
“Personas verdaderamente convencidas de haber impulsado la ciencia no reclamarían libertad para las nuevas concepciones al lado de las viejas, sino la sustitución de estas últimas por las primeras”.
V. I. Lenin.
Si algo nos ha demostrado internet, es que no hay límites para las razones por las cuales una persona puede ser “cancelada”: la menor divergencia ideológica se convierte en un letrero gigante con letras rojas que dice “por favor, que mil bots vengan a decirme por qué merezco la muerte”. Una de estas situaciones es la “discusión” con respecto al feminismo radical trans-excluyente (en inglés Trans-Exclusive Radical Feminism, TERF, nombre con que se conoce a sus adherentes, TERFs) y el transfeminismo, aunque el problema no acaba ahí. Opines lo que opines, y cualquiera que sea tu teoría política, parece que no hay un punto medio entre “TERF que veo, TERF que pateo” y “los transfemeninos son una conspiración judeomasónica para quitarnos nuestros baños”.
Y es que, ciertamente, no hay punto medio: o se apoya a una de las partes del proletariado más afectadas por el capitalismo, o se está del lado de fascistas y reaccionarios. Este tipo de solidaridad de clase, de personas cisgénero[1] a personas transgénero, es de la misma naturaleza, y sólo difiere en grado, del que puede tener una persona “occidental” con la lucha de liberación nacional palestina, por poner un ejemplo muy conocido. Hasta ahora la mayoría de textos al respecto se han hecho analizando el terfismo desde el transfeminismo o viceversa. Aunque concordamos con muchas tesis del transfeminismo, éste no será un texto escrito desde ese enfoque. Quien así lo deseé puede consultar: (Wynn, 2017) (Wynn, 2019) (Bambú, 2019) (Guerrero Mc Manus, 2019). Lo que intentamos, en cambio, es aclarar algunos problemas conceptuales acerca del terfismo, de cómo opera y qué podemos esperar en el futuro.
El feminismo radical surgió en los Estados Unidos entre las décadas de 1960-1970, modificando las herramientas del materialismo dialéctico para explicar las condiciones en que vivían las mujeres, buscando cómo mejorarlas: “Para las radicales, debía hacerse un análisis político allí donde se manifestara el poder, y no solamente en el ámbito privado sino en el público. De ahí la consigna “lo personal es político”, que rompe la dicotomía liberal entre las esferas privada y pública” (Bambú, 2019). Desde sus inicios tuvo en sus filas a mujeres trans. Después, algunas radicales que no consideraban a las mujeres trans como mujeres, sino como hombres, hicieron todo lo posible por expulsar a éstas del movimiento, dando inicio a la ideología TERF.
Aquí nos enfrentamos con una barrera: aunque podamos hablar de distintos enfoques transfeministas, es casi imposible que una TERF se identifique como tal. Lo usual es que rechacen el término diciendo que es misógino (“TERF is a slur”), aun cuando su significado es una descripción de sus adherentes: feministas radicales que excluyen a mujeres trans de su movimiento. Prefieren llamarse feministas radicales, incluso si muchas radfems no son transexluyentes, o “feministas críticas del género” (Gender critical). Laura Leucona, destacada TERF mexicana, escribiría que: “da la casualidad de que gran parte de esas horribles “transexcluyentes” son también de izquierda, pero además feministas de toda la vida, simpatizantes del movimiento LGBT y muchísimas de ellas lesbianas” (Leucona, 2019). Leucona, en sus palabras, sería crítica del género porque para ella “el género es un sistema social y cultural que asigna modos de comportarse y vestirse, temperamentos, capacidades, intereses y, sobre todo, valores y jerarquías diferentes a las personas según su sexo, es decir, según su presunta capacidad reproductiva” (2018).
