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Jesús no discrimina: Cristianismo incluyente en Monterrey

abril 20, 2018Deja un comentarioCastillosBy Miguel Martínez Jiménez

En Diego de Montemayor 219, en el centro de Monterrey, hay una iglesia cristiana. La conforman dos casas juntas que son por un lado el templo y, por el otro, las oficinas que ofrecen estudios bíblicos y demás servicios pastorales. Salvo por tres pequeños vitrales circulares, la fachada podría pasar desapercibida como recinto de fe, ya que se pierde entre el árbol en la acera, las cocheras de los vecinos y los parquímetros. Esta fraternidad cristiana no es como cualquier otra. Se trata de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana “Casa de Luz”, congregación ecuménica e incluyente que lo mismo reúne a sus feligreses para orar y ofrecer alabanzas al Altísimo —todos los viernes a las 8.00 pm y los domingos a las 6.00 pm—, que para celebrar enlaces nupciales sin importar el género de quienes se unen ante Dios, y acoge a una grey de orientaciones sexuales —principalmente gays y lesbianas—  con antecedentes religiosos diversos que no encuentran en la ciudad espacios seguros para ejercer su espiritualidad sin ocultar lo que son.

 

Este lugar —que en enero pasado cumplió veinte años de haber abierto sus puertas— tiene, además, una particularidad de relevancia histórica. En 2001 y con poco más de doscientas personas, la primera Marcha del Orgullo en la ciudad se organizó ahí mismo, en una época de miedos, represiones y angustias añejas, y partió de un punto muy diferente al de las instalaciones de Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma como sucede ahora. Desde ese día, en cada celebración de la marcha, la Casa de Luz participa con un contingente acompañado de cantos de adoración y alusiones al amor incondicional de un hombre llamado Jesús, al grado que ya se ha vuelto una tradición observar el paso de su inconfundible carro alegórico con entonaciones de alabanza y sin strippers. Hablar de cristianismo y diversidad sexual (o derechos sexuales en general) a muchos les parece una contradicción, pero el reverendo Alejandro González, pastor de la Casa de Luz, considera que se trata de un tema de absoluta congruencia.

 

No es casualidad que en un centro urbano con tantos contrastes como Monterrey, la historia del activismo LGBTIQ esté ligada para siempre a una iglesia cristiana. Después de todo, no olvidemos que desde el año 2013 Jesucristo tiene las llaves de la ciudad donde empresa e iglesia son cosas igualmente sagradas.

 

*

Tal como compartió Mariaurora Mota en una entrega anterior para Revista Levadura, Casa de Luz lleva ese nombre en alusión a un faro, que en inglés se dice lighthouse, figura que actúa como símbolo de la fe. El reverendo David Pettit llegó a la ciudad en 1998 con la misión de comenzar una congregación de entre las más de cuatrocientas con las que hoy cuenta esa institución y que están distribuidas en más de cuarenta países. La Iglesia de la Comunidad Metropolitana es célebre por enarbolar como misión social y espiritual la lucha por los derechos de las minorías, con especial énfasis en las personas LGBTIQ.

 

Desde entonces, Casa de Luz ha fungido principalmente como una especie de refugio para muchos jóvenes que se sienten rechazados y excluidos en sus comunidades. También hay que decirlo, de algún modo se trata de un espacio seguro de encuentro para conocer gente y socializar fuera de lugares comunes como bares, antros o aplicaciones virtuales y redes sociales. En sus instalaciones se llevan a cabo actividades seculares como charlas para padres y madres de la diversidad, o talleres que promueven la salud sexual y el ejercicio responsable por medio del uso del preservativo. En una conversación que sostuve para el programa Mariposario en Levadura radio, le hice saber mi sorpresa a Alejandro González respecto de estas actividades, pues no es común que comunidades cristianas promuevan el uso del condón. Me contestó sin rodeos que es verdad que el cristianismo ha manejado la sexualidad en general de una manera desafortunada. “No es sólo un asunto de persecución hacia la homosexualidad, sino a todo tipo de manifestación de la sexualidad humana. Nosotros no estamos de acuerdo con esa visión limitada y limitante, pues promovemos el cuidado amoroso y el respeto por nuestros cuerpos y nuestras parejas, en un marco de responsabilidad y ética”.

