
Imagen: Alina López Cámara [CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/], en Wikimedia Commons.
La memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos
que a uno se le antojen.
San Agustín.
Esta cita de San Agustín, junto con otras, son el punto de partida de esta aventura que nuestra querida Margo Glantz emprendió para escribir su autobiografía.
Como se apunta en la contraportada, el recurso de lo fragmentario y desordenado con que se evoca el tiempo, no es nuevo, pero la singularidad del ingenio y la vida de Glantz es enriquecedora para los que vemos la vida como un viaje, y esto dicho en todos los sentidos.
Viajar en el sentido literal de conocer otros lugares.
Viajar al interior de uno mismo.
Viajar de nuevo a lo que fue nuestra familia, nuestros padres, hermanos.
Viajar de vuelta a nuestras lecturas y amigos.
Viajar a las ilusiones y desilusiones.
Viajar en tuits y en ocurrencias no menos afortunadas.
Viajar al mundo de las trivialidades.
En fin, se agradece que Margo Glantz se acuerda y lo escribe aún con asombro, lo cual hace la lectura más amena, más espontánea, provocadora, sugestiva.
Tengo en mi libreta de apuntes, no voy a exagerar, al menos ya veinte nombres de escritores, lugares, cosas, hechos, de los cuáles debo aprender un poco más.
Como lector irreverente que soy, igual hice una lectura a salto de mata, sin seguir el orden propuesto en el libro. Una memoria caótica puede ser leída también de esa forma… no pasa nada, el disfrute está ahí, en el oficio del que escribe.
Al menos desde mi punto de vista, sería absurdo hacer una reseña de este libro. La vida no se reseña… se vive, y en el mejor de los casos nos dan la oportunidad de leer algo de esa memoria que avanza como un tsunami donde el mar entra tierra adentro arrasando con todo, revolviéndolo todo…
Imposible reseñarlo, quizá; pero imprescindible y recomendable, eso sí.
Dejo algunas pinceladas de este libro, apenas unos subrayados entre tantos otros:
Me acuerdo que un día la gente se volvió excesivamente visible.
Me acuerdo que alguna vez estuve orgullosa de mi país.
Me acuerdo que amanecí nostálgica, no es mi culpa, es el tiempo.
Me acuerdo que si no viajo, no tengo futuro.
Me acuerdo de Istambul, ciudad maravillosa.
Me acuerdo de haber recorrido varias callejuelas sucias y estrechas y de repente apareció ante mis ojos el Cuerno de Oro.
Me acuerdo que me gusta sentarme en la playa y orinar cuando me alcanzan las olas del mar.
Me acuerdo de leer noticias en el periódico y sentir como si son del siglo pasado.
Me acuerdo que ya no hay viejos, hay solamente adultos mayores.
Me acuerdo que busqué tuits y me encontré con estos dedos.
Me acuerdo que ahora se escribe con la yema de los dedos.
Me acuerdo que me lavaban la cabeza con xixi, una sustancia que ha desaparecido del mercado a causa de los productos industriales.
Me acuerdo que mi colibrí vuela y se vuelve mariposa.
Me acuerdo que el método Feldenkreiz es benéfico para la postura.
Me acuerdo que caminar es un buen ejercicio.
Me acuerdo de la Shoa.
Me acuerdo que arreglo cosas y desarreglo otras, el cuento de nunca acabar.
Me acuerdo que si viviera ahora Cervantes, pensaría que no hay nada nuevo bajo el sol.
Me acuerdo que un día me dije, bueno, basta de filosofar, manos a la obra.
Yo también me acuerdo, de Margo Glantz. Sexto Piso ediciones, 2014.