
Nos llenó de luz y de coraje, nos contó el asesinato de sus amados compañeros en Solentiname y Solentiname para nosotros fue signo de sol como su nombre. Esa isla en donde se gestaban las nuevas consignas y se soñaba con la liberación. También signo de mejores tiempos, de otra poesía, de una condición más humana para los que queríamos crear en estos días del final de los sesenta y comienzo de los setenta, cuando él mismo nos hizo cantar Qué pensará el santo Padre que vive en Roma que le están matando a sus palomas. Solentiname repetíamos al tiempo que llorábamos con sus versos por la muerte de Adolfo Báez Bone. Esa muerte presente una y otra vez con todos sus detalles por tus versos, Ernesto con nombre de Che pero de las letras no de las guerrillas. El asalto a la casa, la persecución en la terraza ¿o lo sueño? El chico que levanta los brazos o bien que apunta y mata pero son los generales como Somoza, tantos dictadores familiares para nuestra América, como Batista, y los que llegaron después, Pinochet, Videla, los que se solazan en la carne joven y la beben a puros martillazos de sangre, a puro acto obsceno de penetrarlos con la bala y el fusil. Su manera de poseer la juventud y la utopía de la que carecen, como si eso fuera posible.
Y aunque marxistas declarados, fanáticos de El Capital, creímos que era posible la Teoría de la Liberación y allí fuimos juntos en nombre de Ernesto Cardenal el poeta, en nombre de nuestra fe y nuestra esperanza y en nombre de los muchachos asesinados de su patria a los que él cantó obstinadamente para alargarnos en su canto y cantar a nuestra vez en cada movilización por los perseguidos o los condenados, o los jóvenes que es lo mismo, de los depredadores del Poder en Argentina y en Chile, en Uruguay y más allá, en Nicaragua.
Epitafio para la tumba de Adolfo Báez Bone
Te mataron y no
nos dijeron donde
enterraron su cuerpo,
Pero desde entonces
todo el territorio
es tu sepulcro
o más bien;
en cada palmo
de territorio nacional
en que
no está tu cuerpo
tú resucitaste
Creyeron que te
mataban con una orden
de ¡fuego!
Creyeron que te
enterraban
Y lo que hacían
era enterrar una semilla.