
Así como en la ciudad de Monterrey, en México la sexología ha dependido en gran medida de los logros del movimiento feminista. A través de la historia de la sexología en México, se evidencian los escalones que el feminismo construyó —casi siempre en legislaciones— que sirven y sirvieron como plataforma para la profesionalización de la sexología en el país y la ciudad.
Vale la pena aclarar esta compleja e intrincada relación simplificando una parte esencial del vínculo entre ellas:
La sexología es la disciplina que estudia la sexualidad. La sexualidad ha sido una de las máximas vías de opresión para las mujeres. El feminismo lucha contra la opresión de las mujeres y, por tanto, cuestiona la sexualidad y sus paradigmas. Cuestionar la sexualidad es también la tarea de la sexología. Y es ahí, en la indagación y el cuestionamiento de la sexualidad humana, donde el feminismo y la sexología conviven, se encuentran y se nutren. Sin embargo, el feminismo no se reduce a estudiar la sexualidad como lo hace la sexología. Y la sexología no es feminista –al menos hasta ahora.
Para comprender esta relación entre la profesionalización de la sexología y el movimiento feminista me detendré en tres décadas decisivas: 1) la de los setenta, 2) los años noventa y, 3) la del 2000. A través de estas y centrada en las aproximaciones culturales a la sexualidad, revisaremos el impacto que las políticas feministas tuvieron para el reconocimiento y afianzamiento de la sexología como profesión. Aclaro que la relación de dependencia que refiero no es estrictamente unilateral. Como mencioné, la sexología como disciplina también ha aportado y nutrido al feminismo. No obstante, son los movimientos sociales —más que las disciplinas— los que activamente pretenden cambios en nuestros sistemas de poder y ordenamiento. Por tanto, el legado de los movimientos sociales a la disciplina sexológica ha resultado más crítico para su evolución y desarrollo que a la inversa.
Los setenta: La familia pequeña, la anticoncepción y la igualdad jurídica
Para las historiadoras feministas la década de los setenta es reconocida como la década de las mujeres y en México refiere a la nueva o segunda ola feminista. Para la historia de la sexología, esta década marca la emergencia de su profesionalización en México.
son los movimientos sociales —más que las disciplinas— los que activamente pretenden cambios en nuestros sistemas de poder y ordenamiento.
Fue este periodo, en un contexto social marcado por el movimiento estudiantil de 1968 y la represión del Estado, cuando comienza el ingreso masivo de mujeres a las universidades y al mercado laboral. Y son ellas, las mujeres estudiantes y trabajadoras de clase media —no necesariamente feministas— quienes intensifican la demanda —siempre feminista— por el acceso a métodos anticonceptivos. Mientras tanto, el gobierno mexicano, como todos los otros latinoamericanos, preocupado por el acelerado crecimiento demográfico que duplicaba la población cada dos décadas, se vio en la necesidad de cambiar su política demográfica pronatalista por otra dirigida a disminuir los niveles de fecundidad.
Fue en 1970 cuando la socióloga panameña Carmen Miró planteó la “planificación familiar” como estrategia de planificación global[1]. Aclarando que dicho concepto no era sinónimo de “política de población”, el Estado mexicano accede a derogar en 1973 del Nuevo Código Sanitario el artículo que prohibía la propaganda y venta de anticonceptivos[2]. Para enero de 1974 queda publicada la Ley General de Población[3]. Dicha Ley implicó también la reforma del artículo 4to Constitucional donde se estableció el derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y espaciamiento de los hijos. Además de establecer—por vez primera— la igualdad de la mujer y el varón ante la ley[4]. Esto último, porque sin la igualdad jurídica, el derecho de las mujeres a decidir sobre la vida reproductiva no podía ejercerse.
Así, a un año de celebrar en la Ciudad de México la Primer Conferencia Mundial sobre la Mujer (1975) y en un clima altamente influenciado por el movimiento feminista internacional, los cambios legislativos nacionales que buscaban un cambio demográfico implicaron logros sustanciales para el movimiento feminista mexicano. La igualdad jurídica, el derecho a decidir sobre la propia vida reproductiva y el acceso a los anticonceptivos, eran todos reclamos del movimiento feminista. En otras palabras, si bien el Estado no pretendía un país feminista, tuvo que legislar con las mujeres en mente para cambiar su política sociodemográfica.
“La familia pequeña vive mejor” se convertiría en el lema de la campaña de concientización social y la “planificación familiar” la estrategia a implementar. Sin embargo, México, como país machista, patriarcal y cristiano siempre ha requerido de intervenciones múltiples para abordar y facilitar las implicaciones de dichos cambios culturales. Así, implicado en la misma Ley, se creó también el Consejo Nacional de Población (CONAPO) y sus respectivos programas nacionales de Planificación Familiar y Educación Sexual. De esta coyuntura es de donde emerge la sexología como profesión en el país.
