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Dos poemas

enero 19, 2020Deja un comentarioPoesía, Portada CulturaBy Nicolás López Perez
Foto: Jarmila Mitrikova

Algún lugar donde nunca viajé, agradable poco más allá

desde la puerta color café, un par de pensamientos adentro

cómo iba a saber que llevabas el pin antisistema de d.r.i.

una puerta que no cierra tan bien, una ventana con vidrio roto

un lugar donde nunca viajé desde una experiencia efímera posible

cuya traducción           es conocer el lugar que deduzco

por obra y gracia de esta mente colosal y magnética

es ornamentar la simetría y música de las palabras

                                debajo de la pista de baile y es sobrar, yendo y viendo

un par de gestos que ayudan a trasladar un significado

que ayudan a traslapar un significado

a ponerlo en otro lugar donde nunca viajé

un lugar tan esplendido, dicen, hacia los ojos

donde nunca viajé o que no pude distinguir con toda certeza

desde la puerta color café, una experiencia efímera posible

antes de proceder me pregunto por lo relevante

sin escribir lo que recuerdo sino lo que imagino

una forma de oír el sonido de mi propia voz

la que a veces me parece exhausta e hipócrita

con la realidad que ocurre en otras tablas

las tablas del teatro del mundo, yendo y destruyendo

de fijo ya se conocen los anuncios y las ovaciones

destinadas a las mejores entrañas de nuestras comunas

cuyas repentinas apariciones en la primera fila del noticiario

los amputaron de ojos para venderlos al paso

quiero ver si acaba la guerra de pacos y paisas

que está de pepas abiertas y trasnoche

un poco arengada por la fatalidad

al reconocer la voz exterior del óxido oxidado

otro poco pues lo irreconciliable devino fascista

pues la guerra se explica en las placas tectónicas moviéndose

pues la guerra tiene un rumbo, es un rumbo muy logrado

rumbo será, quizás, y nunca más para todos

algún lugar donde nunca viajé, esta es la experiencia efímera posible

que no es, sino lo mismo, con todo mal puesto con disfraz de epopeya

a continuación, las palabras se van a sentir como huyendo de la lengua

como si hubiera un hilo invisible y grueso, como si la condujese

piénsese, a la postre, que si hay una luz al final del túnel

es la luz del tren que se aproxima, y al que se pide un paso rápido

rápido antes que vuelva y duela cualquier nueva alameda

algún lugar donde nunca viajé, llevabas el pin antisistema de d.r.i.

se llamaba seminario, seminario el bar de la calle seminario

la chaqueta de bluyín con un parche de ingobernables sin dios

arremangada, los codos más que pelados, colorados

no se sabía que la piel llegaba hasta el tono carmesí vivo

aplicó las costras de sus diez dedos hasta remover la depresión

hasta que se borró entre sus párrafos, viniendo nebulosas

allá, en los miradores de un desfiladero con su nombre

renegando contra el frío, el hambre, el primer abandono

sí, un cáncer de escombros más o menos de memoria

se sabe que algunos hacen montaje de que ocurre esto

y todo lo demás, pongámosle todo, es un poema

¿un poema? un cubo rubik que existe para afirmar el amor

o tal vez una receta implicando su caída y conquista

un poema una articulación de la inteligencia contra el cuerpo

esto no es parte del sueño sino cómo interpretar la vida

cayendo por los bototos en situación de vertedero

por las licras negras brillantes, de genitales prominentes

en un poema no, en la vida, en una forma de caracol

qué no somos militantes de vida y muerte, qué somos una construcción

a medio terminar, en curso, en constante amase y preguntando

qué consumimos por los ojos que son el sitio donde confluyen las furias

esas ruinas dentro de los sueños donde estatuas decapitadas lloran

hasta ser rubíes esculpidos en las pérdidas de un país en llamas, el nuestro

y te untas las estaciones del discurso, lejos de los libros

cuántas calles del centro no están gaseadas

por pasar a estas horas ahí, llorar uno que otro poco

sentir cómo se te desfigura la cara impasible frente a las serpientes

si tuve que sorprenderme, no lo hice, ¿para qué? como animitas

y figuras calcinadas en una foto tenemos que decirnos así

magras pero esperanzas, de bruces, acciones en trance, en remojo

qué melancolía de la paz cuando se grita unidos jamás vencidos

no y no, escupir chileno y sin ir más lejos, comparecer

en las cavernas de consignas, qué silogismos antisistema, dale

¿la tristeza de hablar esperanto, dijiste?

