
En una encuesta realizada por el Instituto Mexicano de Sexología (IMESEX) en el año 2012, un 50% de las mujeres refirió jamás o muy rara vez haber experimentado un orgasmo. Este dato refleja una de las más problemáticas secuelas de la aún falocéntrica perspectiva de la sexualidad en general, así como de la educación sexual y sus modelos. Es decir, la concepción general que se tiene de las “relaciones sexuales” es la de un acto coital o penetrativo. La mitad de las mujeres no tienen orgasmos, ya que, seguimos preguntado por sus orgasmos durante el sexo/las relaciones sexuales, asumiendo que es por medio de la penetración que las mujeres experimentan orgasmos y esto es falso para la mayoría de las mujeres.
Esta seria preocupación por el orgasmo femenino la comparte la sexología. Desde esta disciplina, se entiende la ausencia del orgasmo como una posible disfunción que afecta la respuesta sexual de las mujeres llamada trastorno orgásmico femenino. Dicha disfunción refiere a la tardanza, la baja frecuencia y/o la baja intensidad del orgasmo femenino. Aunque, generalmente se refiere a la incapacidad total/absoluta de lograr un orgasmo. Esto puede que suceda en escenarios determinados o que de una manera general se presente dicha incapacidad; es decir, puede que el orgasmo no se logre ni en masturbación, ni en una “relación sexual”. Vale aclarar que sea cual sea el escenario, la problemática orgásmica debe ser recurrente y persistente para ser considerada disfunción.
Para entender a profundidad los problemas propios de la sexualidad femenina tenemos que conocer su historia; sin embargo, resulta que, al estudiarla, nos daremos cuenta de que la misma ha sido relatada por hombres (Lerner, 1986). Sí, así es, son varones los que han opinado, creado teorías y el supuesto cuerpo de conocimiento sobre la sexualidad de las mujeres. Recalcando el problema del falocentrismo y la sexualidad, lo que conocemos acerca de sexualidad femenina ha sido construido a través de relatos masculinos. Las mujeres, al menos desde la época victoriana, no han tenido derecho a vivir su sexualidad, mucho menos a opinar sobre ella y sus vivencias. De hacerlo no sólo no tenía validez, sino que serían juzgadas.
Apenas hace 70 años que las mujeres, con la primera ola del feminismo y el sufragio femenino, empezaron a hablar de su sexualidad y su vivencia. Esto empezó con escritos revolucionarios como El segundo sexo de Simone de Beauvoir, de 1949. Este texto hace una reflexión profunda sobre la opresión y represión que ha vivido la sexualidad de las mujeres en el curso y desarrollo de sus vidas.
Recordemos al aclamado Sigmund Freud, que atribuía los malestares de las mujeres a la histeria, siendo que en estudios posteriores se entendió que la histeria era causada por la gran represión sexual que se vivía en esa época. Los síntomas en ese entonces se curaban con masajes en los músculos pubocoxígeos con un aparato que hoy conocemos como vibrador. Así, masturbando con apoyo de un vibrador, las mujeres liberaban su tensión sexual y con ella los síntomas de la histeria. Igualmente, fue Freud quien postuló la supuesta existencia de dos tipos de orgasmos: vaginal y clitoroideo, determinando al primero como el deseable y maduro y al otro, como inmaduro.
Todo lo descrito no es cosa del pasado. Estos mitos sobre el supuesto orgasmo vaginal nos alcanzan hasta el día de hoy. Ahora nos encontramos en pleno siglo XXI y seguimos escuchando a hombres de todas las edades angustiados por el tamaño de sus penes. Convencidos de que es su pene y la penetración el medio para provocarle orgasmos a sus parejas, muchos pueden terminar padeciendo disfunción eréctil y/o eyaculación precoz, al confrontarse con parejas que les admiten que la penetración no es la estimulación preferida para sus orgasmos. Otros incluso llegan a reclamar a sus parejas mujeres, asumiendo que ella “está mal” por no lograr orgasmos en la penetración.
Pero no son sólo los hombres. Muchas mujeres educadas en la perspectiva falocéntrica, piensan que las relaciones sexuales son penetrativas y pueden llegar a conflictuarse seriamente cuando la penetración no sólo no les trae orgasmos, sino que muchas veces les trae displacer o incluso, dolor. Muchas llegan a convencerse de que en efecto “ellas están mal, defectuosas” pues según la información recibida, la penetración tendría que traerles orgasmos y no es así.
