
Fotograma de Algo quema (Still Burn), obtenido de https://vimeo.com.
La memoria es un fantasma que acosa día con día. Nos lleva a recordar aquellos momentos, recuerdos que pueden ser agradables, pero que también pueden llevar su grado de dificultad tratar de entenderlos. La memoria también es una vena abierta, que sangra y duele, una vena abierta que sangra los terribles momentos vividos por aquellos países.
En las películas Algo quema (Bolivia, 2018) de Mauricio Ovando y Heredera del viento (Nicaragua, 2017) de Gloria Carrión Fonseca, la memoria es una vena que escuece la mirada al pasado de los realizadores, ambos parten de sus recuerdos directos, representados en el filme por pietaje familiar, entrevistas, material de archivo, etcétera, que nos permiten acercarnos de manera directa a sus fantasmas personales.
En años recientes tanto la literatura y el cine documental han echado mano de la propia vivencia para reflejar temáticas de corte social, ideológico o político. De manera que más que hacer una radiografía de las dictaduras, nos presentan una mirada directa de la forma en que las revoluciones y las dictaduras afectaron la vida de esos países.
En Algo quema, Mauricio Ovando, nieto del dictador Alfredo Ovando Candia, echa mano del documental para hacer un retrato hablado de los fantasmas que asolan a su familia y de las contradicciones íntimas que ha vivido a lo largo de décadas; pero no solamente estamos ante un retrato íntimo, sino que el realizador parte de ello para registrar la cuestión histórica; de ahí que el filme esté constituido principalmente por fragmentos, donde por un lado permea la representación de la vida familiar al lado de Alfredo Ovando Candia, y por otro el trasfondo social de un país en constante crisis.
Usando materiales como grabaciones en super 8, pietaje de noticieros, entre otros, Algo quema pareciera que busca exorcizar la mirada del realizar en torno al abuelo; se pregunta qué van a decirte a uno de sus sobrinos en torno al abuelo: ¿que fue un buen abuelo?, ¿que fue el asesino del Che Guevara?, ¿que fue un buen padre?, ¿que llevó a los grupos mineros de su país al genocidio? Cada fragmento de pietaje del filme es un intento por responder a esas preguntas. Ovando no busca eximir al abuelo de sus crímenes, busca indagar en su memoria y exhibir su vena abierta.
De igual manera Heredera del viento de Gloria Carrión Fonseca hace un retrato de sus padres, militantes sandinistas que dejaron todo por la lucha. El filme revela el dolor de la cineasta de nunca ver a sus padres, de la guerra sandinista, de reconocer las contradicciones de un régimen. La realizadora busca hacer un retrato de sus padres militantes y sus puntos de vista ideológicos y a partir de ahí mostrar las consecuencias de la revolución.
Al igual que Algo quema echa mano de material de archivo, narrado por ella misma, mostrando el dolor de conocer las muertes, el terror que se vivió en esa época. Cambia de registro para darle la voz a sus padres por medio de entrevistas y mostrar a la pareja amorosa que dio a luz a una hija de la revolución. Sin embargo, esa mirada romántica de la revolución opaca una trama de carácter político, que está detrás de las imágenes de archivo. No muestra una mirada crítica de los costos de la revolución. De igual manera, al buscar mostrar al enemigo: los contras, a los cuales busca encontrar su lado humano, su visión de la lucha armada, la realizadora solo lo apunta como una trama más dentro de su narrativa.
El filme busca ir por muchos lados, trata de armar varias narrativas en torno a la memoria y el juicio a la memoria; sin embargo, no logra cerrar ninguna de ellas, solo una especie de conciliación con su propia memoria. ¿Quizá eso es lo único que buscaba?
Algo quema y Heredera del viento son dos filmes que nos permiten acercarnos al tema de memoria. Ambas se asumen como artilugios de esta (el uso de pietaje: memoria pura) que buscan transmitir al espectador una reflexión en torno a nuestra Latinoamérica tan conflictuada, tan tumultuosa. Ambas se asumen como retratos políticos de la época que buscan posicionarse como crítica de los conflictos sociales que se viven en Latinoamérica. Ambas tratan de cuestionar el pasado para ir deconstruyendo nuestra manera de entender el pasado.
Coda.
Al igual que las películas que se mencionaron anteriormente el cine latinoamericano contemporáneo de ficción usa el material de archivo, así como formatos de la época para emular la calidad de la imagen de un momento determinado. Filmes como No (2012) de Pablo Larraín y Rojo (2018) de Benjamín Naishtat utilizan formatos de la época para convertir la imagen de sus filmes en un artefacto de la memoria; sus filmes, más que ser una recreación de la época buscan ser imágenes de la época, imágenes que logren servir de evidencia del momento que representan (eso mismo lo podemos encontrar en Las niñas bien, 2018, de Alejandra Márquez Abella, pero con otro registro).