Por su parte, y desde el transfeminismo, la filósofa norteamericana Natalie Wynn se refiere a las TERFs como:
[son] fanáticas como Germaine Greer que se refieren a las mujeres trans como “eso”, y piensan que los hombres trans son perdidas hermanas lesbianas. […] A las TERFs no les gusta que las llamen TERFs, piensan que es un término para menospreciarlas. […] La idea es que el género, la feminidad, la masculinidad, los roles de género, todo eso, todo es un constructo patriarcal, y el sexo biológico es lo único que hace de una persona hombre o mujer […] una visión rígida del género, donde hombres y mujeres son especies completamente separadas, donde las mujeres son seguras y los hombres son peligrosos. Y, para muchas de ellas, introducir personas trans dentro de su imagen del mundo desafiaba al inicio su sentido de estabilidad y confort. [2]
¿Por qué este ensayo no está escrito desde el transfeminismo, si tal parece que toda la discusión es entre esta teoría y el terfismo? Obviando que quien escribe no es una mujer trans, es por la siguiente razón: si bien el terfismo parece atacar primero al transfeminismo en tanto teoría, pronto pasa a poner en cuestión que las mujeres trans sean, de hecho, mujeres, y de ahí pasan a cuestionar la validez del resto de personas trans y de otras personas con identidades y expresiones de género no normativas. Esto se traduce en negarles derechos básicos, como la identidad, como con Laura Leucona y sus diatribas contra la ley de identidad de género en la CDMX (Leucona, 2019). ¿Y quién las ayuda en esto? Ciertamente no otras partes de la izquierda liberal y progresista, ciertamente no los comunistas consecuentes, sino aquellas partes de la derecha y del marxismo socialchovinista que pueden ser englobados bajo el término de “fascismo”. Por lo tanto, la oposición al terfismo es también oposición al fascismo.
Como internet no es la Academia ateniense, sino el Coliseo romano, es bastante normal que este punto no haya sido tratado con la calma y precisión que se merece. Este artículo no pretende “defender” a las mujeres trans (me rehúso a ser su Nacho Progre), ni tampoco refutar la postura TERF[3], pues de entrada aceptamos que no es más que contenido reaccionario vendido en un formato revolucionario.
Quienes se oponen a la ideología TERF usualmente lo hacen usando dos figuras: señalando la coincidencia que tiene su discurso con el de la derecha religiosa, o bien, equiparándola con el fascismo puro y duro. Ambas figuras pierden de vista lo esencial del terfismo, que es ser una ideología reaccionaria dentro de espacios “de izquierda”. ¿A qué se debe esta aparente contradicción?
Lo reaccionario de la ideología TERF se manifiesta en tres niveles: teórico, económico y político.
Teníamos que hablar de teoría en algún punto, no todo son memes
En lo teórico, las TERFs mantienen un núcleo duro conformado por al menos un elemento conservador: el binario de género y la relación necesaria entre sexo y género. Muchas personas llaman a las TERFs “esencialistas” o “biologicistas” por sostener que el dimorfismo sexual determina la socialización, pero creo que esos adjetivos no son muy claros. En lo que consiste su esencialismo o su biologicismo es en postular un determinismo relacional: “Si nace macho, entonces necesariamente es hombre; si nace hembra, entonces necesariamente es mujer”. Lo importante es la relación entre los elementos, no sólo uno de ellos.
O como lo satirizó Natalie Wynn: hay pene, hay vagina, y el pene oprime a la vagina (Wynn, 2017, abril 18). En la definición de Lakatos, el núcleo duro de un programa de investigación (el conductismo psicológico, la física de Newton, etcétera) son hipótesis que no pueden rechazarse, so pena de refutar al programa de investigación del que parten (un conductista puro y duro no puede ponerse a hablar del inconsciente psicoanalítico, por ejemplo, y un físico no puede aceptar la “física” de Aristóteles) (Piatelli- Palmarini, 1983). Por esto es que casi toda discusión con las TERFs donde se les muestra que, desde una perspectiva científica y naturalista, su teoría no tiene sentido, fracasan. Tendrían que rechazar todo lo que las hace lo que son.
