
“En algún lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Son pocas las personas que no conozcan estas líneas. Es parte de nuestra historia, el Quijote.
Hace unos años, en una conferencia a la que asistí contaron la historia de un chico de 15 años que durante la guerra civil logró escapar por la frontera de España hacia Francia, y todo lo que logró rescatar fue una cajetilla de cigarros. Era todo lo que tenía, y en el campo de concentración al cual llegó, cambió esa cajetilla por un libro, un Quijote.
Después, al realizar una pequeña investigación para saber por qué en Guanajuato se usa mucho la imagen del Quijote, me doy cuenta que la historia del joven que escuché y la razón por la cual en Guanajuato se utiliza la imagen del Quijote, están relacionadas.
“…y aquel libro me salvó la vida, porque pude leer, pude escaparme de allí con la imaginación, pude tener la mente puesta en otra parte y aquello me salvó la vida” [Eulalio Ferrer citado por Amelia Valcárcel].
Eulalio Ferrer Rodríguez, nacido en 1920 en España, llegó a nuestro país en 1940 tras el exilio. Vivió el resto de su vida en México, nunca volvió a establecerse en España, y lo único que se había traído de España fue un Quijote. Coleccionó Quijotes toda su vida (Valcárcel, 2013).
Ferrer fue creador y colaborador del Ateneo Español en México, del Premio Internacional Menéndez Pelayo de Santander, hoy conocido como Premio Internacional Eulalio Ferrer, y de la Fundación Cervantina de México. También es responsable por ingresar al diccionario el verbo cantinflear. Fue mecenas de numerosos proyectos culturales como el Coloquio Cervantino Internacional, el Centro de Estudios Cervantinos de Guanajuato, pero sin duda el más importante es el que obsequió a México “para corresponder a la generosidad del país”: el Museo Iconográfico del Quijote, ubicado, precisamente, en la ciudad de Guanajuato, que fue inaugurado en noviembre del 1987. (Samperio, s/f.)
La elección de Ferrer en aquel momento de juventud de cambiar “toda su riqueza”, es decir, la cajetilla de cigarros, por un libro, y que haya dicho que fue lo que le ayudó a sobrevivir aquellos momentos tan terribles, me recuerdan a dos cosas.
En primera la anécdota de Viktor Frankl. En El hombre en busca de sentido nos va contando que una de las cosas que más apreciaba y había escondido para que no se la quitaran, era el manuscrito del libro que he mencionado.
La otra es una historia popular de Charles Dickens. Se dice que de niño fue pobre, pero que una de las cosas que más le impresionaron fue cuando su familia empezó a vender los libros que les pertenecían para poder sobrevivir.
La intención no es mitificar los libros, pero sí plasmar su importancia. Son una de las maneras en que dejamos registro sobre lo que pasa, y en muchas ocasiones son excelentes compañeros a los cuales podemos acudir.
Referencias:
Frankl, V. (2015) El hombre en busca de sentido. 3er ed. Barcelona, Herder.
Samperio, M. (S/f) Biografía. Fundación cervantina de México, Disponible en http://www.fundacioncervantina.org/index.php/quienes-somos/biografia-eulalio-ferrer
Valcarcel, A. (2013) Feminismo y ciudadanía, fundamentos filosóficos, Cátedra Alfonso Reyes, ITESM disponible en http://catedraalfonsoreyes.org/videoteca/feminismo-y-ciudadania-fundamentos-filosoficos-2/