A pesar de que la Asociación Mexicana de Sexología y la Asociación Mexicana de Educación Sexual existían desde 1969 y 1972 respectivamente[5], tuvieron que aplicarse estos cambios legislativos para que dichos profesionales, tanto de la sexología clínica como educativa, pudieran dar comienzo a la profesionalización de la disciplina sexológica. Especialistas en ginecología, obstetricia, urología, enfermería, psiquiatría y psicología fueron los primeros en capacitarse y entrenarse en sexualidad para proveer la atención clínica que el programa de Planificación Familiar demandaba, graduando —en la práctica— a los primeros sexólogos clínicos de México. Igualmente, especialistas en educación, sociología, psicología y otras, se capacitaban en sexualidad para proveer la atención psicoeducativa que el programa de Educación Sexual pretendía. Esto también graduó en la práctica a los primeros sexólogos educativos (educadores sexuales). Abriendo y oficializando el campo de trabajo a la sexualidad mexicana, la sexología emerge pues como profesión gracias a las nuevas políticas sociales y demográficas de corte feminista y orientadas hacia la sexualidad.
Los noventa: Derechos sexuales y reproductivos y salud sexual
Aunque en esta sección abordaré la última década del siglo pasado, es pertinente aclarar qué durante los ochenta la sexología continuó afianzando su campo de trabajo ante la epidemia de VIH/Sida que el país se vio en la necesidad urgente de atender. La determinación de la creación del Consejo Nacional para la Prevención y el Control del Sida (CONASIDA) en 1988, así como la epidemia misma, facilitaron tanto el sostenimiento del interés por la sexología, como la capacitación de aún más especialistas en sexualidad entre ellos ahora: epidemiólogos, infectólogos, antropólogos, etcétera.
… para la década de los noventa, la sexología mexicana contaba ya con experiencia y trabajo en el campo de la sexualidad mexicana.
Así, para la década de los noventa, la sexología mexicana contaba ya con experiencia y trabajo en el campo de la sexualidad mexicana; un gremio cada vez más amplio y mejor capacitado; políticas públicas, programas y consejos nacionales para abordar las problemáticas sexológicas. Y, por supuesto, participaba del cambio cultural que dos décadas de trabajo y de educación sexual habían logrado en la sociedad mexicana.
Dicho cambio implicaba una mayor autonomía de las mujeres sobre su sexualidad y reproducción, una disminución en la perspectiva moral y/o religiosa y una mayor consciencia de la sexualidad humana como un proceso inherente al ser humano, crítico para la salud y el bienestar individual y social. Este cambio cultural —como precedente— y la incansable actividad de reivindicación de los movimientos sociales, las luchas feministas y de diversidad sexual, marcaron la pauta para los logros de aquella década: los derechos sexuales y los derechos reproductivos y la salud sexual.
Si bien, el reconocimiento de su universalidad en la sociedad es aún parcial, la historia del reconocimiento internacional de los derechos sexuales es compleja, amplia y bien documentada. Compleja esencialmente porque la reproducción es parte de la sexualidad, pero la sexualidad es mucho más amplia que la reproducción, por tanto, “derechos sexuales” y “derechos reproductivos” requieren conceptualizaciones bien delimitadas sin separarse de los “derechos de las mujeres”. Amplia, por la multiplicidad de actores políticos involucrados, sus perspectivas, reclamos e intereses en la regulación de la sexualidad; y bien documentada puesto que han sido un sinfín de Conferencias Internacionales las sedes de los debates implicados y de los logros alcanzados[6].
De esta amplia historia destaco los eventos que en la década de los noventa consolidaron los derechos reproductivos y los derechos sexuales, empezando con la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo del Cairo (CIDP) en 1994. Esta conferencia fue de suma relevancia pues en ella se conceptualizó la “salud reproductiva” como una categoría que replantea la forma de analizar la salud y la reproducción, y con ello sentó las bases para el reconocimiento de los derechos sexuales y los derechos reproductivos. Igualmente, en esta conferencia se conceptualizaron por primera vez los “derechos reproductivos”[7].
Un año después, en Beijing en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer se concreta el reconocimiento internacional de los “derechos reproductivos” y en 1999, la Asociación Mundial de Sexología pronuncia la Declaración Universal de los Derechos Sexuales[8]. Desde entonces, los derechos sexuales y reproductivos, así como la salud sexual y reproductiva, se encuentran protegidos por la legislación internacional referente a los derechos humanos. También desde entonces —y francamente, desde mucho antes— dichos derechos han sido objetivo de ataque por grupos fundamentalistas católicos y musulmanes.