El binario de género, como lo entendemos hoy, fue parte de las estrategias del capitalismo para imponer su dominio colonial:
Los primeros colonizadores en las Américas usaron las variaciones de sexo y género de las naciones originarias para marcarlos como racialmente inferiores e incivilizados: una justificación para una conquista genocida nunca justificada (Paramo, 2018, julio 17). [4]
Además, la relación de necesidad entre sexo y género ayudó al exterminio de las naciones originarias. Este exterminio, recordemos, fue parte de lo que Marx llamó la “apropiación originaria” del capitalismo, cuando las naciones europeas amasaron grandes cantidades de oro y plata conquistando América:
La colonización de las Américas requirió la destrucción de los sistemas originarios de género. Central para este proceso fue la reducción de los pueblos originarios al mero sexo biológico, mientras que los europeos trascendieron el sexo, hacia el reino del género binario. La misión colonizadora de los europeos se convirtió en, o bien integrar a las naciones originarias a los roles de género de hombre y mujer, o simplemente exterminar a quienes no “trascendieran” el mero sexo. (Escalante, 2018, noviembre 4).[5]
Pero es evidente que ninguna TERF va a decir “soy una hembra humana para gloria de Dios y la Reina de Castilla”. Ha pasado tanta agua bajo el puente que la relación género binario/ explotación colonial ha sido borrada, ocultada, y en cambio el género aparece como algo de toda la vida, tan viejo como el tiempo, metafísico. Shulamith Firestone, quien no era TERF[6], pero es muy utilizada por ellas, lo expresó muy bien cuando escribió que:
Cualquiera, observando a los animales apareándose, reproduciéndose, tendrá muchas dificultades aceptando el discurso de la “relatividad cultural”. [Ésta sólo prueba] una cosa: la increíble flexibilidad de la naturaleza humana. Pero la naturaleza humana se adapta a algo, que sí, está determinado por sus condiciones ambientales. Y la familia biológica que hemos descrito ha existido a través del tiempo. Incluso en los matriarcados, donde la fertilidad femenina es adorada, y el rol paterno es desconocido o no tiene importancia, si no es con el padre genético, sigue habiendo alguna dependencia de parte de la hembra y la cría hacia el macho. (Firestone, 1970, pág. 9). [7]
Y,
El materialismo histórico es la perspectiva sobre el curso de la historia que busca la causa última y el gran motor de todos los eventos históricos en la dialéctica del sexo: la división de la sociedad en dos distintas clases biológicas para la reproducción procreativa, y las luchas que éstas clases sostienen la una contra la otra; en los cambios de los modos del matrimonio, la reproducción y el cuidado de la infancia creados por estas luchas; en el desarrollo conectado de otras clases físicamente diferenciadas [castas]; y en la primera división del trabajo basada en el sexo, desarrollada hasta convertirse en el actual sistema de clases [económico- cultural] (1970, pág. 12). [8]
Este ocultamiento de la relación entre el proceso histórico del capitalismo y nuestras actuales categorías sexogenéricas es lo que ha permitido que éstas parezcan tan naturales. Por ello, cualquier desviación de la norma se ve con desconfianza y asco, como si se estuviera atacando algo tan natural como la vida misma. Natalie Wynn apunta muy bien a que, detrás de muchas supuestas preocupaciones por parte de TERFs (“yo no discrimino a las mujeres trans, pero el baño de mujeres es de mujeres”) no hay más que transfobia, y ésta, como la homofobia, no viene de nuestra parte racional, sino de “la respuesta de asco que evolucionó en nuestro cerebro reptiliano para lidiar con la sangre, las infecciones, el vómito, las heces, las moscas”. En última instancia, “a lo que realmente lleva el feminismo crítico de género es a un palacio barroco de racionalizaciones construido sobre una fundación de asco puro” (Wynn, 2019 marzo 30)[9].
El binario de género y el determinismo relacional, a nivel teórico, son puramente metafísica sexual, que no puede ser refutada ni comprobada con métodos científicos. Para ser gente que basa sus argumentos en decir “ser mujer no es un sentimiento”, ciertamente pasan mucho tiempo usando sus sentimientos para negar la realidad material. En esto, son parecidas al materialismo de Feuerbach que Marx ya criticó en sus Tesis, especialmente la primera y tercera. Abordaremos este punto más adelante.
Es en esta irracionalidad donde entra un nuevo elemento: el fascismo. Aquí es muy útil utilizar la teoría de Umberto Eco, quien veía en el fascismo algo que las personas hacen, no una teoría: “El término ‘fascismo’ se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos, y siempre podremos reconocerlo como fascista” (Eco, 1998, pág. 47). Al ser pura retórica, apunta Eco, el fascismo es extremadamente maleable y puede “jugarse de muchas maneras”. El fascismo no sólo está en el sujeto que sueña con fusilar centroamericanos mientras suena el himno del partido Nacional Socialista de fondo; está también en ese “socialista” para el cual “la patria es primero”, en los “socialistas” que comparten argumentos antisemitas y homofóbicos. Pensar que no puede haber fascismo dentro de la “izquierda”, o que un grupo históricamente marginado como las mujeres no pueden ejercer el fascismo, es pecar de ingenuidad y subestimar el poder de la ideología capitalista. Eco enlista 15 características, de las cuales sólo vamos a señalar las que se relacionan con las TERFs.
