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Introducción.
El sociólogo franco-argelino Abdelmalek Sayad nació en una zona rural de Cabilia en 1933. A finales de los años cincuenta estudió en la Universidad de Argel; allí conoció a Pierre Bourdieu, quien en aquel entonces realizaba investigaciones etnográficas en Argelia (Bourdieu, 1958, 1972; Bourdieu et al., 1963). Fruto de la colaboración entre Sayad y Bourdieu surgió Le Déracinement. La crise de l’agriculture traditionnelle en Algérie [El desarraigo. La crisis de la agricultura tradicional en Argelia] (1964), acerca de la destrucción de la agricultura tradicional argelina por el sistema colonial francés. En 1963, Sayad se trasladó a Francia, donde se desempeñó como sociólogo hasta su fallecimiento en 1998.
El rasgo esencial de la obra de Sayad es el análisis de las vivencias de los inmigrantes argelinos en Francia en relación con las condiciones históricas, sociales y económicas de las sociedades expulsoras y el manejo sociopolítico de la migración en las sociedades acogedoras. Su conocimiento de la comunidad argelina en Francia era tal que sus colegas le apodaban “el Sócrates de Argelia” (Caloz-Tschopp, 1999), “el etnólogo orgánico de la migración argelina” (Bourdieu y Wacquant, 2000). Sayad ha publicado ocho libros y decenas de artículos. Esta obra queda sin traducir al español, con la notable excepción de una recopilación de textos escritos entre 1976 y 1995: La doublé absence. Des illusions de l’émigré aux souffrances de l’émigré [La doble ausencia. De las ilusiones del emigrado, a los padecimientos del inmigrado] (2010) [1999]. Antes de fallecer, Sayad confió el manuscrito a Pierre Bourdieu, quien terminó la recopilación de los textos.
En este ensayo, se presenta y se pone en perspectiva la obra de Sayad. Para ello, se contextualiza ésta dentro de la historia de las investigaciones acerca de la migración en Francia. Se exponen sus planteamientos principales: la conceptualización de la migración como fenómeno social total y el análisis de los mecanismos de dominación que encierra. Se considera de manera crítica, discutiendo la postura axiológica de Sayad frente a su objeto de estudio. Finalmente, en aras de invitar a un diálogo con la literatura hispanohablante, se bosqueja una comparación de los casos Francia-Argelia y México-Estados Unidos a la luz de los planteamientos de Sayad.
Uno de los primeros acercamientos sociológicos al fenómeno de la migración en Francia.
En Francia, las ciencias sociales se descuidaron del tema de la migración hasta los años sesenta. Esbocemos entonces la historia de la investigación sobre migración en Francia, así como, en una perspectiva sincrónica, el contexto específico de la intervención de Sayad.
El largo silencio de la sociología francesa sobre la migración (1850-1960).
El final del siglo XIX en Francia estuvo marcado por debates acerca del estatus de los extranjeros en el ámbito público y político (Noiriel, 2007) y matanzas de inmigrantes, como la “masacre de los italianos de Aigues-Mortes”, acaecida los días 16 y 17 de agosto de 1893, en la cual murieron entre ocho (cifras oficiales) y 150 (cifras de la prensa italiana) obreros salineros italianos (Cubero, 1995; Noiriel, 2010). Pese a ello, la sociología, en aquel entonces emergente, ignoró el tema. Por ejemplo, el primer número de la revista L’Année Sociologique (1898) propone una clasificación de las ramas de la disciplina. Estas son la sociología general (incluyendo la sociología filosófica, la sociología biológica y la sociología “psicológica y específica”), la sociología religiosa, la sociología moral y jurídica, la sociología criminal y la sociología económica. No está la sociología de la migración.