esta noche los planetas cantan, cantan todos los planetas esta noche

lo que imagino no es decir poco pero tampoco es esto

todavía podemos dejar de ser estadísticas y cadáveres de datos

en un patio de comidas del mall que se instaló en tu barrio

comiendo esa carne que no es carne de tu carne ni de mi carne

carne que no es carne de mi esperanza ni carne de tu sueño

que es un verbo en gerundio, procesión de muerte y tortura

una capacidad de infierno, nos excitamos tanto el cemento rayando

te obsesionaste en un poema, contra el muro, desintegrándote de noche latinoamericana

con olor a balazo, con gusto a pesadilla y noble sueño, para que te preguntes

por qué tú, por qué, por qué saliste corriendo de ese problema, de esa habitación

domada por el clona y el vinagre, en la pieza más chica, nada en los bolsillos

la pintura de un paisaje tiñéndose color primario estilo espartaquiada kalinka

por lo menos brota la revolución, un hato en una pérgola de glóbulos rojos

                        la revolución como nunca antes nos tocó

                                                como siempre escuchamos en los mismos coros y casetes

                                                            como nos decían la luli y el che

los más punk de nuestros quince con msn y fotolog día a día

confieso que

nunca viajé al anarquismo, pudo ser un agradable más allá pudo ser algún lugar

pudo ser

[11-XI]


Y todos los barcos que nunca zarparon

¿y todos los barcos que nunca zarparon? –preguntas

llevas un mall en los bolsillos

insistes en la noche y en esos universos que no sucedieron

por las calles de Santiago, por los pasajes de mi barrio, por la humanidad

aquí y allá

/o digamos, aquí y ahora

los barcos que nunca fueron barcos

los árboles que nunca fueron árboles

los animales que acabaron sus vidas en un estómago humano

o que la palabra otro tiene que ver con ser uno mismo

con la desnudez o quizás con la imprecisión

ahora puedo decir que el amanecer es indefectible

no se puede evitar

si se está dentro de una estructura, reintentando el amor o expectante

frente al meado de los versos que dios provee, otra pastoral

otra iglesia cantando devociones al unísono

haciendo catequesis

o arrojando agua con apellido

son imposibles

si se está fuera de una estructura, el cielo no nos aguarda

OCURRE/

si preguntas qué necesita un barco para ser tal

deja que las palabras no nos cambien la noche sudaca

no te metas la mano al bolsillo que la ciudad nos arroja de un lado a otro

del taxi a la cuneta, jóvenes y pálidos

vamos tragando pasarelas y vomitando libros por el corazón, la poesía

está fuera del papel que no hemos abandonado aún

el zarpe o la escena donde todo queda decidido e ineditable

una calle en el centro de la ciudad, ardiendo de barricada, amputándose

de ojos, desmayándose por el horror al vacío

fatalidad, de millones en un laberinto, de vivir y morir, decolorándose

carcomiendo a los automovilistas que nos ven deambular, de la mano,

abrazados, como imaginándonos el próximo sol

bajo el que nos derretiremos disparándonos como flechas al vacío

nos apegamos a la desesperación, reventándonos el periférico, drogándonos

nos apegamos a las estaciones donde rugen los barcos que nunca zarparon

porque ya es demasiado tarde para el lenguaje

la emoción es un trago que se sirve frío al atardecer

y un vomito que emerge por los intestinos al son de galaxias y cuerpos celestes

mis poemas son barcos que nunca zarparon, se encendieron para iluminar;

son presentaciones para nombrar ahora lo que no es de nadie

lo que cae, lo sublime del veneno, de las orillas que asfixian

mientras el filo de las sabanas que nos viste

se traduce en una obsesión, en una cardiopatía, en números telefónicos

esperando ser grabados

o esperando ser mensajeados en medio de la depresión

preguntándose cómo será la próxima respuesta de las constelaciones

a tus labios pequeños fabricados con nácar y lapislázuli la vida se dirá

esta vida

y yo ya no sé qué decirles a esos barcos que no zarparon y que no zarparán

son gestos que se destruyen

son palabras que arman

sueños resignados a grabarse entre los bordes de una página u otra

publicados por una editorial independiente

donde la existencia, como la tuya y la mía fluirá por las gotas de lluvia

aplanadas por la locura y el canto del agua, se amordazará

y será apresada en una jaula de papel

esta noche es el fin de la literatura y su inicio en la vida

porque la confesión en los libros es una vía de pertenencia

como encontrar alguna similitud inocente entre atardeceres

o las runas mostrando contraseñas en un idioma que murió con su creador

los barcos que nunca zarparon permanecen en el infierno de esta noche:

nunca natos, nunca muertos y, sin embargo, son, un prójimo lejano, escrito

ipso facto; pensado en la urgencia de lo inmarcesible y de rostro desencajado

al poco leer

o tal vez, animitas de personas amadas cuyas biografías se ignoran

hasta sus muertes o es que queda patente la memoria cuando hay detalle

ahora el testimonio vuela, a la deriva se estrella contra un final prematuro

y como ceniza desprendiéndose de un cenicero, de una concha de loco

esta noche viaja por el lenguaje perdiéndose esta noche

mi mente trae de regreso a todos esos barcos y los deja zarpar para siempre

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Sobre el autor

Nicolás López Perez

(Rancagua, 1990) es un poeta y abogado chileno. Sus últimas publicaciones son Coca-Cola Blues (MX: Vuelva Pronto Ediciones, 2019) y Escombrario (CL: Contraeditorial Astronómica, 2019) Codirige la microeditorial y revista Litost. Reside en Santiago de Chile.

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