–Culto a la tradición: relativo al binarismo del género y el determinismo relacional sexogenérico. Como ha sido borrado el nexo de éstos con el sistema capitalista, se puede ver como algo metafísico, eterno. Una TERF podría replicar “pero claro que no, nosotras sabemos que tuvo un inicio”, a lo que se podría replicar que todo fascista le pone un inicio a su tradición (la antigua Roma, los vikingos, etc). Lo esencial es que, al aceptar la metafísica del binario de género, aceptan la existencia de una mujer metafísica, resumido en la frase “Mujer: hembra humana adulta”. Aquí está la mayor contradicción: pretende ser una categoría anclada en la realidad material, pero debido a su interclasismo (¿es lo mismo una mujer proletaria a una burguesa?) y a que ignora la relación binario de género/ capitalismo, se convierte en una categoría metafísica. Es justo lo que Marx, en su primera tesis, criticaba de Feuerbach:
El defecto fundamental de todo el materialismo anterior -incluido el de Feuerbach- es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de un modo subjetivo. De aquí que el lado activo fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos de los objetos conceptuales; pero tampoco él concibe la propia actividad humana como una actividad objetiva (Marx, s.f.).
Las TERFs conciben el sexo como objeto (pura genitalidad, referencia a las vulvas y los penes, los órganos internos, cromosomas, etc) y el género como contemplación (su peculiar visión sobre el proceso de socialización), pero no ven la práctica, pues para hacerlo tendrían que 1) tomar en serio lo que les digan las personas trans y de identidades no binarias, 2) comprender el origen colonial de sus ideas y 3) conocer el enfoque de la biología más reciente. Hablan mucho de biología, pero es una biología del siglo XIX, sin contacto con las investigaciones actuales. Hablan de socialización, pero sin tomar nunca en cuenta las experiencias que podrían contradecirlas e inflan anécdotas al punto de convertirlas en reglas: por ejemplo, la caricatura de la mujer trans forzando a otras lesbianas a tener sexo con ella, cuando la realidad es que las mujeres trans son uno de los grupos sociales que más sufren, no ejercen, violencia sexual (Quiteria, 2017).
Para la postura TERF, todo lo que pueda decirse sobre el tema ya está escrito, la verdad ha sido revelada, a la manera de las antiguas religiones, por lo que no hay avance en el saber (Eco, 1999, pág. 48). Esto quiere decir que el terfismo es sincrético: tolerante a la contradicción. “Todos los mensajes originales contienen un germen de sabiduría, y, cuando parecen decir cosas diferentes o incompatibles, lo hacen sólo porque todos aluden, alegóricamente, a alguna verdad primitiva (1998, pág. 48), donde aquí la verdad primitiva sería la verdad sobre su mujer metafísica. El chiste que hacemos quienes nos oponemos a su ideología, de que las TERFs interpretan algunas partes de la teoría del feminismo radical como fanáticas religiosas, no está muy lejos de la realidad, pues no adaptan sus teorías conforme surgen nuevos datos, sino que retuercen los datos hasta que confirman sus teorías.
–Obsesión con el complot: la mujer trans toma aquí el papel que los judíos tenían en la Alemania nazi, los masones en la España franquista, los inmigrantes en el discurso de Trump. Es el infiltrado del patriarcado, la que viene a destruirnos desde dentro. Todas estábamos muy bien en nuestra sagrada hermandad de la vela perpetua y de pronto llegaron estos hombres con vestido a arruinarnos la fiesta, ustedes ya se saben la cantaleta. De donde se sigue que:
–El enemigo es demasiado fuerte y demasiado débil a la vez: la mujer trans es demasiado fuerte (es un macho, podría aplastarnos, se infiltra en todos lados) y es demasiado débil (es un hombre a fin de cuentas, no sirve para nada, no puede comprender las sutilezas del análisis r a d i c a l). Lo único bueno de esto es que “los fascismos están condenados a perder sus guerras, porque son incapaces constitucionalmente de valorar con objetividad la fuerza del enemigo” (1998, pág. 52).