Comparemos el contexto intelectual de Francia con el de Estados Unidos. La Escuela de Chicago, en los orígenes de la sociología estadounidense, se interesó rápidamente por el tema. Por ejemplo, los cinco volúmenes de The Polish Peasant in Europe and America de William I. Thomas y Florian Znaniecki (1996) [1918] muestran cómo la trayectoria migratoria genera anomia. Robert Park y Ernest Burgess (1921), fundadores de la ecología urbana, teorizan un “ciclo de las relaciones raciales” desglosado en cuatro etapas: la competición, el conflicto, la acomodación y la asimilación. Este ciclo se proyecta en el espacio urbano, conformando “guetos étnicos” como el barrio judío estudiado por Louis Wirth (1956) [1928].
Se podría objetar que en aquel entonces, París o Marsella no eran comparables a Chicago, según criterios de población (números de inmigrantes y proporción en la población general) y de estructuras urbanas (segregación étnica y racial). Sin embargo, la migración internacional ya era un fenómeno notable. Llegaron a Francia 500,000 migrantes sobre el periodo 1850-1873 y 2.5 millones en 1896-1930, siguiendo fases de crecimiento económico (Verrière, 2000). En paralelo, la población francesa creció de unos 36 millones en 1850 a unos 41 millones en 1930 (Dupaquier, 1988). Así, el modelo francés de migración no se caracteriza por llegadas masivas ocasionales de migrantes, sino por corrientes duraderas sobre décadas, generando efectos sociales a largo plazo.
En este contexto, la falta de interés sociológico por la migración resulta sorprendente. Demos un ejemplo tan representativo como, en cierta medida, gracioso: un estudio de Maurice Halbwachs sobre la “experiencia étnica” en Chicago. Éste afirma (1932: 17): “Si existe, en la Universidad de Chicago, una escuela de sociología original, eso tiene que ver con el hecho de que esos observadores no tengan que ir muy lejos para encontrar un tema de estudio”[1].Halbwachs parece hacer caso omiso del tema de estudio que tiene cerca: Francia.
Así, como bien lo expresa el historiador Gérard Noiriel (1988:30): “No falta el objeto, sino el sociólogo”[2]. Tres causas lo explican. La primera radica en la historia política de Francia. Según la socióloga Dominique Schnapper (1991), ignorar el alcance de la migración fue funcional para la elaboración del modelo de Estado-nación a finales del siglo XIX. Este plantea que la nación se forma por vivencias históricas comunes así como el deseo y el consentimiento de vivir juntos (Renan, 2010 [1882]). Se opone este modelo al alemán, el cual enfatiza al contrario la historia fija (en particular, el idioma) y la herencia étnica (Fichte, 1988 [1807]). En este contexto, despreocuparse de la migración y de sus corolarios (sobre todo el difícil proceso de integración) sirve para mantener la ilusión hegemónica de la unidad y cohesión nacional (Noiriel, 1988). El demógrafo Patrick Simon (1999) evoca una “paradoja francesa”: pese a ser uno de los mayores y más antiguos países de inmigración en Europa, el modelo francés de Estado-nación ha ido omitiendo el rol de los inmigrantes en el proceso de construcción nacional.
La segunda causa remite a la formación académica de los sociólogos franceses. El paradigma de Emile Durkheim, que ha sentado las bases intelectuales de la sociología francesa, no permite pensar la integración social según dimensiones de migración. Los migrantes, como cualquier grupo social, se integran en un proceso de largo alcance de triunfo del Estado moderno, del cual son meros elementos destinados a ser asimilados (Noiriel, 1988; Beaud y Noiriel, 1989; Rea y Tripier, 2008).
La tercera causa tiene que ver con las dinámicas del campo sociológico y de su inscripción en el campo de la vida intelectual. Los temas de interés de la sociología francesa en la posguerra son la reproducción social, los conflictos de clase y las mutaciones del trabajo (Rea y Tripier, 2008). Ello se vincula con el fuerte peso del sector obrero en la estructura socioeconómica, y, corolariamente, la potencia del Partido Comunista. Este contexto no dejaba espacio para considerar cuestiones de estratificación social según otras dimensiones dela clase.
