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El 8M en Monterrey. Recuento de una polifonía marchante

abril 20, 2019Deja un comentarioColectivo Polifonías, FeminismosBy Colectivo Polifonías

Imágenes Colectivo Polifonías

La batucada que lideraba la marcha del 8M lograba escucharse hasta el final del contingente. Cada golpe que daban las baquetas a las tarolas era como el grito de cada una de las mujeres y niñas que han sido víctimas de violencia de género en México. En cada retumbar se clamaban sus nombres:

 

Tac, “¡Paloma!” Tac, “¡María Andrea!” Tac, “¡Claudia!” Tac. Tac. Tac.

 

Aquel 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, las olas de mujeres que portaban pañuelos verdes, pancartas y velas encendidas circularon por las calles del centro de Monterrey (iniciando en la Explanada del Colegio Civil y finalizando en la Explanada de los Héroes, delante del Museo de Palacio de Gobierno) para conmemorar la histórica lucha que continúa por el respeto a sus derechos humanos. En Monterrey la marcha de este año fue sobresaliente a comparación de las de años pasados, siendo ésta una de las más grandes que los nuevoleoneses han presenciado.

 

Se podría señalar que la marea verde surgió a partir de las notas locales y nacionales sobre feminicidios y desapariciones de mujeres que ocurrieron tan solo los primeros dos meses de 2019; muchas personas empezaron a manifestar un pánico colectivo, en el cual se compartía información de forma masiva por Internet sobre cómo algunos usuarios habían presenciado un secuestro, otros mencionaban qué lugares no se debían visitar, y algunos relataban diferentes casos de violencia sexual. Todo esto trajo consigo diferentes publicaciones que demostraban su hartazgo hacia la violencia de género que se vive día con día en México, particularmente en el estado de Nuevo León.

 

Simultáneamente, el 6 de marzo (tan sólo dos días antes de la marcha, y tomando por sorpresa a la ciudadanía nuevoleonesa), la Comisión de Puntos Constitucionales del Congreso del Estado aprobó (con 30 votos a favor y 8 en contra) la reforma al artículo primero de la Constitución estatal, el cual dicta, desde el 11 de marzo de este año, que el Estado reconoce el derecho a la vida “desde el momento de la concepción”. Aquel día, alrededor de las 10:30 a.m., una pequeña marea precursora a la del 8 de marzo se congregó frente al Congreso, sitio donde hubo una confrontación con organizaciones anti-aborto de carácter religioso.

 

Luego de aquel acontecimiento, las redes sociales estallaron. Se consideraba que, al promover un clima de confusión e incertidumbre jurídica, se vulneraban los derechos de las mujeres mediante la infiltración de la Iglesia y la presión de la ultraderecha conservadora de Nuevo León. Las redes sociales fueron, para las mujeres defensoras de los derechos humanos, una de las herramientas más efectivas, y quizá fue la razón por la que una gran marea pudiera formarse. Es por estos motivos que no es sorprendente el resultado obtenido de estos sucesos: las miles de mujeres que comenzaron a organizarse para asistir a la marcha del 8M, convocadas a través de diversas páginas de Facebook.

 

“Nunca había venido a una marcha así, espero que se ponga bien grande, que venga mucha gente”, nos decía una chica mientras caminábamos juntas, casi saltando como un conejo por la emoción. Nos preguntó que si íbamos a la marcha. Nosotras acabábamos de bajarnos del camión, justo en la Alameda, y a partir de ahí planeábamos caminar hasta Colegio Civil, queríamos llegar antes de la movilización programada a las ocho. “Vámonos juntas”, dijo, mientras nos acercábamos a la orilla de la banqueta para cruzar la calle. Nos pareció natural que adivinara nuestro plan de asistir ya que llevábamos un pañuelo verde amarrado al cuello.

 

Llegamos a Colegio Civil y a ella la recibieron compañeras con pañoletas verdes y ropa negra; la abrazaron. Parecía que aquella área del centro de Monterrey se había convertido en un lugar para los encuentros, pues a nosotras nos llamaron desde el otro extremo de la plaza. Con la mano nos despedimos de ella, sabíamos que íbamos a seguir juntas, gritando a una sola voz las consignas que posteriormente se cantarían en la marcha hacia Palacio.

