
Hoy quiero reflexionar sobre el clasismo en el cine, en especial sobre la recepción clasista que se hace de ciertos filmes. Me refiero a la que se ha hecho de Ya no estoy aquí (2020) de Fernando Frías de la Parra, y de Cindy, la regia (2020) de Catalina Aguilar Mastretta y Santiago Limón, por parte de una sociedad como la regiomontana, de la cual ambas películas fungen como reflejos.
Está de más decir que el cine es una especie de espejo aspiracional: queremos ser como el guapo de la película, queremos ser como la heroína que al final encuentra su epifanía. Pero la realidad es otra, no somos como los personajes de las películas, no somos héroes que van a salvar del fuego hasta al gato del vecino. Somos más bien un cúmulo de imperfecciones y de fragmentos, que es lo que hace rica a la complejidad del ser humano.
Pero los espectadores buscan filmes que les sirvan de espejos aspiracionales, buscan una romantización de la realidad, buscan una versión edulcorada y para turistas de la realidad en que viven.
La gran lección que dejó el cine moderno fue la ruptura con esa romantización de la vida. En filmes como Umberto D (1952) de Vittorio De Sica, del neorrealismo italiano, o en obras más recientes como Roma (2018) de Alfonso Cuarón, la ruptura está en la forma en que presentan la realidad. De ahí que el espectador educado cinematográficamente en relato clásico responda de manera visceral ante filmes que exponen aquello que no van de acuerdo con ese sentido de aspiración o romantización.
La respuesta que ha tenido el público regiomontano ante el filme Ya no estoy aquí me recordó la polémica que generó Los olvidados (1950) de Luis Buñuel. Cuando se estrenó nadie quería ver la realidad de un México lleno de pobreza, preferían ver charros cantores y el progreso a todo lo que da. Sin embargo, la vigencia de un filme como Los olvidados se debe precisamente al representar la realidad de México en su forma más cruda y directa. Cine moderno al fin de cuentas.
El cine regiomontano se puede revisar desde dos frentes. Por un lado, vamos a encontrar un cine claramente aspiracional que es reflejo de los sueños de la clase media de la ciudad. Filmes como Inspiración (2001) de Ángel M. Huerta o 7 días (2005) de Fernando Kalife, son un ejemplo de lo anterior. En el otro extremo está un cine realista de corte autoral que busca presentar la idiosincrasia de la ciudad. Películas como En el paraíso no existe el dolor (1995) de Víctor Saca, sería una muestra de ello.
En Cindy, la regia el espectador regiomontano mira sus aspiraciones de clase media que quiere ascender socialmente. Se observa en todo su esplendor queriendo ser Cindy, con casa en San Pedro y boda en Fundidora.
Esta película es un ejemplo perfecto de ese cine lleno de aspiraciones para un espectador que sueña con ser algo más.
Mientras que Ya no estoy aquí refleja las fobias y prejuicios de la sociedad regiomontana. No la película en sí. Sí la recepción que se está haciendo de la película. Las críticas que se han visto en redes sociales revelan esa mirada de la clase media regiomontana que niega la otredad y la diversidad de su propia ciudad. No quiere que existan personas como Ulises, el protagonista del filme. Quizá porque representa aquello que quiere ocultar, una ciudad llena de prejuicios y discriminación. Una ciudad clasista al final del día. Una ciudad que se cree forjada en el progreso, pero el filme expone muy bien, en sus tomas panorámicas, el contraste entre las realidades de la ciudad. Compárense esas tomas con los planos donde la cámara sigue a los personajes por las calles de su colonia. Planos que recuerdan a un filme como Ciudad de Dios (2002) de Fernando Meirelles y Katia Lund.
El cine ante todo es un reflejo de las sociedades que representa, sus aspiraciones y, claro, también sus prejuicios. Quisiéramos que el cine diera cuenta de aquello de lo que están hechos nuestros sueños, pero el cine no tiene que responder a nuestros deseos. Aunque si nos atenemos al cine clásico clasista, como diría Slavok Zizek, el cine nos dice también qué desear. Así la recepción de Ya no estoy aquí, quedejando de lado la excelente hechura del filme, ha sido denostado por una sociedad que no puede ver más allá de su limitada perspectiva y no quiere ver representados sus prejuicios en la pantalla.
Qué bueno que hay filmes como Cindy la regia y Ya no estoy aquí, pues nos permiten apreciar los dos polos de una sociedad. Una sociedad dividida por muros imaginarios. Ambas películas nos permiten ver lo que somos, incluso aunque no nos guste lo que vemos.