–El pensamiento crítico es traición. Para Eco, el fascismo rechaza el pensamiento crítico porque eso supondría cuestionar las contradicciones dentro del sincretismo, mismas que no pueden ser aceptadas por una perspectiva científica. Aquí entran tanto los insultos que dicen a las feministas cisgénero transincluyentes (“Translover”) como la forma, muy condescendiente, conque a veces se dirigen hacia ellas (“nosotras te esperamos acá, hermana, cuando dejes de defender varones”, “chécate esa sororidad”), como si fueran ovejas perdidas que deben regresar con su pastora.
–Llamamiento a la clase media frustrada. Mientras el fascismo es liderado por los grandes capitalistas nacionales la mayoría de sus votantes son clasemedieros o personas proletarias que aspiran a ser parte de la clase media. En Latinoamérica serian esas personas que, a cualquier intervención del Estado para un mínimo beneficio de la clase trabajadora, gritan “¡Nos vamos a convertir en Venezuela!”; son quienes se asustan por la “ideología de género” y piensan que, eventualmente, podrán ser grandes empresarios. Ante el ascenso de las tendencias revolucionarias, reales o imaginadas, prefieren votar al fascismo pues, razonan, “así estarán bien el país y la economía”. En este esquema de cosas, las mujeres cisgénero son su equivalente. ¿Pero cómo sucede esto?
“¡Es la economía política, estúpido!”
Las TERFs no son capaces de aceptar los nuevos descubrimientos científicos, como la relación colonialismo/categorías sexogenéricas o la pluralidad de identidades de género, pues tendrían que desechar su teoría, que estipula que todos los varones humanos son necesariamente hombres y todas las hembras son mujeres. Tampoco pueden reconocer que su situación de clase es mejor que la de la mayoría de mujeres trans, ni su privilegio cisgénero. Lo usual aquí es citar los índices de pobreza, desempleo y trabajo sexual entre mujeres trans comparados con los de mujeres cis, o algo parecido con personas trans y personas cis en general, pero seré más breve: las mujeres trans son parte de la clase obrera, tanto como el resto de personas trans.
Alyson Escalante en “Marxismo y Liberación Trans” explica la alta cantidad de personas trans desempleadas usando el concepto de ejército industrial de reserva. En resumen, para que el capitalismo funcione, es necesario que algunas personas estén desempleadas, pues la cantidad de trabajadores necesarios fluctúa constantemente, por lo que, en tiempos de crisis, los capitalistas pueden ir a esa reserva por más trabajadores. “La marginación social con base en la raza, el género, la sexualidad y la identidad de género, tiene un rol crucial en el capitalismo para asegurar que algunas personas estén forzadas a integrar el ejército industrial de reserva” (Escalante, 2018 julio 11)[10]. Y dado que el ejército industrial de reserva no es un error, sino que es parte esencial del capitalismo, también la discriminación y la marginación social de personas trans, y, por lo tanto, mujeres trans, es algo con lo que se van a enfrentar mientras dure nuestro actual sistema económico.
Por consiguiente, un ataque a las personas trans en general, y a sus mujeres en particular, es un ataque a la clase obrera, tanto como los ataques a las personas racializadas y LGB+ lo son. La diferencia es que el racismo y la LGBfobia son, al menos en papel, condenadas en todo espacio “de izquierda”, mientras que con la transfobia y la enebeifobia no. Todavía hay muchos tibios y tibias cisgénero que dicen “ay, pero deberíamos iniciar una conversación al respecto”, algo que recuerda a cuando los políticos de centro dicen “no hay que polarizar al país”, “ni de izquierda ni de derecha: con la gente”. Esta falta de compromiso permite que crezcan los discursos reaccionarios, sean del machismo de la vieja escuela o de las TERFs, y termina afectando a la izquierda. Nadie diría “voy a meter a este sujeto que dice que los morenos no tienen alma a un foro sobre personas racializadas” ¿así que por qué meteríamos a las TERFs a la izquierda?
