
La identidad ha sido un tema de interés constante para las diferentes disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades. En ese sentido, muchas son las definiciones de la misma. En el marco del enfoque microsocial de Goffman, la identidad es definida como los rasgos atribuidos por la sociedad a personas que son clasificadas en amplias categorías. Es en la interacción social y en la constitución del sí mismo que se va conformando la identidad.
La sociedad es la que establece los elementos para categorizar a las personas y determinar una serie de atributos que aparecen normalizados para quienes son clasificados. Las categorías en las que son encasillados los miembros que integran la sociedad permiten desarrollar un sentido de pertenencia e identificación, pero también marcan la diferencia con los otros.
De acuerdo con Goffman, la identidad se bifurca entre la social virtual, es decir, la identidad esperada de acuerdo con los atributos asignados a la persona, y la social real, aquella de la que da cuenta la propia persona en su relación con los demás. Así, las personas serán clasificadas como “normales” o estigmatizadas según la brecha entre una identidad y otra.
Este artículo trata sobre la identidad de las personas consideradas estigmatizadas, es decir, de quienes la sociedad determina que no se ajustan a la normalidad. Para entender cuál es la concepción de Goffman sobre la identidad deteriorada, es necesario primero entender cómo se establece la interacción social entre las personas y cómo es analizada esta por el sociólogo y antropólogo canadiense.
Sobre Goffman
Erving Goffman nació en Alberta, Canadá en 1922. Fue hijo de migrantes ucranianos. Contrario a lo que pudiera pensarse, la formación profesional de Goffman no fue la sociología o alguna otra disciplina social o del campo de las humanidades. Primero estudió química y luego se licenció en sociología y antropología, en las universidades de Toronto y Chicago. Obtuvo su doctorado en esta última institución en 1953.
Después de terminar sus estudios publicó una de sus obras principales: La presentación de la persona en la vida cotidiana. Impartió cátedra en la Universidad de Berkley y ahí trabajó estrechamente con Gregory Bateson, y se involucró en el estudio que este último realizaba sobre la enfermedad mental, de donde obtuvo información valiosa para escribir sus obras Internados y Estigma. Posteriormente Goffman se trasladaría a la Universidad de Pennsylvania, donde se interesó por la sociolingüística. De nueva cuenta incursionaba en otros campos, lo cual lo llevaría a ocuparse del análisis del discurso, y a escribir su último libro Form of Talk.
Goffman realizó su propuesta de análisis de la vida social centrándose en las interacciones que las personas sostienen unas con otras en la cotidianeidad, en una época en donde el estudio se enfocaba en la estructura y el funcional-estructuralismo se erigía como el paradigma hegemónico. Debido a sus contribuciones en torno a la realidad social, fue nombrado presidente de la Asociación Americana de Sociología en 1981. Murió en 1982.
El análisis teatral de la vida social
Su trabajo sobre los encuentros cara a cara que los actores mantienen entre sí se ha denominado análisis dramatúrgico. Goffman recurre a la metáfora de la vida social como si se tratara de actuaciones que se realizan sobre el escenario de un teatro, donde cada uno de los actores lleva a cabo su interpretación atendiendo a las expectativas de los otros, con los que se relaciona en una determinada situación.
En este tipo de análisis se considera que las personas no solo siguen un guion, sino que van escribiéndolo de acuerdo con la experiencia de acciones pasadas y el proceso de socialización, imprimiendo cambios significativos para desplegar sus acciones y responder a las expectativas sociales. De esta manera, estamos ante acciones situadas socialmente y manipuladas por los actores.
Su objeto de estudio, por lo tanto, son las pautas de interacción entre las personas, quienes son capaces de reflexionar sobre lo que hacen y utilizar tanto su conocimiento tácito como práctico para manipular las situaciones y generar la impresión que causan en los otros. Esto se enmarca dentro de la microsociología.
Como se señaló anteriormente, las actuaciones se realizan sobre un escenario, que puede ser dividido en dos partes: la primera de ellas es el lugar de preparación para la representación que harán los actores frente a la audiencia; la segunda parte se compone del escenario mismo, donde tiene lugar la actuación a la vista del público. El escenario ayuda a definir la situación y es el lugar de la interacción social.
La interacción con el otro
Es en la interacción social que tratamos de obtener información sobre el otro y así determinar qué es lo que se espera del encuentro. La información se obtiene de diferentes fuentes, por ejemplo, de la conducta que despliega la persona y también de su apariencia (actitud y aspecto). Esto es lo que Goffman denomina la fachada, mucho de lo que leemos en ella revela una pertenencia social estereotipada. Lo anterior se complementa con la información dada por el actor mismo, lo que expresa a través del lenguaje verbal que mantiene bajo su control, y las expresiones que se le escapan y que tienen que ver, por ejemplo, con gestos espontáneos o, por el contrario, con una serie de acciones intencionadas que buscan causar cierta impresión en los demás (la audiencia).
Se denomina interacción social al conjunto de interacciones que se producen cuando las personas se encuentran en presencia del uno y del otro. Se trata de una influencia recíproca por parte de los actores. De acuerdo con Goffman, cada individuo es observado como actor y como audiencia, siguiendo la metáfora teatral de la vida social.