 

El 8 de marzo a las 6:00 p.m. en la Explanada del Colegio Civil se llevaron a cabo actividades catárticas organizadas por activistas y colectivos. Hubo monólogos, performances, talleres, círculos de reflexión, danzas colectivas, pronunciamientos políticos, mujeres maquillando a otras con los colores propios de la lucha feminista (morado y verde) e incluso había una guardería feminista.

 

La guardería feminista fue hecha con unas mesas tipo picnic que se encontraban en el ala norte de la explanada, esas mesas fueron acomodadas para formar un pequeño espacio cuadrangular; en el suelo había un tapete de hule de muchos colores que conformaban un rompecabezas armado. Dentro había varias niñas y niños de entre dos y siete años. Los encargados de cuidarlos eran feministas y aliados, quienes les leían cuentos y los dejaban jugar alrededor del área acordonada con un hilo de estambre.

 

En una de las actividades recreativas que les aplicaron, los cuidadores les entregaron a las niñas y niños hojas de colores y les preguntaron si sabían por qué había tantas personas reunidas; después les explicaron que algunas veces la gente salía a la calle a decir qué era lo que no les gustaba. Ante esta explicación los invitaron a escribir en las hojas aquello que les molestaba, lo que a ellos no les gustaba. Una niña dijo que no le gustaban los moños, otra escribió “no me gusta que a las mujeres les paguen menos que los ombres” (así, sin “h”).

 

Igualmente, de los talleres que se impartieron aquel día resaltó el del teatro del oprimido, el cual estaba a cargo del Colectivo Magdaleonas, que está conformado por un grupo de mujeres que tienen una misma necesidad y un mismo deseo: visibilizar y aportar herramientas para la transformación de una realidad social caracterizada por ideas patriarcales de dominio y control. Este tipo de teatro fue creado por el escritor y director de teatro brasileño Augusto Boal y en él se pretende llevar a cabo un conjunto de ejercicios, juegos y técnicas dramáticas que tienen como propósito la desmecanización física e intelectual de los participantes. El colectivo se vale del arte escénico para lograr uno de sus principales propósitos: “apropiarse de la expresión teatral como un medio que nos permita hablar de nuestras opresiones e intentar encontrar formas de liberarnos de ellas”.

 

Una mujer que participó en el teatro del oprimido dijo:

 

Nos liberamos, ya no nos sentíamos oprimidas, sumisas y aplastadas; bailamos sin importar si teníamos ritmo o no, porque ahí no importó eso, importó qué sentíamos. Reímos por vergüenza y felicidad porque nunca habíamos bailado frente a tanta gente. Al entrelazar nuestras manos con la mujer de al lado no sentimos incomodidad sino compañerismo y un lazo fuerte entre nosotras, fue algo natural. Conseguimos una libertad que fue posible gracias a este teatro y al apoyo de las demás mujeres del círculo que no se miraron juzgándose, sino con admiración y respeto.

 

A las 8:00 p.m. la aglomeración que se reunió en la explanada empezó a movilizarse para dar comienzo a la marcha. Se trató de respetar el orden que se había establecido previamente por las redes sociales: primero irían las banderas y la batucada, luego le seguirían un grupo de sólo mujeres (en medio de éstas vendrían aquellas con sus hijas e hijos) seguido de un grupo mixto (donde podría ir todo aquel que lo deseara) y, finalmente, irían las ciclistas de la organización civil Rodada Feminista.

 

A pesar de los momentos conmovedores y de la estridencia de la marcha, el ambiente, en general, fue sereno y festivo. Y aunque no se definieron protocolos de seguridad de forma específica en las convocatorias, las organizadoras (como lo fue Asamblea Feminista Nuevo León) procuraron conservar el orden utilizando para ello las mantas más largas que llevaban algunas compañeras.