Aunque hay casos de TERFs blancas con plata en Latinoamérica, y claro, Caitlyn Jenner es una mujer burguesa, ¿qué esperaban de ella?, en Latinoamérica, muchas TERFs son mujeres proletarias y racializadas, con empleos precarios o matándose por un lugar en la academia. Y, como dentro de todas las clases hay antagonismos, los hay también en la clase obrera. Las TERFs son muy buenas para notar que los varones proletarios son bastante culeros con las proletarias, pero no son capaces de ver, pues su núcleo teórico y su situación de clase se los impide, que ellas se posicionan de modo antagónico contra las mujeres trans, pues al ser cisgénero, no tienen la misma marginación social. Y no es que sea el fin del mundo, existe la solidaridad de clase, pero ellas se esfuerzan por eliminarla. Al reforzar el binario de género y el determinismo relacional, refuerzan la situación de clase que pone a las mujeres trans en un sitio tan bajo de la clase obrera, llevándolas en muchos casos a ser parte del lumpenproletariado. En este sentido, su teoría es una justificación para mantener su situación de clase por encima de la de las mujeres trans, y por alcanzar un mejor puesto en la jerarquía. Son traidoras de clase.
Nazbols
Tanto su ceguera teórica como su falta de perspectiva de clase es lo que las lleva a su alianza política, ora en el discurso, ora en las acciones, con los movimientos derechistas y fascistas. Por ejemplo, Siobhan Guerrero Mc Manus escribe:
[…] es falso que las mujeres trans lesbianas, o mujeres trans en general, sea acosadoras o violentadoras sexuales; este pánico moral, creado e impulsado por la derecha más rancia, ha sido tristemente retomado por estos feminismos que, como se ha documentado en Estados Unidos, Inglaterra y México, no ha dudado de hacer alianzas con los movimientos antiderechos con tal de limitar los avances del colectivo trans (Guerrero Mc Manus, 2019).
Hay que recalcar esto: no son exactamente lo mismo que un movimiento de derecha ni están por traernos un Reich con una Füheresa y marchas con vulvas en lugar de esvásticas. Su función es más bien la de minar a la “izquierda” desde dentro, exaltando lo más reaccionario de sus miembros. Lo que es irónico, pues es lo mismo que, ellas juran, hacen las mujeres trans.
Ya sea que apoyen su discurso (“las mujeres trans no deberían competir en deportes porque tienen fuerza de hombres”) o sus acciones, la consecuencia es la misma: el crecimiento del fascismo a costa de las tendencias revolucionarias, afectando a quienes, en teoría, debían proteger. En el discurso, vemos lo que pasó con Caster Semenya, una corredora expulsada del deporte femenil por sus altos niveles de testosterona, que la pondrían “como hombre” frente a las demás corredoras, mayormente blancas cis (Sifonte Díaz, 2018, octubre 25). En la práctica está como ejemplo la TERF norteamericana Janice Raymond, quien:
“en junio de 1980 elaboró un documento para la «División de Evaluación Médica y Científica» estadounidense («Division of Medical and Scientific Evaluation») que sirvió de justificación moral al entrante gobierno conservador de Ronald Reagan para suspender y de allí en adelante negar los tratamientos médicos y hormonales con fondos federales y de varios estados a las personas transexuales encarceladas o indigentes.” (Akntiendz, 2014, septiembre 17).
Pero aún podríamos mostrar más ejemplos de esta extraña colaboración entre el fascismo y el terfismo: durante la pasada marcha del 8 de marzo, en Argentina, algunas TERFs vieron con buenos ojos incluir a mujeres policías, pero no a mujeres trans; la española Anna Prats tiene un historial transfóbico que llega hasta propagar teorías conspirativas y antisemitas relacionando mujeres trans con George Soros (Anna Prats, 2019, enero 9). Utilizar el real o supuesto financiamiento de George Soros es, la mayoría de las veces, un eufemismo para no mencionar a “los judíos”, y es una táctica muy utilizada por el fascismo, como VOX en España (VOX España, 2018, mayo 15).
Para esto ya hay un precedente histórico: los strasseristas en Alemania y el fenómeno de los nazbols. Existió un ala del nacionalsocialismo, liderada por Gregor y Otto Strasser, que se oponía a las políticas de Hitler porque no era lo suficientemente socialista, y le recriminaba a éste su alianza con los industriales alemanes. Lo que querían los strasseristas era, por así decirlo, todas las ventajas del comunismo, pero sólo para los alemanes. Los judíos y los “desviados” podían irse. Eventualmente Hitler purgó al partido de strasseristas, encarcelando y matando a muchos, pero el daño ya estaba hecho: miles de alemanes abandonaron el comunismo o la socialdemocracia siguiendo a los nazis y, entre ellos, a los strasseristas.