El parteaguas de los años setenta: cambios de patrones migratorios y prominencia política del tema de la migración.
En definitiva, hasta finales de los años sesenta, la migración es “un campo relativamente virgen” (Abou Sada et al., 1990: 29) en las ciencias sociales francesas. Pero los años setenta plantearon un nuevo escenario. Se debilitó el crecimiento económico característico de la posguerra, que el economista Jean Fourastié (1979) había nombrado “los treinta años gloriosos” (1946-1975). El mercado de trabajo dio muestras de saturación. Los flujos de migración, que estaban conformados principalmente por trabajadores (inmigración de trabajo), incorporaron cada vez más movimientos de reagrupación familiar (inmigración de poblamiento).
Estas mutaciones fomentaron el interés del público por la migración, especialmente visible en los medios de comunicación (Simon, 1999). Otro corolario es el fortalecimiento de la extrema derecha, cuyo caldo de cultivo electoral es la denuncia de los putativos daños económicos, sociales y culturales que trae consigo la inmigración. Como botón de muestra, los resultados del Frente Nacional (principal partido de extrema derecha) en las elecciones presidenciales pasan del 0.75% en 1974 a 14.38% en 1988 (Winock, 1994).
De manera tardía y en respuesta a esta prominencia política creciente de la migración, los sociólogos, y primero entre ellos Sayad, se apoderaron del tema (Rea y Tripier, 2008). En buena medida, los sociólogos tuvieron que contestar a preguntas normativas acerca del “mejor” modo para asimilar a los migrantes. Y de hecho, el planteamiento del carácter íntimamente político de la migración es uno de los aportes de Sayad, como veremos a continuación.
La migración como fenómeno social total.
Sayad conceptualiza la migración como un “hecho social total”; es decir, conforme a Marcel Mauss (2009) [1925], que involucra la totalidad de la sociedad y de sus instituciones. Dos aseveraciones derivan de ello. La primera es estudiar la migración como proceso completo, que abarca tanto la emigración como la inmigración. La segunda es rescatar su significado histórico al ubicarla dentro de relaciones estructuralmente desiguales entre sociedades expulsoras y acogedoras.
La dualidad de la migración: la emigración y la inmigración.
Antes de convertirse en un inmigrante, el migrante es un emigrante. La sociología de la migración, según Sayad, debe entonces invertir su perspectiva dominante, etnocéntrica y sesgada, la cual toma las sociedades acogedoras como punto de partida y se descuida de las condiciones de origen de los migrantes. De hecho, la literatura sobre emigración (salir de un país: el énfasis está en la sociedad expulsora) resulta muy escasa en comparación con la literatura sobre inmigración (ingresar a un país: el énfasis está en la sociedad receptora). Esta situación no es fortuita: denota una relación de dominación política y social de los países expulsores, en vías de desarrollo, por los países receptores, desarrollados. Y esta dominación se desplaza a la producción académica.
En cambio, Sayad plantea que el estudio de la migración debe integrar plenamente las dos fases del proceso: la emigración y la inmigración (Sayad, 1984; 2010 [1999]). Y ello implica indagar en las estructuras socioeconómicas de las comunidades de origen. Sayad pone de manifiesto las consecuencias destructivas de la emigración en las sociedades expulsoras. Más precisamente, evidencia tres fases históricas de la emigración argelina, con características socioeconómicas cambiantes. En una primera fase, la emigración afecta sobre todo a hombres jóvenes cuya meta es ganar dinero para sustentar a su familia y pueblo (inmigración de trabajo). Sus estancias son cortas; regresan frecuentemente para participar en las laboras agrícolas. En una segunda fase, este patrón de una migración motivada por razones comunitarias se debilita. Ello se debe a los efectos de largo alcance del sistema colonial de explotación y del proceso de emigración mismo, los cuales destruyen la cultura comunitaria, las estructuras agrarias y las normas sociales tradicionales. Así, en una tercera fase, la emigración ya no es laboral, temporal y basada en la necesidad de apoyar a la comunidad, sino que consiste en reunificaciones familiares e instalaciones definitivas (inmigración de poblamiento). La salida de las mujeres y de los niños amplifica luego los efectos deletéreos de la migración sobre las comunidades de origen.