 

Sobre la persecución a la homosexualidad, Alejandro considera que se basa en unas cuantas citas bíblicas sacadas de contexto, por lo que es fundamental revisarlas y estudiar los libros sagrados en grupo y con una perspectiva histórica que permita discutirlos. Hay un versículo famoso atribuido a Pablo en la primera Carta a los Corintios 6: 9-10 que ha sido la base del rechazo cristiano a la homosexualidad. Sin duda no es el único ni el primero en aparecer en esa antología sacra llamada Biblia, pero su presencia dentro del Nuevo Testamento le da una fuerza que hoy todavía provoca ansiedades en las personas LGBTIQ que crecen en hogares cristianos. El texto dice más o menos así, según las distintas traducciones que existen en el mercado editorial:

 

“¿No saben ustedes que los que cometen injusticias no tendrán parte en el reino de Dios? No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones”.

 

Para el reverendo Alejandro González, está claro que esa cita bíblica nos incluye a todas y a todos (y a todis). Se trata, dice, de dejar claro que para Dios nadie está exento de pecado. ¿Quién no se ha emborrachado? ¿Quién no ha dicho maldiciones o cometido injusticias? Por lo tanto, tod*s estamos llamados a seguir el ejemplo de Cristo y perseguir el Reino de Dios. Me dice eso, y yo respondo con malicia que me parece curioso cómo las lesbianas están lejos de la furia de Pablo y muy cerca del Reino de los cielos (hay una traducción que en lugar de “homosexuales”, dice “ni los que se echan con varones”). Alejandro me contesta con su voz pausada y serena, muy de pastor, que no hay que olvidar que en los tiempos de la conversión de Saulo la palabra homosexual, y por ende  sus connotaciones, ni siquiera existía. Claro, esa palabra se inventó en el siglo XIX dentro de un marco médico. Es necesario, pues, tratar estos textos con distintas lupas antes de lanzarse a condenar a tantísima gente. Aunque habría que subrayar que ni los avaros ni los maldicientes han sufrido tanta persecución o pagado las mismas consecuencias de estas palabras como aquellos que se echan con varones.

 

Alejandro González no quita el dedo del renglón: Casa de Luz es una institución incluyente y ecuménica. “No discriminamos a nadie. Es que Dios no discrimina. El mensaje de Jesús es claro: Todos somos iguales y debemos amarnos los unos a los otros”. Entre las actividades fuera de la liturgia que la Casa ha llevado a cabo, me llama la atención una que involucra a mujeres trans que se dedican al trabajo sexual. Tras algunos intentos fallidos por atender a este sector —el más vulnerado dentro de las siglas LGBT— la iglesia logró un acercamiento a través de un acto de profundo respeto y empatía: Tras el asesinato todavía impune de Yadira, una chica trans de 17 años, la congregación buscó a las trabajadoras en la Calzada Madero para ofrecerles un servicio litúrgico en memoria de su compañera: ofrecer respetos y oraciones por su descanso eterno en las instalaciones de Casa de Luz. El lleno fue total. A partir de ahí se abrió una puerta que muchas otras congregaciones cristianas han mantenido cerrada.

 

En la ciudad número uno en discriminación en el país según los resultados de la ENAPRED (2010), y con una fuerte atmósfera de conservadurismo religioso y político, la presencia de una iglesia incluyente con la diversidad sexual y su importancia histórica para el activismo local parece una ironía. Alejandro no lo cree tanto. Para él es muy claro: Jesucristo no es como esos lugares exclusivos en las zonas más caras de la ciudad. Además, más allá de la espiritualidad y las religiones, me parece importante recordar que Jesús fue también un personaje político incómodo en su tiempo por hablarle de amor a las personas excluidas, a los de abajo y los de afuera. Era un revoltoso, también. Un hippie del amor que le habló al tú por tú a una mujer de Samaria en la época en que judíos y samaritanos no se trataban entre sí. ¿Qué le habrían dicho los regiomontanos de ahora a un personaje parecido en nuestros días? Chairo, ponte a jalar, o algo por el estilo. Pero esas impresiones no se las digo a Alejandro.

 

Mejor le pregunto si considera que el milenario mensaje de Jesús es compatible con la lucha por los Derechos Humanos. Y me contesta serenamente que sí. Totalmente.

 

 

*Imágenes: Página de FB Casa de Luz ICM Monterrey.

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diversidadIglesia de la Comunidad MetropolitanaLGBTIQMiguel Martínez Jiménez
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Sobre el autor

Miguel Martínez Jiménez

Licenciado en Psicología por la UANL y Doctor en Estudios Humanísticos por el ITESM. Profesor e investigador en el área de las humanidades médicas, interesado en los estudios críticos de la sexualidad y el género. En 2010 obtuvo el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés. Prefiere andar a pie, el café sin nada y el arroz sin popote, por favor.

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