
Ahora que lo pienso, escribir crítica cinematográfica suele hacer a aquellos que solemos practicarla una suerte de pedantes esnobs, que a veces creemos que solamente nosotros tenemos la última palabra en cuanto a aquello que consideramos valioso en el cine. Escribimos (y me incluyo) sobre algunas películas que circulan por el circuito de festivales y nada más, pero dónde dejamos aquellas películas a las que les sacamos la vuelta: el blockbuster. Muchos de ellos dicen mucho o bastante sobre la realidad en que vivimos, pero si esa realidad no la dice un director filipino, con una duración de 5 horas (Lav Díaz), no la tomamos en cuenta.
Cinécdoque, de Luis Reséndiz, nos lleva por ese camino donde debemos volver a retomar aquellos filmes que de niños nos formaron (no recuerdo haber visto algo de Godard de niño, pero sí Indiana Jones, un blockbuster), y nos pone en sintonía desde una perspectiva seria y profunda sobre aquello a lo que debe aspirar la crítica cinematográfica: trazar los caminos del universo cinematográfico contemporáneo.
En su libro, Reséndiz disecciona filmes y filmografías en búsqueda de aquello que ha hecho que muchas de ellas se queden en nuestro cerebro. Pero también nos hace reflexionar sobre el papel de la crítica en tiempos donde esta se ha desplazado del papel (actualmente en México podríamos decir que solo hay dos revistas de cine: Empire y Cine Premiere) al blog, a la revista electrónica o al videoensayo. Sobre qué películas tenemos que escribir ahora que gracias al streaming podemos hablar no solo del cine que podemos ver en salas, sino también de aquel que podemos ver en la comodidad de nuestra pequeña sala de cine en casa.
Sus análisis en torno a filmes como Star Wars, al concepto de blockbuster de arte (Kubrick, Iñárritu) develan el camino que debe seguir la crítica cinematográfica como género literario: unas palabras que nos llevan una imagen, unas palabras que nos llevan a una reflexión. Unas palabras que nos lleven a formar una postura crítica en torno a aquello que vemos.
En su número de marzo Letras Libres dedicó su dossier a la nueva crítica cinematográfica. En él se discutía sobre los nuevos espacios donde se genera el debate en torno al cine: Twitter, blog de crítica o videoensayos, pero también se hacía la pregunta: ¿para qué escribir crítica de cine? Me quedé rodando con esta pregunta todos estos meses, escribiendo notas sobre algunas películas por aquí, otras por allá, pero que en general, me llevaban a esa pregunta. ¿Para qué escribir sobre Algo quema (Mauricio Ovando, Bolivia, 2018) si no es para describir y llevar al lector a un diálogo con ese universo fílmico en particular?
Nuestro papel como críticos de cine es llevar a nuestros lectores a pensar en aquello que vimos en la película, dejar una semilla que los haga reflexionar sobre el cine y, por qué no, sobre el mundo, pues al final del día, el cine habla sobre el mundo y sus realidades. El papel de la crítica es mostrar por medio de la palabra cómo tal película muestra tal realidad (la reconstrucción por medio de la palabra de la que tanto habla Jorge Ayala Blanco), cómo tal película nos pone al pensar sobre tal tema, sin importar si es la nueva del universo Marvel o salió de la mente retorcida de Lars von Trier.
Adenda crítica a manera de recomendación y/o ejemplificación
Recientemente en Netflix me topé con Burning (Corea del Sur, 2018) del cineasta coreano Lee Chang-dong que adapta un cuento del escritor japones Haruki Murakami. Escribí unas cuantas líneas que me sirven de pretexto para ejemplificar aquello que considero mi quehacer crítico:
A veces solemos creer que tenemos una certeza clara en torno a nuestra vida, a nuestra realidad. La creemos conocer, como si en ella no pasara nada que pudiera quemar los graneros donde acumulamos esos fragmentos “inservibles” de vida; sin embargo la vida, más que claridades nos ofrece misterios que queman nuestro granero o rompen los cimientos en los que sustentamos nuestras vidas.
Y no basta con que aquello que queme nuestros graneros sean grandes tensiones dramáticas, sino que aquello que nos quema son aquellos pequeños momentos, esos instantes de una cotidianeidad que ni nosotros nos damos cuenta de esos cambios. Los personajes de las novelas de Haruki Murakami viven bajo esa premisa, viven sus vidas cotidianas hasta que pasa algo que las cimbra, pasa algo que rompe la claridad y da pie al misterio dentro de la cotidianeidad.
Burning es un retrato intimista de cómo se queman los graneros de nuestras vidas.
Adenda a manera de actualización antes de mandar el texto a edición
No quiero dejar de comentar el nuevo cortometraje de Paul Thomas Anderson: Anima, hecho a manera de corto videoclip para el lanzamiento del álbum del músico británico Thom Yorke. Anima se antoja como una especie de filme silente con elementos muy marcados del cine expresionista alemán. En las coreografías se puede ver algún dejo de Metrópolis de Frtiz Lang y esas multitudes que marchaban a sus trabajos al mismo ritmo. Otro elemento que quisiera destacar es la actuación hierática de Yorke a lo largo del video, sus expresiones recuerdan a Buster Keaton y su rostro inexpresivo, además de los movimientos y coreografías del video recuerdan algunos de los movimientos que el director de La maquinista hacía en sus filmes. Anderson y Yorke en este cortometraje nos invitan a mirar la condición del ser humano en tiempos modernos. Ya no recordamos mirar al otro, ya no recordamos hacer algo por el otro. Anima es la distopía del día a día del que recorre la vida sin sentido.