Los nazbols (Nacional Bolcheviques) tienen una historia interesante en la URSS, donde surgieron en los años ochenta. Alexander Dugin, entonces miembro, explica muy bien su teoría en su ensayo “Un fascismo inmenso y rojo”:
El Socialismo Ruso: no los rusos para el socialismo, sino el socialismo para los rusos. A diferencia de los dogmas marxistas-leninistas rígidos, el socialismo nacional ruso viene de esta comprensión de la justicia social que es característica de nuestra nación, de nuestra tradición histórica, de nuestra ética económica. Tal socialismo será más campesino que proletario, más municipal y cooperativo que estatal, más regionalista que centralista; son las exigencias de la especificidad nacional rusa, que se reflejará en la doctrina, y no menos en la práctica (Dugin, 2010, julio 11).
Casi lo mismo que los strasseristas, pero rusos. Pero, oh, ya escucho la objeción: “¿y cuál es el problema? ¿no es lo mismo que quieren los zapatistas en Chiapas?”. A esto respondemos que la diferencia estriba en que los zapatistas y grupos similares de liberación nacional, buscan la solidaridad internacional con otras naciones oprimidas y, por extensión, con otros grupos oprimidos, resumido en la frase que todos los chairos se aprenden como letanía del Rosario: “Por un mundo donde quepan muchos mundos”. En cambio, el nazbol busca excluir a ciertos grupos oprimidos con base en su etnicidad (judíos, inmigrantes) o su identidad de género u orientación sexual.
Recientemente lo “nazbol” ha salido de las estepas para inundar internet. Actualmente se refiere así tanto a conservadores que creen de forma no irónica que Bashar al-Ássad es anti imperialista, y a marxistas conservadores que prefieren aliarse con los fachos porque “no son degenerados”. En los tres casos, se trata de desviaciones reaccionarias del comunismo, donde el núcleo duro (la patria, los valores tradicionales, etc) los hace tomar posiciones que son indistinguibles de las del fascista ordinario (antisemitismo, machismo, xenofobia, homofobia, transfobia, etc). Esto no ayuda en nada al movimiento comunista, pero sí al fascista.
Toda nuestra tesis en este ensayo es que las TERFs son las nazbols del feminismo, y, por tanto, son el ala izquierda del fascismo. Quieren los beneficios que el feminismo pueda darles, pero sólo para mujeres cisgénero. Y la tragedia es que, como vimos, no van a alcanzar ni eso, sino que sólo algunas mujeres cis blancas y de buena posición económica podrán conseguirlos. El resto de mujeres, junto con el resto de la clase obrera, se irán al demonio.
¿Qué hacer?
El problema con este tipo de textos es que el lector espera que, al final, quien escribe le diga qué carajos hacer. “Sí, ya pasaste 40 páginas repitiendo el mismo punto, ya entendí ¿ahora qué hago para corregir esta decadencia?”. No hay respuestas mágicas ni soluciones milagrosas. Pero tampoco vamos a cruzarnos de brazos y dejar que todo esto se vaya por el caño. Por ello, propongo combatir la reacción del terfismo en sus tres niveles:
En lo teórico, reconocer los orígenes coloniales del binario de género, y su uso actual como metafísica sexual. Leer seriamente la investigación científica sobre el sexo/ género.
En lo económico, evitar ser lo que los argentinos llaman chetos desclasados: reconocer y producir teorías marxistas que expliquen el componente de clase que traen consigo el binario de género y la norma cisgénero.
En lo político, denunciar los discursos y acciones transfóbicas como lo que son: actos de odio y de alianza con el fascismo.