Además, la conformación de una inmigración familiar profundiza el carácter total de la migración. Implica procesos sociales de mayor envergadura: ya no se trata solamente de encontrar trabajo, de ser “pájaros de paso”, para parafrasear al economista Michael Piore (1977), sino de instalarse plenamente en la sociedad de acogida.
La migración como producto de relaciones históricas de dominación internacional.
Analizar la migración como proceso tiene su corolario metodológico: reconstruir las historias de vida de los migrantes, las cuales ejemplifican tipos de emigración y de inmigración (Sayad, 1979). Y estas historias de vida singulares se entrelazan con la historia universal. La migración es el producto de relaciones, históricamente arraigadas, de dominación entre sociedades. Éstas conforman a su vez un sistema en el que se inscriben inexorablemente las trayectorias personales de los migrantes.
Desde esta perspectiva, Sayad apela a la construcción de una historia social de la migración que se asocia con las relaciones de dominación de Francia sobre Argelia, en particular durante la colonia (Sayad, 2002). Sayad propone así un entendimiento postcolonial de la migración (Boubeker, 2010) que plantea una continuidad histórica entre el sistema de dominación colonial y la inmigración como forma de dominación postcolonial. Al respecto, la migración Argelia-Francia es un caso extraordinario de prolongación de una dominación colonial igual de extraordinaria. La colonización francesa fue precoz, sistemática e intensa; afectó profundamente las estructuras económicas, sociales y mentales de Argelia. Empezó en 1830, Argelia siendo así el primer territorio del imperio colonial francés. Fue la única colonia francesa en ser administrativamente un département, por lo que se consideraba como parte integrante del territorio francés (Bouchèneet al., 2012; Stora, 2004). Sayad destaca además que se trata de la primera migración en masa procedente de un país del tercer mundo, así como la primera en pasar de una inmigración por motivos de trabajo a una inmigración familiar.
Esta dominación internacional se evidencia luego en el fenómeno de la naturalización como ciudadano francés. No se trata de un mero acto individual, sino de una “verdadera operación de magia político-social”[3] (Sayad, 1993: 26). Se determina por el desbalance de poder entre las dos nacionalidades, la de origen y la de destino, ésta afirmando su superioridad sobre aquélla. Al nivel individual, se trata así de un acto de violencia simbólica: el inmigrante consiente en ser anexado por el país de destino. Aun así, la naturalización no resuelve los dilemas y sufrimientos del migrante; incluso los perpetúa. Sayad usa una metáfora química: la inmigración se disuelve en la naturalización y por medio de ésta. Los elementos iniciales de la reacción química (el estatus de inmigrante y sus implicaciones) no se eliminan, sino que se transforman. El extranjero no se convierte en un ciudadano francés de pleno derecho; sigue siendo un inmigrante. De esta forma, no logra desprenderse simbólicamente de su país de origen (Sayad, 1981-1982).
Y este problema se vuelve aún más complejo en lo que respecta a los hijos de inmigrantes. A partir de 1963, por medio del jussoli, los hijos de inmigrantes nacidos en Francia adquieren automáticamente la nacionalidad francesa al cumplir la mayoría de edad. Se vuelven “hijos ilegítimos” (Sayad, 1979b), tanto para sus padres como para el Estado-nación. Sus padres consideran su nacionalidad francesa como una deshonra. Son inmigrantes que no son inmigrantes, criaturas híbridas que no comparten ni las propiedades normales del inmigrante ni las del nativo.
Así, Sayad conceptualiza la migración como un proceso propiamente político, imposible de entender si no se lo considera como encastrado en el Estado y sus dinámicas de dominación (Sayad, 2008 [1984]). Las interacciones de este tríptico (migración, Estado-nación y dominación) se analizan en el siguiente apartado.
