
La aparición del COVID-19 en nuestras vidas nos obligó al resguardo en casa, por varias semanas. Debimos dejar de reunirnos, de vernos a la cara e incluso de darnos un saludo. Esto implicó, además, el cierre de todos los espacios de convivencia ajenos al hogar como parques, centros de diversión y teatros.
El teatro, como expresión artística, es convivio, requiere el encuentro físico de, cuando menos, dos cuerpos. Conlleva la mirada hacia la acción del otro (incluso del que está en el lado oscuro de la sala), la escucha a voz viva y el calor que sólo la acción humana puede dar. Al estar confinados, y sin la posibilidad de ver, oír y sentir al otro, el teatro tuvo que hacer una pausa.
Empezó a la par un debate: ¿El teatro va a morir? ¿Podemos sobrevivir al teatro? ¿Cómo podemos rescatar al teatro? El teatro no ha muerto, ni morirá. Tampoco está en una nueva crisis, siempre está en crisis. Simplemente se tomó una pausa, como las que nos tuvimos que tomar todos.
Sin embargo, la necesidad del teatro (especialmente de sus creadores) lo llevó a saltar al espacio virtual, ese en el que la humanidad llevamos tiempo interactuando, pero que está mediado por dispositivos electrónicos. Al haber un obstáculo entre el espectador y el objeto teatral (sea una pantalla, unos audífonos, un teclado), el convivio persona a persona no se puede dar, y por ende no puede existir el teatro.
¿Entonces el teatro en el espacio virtual no es teatro? Siendo totalmente purista, la respuesta es no. Mas bien, nos enfrentamos a lo que puede ser un nuevo medio de expresión, un híbrido del teatro en escena y la producción audiovisual. Un producto derivado de la televisión grabada y en vivo, del videoarte y del cine, aún y cuando todos estos tienen su origen primigenio en el teatro.
Del teatro me considero un espectador asiduo, un consumidor frecuente. La cuarentena me ha mantenido en abstinencia y he tenido que refugiarme en el teatro en el espacio virtual. Las opciones son igual de variadas como el teatro convivial. Por un lado, está el teatro de registro, donde podemos ver grabaciones de funciones de obras que en su momento estuvieron en cartelera. Por otro lado, tenemos el teatro que busca nuevas formas de surgir, ya sea a través de transmisiones en vivo desde casa, hasta el uso de plataformas de videoconferencias.
Dentro del teatro de registro existe el teatro grabado para televisión, que conlleva dirección de cámaras, una iluminación para video e incluso la distribución de micrófonos en el escenario para que el espectador tenga la misma experiencia que cuando ve un programa televisivo. También está el teatro grabado a una cámara, la versión económica del anterior, donde con un dispositivo (regularmente un celular) se hace una videograbación desde algún sitio del público (mayormente el centro).
Por último, pero no menos importante, existe también el teatro de palabra, derivado del teatro escrito (la dramaturgia). En este, la actuación y el montaje de la puesta se dejan de lado y es el texto el que importa. Para esto se han realizado lecturas de texto dramáticos, tanto por actores dirigidos, como por personas simplemente interesadas en la lectura dramatúrgica.
Las siguientes son tres experiencias que viví para vencer mi abstinencia de espectador teatral. Fueron un buen paliativo, especialmente porque no me quitan la esperanza de regresar pronto a las butacas.
Hombre, animal o monstruo
La compañía Triciclodemetal presenta este unipersonal de teatro de títeres para adultos, escrito, dirigido, actuado y manipulado por Sol Gutiérrez. El espectáculo se presentó en video a través de la plataforma Facebook, como una iniciativa del colectivo Cartelera Virtual Xalapa.
Dicho colectivo reúne a varias compañías escénicas, principalmente xalapeñas, y tienen la intención de presentar por video presentaciones grabadas. Estas corresponden a una función realizada específicamente para ello, contando con el apoyo de un equipo de personas a cargo de la grabación y edición. Así, no vemos solamente un plano de la escena, sino que se permiten jugar con acercamientos o incluso cambio de lugar de los elementos de la puesta.
“Hombre, animal o monstruo” consta de 4 escenas basadas en textos de Erasmo de Rotterdam y Alejandro Albarrán Polanco que busca explorar la locura personal. Cada una es protagonizada por un personaje (títere) diferente, sacados todos de una imaginación entre grotesca y amorosa. La manipulación realizada por Sol hace que su presencia pase a segundo plano y la atención se centre en el títere.
