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Para hablar de Venezuela hay que saber. Eso es válido para todo. La cuestión es qué es saber. Voy a hablar desde mi experiencia sin la pretensión de gestar una teoría abarcativa. Yo desconfiaba de Chávez y de su gente allá por el cruce entre los dos siglos. Era el tiempo de la socialdemocracia, de la tercera vía. El tiempo del fracaso, del dolor, de la autocrítica. Hoy estoy absolutamente seguro de qué es lo que pasa en Venezuela. Venezuela es el nombre de una lid geopolítica. Es el nudo alrededor del cual gira la suerte del proceso latinoamericano de los primeros años del siglo. Es el nombre impronunciable. Porque es el punto de quiebre del “consenso mundial” cuyo artículo primero y central es que las aventuras contra el imperio no pueden sobrevivir. Es el nombre que engloba todo. Incluye la apropiación ilegítima e ilegal del poder por la derecha brasileña. Es la letanía imbécil que constituye el santo y seña de Macri en la Argentina: “íbamos camino a convertirnos en Venezuela”.
Venezuela es el nombre de un desafío latinoamericano. Igual que la revolución mexicana. Igual que la Nicaragua de Sandino, la Argentina de Perón y la Cuba de Fidel Castro, todas ellas llenas de contradicciones, de lagunas, de lugares sombríos.
El lugar íntimo e indestructible del patriota, del demócrata latinoamericano es el de que los norteamericanos no se metan en Venezuela. Si se acepta eso mueren los argumentos. Si se acepta eso no hay futuro democrático ni pacífico en nuestra patria grande. Desde el rechazo y la resistencia a esos designios miserables del imperio hay lugar para la discusión, para la imaginación, para el conflicto de ideas.
México ha devenido hoy una enorme esperanza para nuestros pueblos. Orgullo enorme por la actitud valiente y digna de AMLO ante la prepotencia yanqui.
Primero frenar la intervención. Después ayudar al pueblo venezolano a superar la crisis. Más tarde crear un clima de intercambio y comunidad de ideas entre las fuerzas patrióticas y antimperialistas de la región. Fortalecer a Evo, a AMLO, a Cristina en Argentina, a Rafael en Ecuador, a Lula… Es la hora de una gran convocatoria de la patria grande por la libertad, la dignidad y la paz.