Migración, Estado-nación y dominación
A la manera de Bourdieu, Sayad concibe que parte de su papel como sociólogo es revelar la mentira colectiva que sustenta el sentido común acerca de su objeto de estudio. Busca construir una teoría radical de la migración, desmitificando los falsos semblantes y espejismos que ocultan su realidad. Analiza cómo la migración encierra dos mecanismos de dominación: la estigmatización política y social del migrante considerado como una amenaza para el Estado-nación; y otro más insidioso y pernicioso, las ilusiones del migrante mismo.
El migrante como peligro nacional y social.
Sayad revela que las categorías con las que se suele pensar la migración son nacionales, acaso nacionalistas. El Estado-nación francés aspira a la homogeneidad política, social y cultural. Los inmigrantes, con sus características socioculturales propias, constituyen así una violación de la unidad nacional: “El inmigrante (y con él el emigrante) es un escándalo para todo el orden político.” (Sayad, 2008 [1984]: 106). Es más, la presencia en Francia se acompaña de una ausencia, igual de dominada, en Argelia. En ello radica el concepto de la “doble ausencia” (2010) [1999]: el inmigrante padece una dominación doble, tanto en el país de origen como en el país de destino. Es casi apátrida; no pertenece totalmente a ninguno de los dos países. Para Argelia, son “los de fuera”. Para Francia, a nivel simbólico, constituyen un mundo aparte; a nivel político, no gozan del conjunto de los derechos de la ciudadanía.
Sayad investiga las interacciones de los migrantes con las instituciones estatales (Educación, Administración, Seguridad Social, etc.). Evidencia cómo esas participan en la construcción cotidiana de la dominación al representar derechos cívicos, civiles y sociales como una mera muestra de generosidad. Por ejemplo, los inmigrantes perciben los centros de salud como si se trataran de tribunales, en los que los médicos y el sistema de seguridad social se alían para negarles los derechos otorgados por la condición de enfermo o de víctima de un accidente de trabajo.
En suma, la inmigración es una forma máxima de exclusión, al combinar una dominación social (como las clases populares nativas) y, además, nacional. Y de hecho, el rechazo del ámbito nacional es la condición preliminar de todas las otras formas de exclusión. En palabras de Sayad (1991: 296), ser inmigrante “significa ser privado durante toda su vida del derecho más fundamental, el derecho de lo nacional, el derecho de tener derechos, el derecho de pertenecer a un cuerpo político, […] [de tener] una residencia, una verdadera legitimidad, es decir el derecho, en última instancia, de poder darle un sentido y una razón a sus acciones, a sus palabras, a su existencia.”[4]
Las ilusiones de los migrantes como mecanismo oculto de dominación.
Sin embargo, el Estado no es el único actor en este proceso. Los migrantes reproducen su propia dominación mediante las tres ilusiones que cultivan. La primera es la ilusión del regreso y del carácter transitorio de la migración—mientras que la transición de una migración de trabajo hacia una migración de poblamiento afianza su carácter definitivo (Sayad, 1998, 2010 [1999])—. La segunda es la ilusión de que la inmigración tiene determinantes económicos, al limitarse a la demanda de trabajo —mientras que se convirtió en una migración familiar—. La tercera es la ilusión de la neutralidad política de la migración.
Estas ilusiones tienen dos funciones. Primero, crean las condiciones para la perpetuación de la migración. El migrante vive una experiencia alienada y mistificada de la emigración. Cuando regresa a su país, selecciona de manera sesgada los recuerdos que cuenta a sus familiares y amigos; los pinta de manera exaltada y glorificada. Posibilita así que sus paisanos sigan proyectando aspiraciones y deseos engañosos sobre una Francia ensalzada. Segundo, otorgan a la migración el sustrato de legitimidad que necesita. Recordémonos el planteamiento clásico de Max Weber (1964 [1922]: 170): “Todas [las formas de dominación] procuran despertar y fomentar la creencia en su ‘legitimidad’”. Propician que los migrantes, así como su entorno familiar y social, toleren esta dominación.