 

Se extendieron, por un costado de la multitud, alrededor de cinco mantas. Las chicas que las portaban parecían formar parte de un mismo grupo o de algún colectivo. Se podían ver escrito en la mayoría la simbólica “A” anarquista y consignas feministas. La más grande, que era de color blanca, tenía escrito con aerosol negro el lema “El Estado es proxeneta”.

 

Unas chicas que llevaban unas mantas color verde se identificaron como parte del Frente Estudiantil Autogestivo (FEA), que es una organización de estudiantes y egresadas de diversas facultades de la Universidad Autónoma de Nuevo León, aunque ésta es totalmente  independiente de la institución.

 

Dentro de la marcha también pudieron verse algunas personalidades del medio literario de Nuevo León, como fue el caso del escritor y activista nuevoleonés Joaquín Hurtado, quien circulaba en el grupo mixto y apoyaba a las mujeres como aliado. Sobre lo acontecido, opinó:

 

Lo veo como una puñalada [lo de la reforma del Artículo 1°]. Ya desde los noventa se sentaron las bases para legalizar al aborto y otras libertades. Pero no se hizo nada. Hubo manoseo político por parte de la Iglesia. La Iglesia está en el Congreso. Me parece que tienen [las y los jóvenes] mucha energía, pero les falta colmillo. Después de lo que sucedió conviene repasar y hacer una autocrítica a nosotros mismos. El acto de criminalizar a la mujer que aborta es un paso hacia atrás a nivel estatal. En cuanto al apoyo de los varones, yo creo que esta causa es feminista y los hombres pueden apoyar, pero de ningún modo deben tomar el centro.

 

En general, se respetó el orden preestablecido durante la marcha, y esto se hizo más evidente cuando la marea se encontraba frente a la Presidencia Municipal de Monterrey, donde algunas mujeres que la encabezaban llevarían a cabo uno de los eventos más conmovedores de aquella noche: el minuto de silencio por las víctimas de violencia de género.

 

El minuto de silencio se llevó a cabo alrededor de las 9:00 p.m., justo cuando la marea verde había terminado de retumbar por los edificios de la calle Morelos. En aquel sitio simbólico una chica se subió a un poste de luz y, con megáfono en mano, arremetió contra el gobierno debido a su falta de compromiso hacia los derechos humanos de las mujeres. La multitud respondió a su llamado y, con los puños en alto, mantuvieron un silencio demoledor durante todo el minuto; callaron en recuerdo de las voces que fueron silenciadas para siempre; por las millones de mujeres que ya no están; por las que estaban aquel día y por las que vienen.

 

Tan sólo unos momentos después del minuto de silencio, la marea verde llegó a la Catedral Metropolitana de Monterrey, donde casualmente se estaba llevando a cabo una boda. La imponente arquitectura barroca de la Catedral quedó empequeñecida ante la gran ola que se agitaba frente a su reja. Las protestantes exigían: “¡Saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas!”.

 

Al principio la ola fue pequeña y sólo estaban dos chicas con sus cartulinas alentando a la gente a quedarse en el sitio, pero muy pronto la intensidad de la ola subió y más mujeres se unieron a la protesta ante la mirada atónita y risueña de varios policías de Monterrey que, simbólicamente, habían sido desplegados para resguardar aquel evento social. Asimismo, las expresiones de los invitados de la boda, quienes reflejaban en su mayoría una mezcla de confusión, vergüenza y antipatía.

 

De pronto, en medio de la confrontación, fueron encendidos unos fuegos pirotécnicos: los novios estaban saliendo de la iglesia. Todos tornaron a ver las luces con expresiones de júbilo y, como si hubiera sido de común acuerdo, las activistas tomaron esto como una señal para celebrar y continuar la marcha hacia su destino final.

 

Después, cerca del cruce entre la calle Juan Zuazua y Mariano Matamoros, la marea fluyó por el paso a desnivel que continúa debajo de la Macroplaza. En aquel lugar las luces amarillas que iluminaban la calle y el espacio subterráneo daban la ilusión de que los integrantes de la marcha se hubiesen multiplicado. Los ecos de las consignas inundaron todo el lugar, los tambores que llevaba la batucada que lideraba la protesta sonaban todavía más salvajes, amenazantes, como si fueran a la guerra: el Museo del Palacio de Gobierno estaba cerca.

