
En su primer proyecto cinematográfico como directora, la actriz, directora de teatro y activista Ofelia Medina se enfoca en los elementos primordiales del lenguaje cinematográfico. Pareciera que lo más sencillo para su cortometraje hubiera sido la ficción y hacer lo que ya está comprobado que hace muy bien: dirigir actores. Pero realiza todo lo contrario en su cortometraje Se construyen sueños (2019), donde se enfoca en la imagen y el ritmo de la misma mezclando melodía. El corto documental transita de un estadio a otro en contrastes rítmicos que entran directo a las sensorialidades más básicas. Ritmo, imagen y humanidad avanzan, se detienen, toman velocidad y cambian de dirección junto con la música para darnos un documento fílmico de fuste en 30 minutos.
Ofelia Medina grabó durante largo tiempo el proceso de la construcción del Conjunto Santander de Artes Escénicas y la Cineteca FICG en Guadalajara, Jalisco, uno de los complejos arquitectónicos más importantes de Latinoamérica. Cientos de albañiles, obreros, soldadores, pintores, seguristas y otra gran cantidad de oficios se esforzaron por construir este increíble espacio y Ofelia Medina se encarga de mostrarnos este trabajo con un ritmo que conjuga la música y el esfuerzo de los involucrados, quienes se convierten en los protagonistas.
La constitución básica del proyecto recuerda la trilogía Qatsi formada por Koyaanisqatsi (1982), Powaqqatsi (1988) y Naqoyqatsi (2002) de Godfrey Reggio, donde no hay trama y sólo vemos imágenes corriendo a diferentes ritmos con música de Philip Glass. Pero la directora tiene la sensibilidad para encontrar, no sólo el ritmo de las imágenes en una gran edición, sino para encontrar lo más humano en este proceso de construcción. En un punto del cortometraje, Medina empieza a preguntar a los trabajadores si saben qué están construyendo, y la mayoría no tiene idea; algunos alcanzan a decir que tal vez un teatro, pero lo siguiente es aún más interesante, casi nadie de los que están construyendo ha ido al teatro y muy pocos a un cine. Es ahí donde la directora se lanza directo sobre la coronación de su cortometraje y hace que el ritmo y la música contribuyan a darnos el sentido más profundo, pues encontramos en el punto final que estos trabajadores son invitados a la inauguración del espacio con un evento para ellos. Es entonces que la música tiene aún mayor sentido, pues lo que hemos estado escuchando durante los anteriores minutos y que fungía como base rítmica para ver el proceso de construcción es lo que los propios trabajadores están escuchando y viendo en el espacio ya terminado: la mayoría está teniendo su primer acercamiento a una experiencia artística en vivo.
Termina el cortometraje y mi ánimo me da para algo que nunca hago, ir hacia Ofelia Medina y felicitarla, ella parece una niña emocionada porque escucha que la gente aplaude. Salimos hacia el pasillo y no puedo evitar preguntarle: ¿tú lograste que se hiciera el evento donde invitan a los trabajadores? Ella alza el brazo con fuerza en señal de victoria, sonríe ampliamente, no responde, sólo asiente con la cabeza, su expresión de felicidad inocente parece desbordarla, se despide y yo sólo la observo irse, pensando que necesitamos más películas de Ofelia Medina en donde el trabajo cinematográfico se comprometa con lo más humano, pero también con cambiar el entorno donde se filma.