
Foto: Distrital.
Para nosotros lo principal es crear ese puente entre una película maravillosa y el público, en la medida que eso exista, que exista esa relación, que el público se conmueva, se emocione y se quede reflexionando, nuestra tarea se ha cumplido.
Marcelo Quesada y Karina Avellán son dos productores, promotores, formadores y pensadores del cine costarricense. Han sido parte de la dirección del Festival Internacional de Costa Rica, antes Festival de la Paz por la Tierra, dando bajo su tutela un giro completo en su programación.
Dimensionando junto con su empresa Pacífica Grey, principal plataforma de distribución de cine independiente en Centroamérica, lanzaron en la región el trabajo de reconocidos directores como Ruben Östlund, Ulrich Seidl, Kleber Mendonça o Jim Jarmusch, y de talento local como Julio Hernández o Neto Villalobos. Actualmente producen el largometraje Cascos indomables, dirigido por Villalobos.
En el marco de la semana Distrital en la Cineteca de Monterrey (Seminario “El público del futuro”), nos hablaron un poco de la situación del cine en su país y de sus objetivos.
En Costa Rica históricamente no había un espacio de formación y acercamiento de cine diverso. No había un circuito cultural consolidado de cinemateca desde los años 70, sólo iniciativas incipientes que no conversaban entre sí, por lo tanto, a cada una se le hacía un mundo tratar de llevar cine a las comunidades; y tampoco había salas comerciales dedicadas a la programación de cine independiente en el sentido más amplio.
“De manera natural empezamos a buscar formas de generarle notoriedad a nuestros contenidos con el público, ser un puente”.
Entre muchos de los tópicos que se cuestiona su proyecto es entender qué va pasar con la industria cinematográfica en un plazo de cinco a diez años.
Marcelo comenta que hay demasiadas películas para como está estructurado el mercado actualmente; el mercado comercial sin duda no puede recibir todo el contenido que se genera. El mercado vinculado al circuito cultural y a la diversidad, como los festivales, también en alguna medida es exclusivo; no puede atender la cantidad de contenido, por eso es difícil entrar en festivales grandes o ámbitos de acción más reducidos.
Ellos forman parte de un encadenamiento que no puede atender este montón de contenido; pero también es cierto que la gente tiene una cantidad de tiempo limitada. Ese es el problema con el que se compite: “formamos parte de un ecosistema en el que la gente toma una decisión, y es cómo invertir mi tiempo; nadie atiende sólo una faceta de sus gustos e intereses”.
El diseño de audiencias justamente surge como un mecanismo para tratar de luchar contra esta idea del desperdicio: “hay demasiadas películas, por lo tanto, no se cuenta con la atención del público, necesitamos generar notoriedad, hacer un esfuerzo para que el cine no pase desapercibido”.
“Los hábitos de consumo han cambiado rotundamente. Actualmente, con Netflix, por ejemplo, nos tiramos una serie y vemos nueve horas seguidas”, dice Marcelo. “Antes veíamos una película y de alguna manera la comentábamos, no tanto la noción de comer hasta reventar sin degustar nada. No hay espacio para la profundización. Los hábitos de consumo en términos generales con la música, con el cine, con todo, es ingresar hasta reventar como para estar un poco apagados”.
“Nos enfrentamos a la distribución con la esperanza de que el público conecte con los contenidos, aunque no los conozca, pero no hay tiempo en el circuito comercial porque sólo se ofrece cuanto mucho, una semana en cartelera; no es tiempo suficiente para generar una conversación de boca en boca; entonces, una de las ideas es que la conversación llegue antes de que las películas estén en las salas”.
Una de las maneras en las que Marcelo y Karina han puesto en práctica algunos de los modelos que han pensado es en la interacción con el público, la creación de afiches diversos, y dinámicas en redes sociales en función de la película que están próximos a proyectar. Un ejemplo es lo que sucedió con Las marimbas del infierno; en su estreno, organizaron un concierto de metal, donde se tocaba la marimba (gran parte de eso va la película), haciendo posible algo imposible en el imaginario convencional: llegar al público por medio de otros espectros.
Todos estos son esfuerzos para luchar contra lo efímero al promover el análisis y el diálogo, valorando no sólo la trama sino el universo del cine por medio de prácticas interdisciplinarias: sacar la narrativa de la pantalla y reinventarla.