
Imagen: www.loewe.com.
La idea de Mareas del Mar —helo aquí— es testimoniar la variedad y riqueza
de un Premio Loewe que, en treinta años, se ha convertido en un irrenunciable
y básico referente de la poesía que se escribe en lengua española.“Salutem plurimam”.
Luis Antonio de Villena.
Por lo general, las antologías se encargan de dar trascendencia a una generación de poetas, a darle sentido al rostro literario de una cultura o un país, incluso aglutinar distintas voces y lenguajes en torno a un movimiento poético.
Pero este caso es distinto; este libro simplemente celebra treinta años de haberse instituido un premio de poesía, que a través de la Fundación Loewe, se ha consolidado como una referencia notable de la poética que se escribe en el mundo de la lengua castellana.
Recomendable por la razón obvia de ser una selección de poesía galardonada, pero también se agradece la diversidad de estilos, propuestas, perfiles, incluso en una diversidad de referencias que podría tipificar como sigue:
- Poetas ya conocidos y que volvemos a leer con gusto.
- Poetas desconocidos que se nos revelan con un asombro inusitado.
Y bueno, claro (pero en menos proporción), poetas conocidos que siguen sin decirnos nada, o los desconocidos que seguirán siendo desconocidos para mi yo-lector.
Imposible entrar en detalles o ambicionar una reseña totalizadora; si acaso intentaré dar algunas pistas de mis preferencias y algunos apuntes de la bitácora de lectura.
*El primer poeta en ganar este premio, en 1988, es Juan Luis Panero. De hecho la antología abre con un poema bellísimo: “Noche de San Juan”.
*En 1990, en la categoría de Joven Creación, destaco el feliz reencuentro con nuestro poeta (mexicano) Aurelio Asiain. Me quedo con su poema “Dedicatoria”, que lleva implícita la paradoja de dedicar lo que no se puede ni siquiera decir o nombrar.
*El poema “La sombra dorada” de Álvaro Valverde, de su libro Una oculta razón (1991), donde subrayo estos versos:
con la mirada turbia de los que nada esperan,
pero al fin sobreviven.
*Alejandro Duque Amusco gana el premio en 1994, y es uno de esos casos de poetas que no conocía, y me sorprenden ahora, sobre todo con un texto que literalmente es una fotografía bellísima que le dedica “A una joven atleta”.
Si digo que me enamoré de la chica es una exageración, pero no importa.
*En la novena edición del concurso (1997), también en el escenario de los jóvenes creadores, aparece el libro: Physical Graffiti, de nuestro colega (que radica aquí en Monterrey) José Eugenio Sánchez. Su poesía, desde entonces, es irreverente y provocadora, interesante no tanto por lo que arma, sino por lo que desarma y desmitifica. Si se me permite la paradoja, la propuesta de este poeta es un tufo de aire fresco en esta antología.
*Ya metidos en el siglo XXI las propuestas parecen languidecer, volvemos a lo convencional; salvo algunos poemas o versos que nos conectan con la vida, los premios y premiados parecen más bien medallas chafas en el uniforme del oficio. Sin ir más lejos, en el año 2004 el premio es declarado desierto; esto significa una vergüenza para los que participaron, y una oportunidad perdida para los que no lo hicieron. Igual los jueces eran pedantes y siempre tuvieron un “pero” para cada una de las iniciativas. La realidad no sé.
Otra posible interpretación es que toda geografía, incluso la poética, tiene que tener un desierto.
*En el 2008, a veinte años de instituido el premio, éste se le acredita a la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi. En tanto tiempo, es apenas la tercera mujer en alcanzar tal logro. Playstation, que así se intitula el poemario, es un merecido homenaje a la ironía, al sarcasmo, a poner en juego el juego mismo de las palabras.
*Ya entrados en la década actual (2012) destaco el premio para el libro Atenas, del poeta Juan Vicente Piqueras. Los cuatro poemas seleccionados son muy buenos, y supongo podrán encontrarlos en internet: “Museo de la Acrópolis”, “Tebas”, “Lágrimas distintas”, y “Súplica”.
*En el año 2014 encuentro a un viejo conocido y gran escritor chileno: Oscar Hahn. A los que ya lo han leído, sabrán que es un poeta de primer orden; a los que no lo han leído, dejen de leer esta reseña y busquen algunos poemas suyos en la red. De los textos aquí antologados, “La suprema soledad” es algo fuera de serie y revelador: aún en el lugar común más descomunal de toda creatura (que es la muerte) somos únicos.
*En el impulso final de esta antología aparecen tres referencias jóvenes que llamaron mucho mi atención: primero, Carla Badillo Coronado (poeta ecuatoriana del ’85) que a sus treinta años se consolida con este premio. Me conmueve su forma de entrever el oficio:
Escribir
romper las paredes del tiempo
revelar palabras de otros siglos
y sin embargo
seguir usando el mismo lenguaje
de quien no se cansa de buscar
en todas las noches
en todos los cuerpos
en todos los rostros
una sola calle
por la que regresar a nosotros mismos
ése: el verdadero idioma.
*Sergio García Zamora gana la XXIX edición del Loewe que da oportunidad a los chavos de manifestarse; cubano, nacido en el ’86, su poema “Jaula para osos” es un ars poética de un imaginario delicado y a la vez salvaje.
*Finalmente, al cumplirse treinta años del premio, otro acierto del jurado:
Ben Clark (Ibiza, España, 1984) que se declara de una generación heredera de los despojos, y que sin embargo sabe (entiende) lo que muchos escritores nos negamos a asimilar:
que todo llegara, de eso no hay duda,
pero será muy tarde cuando llegue.
No puedo terminar esta reseña sin un agradecimiento: la cordialidad de volvernos a sentar a la mesa de la lectura de poesía, con viejos conocidos como Luis García Montero, pero también con estos jóvenes poetas que nos dicen, y espero no se cansen de decirnos, que la poesía es el lugar más bello y más gratificante para vivir.
Mareas del mar / XXX años del Premio Loewe, recopila Luis Antonio de Villena.
Colección Visor de Poesía 2018.
*Imagen de portada: www.loewe.com.