
La destacada pareja de artistas conformada por el ruso-español Francisco Infante y Nonna Guronova está de visita en nuestra ciudad con su serie Desertacrílicos. Monterrey fue elegida para inaugurar esta exposición itinerante en nuestro país, auspiciada por la embajada de Rusia en México y Triumfal’nyye Galerei. Cada una de las piezas fue comisionada ex-profeso para que su instalación funcionara como una intervención no invasiva al paisaje natural de nuestro Estado, en una búsqueda por situacionarlas conviviendo y siendo-con el vacuo escenario en plenitud que los desiertos de México, ese oxímoron, nos ofrece.
Inscritos en la primera ola del conceptualismo ruso, Infante y Guronova se han caracterizado por sus instalaciones de espejos en parajes nevados. Sus piezas más famosas: Mirror Installations, que coquetean con el Land Art y la Kinetic Sculpture, son un emblema del arte conceptual místico mundial. Desertacrílicos se agrega a la prolífica trayectoria de esta pareja de creadores o, como ellos se autodenominan: médiums de objetos estéticos sutiles, concentrados, inconsútiles, féericos. Su estética apuesta por los espacios abiertos y vacíos que, además de remitirnos a lo que típicamente relacionamos con Rusia: amplios parajes de nieve en zonas desoladas, puede entenderse como una postura política minimal que enérgicamente motiva al espectador a generar significantes a partir de un páramo albino —nieve, página vacía o espejo— para darse un espacio dónde germinar sentidos únicos y múltiples. Su ética política puede comprenderse también desde lo metafísico. Ellos ponen un punto negro sobre el blanco (la herencia de Malevich en el conceptualismo ruso es clara) como alegoría de su silenciosa resistencia por singularizarse ante la homogenización de las subjetividades impuestas por el estado totalitario ruso durante la Guerra Fría. Traspolado al contexto de las piezas que se exhibirán en nuestro país, Infante y Guronova parecen sugerir a los mexicanos que nos pensemos como nuevos moscovitas, que busquemos una forma de distinguirnos tras los cubrebocas y las máscaras de acrílico; en sus piezas podemos leer entre líneas tácticas contra el biopoder aseptizante que se ha instalado durante la actual pandemia.
*
La propuesta de esta serie de instalaciones en los desiertos de México surge de una reflexión ante la estética emergente derivada de las soluciones sanitarias que se han adoptado en espacios públicos para prevenir la dispersión del nuevo Coronavirus. Infante declaró: Ante las imágenes de niños en la calle portando cascos improvisados con garrafones de agua; de mujeres envueltas en bolsas de plástico, veloces hacia sus rutinas; de hombres con conos de tránsito naranjas insertados como yelmos protectores, algo se me removió. Un día desperté y vi por el cristal la nieve, una desfasada nieve en primavera. Me sentí una gelatina. Una gelatina amplia, sepia y brillante, y yo era ella y ella era yo, y pensé: yo soy el desierto. Le conté a Nonna y sus ojos le brillaron: ¡Hagámoslo. acrílicos y desiertos! Ese mediodía trazamos el primer sketch. Por su parte, Guronova comentó que: Las piezas operan como un guiño crítico hacia la representacionalidad del espacio físico y la distancia ultra-higiénica. ¿Qué pasaría si en lugar de que los humanos llevaran careta de acrílico, las caretas estuvieran sobre el espacio, protegiéndose de nosotros? Hay que pensar: nosotros somos la pandemia, nosotros somos el virus que contagiamos a los nichos endémicos. Pandemia y endemia no son lo mismo y nieve y desierto tampoco. Contradiciendo a su esposa,Infante opinó que la nieve y el desierto sí son la misma cosa y que, incluso, al ver en El Cerro de la Silla se impactó: fue como ver una nieve elevada o un disparo de luz. En esta ciudad hay mucha nieve, sólo hay que cerrar los ojos para ver —concluyó.
*
Las piezas de Infante y Guronova nos hacen fijarnos en esa zona de indistinguibilidad, según el término acuñado por Andrei Monastyrsky, teórico de Collective Actions, grupo que se destacó en los años 80 por sus performances en la nieve y al cual pertenece este par de artistas. Con ese concepto, entendido en un eje cercano a la ostranenie, se nos remite a la extrañeza de esos momentos en que puedes decir que algo está pasando, pero las figuras están tan cerca y aún así tan lejanas que resulta imposible clarificar qué son y qué sucede con ellas exactamente. Bajo esa óptica podemos recibir la pieza Non-Sky Downward Diamonds, que explora las posibilidades del azul y los matices de la transparencia. Al pararte frente a esta instalación, al rodearla, una pregunta surge: ¿de qué color es el azul? Podemos responder que el azul es azul y sí, hasta que aparece otro azul para contrastarlo. Esta pieza nos convoca a contrastar también nuestra fragilidad como especie frente a la perdurabilidad de los plásticos. Pues si algo es cierto es que el petróleo nos sobrevivirá, como un diamante.

Si, como escribió Burroughs: el lenguaje es un virus del espacio exterior, nosotros como creadores del lenguaje nos afirmamos víricos, extra-terrestres. En la pieza Twenty-20 Odyssey. Studies on Sightness hay una referencia directa al monolito con que abre 2001: Odisea en el espacio; con ella activa una reflexión sobre la transparencia. Vemos: algo de pronto aparece ahí. Pero, ¿y si el monolito siempre estuvo ahí pero no había palabras para apercibirlo y señalarlo porque no existía el virus-lenguaje para poderlo codificar? En esta pieza el juego se multiplica, al evocar la forma de un ataúd y estar instalada en la Ex-Hacienda del Muerto, la co-morbilidad es manifiesta: nacer es inaugurarse en la muerte, lo sabemos, y frente a lo imponente de las ruinas, entre huesos-souvenir, esa verdad escandalosa nos azota la cara: somos fugaces, ¿qué hacer entonces sino aferrarse a la dicha de eso mismo? Hay que salir del ataúd en que estamos muriendo en vida, atrevernos a. Como diría The Bubble Boy: I’d rather live half a day outside than sphereglassed forever.
Esta exposición es una invitación personalizada y una bienvenida colectiva al desierto de lo real. Infante y Guronova nos incitan a ver, a vivir, a desertar de los acrílicos que nos obstruyen el poder vislumbrar eso que ya está ahí: el más allá del maya.

La exhibición abrirá sus puertas el 29 de mayo y podrá apreciarse en varios puntos: en la Ex Hacienda del Muerto; en la zona arqueológica “Boca de Potrerillos”; en la Huasteca; en el lecho del Río Santa Catarina bajo el Puente del Papa y en la Presa del Cuchillo. Habitará Nuevo León hasta septiembre y después se encaminará —como haría algún cotidiano estepicursor que de tan invisible se ve— hacia los desiertos de Chihuahua, Durango y Sonora.