Definitivamente, Monterrey no puede prescindir de su Festival de Cine: la necesidad, su aportación, se constata en la diversidad de ciclos y selecciones programados. El cine no sólo como medio de información, vínculo con los otros, que nos muestra los rostros cuya expresión de otro modo no apreciaríamos tan humanamente; el cine como herramienta para pensar el país, la ciudad, a nosotros mismos.
Y el FIC 2018, al tener una sección dedicada a cortometrajes, nos permite conocer las voces —las más de las veces, jóvenes— de nuevos creadores que hablan de su mundo al mundo, a la vez que lo discuten. Un cóctel de miradas y lenguajes fue lo que pudimos apreciar en la selección “Luz, Cámara, México”.
La Huella, de Carlos Andrade Montemayor, es la acuciante búsqueda de lo que se intuye es la mirada de un reportero. Un vertiginoso movimiento de cámara que se prolonga por la hierba de algún lugar provinciano, y las voces que delatan la operación represiva, el asedio sistemático propio de los profesionales del crimen. Portadas de Proceso y declaraciones periodísticas que se alternan con gemidos y súplicas a un verdugo inubicable. La contestadora emite hasta el hartazgo la advertencia para todo un gremio, todo un país. El fin previsto: “En el país donde no pasa nada pasan muchas cosas”.
Olor a mercado, de Luis Petranko, es un llamado que clama por el rescate de lo que aún es el corazón de la ciudad. Mercados como el Mesón Estrella que mantienen la vitalidad propia del tianguis en su acepción más vieja, clásica. La frescura de los vendedores que casi puede olerse y cierta compleja historia que apenas se intuye tras sus rostros, sus voces. Una buena selección de tomas ilustra todo el mercado, sus calles y el vocerío que las cubre. Un trabajo del que se puede esperar más.
En el terreno de la animación, único trabajo de esa índole presentado, Es muy tarde, parece ser una confesión de su autor, Sergio Castañeda. Bien realizada, prácticamente impecable en el sentido técnico, el relato no va mucho más allá de la convencional preocupación por la realización en la vida, de un joven en edad de formación estudiantil. No obstante, una breve mirada a los obstáculos que puede enfrentar un joven en este país, le responden con solvencia a lo que podría haber terminado en mera preocupación adolescente. Otra cinta que también envuelve la promesa de un filme más rico y maduro.
Kicklife. La crónica del intento de un joven por entrar a un equipo de futbol, y el boicot que sobre ello ejerce otro muchacho que busca la misma posición, está bien realizada por Christian Cornejo, en términos generales. Envolviendo desde un principio, parecía que la economía de recursos narrativos sería su solvencia. Al final se da una acción que, aunque tiene interés, no deja de significar cierta dispersión de sentido, dejando a la cinta con el aire de algo irrealizado.
Miguel, o el ingenio narrativo seguramente entrenado por muchos rollos de tinta exhibidos en pantalla grande pero también en televisión (algo de sitcom, quizá). La destreza técnica del narrador. Sencillo pero logrado. Por su misma contención, impecable trabajo, como un barco llevado a su destino con la precisión de quien lee un manual de cómo hacerlo. Sealtiel Alatriste Gamba se muestra narrador solvente, sólo que de una historia más bien secundaria, o bien, olvidable.
El Globo es otra muestra de fogueo técnico, pero en éste caso en el terreno puramente tecnológico: la pequeña hija de César Guevara (el director) lidia, juega, retoza al lado de un globo, por diversos lugares de una ciudad, dejándolo ir al final. Lo que parece no otra cosa que un divertimento y homenaje para su hija, dignamente realizado, recuerda en más de un sentido a aquel Globo Rojo (1956) de Albert Lamorisse… quizá sea eso lo más interesante.
Por ellos de Sinhué F. Benavides, está bien. Ojalá pudiéramos decir más, pero este documental no va más allá de lo que bien pudiera haber sido una nota de Telediario, TV Azteca o cualquier otro informativo convencional de la ciudad. Bien hecho, en el sentido estricto de la palabra, no hace más que presentar historias (eso sí) bien seleccionadas por el interés y problemática que presentan: el desempleo y la muy pobre oportunidad de trabajo en Nuevo León. Fuera de los datos de interés periodístico-sociológico-antropológico del trabajo, nada más que decir. Y hubiera sido muy respetable si no fuera porque al final le agregan un tema musical en el estilo de aquel programa: Ayuda (una cursilería innecesaria).
Merma es la obra que vale toda la selección y más; obra maestra definitivamente, así, sin atenuantes; obra fortuita para el espectador, poco acostumbrado a ver que en una exhibición así algo acierte en todo y en la justa medida; obra que nos hace sonreír pues constata que los relevos generacionales existen y significa, Enrique Herman Aguilar Jansonius, la promesa de un cineasta más que competente. Retrato social y denuncia, pintura autóctona y sobrio drama psicológico, Merma da cuenta de la situación de la mujer en todo el país, relegada y amenazada, que se agudiza en ciertas regiones, sobre todo menos urbanas. Es también la melodía de una lengua y el tono de una sensibilidad particular, cultural. Su sustancia es de tal densidad, que uno sentiría estar viendo un cortometraje de la mejor calidad.
Mamartuile (así de sangrón el nombrecito) es el nombre de una tríada de países que se unirán bajo un mismo pendón. El gran problema para nuestro país, es que su bandera es una réplica exacta de la mexicana. El presidente, a unos días de terminar su administración, tiene que lidiar con el “conflicto internacional”. Al notar que no tendrá apoyos de instancias internacionales, intenta negociar oro por el cambio de bandera que anuncia como una refundación para el país. Sátira fallida, de una afectación chillante, desmedida en sus gags, desproporcionada como caricatura del país (y vaya que eso ya es decir), exagerada como caricatura del Ejecutivo mexicano (y vaya que eso parecía imposible), el filme termina por ser un chiste de mal gusto hiperproducido, infantilmente paródico, e insultante si tomamos en cuenta el presente del país. Los últimos días de Peña Nieto (los de sus antecesores no fueron mejores) exigen una mirada más crítica, y si se iba a recurrir a la broma, pudo hacerse con más inteligencia.
*Imágenes: http://monterreyfilmfestival.com.