Es durante la interacción social que el individuo intenta definir la situación, y aunque el sentido de la acción es dado en una doble vía (actor-audiencia, audiencia-actor), el actor sólo es consciente de uno de los niveles de la comunicación. La definición implica determinar qué tipo de relación mantiene este con los demás participantes, cuáles son las distintas posiciones que ocupan los actores y qué reglas rigen la situación. Esto es lo que Goffman llama los marcos para la acción, esquemas de interpretación socialmente construidos y desde los cuales se confiere sentido a la acción. Estos marcos permiten capacitar al actor para ordenar las diferentes situaciones que enfrenta y la manera en cómo responde a ellas; el actor puede seleccionar el marco más adecuado para definir la situación, sin embargo, dicho proceso no es consciente.
Cuando los individuos se relacionan con los otros desean presentar una imagen idealizada de sí mismos, lo que Goffman denomina el arte de manejar las impresiones. Es así que el actor trata de impedir acciones inesperadas como gestos espontáneos, situaciones incómodas o lo que comúnmente se conoce como “hacer una escena”. Con el fin de apegarse a la imagen idealizada que la persona intenta presentar a los demás, el tiempo de preparación de la acción (lo que se fragua en el backstage) por ejemplo, los errores, los placeres secretos, los miedos e inseguridades… se ocultan a la audiencia. Una de las maneras más efectivas para lograr la impresión que queremos causar en los otros es la naturalidad.
Ahora bien, es importante señalar que la interacción social ya está determinada por la sociedad, por lo tanto, la fachada personal (la conducta y el aspecto) no se construye de manera libre y atemporal, sino que responde a las expectativas sociales y se configura a través de tipos estandarizados, visiblemente reconocidos y coherentes con las regulaciones sociales. De ahí que la caracterización positiva de la fachada sea aprobada por los miembros de la audiencia y, por lo tanto, genere consenso, ya que responde a valores propios y respeta la estratificación social. Esto no escapa a las relaciones de poder porque al final son solo algunos actores los que dictan las pautas tanto para definir las situaciones como para la asignación de fachadas.
Identidad social deteriorada
Hemos llegado al tema que nos ocupa: la identidad deteriorada. Es en la interacción social y en la constitución del sí mismo que se va construyendo la identidad; no obstante, esta, según Goffman, se conforma en la distancia que separa lo que una persona debería ser (Identidad social virtual) y lo que realmente es (Identidad social real). Cuando la distancia es abismal estamos ante una persona con identidad deteriorada o estigmatizada.
Goffman estudia la situación del individuo estigmatizado, aquel que cuenta con una identidad deteriorada y que no es aceptado socialmente; para ello utiliza el término estigma, haciendo alusión a personas cuyos atributos son profundamente desacreditados en las interacciones sociales.
Existen dos tipos de estigma: el desacreditado y el desacreditador. La persona con un estigma desacreditador es aquella cuya calidad de diferente resulta evidente, es el caso de quienes poseen una discapacidad, por ejemplo, un individuo sordo o alguien que no puede caminar o ha perdido alguna parte de su cuerpo. Un estigma desacreditable se le atribuye a un sujeto cuyas diferencias no son fácilmente detectadas por la audiencia, por ejemplo, alguien que oculta que es adicto, que ejerce la prostitución, que estuvo en la cárcel o cualquier otro atributo que lo aleje de la “normalidad” que establece la sociedad.
El estigma da cuenta de una ideología que explica la inferioridad del sujeto y su falta de normalidad y, por tanto, del peligro que representa para los demás. Los individuos estigmatizados tienden a sentir vergüenza cuando reconocen en ellos atributos impuros, e intentan corregir sus deficiencias de manera directa, como cuando una persona con alguna deformidad física se somete a una cirugía plástica; o bien, la corrección puede darse de manera indirecta, al tratar de superar las expectativas que los demás tienen de ellos, por ejemplo, alguien que utiliza sus pies para escribir ante la falta de extremidades superiores.
Uno de los principales problemas de los sujetos estigmatizados es la incertidumbre, pues no tienen claro cómo serán categorizados y si la categoría en que serán ubicados los favorecerá, ya que seguramente serán clasificados como personas anormales. Esto, sin duda, les hará difícil su interacción con los denominados “normales”, ya que no será fácil adelantar lo que los demás piensan ni definir las situaciones, pues los marcos de interpretación estarán a disposición de las interacciones entre los normales.
Es probable que, durante los encuentros con personas normales, el estigmatizado se sienta inseguro, lo que lo llevará a exhaustos ejercicios de auto consciencia y al excesivo control de la impresión que pueda causar en los demás, una preocupación que no ocurre entre los normales. Por lo tanto, las relaciones entre normales y estigmatizados son complejas, porque se alejan de los esquemas de interpretación de la vida cotidiana.
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Se acusa a Goffman de estudiar la trivialidad de la vida cotidiana, de no plantear nada nuevo, pero lo que hace es constatar que el mantenimiento del orden social es posible gracias a las normas que las personas utilizan en las relaciones sociales que establecen. La introducción de una identidad deteriorada cuestiona los marcos sociales que capacitan a las personas para relacionarse entre sí. Además, la reflexión de Erving Goffman en torno a las interacciones sociales, la construcción de la identidad social y la identidad deteriorada, son importantes en la medida en que nos obliga a pensar cómo podemos generar las condiciones sociales para que la inclusión de estas personas se haga más fácil. Quizás la interacción social con ellas nos obligue a cambiar los esquemas de interpretación de las situaciones que vivimos en el día a día.