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Otra importante actividad dentro del Festival Internacional de Cine de Monterrey 2018 fue el Seminario de Crítica de Cine, dirigido por el crítico del periódico La Jornada, Carlos Bonfil, y el miembro de la redacción de la mítica revista Cahiers du Cinema, Thierry Mérangier. En conversación con Revista Levadura, Carlos Bonfil desarrolla en las siguientes palabras su perspectiva de la crítica de cine en el contexto actual.
Carlos, ¿cómo encuentras actualmente a la crítica de cine que se hace en el país?
“En crisis, pero no crisis en sí, sino porque no tienen espacios, muchos de los críticos, para verdaderamente desarrollarse. La crítica seguirá incluso se mueran los, digamos, veteranos; y eso porque es una mirada crítica expresándose, señalando la condición humana, pero no se cuenta con el terreno suficiente para esa expresión. No obstante, seguirá siendo el mismo problema si hay desinformación, si hay analfabetismo, si se degrada la promoción cultural: entonces habrá una crítica mediocre. Pero hay que reconocer algo: la gente no se acercará a ella porque hay un instinto en el ser humano para seguir lo bueno, y yo no veo que a la gente le vaya a interesar esa mala crítica; no imagino al lector estar siguiendo por mucho tiempo a alguien que hace algo de oropel, superficial. No, seguirá a maestros, de la misma manera que hoy se habla de André Bazin (crítico francés fundador de Cahiers du Cinema), que dejó una huella, así lo hizo en Estados Unidos James Agee, y en México los Efraín Huerta, Martín Luís Guzmán, Jorge Ayala Blanco y tantos más, que se imponen sobre todos los demás cuyos nombres no les puedo decir, porque no los recuerdo, simplemente porque no dejaron huella”.
Algo que usted mencionó es el papel de la crítica como acto de provocación, que no sólo es escribir un texto sino buscar los espacios para fomentar esta agitación; que el crítico no sólo tiene ese papel de traducir la película sino de promover ideas. ¿Cómo ve este papel, por ejemplo, con la entrada de los blogs y nuevos espacios de resistencia, como secciones muy pequeñas donde puedo ir generando el debate?
“Aparte de la crisis a la que se enfrenta el crítico, la reducción de espacios, también es la reducción de ese espacio casi único que se tiene en un medio, para ejercer la crítica. Así que lo que tradicionalmente era un espacio donde se podía analizar una película ampliamente —desmontarla, mostrar el contexto, llevar a los lectores un aparato crítico consistente—, el crítico se ve muy limitado en su tarea de comunicar, porque se le reduce a una función de recomendador de películas; alguien a quien se acude para ver si vale la pena gastar tiempo libre y dinero en esa película o en otra actividad de cualquier índole (entretenimiento). Entonces, esto ha cambiado todos los paradigmas de la forma en que se hacía crítica. Por ello, muchos críticos se refugian en los blogs, u otros abandonan y, como los cineastas que no pueden hacer una segunda o tercera película, se refugian en la publicidad, o se recicla trabajando como programador, voluntario en festivales, burócrata cultural en cinetecas y cineclubs. Hay algo digno en esa manera de reciclarse, si se toma de una manera consciente e inteligente: el gusto por el cine: la cinefilia. Cuando ese gusto persiste a pesar de las restricciones, a pesar de los obstáculos, entonces el crítico empieza a manifestarse de otra manera, se vuelve un promotor que sigue siendo él mismo —es decir: haciendo lo mismo que hacía antes, pero en otros campos—. Y es tonificante, estimulante, ver que no estás restringido a tu medio, y que tienes que hacerlo para estar presente, de otra manera, es una jubilación anticipada, física, moral e intelectual. Y lo importante es que, con ello, persista esta comprensión de que el cine puede ser más que un gusto estético, consciencia de que en México hay mucho por hacer para desarrollar un mundo cultural cuestionador, crítico, y si tú puedes contribuir, desde cualquier trinchera es válida la contribución, mientras no se pierda el impulso combativo.”