La postura axiológica de Sayad: un difícil distanciamiento con el objeto de estudio.
Ahora, analicemos en qué medida Sayad adquiere la famosa “neutralidad axiológica” (Weber, 1984 [1919]) respecto a su objeto de estudio. En El político y el científico, Weber (1984 [1919]: 211) sostiene: “Las tomas de posición política y el análisis científico de los fenómenos […] políticos son dos cosas bien distintas”. Efectivamente, en la obra de Sayad, esta tensión es doble. Primero, la migración en sí es un tema de investigación políticamente cargado. Y segundo, la conceptualización de la migración como una dominación ejercida por el Estado-nación tiene connotaciones políticas fuertes. Además, Sayad se encuentra en una postura delicada, en la medida en que investiga su grupo social de origen. Siempre se sintió entre dos mundos distintos, sin pertenecer totalmente a ninguno (de Saint-Martin, 1999). Por un lado, como sociólogo bourdieusiano, quiso mantener una distancia reflexiva con su objeto de estudio. Por otro, mantuvo una posición ajena en la comunidad científica francesa, pese a lograr un reconocimiento internacional y alcanzar el estatus más prestigiado en el sistema académico francés, al ser director de investigación[5] en el CNRS (Centro Nacional para la Investigación Científica)[6]; adquirió un rol de portavoz de la comunidad argelina francesa. Como lo subraya Bourdieu (en Sayad, 1991:7), “con Abdelmalek Sayad, el sociólogo se convierte en un escribano público. Da la palabra a los que se la han arrebatado de la manera más cruel”[7]. No obstante, planteamos que este papel político no le quitó el rigor científico a su obra por dos razones:
Primero, la proximidad cultural de Sayad con la comunidad argelina se refleja en la calidad y profundidad de sus entrevistas. La politóloga Nonna Mayer (1995) contrasta las entrevistas conducidas por Sayad y Bourdieu en La miseria del mundo (1999) [1993]. Demuestra que Sayad, apoyándose en su larga experiencia de campo, maneja cabalmente sus entrevistas con jóvenes argelinos. En cambio, Bourdieu, quizás por su ausencia de afinidades con los jóvenes de clases populares que entrevista, adopta una actitud de connivencia forzada; por ejemplo, usa el argot juvenil de manera inadecuada.
Segundo, describir y explicar la dominación que sufren los migrantes no implica necesariamente adoptar una postura miserabilista. Sayad evidencia incluso cómo los migrantes tienen la capacidad de apropiarse de su existencia, así como de entender su posición dominada y los determinismos sociales de ésta. Presentemos el caso de Zahoua, estudiante de 21 años extraordinariamente lúcida sobre sus condiciones de vida como las de los inmigrantes argelinos en general. Cuenta conversaciones difíciles con su padre acerca de las costumbres y de las relaciones entre géneros. En palabras de Sayad (1991: 50-51): “En un tono despojado de todo tipo de énfasis, se dedica a poner de manifiesto los múltiples disimulos que las necesidades de la vida imponen a los inmigrantes; y tanto más fácilmente cuanto que está consciente del interés que tiene (interés totalmente práctico) en objetivar su relación con la migración. Este trabajo de revelación no solamente concierne las ‘mentiras’ de su entorno, sino también las suyas, o su propensión a reproducir las mentiras de los otros emigrantes que ella denuncia”[8].
Del caso Argelia-Francia al caso México-Estados Unidos [A modo de conclusión].