Esta breve revisión no debe dejar escapar el hecho de que fueron el movimiento feminista y el de la diversidad sexual los que impulsaron el reconocimiento de estos derechos. Sus reclamos, argumentados y sostenidos por la sexología, hermanaron el desarrollo de los movimientos sociales con la disciplina sexológica y finalmente lograron cambios paradigmáticos en la aproximación global a la sexualidad. Es decir, fueron mujeres feministas —mexicanas y regiomontanas[9]— quienes participaron en estas conferencias y de la mano de colegas sexólogas y sexólogos[10], trabajaron los documentos antes citados, enfrentándose en cada momento contra grupos políticos conservadores y su lucha por el control sexual.
Así, fueron los noventa, con un marco legal nacional e internacional instaurado para trabajar los derechos sexuales y los derechos reproductivos y asumida la sexualidad como parte integral de la salud y de los derechos humanos, la década más fructífera que ha tenido la sexología en México.
Más programas de sexualidad humana y de educación sexual se expandieron por todo el país. Las segundas y terceras generaciones de sexólogos mexicanos, además de su labor formativa, clínica y académica, trabajaron para validar y oficializar sus programas ante la Secretaría de Educación Pública (SEP), así como certificar, sus asociaciones y clínicas en línea con los requerimientos de la Secretaría de Salud[11]. En Monterrey se constituyen ProSalud Sexual y Reproductiva AC (PROSSER) en 1995 y Genero, Ética y Salud Sexual A.C. (GESSAC) en 1998 dirigidas por mujeres feministas y especialistas en sexualidad[12]. Ambas asociaciones han contribuido al desarrollo y profesionalización de la sexología en Monterrey.
Simultáneamente, a nivel nacional, crecía el interés universitario por la investigación en sexualidad. Instituciones como la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el Colegio de México y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comenzaron a formalizar sus intereses creando posgrados y grupos enfocados en la investigación sexológica como el Programa de Sexualidad Humana (PROSEXHUM) de la Facultad de Psicología de la UNAM[13]. Si bien, algunas asociaciones y programas desaparecieron, otros han consolidado sus estructuras ofreciendo mejores programas, entrenamientos y docentes mejor preparados. Con ello, ha aumentado también la calidad general de las investigaciones y publicaciones, afianzando la academia sexológica en el país.
La del 2000: Derecho a la interrupción legal del embarazo (ILE), la Educación Sexual y a una vida libre de violencia
Para este punto, quizá sea un poco más clara la compleja relación entre sexología y feminismo. Una relación académica y política, que comparte actores, planteamientos y metas. Coincidiendo, más allá del interés en la condición sexual humana, en la apreciación de los sistemas de ordenamiento y poder que en ella se sostienen y en las secuelas negativas que éstos traen a los individuos y la sociedad. Y ahí, cada uno encabezando su frente, comparten la trinchera.
Un último claro ejemplo de esto se puede condensar en los eventos específicos del 2006 al 2008: la contienda por los contenidos de Educación Sexual en secundaria, que duró los dos años; el decreto de la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia en febrero 2007; y meses más tarde, por supuesto, la aprobación de la reforma para la despenalización del aborto en la Ciudad de México en abril del mismo año y la dictaminación de la Suprema Corte de Justicia en 2008 que la declaró constitucional. Estos cuatro eventos, envueltos en un debate moral, los utilizaré para repasar la relación.
… sin la participación social e histórica del feminismo, no se hubieran dado los cambios paradigmáticos culturales, políticos y sociales que han permitido el sostenimiento de la sexología
La contienda por el contenido del libro de Ciencias I para secundaria es una versión a escala del conflicto real en dónde la sexología y el feminismo trabajan interdependientemente para sostenerse y luchar contra las fuerzas fundamentalistas conservadoras. La defensa del laicismo y de los derechos sexuales y reproductivos como derechos humanos, se esconde detrás de esta contienda por unas cuantas páginas o párrafos de un libro de secundaria.
Mientras la sexología es la encargada de determinar el contenido de los programas de Educación Sexual, es el movimiento feminista el único interesado y con la capacidad política y social para defenderla. Por supuesto, la sexología educativa es la especialista, pero la disciplina sexológica no cuenta si quiera con la totalidad de su gremio para defender el laicismo y así la educación sexual. Por otro lado, mientras al movimiento feminista en su totalidad le interesa con mayor determinación la despenalización del aborto, y es quien con mayor actividad defiende los derechos sexuales, es la sexología como disciplina científica, la única reconocida en nuestro sistema occidental para argumentarla y argumentarlos.