 

Tac. Tac. Tac. “¡No somos una, no somos cien, pinche Gobierno, cuéntanos bien!”. Tac. Tac. Tac.

 

Al filo de las 22:00 horas, la marea irrumpió en la Explanada de los Héroes y llegó hasta los escalones del Palacio de Cantera. Encima de una tarima se encontraban las organizadoras de la marcha, quienes leyeron los pliegos petitorios e hicieron un recuento de los hechos que derivaron en esa histórica noche. Cuando el mitin frente a Palacio de Gobierno estaba a punto de finalizar, Stefanía Bárcenas Padilla, quien perteneciente a la Asamblea Feminista, conmovida, dio un último mensaje frente al micrófono:

 

Hace 10 años éramos apenas un puñado: Aidé, Lili, Ana, Claudia, Silvia, Perla, Grecia, Selene y muchas más.

 

La marea verde, agradecida con todas ellas, contestó: “¡Gracias! ¡Gracias!” Finalmente, Stefanía puntualizó: “Y ahora sí podemos decir que se va a caer, porque ya lo estamos tirando.”

 

Por desgracia, muchas otras mujeres que quisieron participar en la marcha no pudieron asistir, y con esto se perdieron de los momentos catárticos de hermandad y liberación que el 8M pudo haberles brindado. Sin embargo, las redes sociales fueron de mucha ayuda nuevamente, ya que pudieron tener cierta comunicación con sus compañeras y con el movimiento, aunque fuese de forma indirecta, a través de transmisiones en vivo, fotos y videos.

 

De igual forma, las mujeres y aliados que sí pudieron asistir confiaban que, después de la marcha, la cobertura sería igual de grande cómo lo había esa noche. A lo largo de la caminata, desde Colegio Civil hasta el palacio de Gobierno, hubo mucha gente con equipo especializado que grababa y tomaba fotos. Varias personas que parecían periodistas fueron testigos de la gran ola verde de mujeres que gritaron consignas y vitorearon a una sola voz por justicia. No obstante, el 9 de marzo fue notoria la poca atención mediática que los principales periódicos de Nuevo León le dieron al evento, la acción más llamativa fue la llevada a cabo por El Norte, uno de los principales diarios de la ciudad de Monterrey, el cual no publicó una sola foto o nota sobre lo acontecido, sino hasta el 10 de marzo.

 

A pesar de que esto puede sonar desalentador para el movimiento feminista en Monterrey, los lazos creados aquel 8 de marzo fueron fuertes. No sólo se pudieron notar en los eventos que ocurrieron durante la marea, sino también cuando ésta se diluyó y quedó sólo la espuma. “Ninguna mujer se irá sola”, indicaron unas activistas desde la tarima; muchas ofrecieron sus coches para llevar a quien lo requiriera, otras organizaron grupos para irse juntas de regreso a casa. La marcha, de una forma u otra continuó; la sororidad se fue en los ánimos de cada una de las que participaron aquel 8M que hizo temblar a Monterrey.

 


 

Nota: Texto elaborado en el Taller de Periodismo Cultural de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL: Ana Clara Villegas, Gabriela Reyes, Renata Salazar, Carolina Cervantes, Clarisa Pacheco, Kesia González, Elena Gaytán, Lesli Penélope Rivas, Dominique Camou, Esteban Arrambide, Ivon Alvarado, Carlos Blanco, Migdalia González, Navy Gutiérrez, Andrea Martínez, Carlos Rutilo, Yaressi Esquivel, Ramón Piña, Génesis Mendiola, Ana Navarro. Un agradecimiento especial a Alma Patricia Ramírez y Ximena Peredo por el acompañamiento y los comentarios durante la redacción de este artículo.

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Colectivo Polifonías surge desde la pluralidad de voces e ideas de compañeras de la carrera de Letras de la UANL; lo autogestionan estudiantes comprometidas con el diálogo y debates en torno a los feminismos y estudios de género.

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