
Sólo los cinéfilos han disfrutado de realidades como la que aquí se presenta. Digo, sí, cinéfilos, porque estoy abarcando hombres y mujeres que comparten este sentimiento y placer.
En este documental, María Álvarez, joven directora argentina, se centra en las mujeres, cosa que se le agradece porque le da un matiz personal: la mirada de esta mujer viendo a otras mujeres; una mirada intimista y, sin ser la pretensión total (al menos eso pareciera), introspectiva.
Personal y, sin embargo, con la seriedad suficiente para guardar la distancia, lo que le permite esa perspectiva crítica tan necesaria para el artista, con la que logra evitar la desproporción, la desmesura que arruinaría lo que, en su peculiar armonía, puede resultar una obra maestra: la lente que capta (o recrea) a seis mujeres, más aún: la mirada de seis mujeres.
Decía al principio que sólo los cinéfilos entenderían, pero habría que puntualizar: sobre todo, esos cinéfilos afectos al cineclub. El cineclub es una resistencia, porque defiende la experiencia cinematográfica de la vaguedad y dispersión de las grandes salas. El cineclub es intimidad, y también significa una mirada específica. No es el bazar de novedades, la vitrina de nuevas golosinas de un comercio, como esas empresas con grandes salas por todo el país. Y es por eso que solo el cineclub, en nuestro presente, propicia aún expresiones como las de esas mujeres retratadas por Álvarez.
Y es que Las cinéphilas (de España, Uruguay y Argentina), habrán visto cine de distintas maneras y en distintos espacios (con los recursos actuales no cabe duda de que la propia casa propicia una intimidad específica y fecunda), pero lo cierto es que la obsesión, la profundidad con que son tocadas por distintas cintas, es una forma de relacionarse con el cine que decrece un poco en los tiempos que corren.
No pretendo borrar toda posibilidad de conmoción o intimidad propiciada por el cine, mas es visible que la velocidad de nuestro tiempo, en cuestiones técnicas, relaciones humanas y la cotidianidad misma, permean una actividad ineludiblemente colectiva.
El cine, que ha formado generaciones y generaciones de temperamentos a nivel mundial, no cesa de influir, pero bajo el tamiz y estímulo del tono actual. En ese sentido, la cinefilia de estas mujeres puede derivar en cierto sentimiento nostálgico, de un tiempo en que la obra cinematográfica lograba conmover más como obra de arte que como entretenimiento alucinante.
Esto último es maravillosamente retratado por María Álvarez, creando, gracias a un uso bastante plástico de la luz, poéticos escenarios que responden a las voces y palabras expresadas por las protagonistas, tendiendo vasos comunicantes entre los títulos mencionados y las circunstancias de cada una de ellas.
A través de estos retratos, tanto en lo discursivo como en lo visual, podemos apreciar también un enternecedor homenaje de María al cine, cinephila ella misma.