Dicha perspectiva falocéntrica, de la cual las mujeres han aprendido todas estas ideas, es mantenida gracias a lo que las feministas llaman dispositivos de poder. En México podemos identificar algunos de éstos como la familia tradicional, la religión, las iglesias, las escuelas, sistemas de salud, etcétera. Estos dispositivos de poder siguen vigentes gracias al poderoso sistema heteropatriarcal que se ha encargado de mantenerlos vivos.
El sistema heteropatriarcal ha centrado a la sexualidad femenina en la reproducción, bien dice Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, que la mujer pasó a ser eso, una propiedad del hombre, para garantizar la legitimidad de sus hijos e hijas.
Si a las mujeres no se les permite el placer de ningún tipo, en virtud de centrar su sexualidad en la reproducción, menos se les enseña que deben y pueden tener placer sexual. En la mujer existe una renuncia requerida al placer propio para dignificar el acto sexual. El placer que importa en una “relación sexual” es exclusivamente del hombre. La perspectiva falocéntrica de la sexualidad ha planteado la noción de que una “relación sexual completa” es aquella en la que hay penetración y eyaculación. Así, “las relaciones sexuales” se entienden a partir del placer y orgasmo masculino, ignorando por completo el placer femenino. Este, a pesar de ser una demanda del desempeño sexual en la masculinidad, siempre ha sido secundario.
La masturbación es una forma en que las mujeres pueden apropiarse de su sexualidad. Una sexualidad que les ha sido arrebatada por el sistema heteropatriarcal. Un sistema que se ha encargado de enseñarles que no tienen derecho a sentir placer sexual. Al masturbarse, una mujer reconoce el placer que es capaz de darse ella misma. Este acto es sumamente poderoso, revolucionario incluso, pues revela el acto contrario a la renuncia sobre el placer. Ella se hace dueña de su placer, de su sexualidad y así de su cuerpo.
Ahora, se ha hablado aquí de dar una perspectiva feminista a la sexualidad femenina. El feminismo es el movimiento social encargado de que las mujeres pongan en cuestión las creencias que han sido asignadas en ellas por el sistema heteropatriarcal para que no les sigan afectando, busca que las mujeres puedan apropiarse de su sexualidad y de sí mismas. Cuando una mujer se da placer a sí misma a través de la masturbación, conoce qué le gusta y qué no. En un encuentro sexual, será capaz de expresar sus deseos y así también, de poner límites. Esta última se reconoce como una de las tareas más importantes en la maduración y el desarrollo personal sexual y de nuestras relaciones.
Entonces, para poder vivir su placer sexual, las mujeres deben reconocer que son merecedoras de placer y, lo más importante, que son capaces de dárselo ellas mismas a través de la masturbación. La masturbación como una forma de contactar consigo mismas, de conocer qué les da placer, de experimentar e irse conociendo cada vez más, de reconocer el cuerpo como propio; una herramienta de autoconocimiento y desarrollo que trae consigo efectos reparadores de la identidad. Identificarse personas dignas de placer, capaces de sentirlo y provocarlo, independientes y asertivas.
El feminismo invita a las mujeres a que se conozcan, a que también conozcan y hagan valer sus derechos sexuales y reproductivos, entre ellos, el placer. Que no se nos olvide que el placer sexual es un derecho, uno muy importante, y que se puede validar a través de experiencias gratificantes para nuestros sentidos, porque no solamente existe el placer en la vulva o en el clítoris, existen muchas posibilidades, diversas zonas erógenas que varían en cada persona y que por eso es importante seguir explorando nuestro cuerpo, porque existen posibilidades infinitas de placer.
Referencias
De Beauvoir, S. (1949). El segundo sexo. Londres, Inglaterra: Penguin Books.
Engels, F. (1984). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Distrito Federal, México: Editores Mexicanos Unidos.
Instituto Mexicano de Sexología (2012). Consultado el 30 de julio de 2019 en: http://www.jornada.com.mx/2011/05/27/ciencias/a02n1cie
Lerner, G. (1986). La creación del patriarcado. New York, Estados Unidos: Oxford University Press.
Muy interesante.felicidades