Luto, flores y tamales
La Nena Delgado es quizás la actriz más reconocida en Nuevo León. Gracias a su perseverancia en el teatro y al impacto mediático al que tiene acceso, es un referente del teatro local. Por varios años se ha dedicado a desarrollar y llevar a escena un personaje tipo: el de la mujer norteña. Ha estudiado los modismos del norestense, la forma de relacionarse con sus semejantes y el papel de la madre en la familia regiomontana. Su público acude a verla para pasar un buen rato viendo en ella a la tía, la suegra, la madrina, la vecina. Todos conocemos a alguien como el personaje de la Nena.
A raíz del confinamiento, la casa productora de la actriz decidió publicar en la plataforma YouTube varias de las obras que han presentado en los últimos años. Una de ellas es “Luto, flores y tamales” una obra que en los años noventa marcó un hito en la historia del teatro regiomontano al durar varios años en cartelera con éxito en taquilla. La versión publicada en la red corresponde a la grabación de una función de la reposición de 2015. En ella interviene el elenco original: Nena Delgado, Yaya Mier, Andrea Zúñiga y Chucho Cuéllar.
La historia trata sobre una viuda, su hija y su vecina, a quienes el día del velorio del difunto esposo, éste regresa a su casa a cerrar algunos pendientes que dejó. Aunque al inicio pudiera parecer una pieza más del estilo costumbrista que suele manejar la comedia regional, el elemento mágico del regreso del difunto y su interacción con las deudas la convierten en una obra del imaginario norestense.
La reposición de 2015, aunque apela a la nostalgia al incorporar al elenco que la protagonizó 20 años atrás, tiene fallas tanto en el tratamiento del personaje-intérprete como en aspectos de producción. En cuanto a lo primero, resulta poco verosímil ver a personajes-intérpretes mayores de 60 años siendo sexualizados, aún y cuando eso otorgue un poco de humor a la puesta. En cuando a la producción, si bien no se requiere una gran escenografía (todo ocurre en un mismo espacio), el diseño de ésta deja mucho que desear, pues se queda en las acartonadas paredes de los años ochenta, sin intención de explorar nuevas posibilidades de espacio.
Aun así, es posible entender el éxito que tuvo en su momento. Es una obra divertida, con muchos toques de regionalismo norestense, con una historia diferente y con personajes con los que cualquier persona, de cualquier estatus social puede identificarse. Cabe señalar, como dato curioso, que esta producción también se transmitió por el canal 6 de la televisora local, marcando un nuevo hito al ser la primera producción teatral transmitida por dicho canal.
La noche que murió Spinetta
Si bien el teatro ocurre solo sobre la escena, es importante mencionar que el teatro también se lee, y al momento que se lee ayudamos a que también exista. Realizar en lo individual la lectura de un texto dramático puede ser algo tedioso y cansado, especialmente textos contemporáneos que, al carecer en su mayoría de didascalias, sólo presentan las voces de los personajes, dejando la libertad de que quien dirija la puesta trabaje en su desarrollo.
Desde 2015, el grupo 16 Teatro lleva a cabo en la ciudad de San Luis Potosí el Club de Lectura de Textos Dramáticos. Las sesiones se realizaban de forma presencial, reuniéndose una vez a la semana a leer entre todos los asistentes una obra de teatro. Ante la contingencia sanitaria fue necesario mudar su sede a la plataforma virtual Zoom, lo cual le permite exponenciar sus posibilidades de público e invitados.
Una de las lecturas organizadas en esta modalidad fue el texto “La noche que murió Spinetta”, escrita por el dramaturgo Hasam Díaz. Para esta ocasión, se invitó a un elenco especial, quien en su momento sirvió de base para la creación del texto. Éste estuvo conformado por Stefanie Weiss, Roberto Ríos “Roki”, Natalia Solián, Abraham Jurado y Miguel Jiménez.
La dinámica consistió en que todos los asistentes a la junta virtual podían ver el texto presentado en pantalla y cada uno de los actores invitados leía en voz alta el personaje que le fue asignado. Esta forma en que se realizó la lectura permitió que fuera ágil y se pudiera comprender en su totalidad el texto.
Definitivamente la experiencia de ver “teatro” en pantalla es totalmente diferente a la que se tiene frente a un escenario. Falta la experiencia viva, la cercanía con el otro, mirarse a los ojos. Sin embargo, ante las barreras impuestas por la contingencia, la necesidad de juntarse con otros humanos a contar y escuchar historias permanece, y es el teatro en pantalla lo que la satisface. Mientras los teatros vuelven a abrir, este espectador seguirá calmando su abstinencia con el video y la transmisión en vivo, con la esperanza de que pronto pueda volver a estar en una butaca esperando la tercera llamada.