Con respecto a la diversidad de espacios y a la dispersión y profusión de información que esto también significa, Carlos Bonfil expresa que “la cinefilia existe y crece, pero de manera desordenada, un poco caótica, porque hay demasiada información, demasiadas ofertas: no puedes tener tiempo para abarcar eso y además están las series de televisión, tan abundantes y propositivas, que te pierdes. Se requiere una disciplina, un método, una estrategia para canalizar todos esos gustos y entusiasmos y, al mismo tiempo, poner filtros para desechar todo eso que sea reiterativo, banal, insustancial, porque te priva de cosas muy interesantes por descubrir, son distractores. Entonces, el internet se ha vuelto un arma de doble valor, dos filos: te abre un mundo de descubrimientos pero te impide tener una selección rigurosa de lo que verdaderamente es valioso, trascendente e importante. La función del crítico es contribuir a que el cinéfilo, o el joven que está descubriendo, puedan canalizar. La idea de crítico es la de una persona experimentada, que lleva años haciendo ese trabajo, que ha visto las mutaciones desde el siglo pasado y de algún modo puede condensar, marcar cauces a seguir, no imponer una verdad, sino posibilidades, con su propia estrategia de desarrollo cultural para generaciones nuevas. Creo que ese es el punto central: el crítico como un transmisor, a los cinéfilos en general. Los llevas de la dispersión a un equilibrio y a mayor serenidad en la valoración del fenómeno estético que es el cine. Aparte de promover los productos culturales en aquellos lugares donde no están bien difundidos; buscar, de una manera imaginativa, organizar proyectos de difusión de otro cine, que haga un contrapeso a la hegemonía de la distribución comercial, especialmente hollywoodense.”
¿Qué hay de la escritura de cine: hasta dónde puede llegar el crítico como escritor, sin alejarse del lector-espectador?
“Tiene mucho que ver con la forma, tanto o más que el contenido; tiene que ver con dos palabras clave: persuasión y seducción. Un crítico que no maneja bien la forma, que no sabe expresarse porque no tiene las herramientas para hacerlo, porque no tiene una formación cultural sólida para aprovechar los matices en el discurso de la obra, va a llegar a muchos navegadores, radioescuchas o lo que quieras, pero no va a llegar ni a persuadir ni mucho menos a seducir. Va a informar, va a transmitir, pero no va a conquistar; el crítico-artista tiene que seducir a través de la forma de la redacción, de la sintaxis de las figuras de estilo, a través de saberse controlar, saber contenerse estilísticamente. Debe saber cuidar el cómo abrir su artículo, cómo cerrarlo, cómo proponer algo distinto, cómo distinguirse de la gran masa, cómo encontrar una palabra propia, eso que se llama estilo que es reconocible en todo artista —pintor, escritor, cineasta etcétera—.”
“El estilo es eso que te hace reconocible. Victor Hugo decía ‘el estilo es el hombre’, y si no tiene estilo, es algo que se confunde entre todos los demás y pasará inadvertido. Ocurre lo mismo en el ámbito de la crítica: quizá todos estos nuevos comentadores que están igual en la televisión que en el radio o el internet, quizá podrán manejar todas las herramientas necesarias para el trabajo más elemental, pero no habrán logrado esa necesaria transmisión cultural. Por eso es importante que un aspirante a crítico esté consciente de que necesita una cultura general, afinada, capaz de percibir lo valioso en una película y transmitirlo de una manera igualmente valiosa; si no lo hace de esta forma, es alguien que no ve más allá de sus narices; lo cumple —el oficio— a medias, y mal, posiblemente. Hay una legión de comentadores que no se distinguirán, porque no fueron capaces de someterse a una disciplina, a años de trabajo suficientes, como para superar límites y fórmulas gastadas, como igual pasa con los cineastas blockbusters. No hay que olvidar que la crítica de cine es una práctica literaria, también es un género literario”.