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De extranjerías

febrero 20, 2019Deja un comentarioPoesíaBy Giuseppe Verde

Poemas hay que cantan y que gritan; aun, que vociferan. Hay poemas, también, que son livianos, suaves en su esplendor, poemas de delicado gusto. Y los hay (he aquí el quid, hemos llegado al grano) aquellos que musitan, cuya belleza radica en el decir-a-medias. Así los poemas que aquí se están mostrando (iba a decir “se muestran”, pero no; hay en ellos una dolorosa conciencia del instante presente, son puro presente. La madeja de las horas en el instante exacto de estarse así desmadejando).

¿Desconfianza en el lenguaje o lenguaje de la desconfianza? Quisiera pensar, mejor, que lenguaje y desconfianza —que es lo mismo que decir: apropiación de las cosas y desprendimiento de las mismas— dialogan en un juego que, en el fondo, quiere simbolizar esa cuerda a un tiempo tensa y floja en la que todos habitamos.

Renato Tinajero.

 

I.

Pausa o intersticio

por donde espío

me espío

crapulosamente amarilla

Acueducto de almohada

y edredón

llevándome por la margen

de un estanque

tan curioso en quietud

tan impaciente

Julio me desmaya

afiebra la red de la memoria

organiza ataques

de postración

Y olvido.

No canta saudades

el muy zorro

Sino el hedor

de alguna muerte presa

vaya a saber en qué recodo

o cuál onda

Julio me obliga a beber rencores

en el vaso aquel

de aquel Prudhomme

Vaso de mi infancia

cuyo signo entreví

sin conocer

cuya rajadura llevo

sin nombrarla.

 

 

II.

Cabe señalar la tierra que pisamos

su hojaldrosa geografía

la telaraña de sus voces

Cabe decir qué extraños deambulamos

por territorios ocupados

entre pacientes piedras

cuya índole se ignora

y se interpreta

y reinterpreta

No corre prisa en asir el jeroglífico

darlo vuelta

y sesudamente

pegarle una etiqueta

Habremos de tomarlo palmo a palmo

acunarlo en los brazos

aquietarle el olvido

y con levedad de brumas

abrir su laberinto

Cabe precisar qué extranjeros

nos hallamos

en la médula misma

de nuestra sin par ausencia

de nuestra propia vida

 

 

III.

El avión se lanza

y retrocede

ella espía

la guitarra

el sombrero

hace señas

guiños

los ve pasar

tu blusa

y tu pelaje

se aprieta a la vidriera

se expone

allí se va

su sangre

su réplica

el doble de sus huesos

El avión se lanza

y toma vuelo

por un momento

ella y el pájaro

juntos

la cópula

más ausente

 

 

 

IV.

Observó que prevalecía

La exigencia del desangre

La médula del organismo

A ultranza,

Le refirió sus pasos

Cárcel

Cáncer

Crimen

Crisis

Y dio cuenta del empeño

por crear y creer

En la humanidad

Del acto

Subrayó la cavidad

De los fuegos

Y los gestos

El vacío del prestigio

Con el resto del nombre

y de la fama

Inclinó su cabeza tomó las hojas

La suma de sus hojas

De sus días

De sus culpas

De sus sueños

Roer el hueso

Dijo

Hasta

La cárcel

El crimen

El cáncer

La crisis

Roer el hueso

Dijo

Para revelar

Lo que eres

Lo que únicamente…

 

 

 

V.

Este mundo mío

de locos

de parias

seres del hambre

y la intemperie

Qué contar

de sus últimos rostros

de la ignominia

igual al absurdo.

Esta mi morada

blanca de ausencias

quebrándose

en llanto

Cómo desbaratar

los gestos iguales

e irrumpir

en medio del grito

con el más claro silencio

Quién puede sacudir

el manto uniforme

de la pérdida

y bosquejar improperios

para retroceder

el miedo

como si fuera una farsa

 

 

VI.

La curva se come los pastos

Los envuelve y los traga

Ausente de sutilezas

Ella abre el ojo dormido

Y dibuja el puerto

-sin naufragio-musita

Sólo el ancla

En un guignol de dos por dos.

El trenbarco la sacude

Una sola vez

Y bufa en carcajadas de hierro.

Hemos subido el brazo

Hasta los hombros

Lo hemos levantado un poco más

Trenza, cerco

Apretar la entraña

Convocado el hambre

De asir y retener.

Ella ríe a sabiendas

Del agua de mar

(un puerto marítimo)

En sus mejillas

Ella ríe de pura tribulación.

¿Cómo te llamo amada?

¿De qué manera te pueblo el nombre?

Ella ríe su desencanto.

El tablado pequeño

Pequeñísimo

Para el afecto de tres

dos uno

Gente con sus mismos poros

En un guignol de dos por dos.

Abrazo, estupor

Comunicante el acento

De algunos personajes.

Y viaja

Recorre las fronteras y los pasos

los muros y los puentes

no mira

no ve

no sabe

ternura de los laureles

y en la buganvilia

que antes fue Santa Rita

ternura por el aquí y el allá.

¿Cómo saberte los lazos

Y arrancarte el paisaje?

Ella se entristece

en medio de la comedia.

Necesitará siete días íntegros

para suponer la vuelta

en este guignol de dos por dos.

La marioneta rosa

la convoca

La marioneta con botas

Le frena el pulso

Saludos – manos – cortesía –

Qué pretensión la del regreso

Cuánta tontería

en su destino revuelto.

Ella reinventa la mímica

Y advierte la teatralidad

De este presente viejo

mientras sobre el tablado-ciudad

títeres y muñecotes

fijan su sonrisa quieta

en el giro de sus cuerpos congelados.

Estopa y cartón

El pasado me acompaña

Aún en un guignol

De dos por dos.

 

 

VII.

Me duele el tamariscal de mi raza amarga

La dudosa condición de su silencio

Silencio que florece en mi modo

De crujir los dientes

Y enderezar la espalda

 

(De Extranjerías, poemario 1989-1990. México, DF.)

 

 

*Imágenes: https://pixabay.com.

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Sobre el autor

Giuseppe Verde

Músico italiano, afrancesado por educación. Viene a parar a México por razones políticas. Muerto en el 2000, se conoce su apellido verdadero, Verdi.

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