
Yo robé huella y polvo al dios del viaje.
Marco Antonio Campos
Hace tiempo que conocí a Marco Antonio Campos, fue por los años ochenta, en aquellas jornadas de poesía en el Museo Pape de Monclova. Luego seguí frecuentando su obra y coincidimos en algunos Encuentros de Escritores.
Referencia obligada de nuestra literatura, da gusto releer ahora algo de su poesía, seleccionada por él mismo para la colección de Ediciones Caletita que promueve Leticia Herrera.
Son 40 textos, Pequeñas casas, como intituló al conjunto, donde conviven los recuerdos de viajes, las preocupaciones personales del autor, los sentimientos encontrados y los reencontrados, algún gesto de ironía, alguna reflexión, pero sobre todo la conciencia del paso del tiempo y de la vida:
Pero ¿qué permanece y dura a los 59 años? ¿Qué acto de intrepidez o magia para vivir un porvenir vacío? ¿Qué sabiduría tener para creernos superiores a la media? ¿Qué belleza da el árbol si follaje no hay?
La cita no es gratuita, y hablo a cuenta personal, pues precisamente hace unos días cumplí 59 años, y entonces uno se enfrenta, palabras más palabras menos, con el rostro del desencanto.
Pero el rostro del desencanto es sólo una parte de la película.
Los poemas tienen una referencia, una fecha, pero no están de facto planteados cronológicamente; claro, es obvio que hay un devenir existencial en el conjunto.
En 1971, a los veintidós años, el poeta nos deja en claro su “Principia”:
Los otros precisan palabras,
sonrisas llenas de vino,
halagos que terminan por creerse.
Pero yo trabajo mi vida, mis palabras,
para el arrepentimiento de los otros.
Pero cambiando aires, el viaje es un eje temático importantísimo para el poeta, me atrevo a decir que en esta antología más de la mitad de los textos son en esencia una experiencia de viaje, lo cual se agradece; transcribo una de mis postales favoritas:
Madrugada en Atenas
Anoche, en el jardín de los sueños,
te vi:
estabas en las ruinas y en los arcos
Hoy, al levantarme,
me asomé a la ventana,
y en las ruinas y en los arcos
había un manantial
de pájaros
Pero en los viajes de Marco Antonio Campos, además del elemento visual y poético, surgen también motivos de reflexión. Por ejemplo, en “Interrupciones neoyorquinas” se declara:
Estoy solo, o mejor, me he quedado involuntariamente solo. Soy a menudo insoportable con los otros, pero téngase en cuenta que suelo serlo también conmigo mismo.
O esta otra, donde está claro que se viaja en muchos sentidos, desde antes de hacer el equipaje, hasta el momento de desempacar con el paso del tiempo encima.
Ah la niñez, ah la vuelta a la niñez, ah si mi país fuera un gran país;
Quien conoce una diferencia entre el recuerdo del viaje y el sueño del viaje.
En los textos que cierran esta entrega, el poeta sigue viajando, pero el tema es ya ineludible, el peso de nuestra propia historia, lo que hicimos, pero también lo que dejamos de hacer. Fechado en Salamanca, hay una conversación llena de esa incertidumbre que nos agobia y nos acorrala:
No hace mucho comprendí —le digo a Carmen—
que la vejez es la muerte a media muerte.
Me atristo ante lo mucho o
lo poco que viví, sin saber cómo fue
ese mucho o poco. Metafísica o realmente
me he quedado a un paso de la meta.
Como mencioné en un principio, estos poemas, estas Pequeñas casas son mucho más que una reunión de poemas, forman el vecindario íntimo de la escritura de Marco Antonio Campos. Lo maravilloso es que ese vecindario viene del mundo y pertenece al mundo.
Dejo como apunte final, un pequeño juego de palabras que quizá ayuden a entrever ese vecindario mundo al que me refería:
Reunión de poemas en Pequeñas casas.
Regocijarnos entonces en el oficio.
Reflexionar en ello.
Recordar viajes, incluso otras vidas.
Reparar en la belleza del mundo.
Referir el amor, los libros.
Reinventarnos en sus páginas.
Romper las páginas.
Releerse al fin en el desengaño del tiempo.
Reconciliarnos con lo que somos.
Reírse con una broma del destino.
Reconocerse viejo.
Retractarse de lo dicho.
Restaurar el asombro.
Retrospectiva y revelación de un futuro.
Referencia obligada —un maestro.
Saludo a Marco Antonio Campos
con estas líneas.