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Soledad

abril 20, 20191 ComentarioDel lectorBy Samuel Martínez

Imagen de Free-Photos en https://pixabay.com/es/.

(Cuento, México)

Querido padre Jehová:

 

El día de hoy volvieron a venir tus hijos favoritos y que además presumen con todo el mundo que ellos ya se ganaron el cielo y que uno va desaparecer de la faz de la tierra por los siglos de los siglos, a no ser a que me una a ellos y que yo jale a otros diez para que a su vez puedan ser salvos, algo así como la flor de la abundancia.

 

Todos los domingos vienen y ya saben que estoy aquí, me hago menso leyendo la Biblia (bueno no) a veces dejo que toquen la puerta como locos pero no se rinden, siguen y siguen. A lo mejor saben que muy en el fondo quiero ir con ellos, ¿Tú les diste a ellos ese poder?…

 

He estado pensando qué tal vez son buenas personas; digo, porque siempre están sonriendo y llevan trajes muy bonitos y se ve que son caros, tal vez tienen mucha lana… Jehová, ¿tú les das esa lana porque creen en ti? ¿Si yo creyera en ti me darías dinero también? ¿Cómo que no funciona así? ¿Dónde salió esa voz? ¿Eres tú Dios? Perdón, ¿eres tú Jehová?

 

Ayer se fue mi esposa, dijo que soy una persona muy extraña y que no quiere nada conmigo, que se cansó de verme leyendo mis novelas, que se cansó porque nunca estoy cuando me necesita, que no le hago caso, que le da mucha vergüenza que siempre ande descalzo, en shorts y sin playera, no contenta con eso dijo también que no soy lo suficientemente hombre para ella. No le dije nada, solo la miré a los ojos y luego al techo, creo que esperaba a que le contestara o dijera cualquier cosa pero no dije nada, se cansó de esperar, tomó su maleta y se fue, no sin antes romper el jarrón que me regaló mi madre y azotar la puerta. Me asomé por la ventana para verla por última vez con el abrigo de mi hermana. Solo cuando se perdió en el horizonte pensé: vaya, tenía que pasar, al menos… ya estoy solo otra vez.

 

Decía mi madre que buscara pareja y yo le decía: sí, sí. Pero en el fondo pensaba “qué hueva”; mi madre también decía que tú viste a Adán muy triste y que dijiste que el hombre no debe estar solo y que por eso creaste a la mujer para que se acompañaran el resto de sus vidas. ¿Por qué no creaste una mujer para que fuera mi compañera el resto de mis días? ¿Me odias?

 

Antier se murió mi perro, lo encontré en los matorrales cerca de la casa de tía Concha, creo que fui yo su asesino, le dije: Panchito, ¿qué te dije de subirte a la cama? ¡Órale! Y le di una patada en el culo, el pobre se fue llorando al patio, ¡quédate ahí! Lo castigué y no le arrimé comida para que aprendiera la lección, yo entré a leer un libro equis mientras tomaba un vaso de agua de limón frente a la ventana, había un sol hermoso afuera pero creí que lo mejor sería estar adentro con las cortinas cerradas, leyendo y echando un ojo hacia afuera a ver a qué hora se aparecía la Casimira a bañarse cerca del pozo de su casa. No sé cuánto tiempo pasó cuando ya atardecía, salí afuera y Panchito no estaba, grité hacia los montes ¡Panchitooooo! ¡Panchitooooo! Pero no apareció, me puse mis botas de hule con las que a veces voy a pasear a la milpa a buscarlo y nada, regresé a la casa cuando se soltó un aguacero, truenos y relámpagos azotaban el techo amenazantes con tirar el árbol de capulines sobre mi casa, Panchito allá afuera. Al día siguiente se me ocurrió gritar otra vez: ¡Panchitoooooo! Cuando vi su cabecita asomarse sobre las hierbas, me acerqué en corto y lo vi todo lleno de chipos e inflado de agua, lo cargué en una cobija y lo acosté en mi cama, fue demasiado tarde cuando vi que empezó a respirar agitadamente, cerró los ojos y de su culito le salió sangre, lloré tanto como nunca había llorado, lo envolví en los edredones y lo enterré en mi patio. Ya se me murieron dos perros.

 

Hoy llegó una carta de la editorial, decía que agradecen mucho que haya enviado mi novela, pero que desafortunadamente no es lo que necesitan, que escribo muy bien pero que los burros alienígenas no venden. Creo que son buenas personas porque me recomendaron NO ESCRIBIR, en mayúsculas y negritas. Probablemente les haga caso.

 

Pienso que todas estas cosas son una prueba tuya, pero los Testigos dicen que tú no pones pruebas, que usara mi lógica, ¿cómo un Dios de amor va a permitir que sus hijos sufran? Que todos estos pedos pasan porque el diablo vive aquí entre nosotros, que nos ha corrompido. ¿Cómo ves? Es una mamada… ¿Creo que quieren verme la cara… ¿O es cierto?

 

¿Jehová? ¿Estás ahí todavía?

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Sobre el autor

Samuel Martínez

Licenciado en Administración Pública, lector empedernido… y ya alv.

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