Bibliografía
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VOX España. (2018, mayo 15). La fundación criminal de Soros “Open Society” que pretende disolver la identidad, el equilibrio, la cultura y el modo de vida de todas las naciones europeas, y que en España se dedica a financiar a separatistas, filocomunistas y medios progres, es expulsada de Hungría 👏🏻👏🏻 [Publicación de Facebook]. Recuperado de: https://www.facebook.com/vox.espana/posts/1416760268429390/
Wynn, N. [Contrapoints]. (2017, abril 18). What is Gender?. [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=b_uEXzqW43c
— — — — — — — — — — (2019
marzo 30). Gender Critical | ContraPoints. [Archivo de vídeo]. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=1pTPuoGjQsI
[1] Cisgénero alude a personas cuya identidad de género y sexo asignado al nacer coinciden. Si al nacer se dice que nació un “niño”, y mantiene esta identidad de género a través de su vida, se trata de una persona cis. Cuando identidad de género y sexo asignado al nacer no coinciden, se trata de una persona trans. Hay que mencionar que esta terminología no es aceptada por las TERFs. Trataremos de su interpretación del sexo y el género en el apartado de teoría.
[2] fanatics like Germaine Greer who call trans women “it” and think that trans men are lost lesbian sisters […] TERFs don’t like being called TERF’s, they think it’s a term of disparagement […] The idea is that gender, femininity, masculinity, gender roles, all that, it’s all a patriarchal construct, and biological sex is the only thing that makes a person a man or a woman […] a rigid view of gender where women and men are completely separate species, where women are safe and men are dangerous. And for a lot of those people, allowing trans people into their picture of the world at first challenged their sense of stability and comfort. [Todas las traducciones son de quien escribe para facilitar la lectura].
[3] Las refutaciones al terfismo suelen ser de dos clases, que aquí llamaremos “naturalistas” y “políticas”. Una refutación naturalista lo es de ciertos aspectos de la teoría que tocan al mundo natural. Es la función que tienen, por ejemplo, la teoría de la varianza de género de Julia Serano, y los estudios de psiquiatría, biología y neuroimagen con personas cis y trans. Hay que decir que no siempre se hacen estos estudios pensando en ser refutaciones de la teoría TERF; un psiquiatra o un biólogo pueden ni siquiera conocer del tema. Lo importante es que se les puede dar este uso, pues la perspectiva naturalista rompe con algunas afirmaciones básicas de la teoría TERF.
En contraste, las refutaciones políticas se hacen pensando en la teoría TERF como adversaria, pues lo que intentan es mostrar que las mujeres trans son parte de su sujeto político, e intentan explícitamente refutar los postulados TERFs. Pueden echar mano de la perspectiva naturalista, aunque no necesariamente.
[4] The earliest colonizers in the Americas looked to the existing sexual and gender variance of Indigenous people as a means of marking them as racially inferior and uncivilized: a justification for a forever unjustified genocidal conquest. [Todas las traducciones son de quien escribe].
[5] The colonization of the Americas required the destruction of indigenous gender systems. Central to this process was a reduction of indigenous peoples to mere biological sex, while Europeans transcended sex into the realm of binary gender. The colonizing mission of the European settlers became to either integrate indigenous people into the gendered roles of male and female, or to simply exterminate those who would not “transcend” mere sex.
[6] La idea de que el feminismo radical es necesariamente transfóbico no nos parece acertada. Para un análisis a profundidad: https://www.pikaramagazine.com/2019/03/feminismo-radical-incomprendido/
[7] Anyone observing animals mating, reproducting, and caring for their young will have a hard time acceptiong que “cultural relativity” line. [Cultural relativity only proves] one thing: the amazing flexibility of human nature. But human nature is adaptable to something. It is, yes, determined by its envioremental conditions. And the biological family that we have described has existed everywhere throught time. Even in matriarchies where woman’s fertility is worshipped, and the father’s role is unknown or unimportant, if perhaps not on the genetic father, there is still some dependence of the female and the infant on the male.
[8] Historical materialism is the view of the course of history which seeks the ultimate cause and the great moving power of all historic events in the dialectic of sex: the division of society into two distinct biological classes for procreative reproduction, and the struggles of these classes with one another; in the changes in the modes of marriage, reproduction and childcare created by these struggles; in the connected development of other physically-differentiated classes [castes]; and in the first division of labor based on sex which developed into the [economic-cultural] class system.
[9] “What gender critical feminism really amounts to is a baroque palace of rationalizations built on a foundation of pure disgust”.
[10] Social marginalization on the basis of race, gender, sexuality, and gender identity all serve a crucial role within capitalism to ensure that some people are forced into the reserve army of labor