In isolated moments-isolations
Were false. […]
A hatching that stared and demanded an answering look.
Wallace Stevens, “An ordinary evening in New Haven”
El film de los hermanos Barriuso (basado en la vida de sus padres en Cuba) empieza con imágenes de la llegada de Mijaíl Gorbachov a Cuba en 1989. Recibido efusivamente por Fidel Castro y un grupo de gente a la manera de una celebración. Esto dará pie a plantear a lo largo del film dicha relación (la de la Unión Soviética y Cuba) a partir de rasgos que evidenciarán sus intereses políticos y económicos (como el intercambio de petróleo por azúcar, entre otros) y que pueden funcionar para distinguir otro tipo de relación entre ambas naciones. Uno inscrito en otro texto: el verso de Rilke que funciona de epígrafe en la primera parte de Verdad y método de Gadamer (“En tanto no recojas sino lo que tú mismo arrojaste, / todo será no más que destreza y botín sin importancia; / sólo cuando de pronto te vuelvas cazador del balón / que te lanzó una compañera eterna, / a tu mitad, en impulso / exactamente conocido, en uno de esos arcos / de la gran arquitectura del puente de Dios: / sólo entonces será el saber-coger un poder, / no tuyo, de un mundo.”)
Un detalle de la película que ilustra este segundo lugar de la relación es el que nos interesa. Sucede cuando Malin, el protagonista del film, por órdenes del estado, tiene que dejar de impartir sus clases de literatura rusa, para convertirse en traductor de niños soviéticos afectados por el accidente nuclear de Chernobil y algunos de sus respectivos padres (sin presentar, la mayoría de ellos, mayores progresos en su salud, no importando que el tratamiento sea provisto por el que era entonces uno de los mejores sistemas de medicina del mundo). Al principio, Malin rechaza la idea de su nueva comisión porque su labor es la de profesor y además busca terminar de redactar su tesis. La primera conversación que sucede en el film entre Malin y su esposa será significativa: Malin dice haber escuchado de una escritora rusa, con quien parece participar de su idea que “los soviéticos y los cubanos comparten una sensación de aislamiento”. Pero se convence después, por la enfermera con la que trabaja con los niños, Gladys (Maricel Álvarez, cuya actuación luminosa sobresale de las otras por un carácter de naturalidad que no sostienen los otros personajes, cuya interpretación se siente cercana a las de la televisión antigua, como la de Rodrigo Santoro que protagoniza a Malin o la de Yoandra Suárez que protagoniza a Isona, la esposa de Malin) quien le hace reflexionar cómo de igual manera que él no decidió ser traductor, los niños tampoco decidieron sufrir en el hospital.
De manera que, poco a poco, con ayuda de lecturas de cuentos a los niños, actividades como la escritura de textos o dibujos que ilustran sus sentimientos; logra Malin hacer que el aislamiento de antes, se vuelva la posibilidad de ir olvidando su condición extranjera, o al menos acercar la posibilidad de empatía; Malin empieza a padecer, en el sentido de poder entender y sufrir el dolor de los niños, como de darles la oportunidad de relacionarse no necesariamente con un médico, una enfermera o un traductor que sólo tienen como fin programático su sanción física, sino también su dimensión humana, quiero decir los sentimientos, sueños, dolores que surgen de ahí.
Al preguntarse por el modo de ser la obra de arte, Gadamer lo homologa al modo de ser del juego pues en él hay: “un movimiento de vaivén que no está fijado a ningún objeto en el cual tuviera su final”. Hay un “otro” siempre, alguien que juegue con el jugador y que, en ese sentido, responda constantemente desde sus iniciativas y contra-iniciativas: un horizonte de posibilidades. Una conversación, un diálogo, un intercambio. Lo significativo de ello es pues, que en ese movimiento se logra “saber-coger un poder” de “un mundo” como dice Rilke en su poema. Un reconocimiento que nos da algo más de lo ya conocido antes. La subjetividad de ambos participantes (o del número cualquiera que esté inscrito en el juego) se ve transformada: sólo en el reconocimiento “accede lo conocido” (el momento previo) a “su verdadero ser y se muestra como es”, remata Gadamer.
Malin obtiene pues este “saber-coger un poder” de “un mundo” al establecer una relación con los niños soviéticos, padecer su sufrimiento y a la vez, concederle una renovada importancia a su relación con su esposa y su hijo (a pesar de los conflictos iniciales que surgen por una suerte de desapego producto del trabajo nocturno en el hospital). Al situarse, digámoslo, como un ser en el mundo que no está aislado de otros por una cuestión de fronteras, el hipotético aislamiento entre la Unión Soviética y la Cuba de entonces, se diluye como en el poema de Stevens (“In isolated moments-isolation/ Were false”) por un incubar que al mismo tiempo que mira, exige una mirada de respuesta (el poema de Stevens dice “A hatching that stared and demanded an answering look”).
Pero aunque el film representa la posibilidad para una reflexión de teorías hermenéuticas bastante tratadas y consiga llevarnos a evocar dos poemas, ciertas decisiones formales por parte de sus directores demeritan la experiencia del filme como un todo. Enumero las que en mi opinión son las más cuestionables: 1. Las actuaciones que dan al traste con el tema del film (el encuentro del otro, de horizontes de experiencias) cuya motivación es natural y no forzada como el carácter de las interpretaciones que remiten a las de la televisión (y en su peores formas, donde se finge actuar). 2. El uso de planos con movimientos que buscan más lograr un preciosismo artificial que fomentar el desarrollo continuo del film quedando en mera distracción. 3) El diseño de producción que en esta propuesta preciosista contrasta la evidente situación económica y social de sus protagonistas, falseando el aspecto narrativo, para fines plásticos, acentuando el problema con el uso de cierta música extradiegética que en lugar de intensificar emociones las debilita. Haciéndonos recordar que algo busca hacernos sentirlas, de manera direccional y no franca.
Un traductor (Rodrigo y Sebastián Barriuso, Cuba, 2018) se exhibe en la Cineteca Nuevo León como parte del 12 Festival Ternium de Cine Latinoamericano.