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En medio de primaverales lluvias habaneras y un bochorno permanente, de series de lecturas y presentaciones de poesía que jalaban para todos lados en el Festival Internacional de Poesía de La Habana, se me aparecieron los poemas de Reynaldo García Blanco como un dardo certero. Y es que el trabajo de este cubano, nacido en Sancti Spíritus y residente en Santiago de Cuba, tiene la elocuencia justa para no desbordarse ni dispersarse, al contrario de esa vegetación que uno encuentra caminando por el Vedado, donde un árbol se enlaza con otro hasta confundirse.
La isla tiene eso, se nos desborda a cada momento, se nos ofrece con una belleza extraña que seduce y nos deja un poco atolondrados, ya lo dijo de muy distintos modos el gran Lezama Lima. Pero Reynaldo tiene una mirada poética que captura con precisión esas pequeñeces de lo cotidiano y repetitivo, y las convierte en materia perfecta para amasar una nueva realidad, una alternativa a esa imparable realidad física que suele imponérsenos.
En los poemas aparentemente sencillos de este cubano ―que logró el Premio Casa de las Américas en 2017―, la realidad no se construye sólo de los objetos en torno (la taza de café, la mesa, el teléfono, el traspatio, la sal): son los saberes literarios, los personajes del mundo de los libros, las resonancias de otras tradiciones y costumbres del orbe, los que se amalgaman con las observaciones del diario para dotar de nuevos brillos lo que luce desgastado.
Para el poeta que hoy presentamos, las cosas no son lo que son si no entran en diálogo con ciertas fuentes, si no se oponen a la inercia, se sobreponen o mudan de piel sorprendiéndonos, no importa de qué modo. Por eso, propone en un poema: “Digamos ir por aceite al mercado y descubrir que han cerrado los estanquillos de periódicos. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente”.
El poema en prosa y la pulcritud se acomodan bien a la escritura de Reynaldo en su afán de libertad y de registrar percepciones como si fueran fotografías o canciones (revise el título de sus libros en la ficha de autor). Su poesía apuesta a la vez por el juego del lenguaje, la ironía del fin de una época en un contexto caribeño: “nos creímos budistas en el Caribe”, escribe.
El cubano sorprende también al utilizar el poema para la deconstrucción del poema mismo ―y esto no se logra sin un conocimiento vasto de la tradición―, como lo hace en “Segundo desastre”, develando los procesos escriturales y los recursos técnicos y espirituales a los que recurre en su quehacer. Con ello nos recuerda un poco aquel poema fundamental de Pessoa, “El fingidor”, cuando dice que el poeta “finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”.
Valgan estas palabras para recibir y compartir con alegría el trabajo de Reynaldo García Blanco por estos rumbos, en estos medios, en vista de la ya conocida escasa distribución de libros que padecemos quienes amamos la poesía. Y como otro regalo, los audios a cargo de la poeta Dulce Chiang, que, con su voz radial, da lectura a una parte de esta muestra.
EJERCICIOS PARA NO PERDER LA PACIENCIA
Me gustaría hacer algunos ejercicios para ver mejor la realidad. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente. Bajar cuatro pisos en pos de un pan y que el vecino se interese por mi salud. Dejar que el teléfono suene unas cinco veces y que al contestar una voz medio dormida indague por Moisés. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no tener que escribir de la realidad. Digamos ir por aceite al mercado y descubrir que han cerrado los estanquillos de periódicos. Soportar al comprador de oro con su voz de ferretero sin trabajo. Me gustaría hacer algunos ejercicios para no perder la paciencia. Digamos abrir la ventana y quedarme extasiado con el basural del frente.
LECTURANCIAS
Lee esto de Paul Eluard, me dice… ella se sumerge en mi sombra/como una piedra en el cielo. Y voy al traspatio donde la piedra porosa permanece en su pedestal. Aún quedan restos del maíz de la pasada cosecha. Estas piedras circulares se compraban a los moros. Ellos mismos las fabricaban, cortaban, adulteraban el brillo. En la noche insular –ya los jardines eran visibles – se ponían a dar vueltas y vueltas. El trompo de la harina cansaba como caminar en un cuarto cerrado y estrecho. Yo era la sombra pero también era la piedra. No tenía idea de qué era el cielo. Lee esto me dice y como un ciervo me sumerjo en ella. Poco a poco me convierto en piedra. Poco a poco me convierto en cielo.
TRISTES COMO UN SÁBADO HEBREO
Y sobre la mesa la flor crepé restallaba. A veces, confundida con el humo se tornaba interesante. Nos habituamos al arte de desaprender a tenor de los acontecimientos. Eran esos lunes, tristes como un sábado hebreo en que no teníamos nada serio qué hacer. El tiempo fluía y nos creímos budistas en el Caribe. De cuando en cuando los vecinos del frente venían por sal o fósforos. Y nosotros ahí, como guardianes de una rosa mitad origami mitad artesanía de ocasión. Es la decadencia quise decir pero mi voz fue acallada por el vocerío de las victorias que una vez fueron grandiosas y ahora suenan pírricas.
(De 8 Poemas)
SEGUNDO DESASTRE
No suena el invierno
no veremos pasar muchachas con bufandas
pájaros grises volando al sur
Hoy se van a volar los techos
se van a partir en dos las bicicletas
te van a asaltar los toros de la memoria
Hoy no vas a poder con tanta podredumbre
con tanta algarabía
Hoy te vas a reventar o te pones a escribir que no suena el invierno, que no veremos pasar muchachas con bufandas, que no veremos pájaros grises volando al sur. A la casa que te has inventado se le volarán los techos y has preferido desandar la ciudad por el temor a que los toros de la memoria o el auto de tu vecino te aplasten para siempre.
Hoy no vas a poder con tanta podredumbre. Ya son muchos los que no pueden con tanta algarabía, con tantas vidrieras relucientes, con tantos carlitos sin trabajo, con tantas economías que suben una escalera que solo Dios sabe si lleva al cielo.
Hoy te vas a reventar o te pones a escribir, a inventarte un invierno, una sonata, un ábrego, un poema en el que bajas una calle, al cuello una bufanda y te pones a decir adiós a unos pájaros que vuelan al sur, pues el invierno se llevó el techo de tu casa y los toros de la memoria pastan en el jardín y no es posible soportar tanta algarabía.
(De Reverso de foto & dossier)
Cuando la Gestapo quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé
Dicen que no salía humo
Que las palabras se precipitaban al cielo
Como pájaros libertos y azules.
Cuando la Gestapo en el pueblo de Göttingen
Quemó la biblioteca de Lou Andreas Salomé
Un hombre
Llegado de las sombras
Y llamado Rainer Maria Rilke
Dibujaba a contraluz un lirio
Un lirio de aire
Para Lou Andreas Salomé.
(De Esto es un disco de vinilo donde hay canciones
rusas para escuchar en inglés y viceversa)
Ficha de autor
Reynaldo García Blanco (Sancti Spíritus, Cuba, 1962). Coordina el Taller Literario Aula de Poesía. Ha publicado los libros Perros blancos de la aurora, Reverso de foto & Dossier, Instrucciones para matar a un colibrí, entre otros. Con el poemario Esto es un disco de vinilo donde hay canciones rusas para escuchar en inglés y viceversa, obtuvo el Premio Casa de las Américas, 2017.
*Imagen de portada: pixabay.com.