto. Una escena de la serie Comedians in Cars Getting Coffee: Jerry Seinfeld conduce un Lamborghini Miura, modelo 69, y sentado en el lugar del copiloto viaja Chris Rock. El auto acelera al tomar la autopista, un oficial de tránsito se percata y comienza a seguirlos: los alcanza y les ordena estacionarse. Chris Rock mira a Jerry y le dice con la expresión contrariada: “Si no estuvieras tú aquí tendría miedo”. Las risas se detienen o se congelan en un gesto de temor. El humor en los tiempos de Donald Trump…
¿Estaremos entrando a una era donde el humor será denunciado y marginado como manifestación de un estado primario o primitivo, y por lo tanto inadecuado para las nuevas formas de relaciones, tanto privadas como públicas? Hablo, por supuesto, de un humor articulado (no del simple recurso del pastelazo y el golpe físico, que parece tener, en los medios y redes sociales, muy buena salud). Si la condición efímera del chiste, se reduce, aún más, con la instantaneidad del mundo digital, qué podemos esperar, por ejemplo, de una novela o relato humorístico.
Al cerrar los tres actos, me pregunto: ¿Cómo se llamará la obra? ¿Cuál será la manifestación humorística —el dispositivo crítico— de nuestra era? Imposible saberlo a ciencia cierta. De lo que sí tengo seguridad es que al llegar —en caso de que llegue, claro— será denostada como un género menor o, peor aún, como una manifestación censurable.
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