Su trabajo conjunto, ha trenzado las plataformas para sostenerse y ha sido rico en resultados. El feminismo y la sexología, por tanto, comparten logros como la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Ésta, marca el logro de uno de los compromisos y objetivos fundamentales de la política nacional e internacional en el tema de los derechos fundamentales de la mujer desde 1975[14]. Así también, la determinación de constitucionalidad de las reformas que despenalizaron la interrupción del embarazo en la Ciudad de México significó otro gran logro respecto de los compromisos de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) desde 1979.[15]
Sin duda, la sexología, y su profesionalización en el país, no puede deslindarse de los avances logrados por el movimiento feminista. Y aunque existe la tentación de decir lo mismo a la inversa, la realidad es que sin la participación social e histórica del feminismo, no se hubieran dado los cambios paradigmáticos culturales, políticos y sociales que han permitido el sostenimiento de la sexología. El feminismo, por el contrario, no es dependiente de un contexto político determinado, sino que existe a través de ellos. Tampoco es dependiente de la sexología, aunque de ella se sirva cada vez más y mejor.
Idealmente, la sexología será feminista —cuesta pensar qué haya otra versión, pero la hay—. Sin duda, cuando la sexología se encuentra con el feminismo es más congruente y, por lo tanto, efectiva.
Es la responsabilidad de las nuevas generaciones de sexólogas y sexólogos otorgarle al feminismo, como movimiento social, el reconocimiento que merece frente a la historia misma de la sexología. Así también, es su responsabilidad liberarla de su misma concepción patriarcal. Sin embargo, mientras tanto, ninguna puede darse el lujo de bajar la guardia. Los grupos fundamentalistas no descansan.
La lucha es constante y se materializa a nivel local. En esta ciudad en particular, son feministas y especialistas en sexualidad quienes han liderado la batalla. A ellas y ellos, les damos las gracias y honramos su legado.
[1] Esto en la Conferencia Regional Latinoamericana de Población celebrada en la Ciudad de México.
[2] Ávila González, Y. (2005). Mujeres frente a los espejos de la maternidad: las que eligen no ser madres. Desacatos, (17), 107–126.
[3]Ordorica-Mellado, M. (2014). 1974: momento crucial de la política de población. Papeles De Población, 20(81).
[4] Hace apenas 46 años.
[5] Alcántara, E., & Szasz, I. (2013). Between the Local and the Global: Chronicles for Understanding the Field of Sexology in Mexico. International Journal of Sexual Health, 25(1), 27–46. doi: 10.1080/19317611.2012.753973
[6] Primera Conferencia Internacional de Derechos Humanos en Teherán (1968); Conferencia sobre Población de Bucarest (1974); Primer Conferencia sobre la Mujer en la Ciudad de México (1975); Reunión Internacional sobre Mujeres y Salud en Ámsterdam (1984); Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena (1993); Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo en El Cairo (1994); Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (1995); XIV Congreso Mundial de Sexología en Hong Kong (1999).
[7] Derechos de las mujeres y los hombres a tener control respecto de su sexualidad, a decidir libre y responsablemente sin verse sujetos a la coerción, la discriminación y la violencia; el derecho de todas las parejas e individuos a decidir de manera libre y responsable el número y espaciamiento de sus hijos y a disponer de la información, la educación y los medios para ello, así como a alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y reproductiva.
[8] Declaración del 13avo. Congreso Mundial de Sexología, 1997, Valencia, España revisada y aprobada por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología, WAS, el 26 de agosto de 1999, en el 14º Congreso Mundial de Sexología, Hong Kong, República Popular China. https://www.amssac.org/biblioteca/derechos-sexuales/
[9] María Elena Chapa Hernández
[10] Norma González Izaguirre
[11] Actualmente México cuenta con dos instituciones destacadas como escuelas de Sexología: La Asociación Mexicana para la Salud Sexual A.C. (AMSSAC) y el Instituto Mexicano de Sexología A.C. (IMESEX) aunque existen otros programas e instituciones.
[12] Mariaurora Mota y Norma González Izaguirre
[13] Alcántara, E., & Szasz, I. (2013). Between the Local and the Global: Chronicles for Understanding the Field of Sexology in Mexico. International Journal of Sexual Health, 25(1), 27–46. doi: 10.1080/19317611.2012.753973
[14] Pérez Contreras, M. de M. (2008). Violencia contra la mujer. Comentarios en torno a la ley general de acceso a la mujer a una vida libre de violencia. Boletín Mexicano De Derecho Comparado, 41(122). Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0041-86332008000200017
[15] (Julio, 2005). Derecho internacional de los derechos humanos y aborto en América Latina. Recuperado de: https://www.hrw.org/legacy/spanish/informes/2006/wrd0106/wrd0106sp.pdf