Es sorprendente el aspecto tardío (2010) de la traducción de La doble ausencia al español, así como la no traducción del resto de la obra de Sayad. En efecto, consideramos útil integrar los planteamientos de Sayad, elaborados desde el caso de la migración Argelia-Francia, al caso de la migración México-Estados Unidos. Por supuesto, no se trata de proponer una exportación anacrónica o inatenta a las singularidades contextuales de ambos casos. El reto consiste más bien en examinar en qué medida las contribuciones teóricas, conceptuales y analíticas de Sayad pueden arrojar nueva luz sobre la evidencia empírica acerca de la migración México-Estados Unidos. Esbocemos dos temas:
Primero, Sayad lamenta las carencias de la investigación en cuanto a la emigración. Hoy en día, se han desarrollado las investigaciones sobre las sociedades expulsoras. Basta con tratar de hacer el inventario de las monografías realizadas en México (Verduzco, 2012). De todas formas, en el caso mexicano, es problemático dividir la migración en conceptos unidimensionales y dicotómicos —la emigración por un lado, la inmigración por otro—. Numerosas investigaciones muestran que la migración es en buena medida circular. Conforma un sistema de idas y vueltas permanentes, aunque el creciente control fronterizo está debilitando este patrón (Corona y Tuirán, 1997; Santibáñez Romellón, 1999; Massey et al., 2009; Tuirán y Ávila, 2011; Giorguli Saucedo y Leite, 2011). Sería poco legítimo reprochar a Sayad no evocar la circularidad migratoria, porque este fenómeno no se verifica en el caso de la migración argelina, que, como lo vimos, se convirtió en una inmigración de poblamiento. Es más, la diferencia entre Argelia-Francia y México-Estados Unidos nos recuerda la necesidad de no naturalizar la migración, de no presentarla como fenómeno uniforme a escala internacional.
Finalmente, Sayad describe la migración como un proceso social autosostenido: sus efectos se vuelven causas que a su vez reproducen y perpetúan las causas primarias que la generan. La literatura sobre migración México-Estados Unidos debate este planteamiento. Un primer grupo de estudios plantea que la migración es un fenómeno autosuficiente que se perpetúa por la acción de infraestructuras de redes sociales (Massey et al., 1991; Tuirán y Ávila, 2011). Por otro lado, existe evidencia empírica sobre el rol determinante no de redes, sino de la demanda de trabajo (U.S. Commission on Immigration Reform y Secretaría de Relaciones Exteriores, 1997; Cornelius, 1998).
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[1] Traducido del francés: “S’il existe, à l’Université de Chicago, une école de sociologie originale, cela n’est pas sans rapport avec le fait que ces observateurs n’ont pas à chercher bien loin un sujet d’étude.”
[2] “Ce n’es tdonc pas l’objet qui fait défaut, mais le sociologue.”
[3] “véritable opération de magie politico-sociale”.
[4] “cela revient à être privé sa vie durant du droit le plus fondamental, le droit du national, le droit d’avoir des droits, le droit d’appartenir à un corps politique […], [d’avoir] une résidence, une vraie légitimité, c’est-à-dire le droit, en dernière analyse, de pouvoir donner sens et raison à ses actions, à ses paroles, à son existence; c’est nepas être en mesure, ne pas pouvoir s’approprier ce passé et ce futur et, par là même, la possibilité de maîtrise rcette histoire.”
[5] Directeur de recherche.
[6] Centre National de la Recherche Scientifique.
[7] “avec Abdelmalek Sayad, le sociologue se fait écrivain public. Il donne la parole à ceux qui en sont le plus cruellement dépossédés.”
[8] “Sur un ton dénué de toute emphase, elle entreprend de mettre aujour les multiples dissimulations que les nécessités de la vie imposent aux immigrés; et cela d’autant plus aisément qu’elle sait l’intérêt qu’elle a (intérêt tout à fait pratique) à objectiver son rapport à l’émigration. Ce travail de dévoilement auquel elle procède ainsi ne concerne pas seulement les ‘mensonges’ de son entourage mais aussi les siens propres, ou sa propension à reproduire les mensonges qu’elle dénonce chez les autres émigrés.”
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